¡Gracias, Cas!
Dean en ese momento no sabía lo que estaba pasando.
Se encontraba en un extraño lugar donde todo lo que había a su alrededor era nubes blancas y esponjosas. Había también, algunos espacios azules que le confirmaban a cada instante de que estaba en el cielo o mejor dicho, sobre el cielo. Pero no entendía muy bien el por qué.
Sin darle tiempo a analizar aquello, ante él apareció alguien que después de algunos segundos, y más que nada por la voz, identificó como Alastair. El maldito demonio que lo había tentado y torturado por treinta años hasta que un día de esos en los que no pudo más, se unió a su comitiva como torturador de almas.
- Hola, Dean. -le dijo con cierta malicia el demonio que por alguna extraña razón lucía como la caricatura de una niña de cinco años, dando un paso y luego otro hacia él.
Y con cada paso que se le acercaba, Dean daba dos atrás, tratando de mantener la distancia y al demonio en raya. No le agradaba y tampoco las intensiones que llevaba en sus ojos. Le daba mala espina el tipo.
- ¿Qué pasa, mi joven aprendiz? ¿Estás huyendo de mí? -preguntó con una sonrisa burlona, dando un paso más.
- ¿Qué? ¡No! -quiso aclararle el Winchester, dando dos pasos hacia atrás.- ¿Qué es lo que quieres, Alastair? -le preguntó.
- Lo mismo que quería de ti en el Infierno. -dijo.- Tu alma, cariño.
Una carcajada escapó de sus labios que segundos antes había pensado que sólo eran una tenue línea en la parte baja de su rostro.
- Eso, y jugar un poco contigo. -le guiñó el ojo, queriendo parecer seductor.- Tú sabes, una sesión privada ahora que poseo este cuerpo. -sus manos, descendiendo sobre sí con orgullo.
- L-lo siento, hombre. -y sonrió nervioso.- Pero esas practicas, no me interesan.
- ¿Entonces te tendré que obligar? -sugirió, sonriendo cuando el otro se dio cuenta de que si daba un paso hacia atrás, caería de aquella nube en la que se encontraban.
- ¡No te acerques, hijo de puta! -advirtió, llevando su mano hacia la parte baja de su espalda en busca de su arma.
No la encontró.
- ¿Qué pasa, Dean? Buscabas esto. -y le mostró su pistola, aventándola por un espacio azul que había, viendo como ésta caía hacia la tierra que estaba muy abajo de ellos.
- ¡Eres un...! -se quejó, empuñando sus manos y preparándose para golpearlo al ver que seguía avanzando.
- Tranquilo, prometo que seré bueno contigo. -rió, haciendo que el otro se tensara ante los pocos pasos que los separaban.
Alastair estaba a punto de tocarlo y sabrá Dios que perversidades haría con él. No quería ni pensarlo siquiera.
Y cuando creyó que todo estaba perdido, y sería sometido al peor de los castigos, una luz delante de él se proyectó, escuchándose una voz.
- ¡Aléjate de él, demonio! -dijo en tono serio el ángel, apareciendo y cubriéndolo tras él.
- ¡Cas! -Dean casi saltó de alegría, sintiendo que ahora todo estaría bien.
El ángel no permitiría que Alastair le tocase siquiera una cabello. Por sus alas, que no lo permitiría.
- ¡Pero miren eso! -apuntó el demonio.- Pero sí es el angelito de papi! -se rió, dando un paso hacia ellos.
- ¡Vete de aquí, Alastair! -le amenazó, Cas.- No eres digno de pisar este suelo. -y sacó su espada.
- Me iré. -dijo el otro, con una sonrisa en el rostro.- Sólo dame a mí Winchester, y me voy.
Tanto Dean como Cas se tensaron, molestándose un poco más el segundo.
- ¡No es tuyo, y no dejaré que te lo lleves! ¡Te lo advertí!
Y así como se lo había dicho así se acercó al demonio, atacándole con su espada y haciéndole retroceder. A tal punto que la nube se le termino a Alastair, cayendo desde esa altura hasta la tierra.
- ¡Gracias, Cas! -dijo un efusivo Dean, acercándose a él y dándole un beso en la mejilla.
El ángel ante el gesto simplemente se sonrojo, sintiendo como su corazón latía a mil y un calor agradable cubría todo su cuerpo.
Fin.