† ENAMORADO A KAI HIWATARI †
por
Tary Nagisa
Bey Blade No me pertenece sino a Takao Aoki. Yo... no pretendo hacer lucro de su trabajo, solamente tomé prestados a sus personajes para hacer un pequeño y simple Fic.
02/06/09
Capitulo 2- Segundo Movimiento: Quedando con el no-enemigo.
Perder la noción del tiempo, del espacio y de ti mismo no es común. Mucho menos, si no sientes nada de lo que uno reconoce como cuerpo, y es entonces, y con justificada preocupación, que comienzas a preguntarte si aún existes.
Pero no se asusten, no vengo a filosofarles sobre una cuestión Existencialista; simplemente es una observación que surge al permanecer en un estado de trance y desapego en un plano totalmente desconocido, que ni siquiera alguien como yo he podido evitar.
Pero ya no puedo decirles más sobre esto. Porque lo siguiente que siento es como si me hubieran dado una descarga a veinte con las paletas, dando mi cuerpo un brinco involuntario, y permitiéndome abrir mis ojos.
De ésta forma es como yo comprobé, segundos después, que aún sigo con vida; pero que extrañamente y al mirar el lugar desde mi puesto, no he podido identificar y mucho menos, recordar en dónde es que me encuentro.
“¿Que qué es lo único que recuerdo?”
Estar tirado en la calle y tratando de levantarme. Sólo eso.
Pero aquí, el lugar en el que me encuentro, es cálido y cómodo; me siento mejor.
Puedo ver sin levantarme, muros blancos y limpios; objetos y adornos que nunca había visto pero que me agradan. El lugar está en silencio, y puedo ver como los rayos del sol se cuelan tras la cortina de la ventana.
Y es entonces cuando mi mente vuelve a procesar la información.
“¿Acaso ya es tarde?” me pregunto, queriendo comprobarlo con mis propios ojos. Dándome quizás una idea desde esa ventana, dónde es qué me encuentro y quizás hasta recuerde, por qué estoy ahí.
Así que me levantó lentamente, algo me dice que así lo haga, y hasta entonces es cuando noto que una especie de manta cubría mi cuerpo. Pero ahora que estoy sentado ésta ha resbalado, erizándose mi cuerpo con un escalofrío.
Curioso hecho.
“¿Cómo es que mi chamarra y mi playera han desaparecido y en su lugar sólo hay unas vendas cubriendo mi abdomen?”
Así que llevo mi mano a esa zona, presionando un poco y sintiendo una puntada que me hace cerrar mis ojos.
“¡Dios! ¡Ahora lo recuerdo!”
¡Fui atacado por unos extraños, y ese es el pequeño regalo que me han dejado!
“¡Maldición! ¡Y duele jodidamente!”
Pero trato de ignorar el dolor para ponerme de pie, costándome bastante pues me tambaleo y me siento mareado. Aun así, logro llegar hasta aquella ventana, notando que me encuentro en un tercer piso.
“¿Un tercer piso de dónde?” -cruza por mi cabeza, no logrando recordar el resto.
Quizás si trato de llenar el resto, la información la recupere.
Veamos, recuerdo haber deambulado por las frías calles con mi mano en la herida. Tropecé varias veces y tuve que detenerme otras tantas; pero al final, recuerdo haberme sentido mejor al ver un edificio.
“¿Un edificio?” -repito. Ahora que lo pienso... esa calle se parece a...
“¡Eso es! ¡Yo vine a este edificio, porqué...! ¿Por qué vine a éste edificio?” vuelvo a preguntarme, sintiéndome tan perdido como en un principio.
- ... ¿qué estás haciendo ahí?
- ¿T-tala?
Y logro recordar de repente.
- Te digo. ¿Qué haces... aquí?
“¡Claro! ¡Kai! ¡Ésta es su casa! ¡Él me ayudo a entrar y...!”
Esperen un minuto.
“¿Dónde es qué está, Kai?”
Y mi vista recorre el lugar, pero no hay rastro de él.
- ¿Kai? -llamo de todos modos, esperando recibir una respuesta por si se encontraba en alguna de las habitaciones a puerta cerrada.
Pero nada. Ni un sonido ni ruido que diera muestra de su presencia.
- ¡Hmf!
Y por alguna razón me molesto, acción que me hace fruncir el ceño.
“Pude haber muerto en su sofá, y él ni enterado” -planteo, regresando mi vista hacia la calle.
Justo como esperaba.
El mundo ha seguido a pesar de mi estado de inconsciente. Nadie se ha enterado, ni se ha preocupado.
- Veo que ya despertaste... -escucho decir a mis espaldas, girándome para ver como esta persona dejaba sus llaves en una pequeña mesita.
Y ahí lo tengo. A Kai Hiwatari a varios metros de mí, después de... “¿Cuántos meses son los que han pasado desde nuestro último encuentro?”
Quién sabe, no lo recuerdo.
Y de pronto, lo vuelvo a escuchar hablar.
- No deberías de estar levantado... No te ves muy bien. -me comenta con su tono neutro, viendo yo, cómo es que saca algunos paquetes y demás cosas de aquellas bolsas del mini-súper.
Pero de su oración pronunciada, algo ha llamado mi atención.
“¿Cómo qué no me veo bien?” -me repito con incredulidad, abriéndose un poco más en sorpresa mis ojos.- “¿Pues cómo es que me han dejado esos tipos para que Kai me diga esas cosas?”
Así que con cierta discreción es como me miro en el cristal, encontrándome con que a excepción de una que otra bandita en mi cara, y aquel amoratado golpe, no hay nada tan horrible cómo para decir que no me veo bien.
“¡Me insulta!”
- Oye... -y dice, volteando apenas y lanzándome una bolsa de hielo, que contra todo pronostico, no logro atrapar.
“¡Maldición!” -gruño molesto, agachándome y quedándome ahí al darme un fuerte dolor en mi estomago que no logro controlar.
- ¡Agh! -y tan agudo e intenso es el dolor que un quejido escapa de mi boca, por lo que intento por todos los medios incorporarme lo más cuidadoso y a la vez, rápido posible.
- Idiota. -me ha llamado, Kai. Dirigiéndose a mí, y juntando la bolsa en mí lugar.- ¿Pues qué es lo que estabas haciendo para quedar en ese estado? -pregunta, colocándomela en el pecho y mirándome fijamente cómo si tratara de adivinarlo.
- N-nada en especial. -le digo con cierta molestia. Obligándome a desviar mi rostro pues sé que se está formulando una idea en su mente, y eso no me gusta.
- Pues no parece. -y entrecierra sus ojos, regresando para coger las bolsas y entrar a lo que parece ser la cocina.- Siéntate, traje comida. -es lo último que dice, quedándonos en un incomodo silencio.
Ni él ni yo, estamos acostumbrados a éste tipo de “relación”.
Pero algo me sigue molestando, por lo que le contesto de mal modo.
- No tengo hambre.
Eso, a pesar de que mi estomago sí reclama la comida que ya nos hace falta, pero que por capricho, más que orgullo, no aceptaré.
- Además, tengo muchas cosas que hacer. -mi última palabra, encaminándome con la intensión de salir por la puerta.
- ¿En esas condiciones? -pregunta de repente, identificando sarcasmo y burla en sus palabras.
Qué sólo hacen, que me moleste aún más.
- Sí, ¿Algún problema? -le encaro con tono presuntuoso, logrando que se piense su respuesta.
- Apenas y te puedes mantener en pie... No creo que puedas siquiera bajar las escaleras. -y atiende hacia otro lado sin mucha importancia.
- ¡Entonces lo intentaré! -le dijo con el mismo tono, encontrándome con su fija y penetrante mirada.
Pero no me asusta. Yo también le puedo mirar así.
Y antes de que pueda hacerlo, se me adelanta con otra jugada.
- Siéntate, Ivanov. -tono serio y semblante imponente.
Pero no es eso lo que me ha desubicado sino la utilización de mi apellido en ése contexto.
Los apellidos entre nosotros sólo los utilizamos para dos cosas. En primera, para hacernos burla y molestarnos. Y en segunda y menos frecuente, para dejar en claro que estamos molestos y que hablamos en serio; para nada jugamos.
Así que sin mucha opción y entusiasmo, es como me siento en una de las sillas, esperando en silencio aquello que está calentando en el microondas.
Mientras espero no puedo evitar mirarlo, pensando en esa constante que me viene una y otra vez a la mente, y que a juzgar por sus acciones y reacciones, casi me pueden dar una respuesta.
“¿Estás preocupado?” -me planteo a mí mismo, disipándose mi pregunta cuando se dirige hacia mí con un plato en las manos.
- Ahí tienes. -y lo pone delante de mí, acompañado de un pequeño cajoncillo con un par de palillos chinos.
“¿Es una broma? ¿Se está burlando de mí?”.
“¿Qué acaso me creé un experto con los palillos o algo?”.
Y antes de que pudiera expresar mi enojo, estos fueron retirados de mi lado, cambiándomelos por una cuchara.
- Lo siento. -apenas y dice, tomando asiento en la silla de enfrente.
A los segundos siguientes y después de verme probar el alimento, su boca se abre para decirme algo.
- Acábatelo todo. -me ordena, haciendo una larga pausa para decir después.- El doctor dijo que tienes que comer bien para recuperar tus fuerzas.
¡Bah! ¿Y con eso intenta justificarse?
“¡¿Cómo hace para qué me moleste tanto?! ¡¿Quién se creé?”
- Tala. -me dice. Ignorando yo, apropósito sus palabras.
- He terminado. -y me pongo de pie, encaminándome con pasos cortos y lentos hacia la puerta que se me hace tan lejana.
- ¿A dónde vas? -pregunta de pronto, sintiéndolo tras de mí.
- ¡Te dije que tengo cosas que hacer! -le recuerdo de forma impertinente, pasando de él.
- ¡Y yo te dije que no podrías bajar siquiera las escaleras! -me refuta al sobrepasarme, colocándose delante y bloqueándome el camino.
- ¡He perdido tanto mi equipaje como mi blade! ¡Tengo que encontrarlos! -prácticamente le grito, pero él ni siquiera se inmuta, o mueve.
- ¡No en ese estado!
E increíblemente, le veo cerrar la puerta con llave.
- ¡¿Pero qué... es esto?! ¿Me estas encerrando? ¡¿A mí?!
Lo veo girarse, y guardándose de lo más campante la llave.
- Sí es necesario, entonces sí. -me dice con cierta altanería, cruzando tan tranquilo sus brazos que hace que me de más coraje.
- ¡Genial! ¡Secuestrado por alguien más débil que yo! -le dijo por lo bajo, empuñando con fuerza mis manos.
“¡Qué idiota! ¡Qué patético me siento!”
- Tranquilízate, ¿quieres? Harás que la herida se abra de nuevo. -trata de apaciguarme, pues ha notado la mueca de dolor que he hecho.
- ¡Cómo si te importará! -le dijo molesto, ignorando su consejo.
- Te recuerdo que fuiste tú el que veniste aquí. -señala por lo bajo, entrecerrando sus ojos tan tranquilo.
- ¡Grave error! ¡Mejor ya me voy! -y doy dos pasos más, quedándome inmóvil al estilar éste su brazo.
- Demasiado tarde, te quedarás aquí hasta que te recuperes. -me dice altanero, colocando un dedo sobre mi pecho.- Así que mejor dime, cómo fue que te... ¿asaltaron? -hace una pausa para cruzar sus brazos, y esperar mi respuesta.
“¡Y me molesta tanto!”
Aquellas palabras, aquella actitud, aquel semblante.
“¡Me molesta todo de él!”
- ¿Pues cómo crees que “asaltan” a la gente? ¿Haciéndoles una encuesta o algo? -y mi tono irónico no desaparece.
- No sé por qué estás tan enojado, pero no es mi culpa. -me dice tan tranquilamente, revelándome que está cansado de todo eso.
Y ahí es cuando me detiene, y sus palabras me hacen reflexionar.
“Él tiene razón. No es su culpa, y yo se lo hago pagar”.
Hace que me sienta mal y que me arrepienta.
“¡Maldito Hiwatari!” -le reprocho con molestia.
Aun cuando no tiene porque aceptarme en su casa, llamar a un Doctor, e inclusive darme de comer, lo hace.
“¿Y qué es lo que hago yo?”
¡Nada! Ni siquiera trato de agradecérselo.
- ¡Hmf! “¡Me molestas tanto, Kai!”.
- L-lo siento. -logro medio decir, desviando mi mirada y fingiendo que no me importa el asunto.
- Bien. ¿Qué fue lo que se llevaron? -me pregunta con un tono más “alegre”, notando por breves segundos algo muy parecido a una sonrisa que se curvó en sus labios.
- Una maleta negra que traía con algo de... ropa, mis documentos, el móvil y dinero. También se llevaron mi blade. -y hago una pausa en la que espero alguna burla o broma por su parte, pero extrañamente, estas nunca llegan.
Ni un gesto ni una expresión, ni de desaprobación o burla.
Eso me agradó, pero sólo un poco.
- De acuerdo, iré a ver al señor Dickenson y le diré lo que ha pasado. Quizás él pueda ayudarnos y...
Pero no le permito terminar.
- ¡Espera! ¡No quiero que...! -y al darme cuenta, lo estoy sujetando del brazo como aquella ocasión en Rusia, por lo que aflojo un poco mi agarre.- No quiero que nadie... -le sigo explicando por lo bajo, callando mejor.
Suficiente penoso y vergonzoso es este momento cómo para hacerlo más bochornoso e insoportable, si alguien más llegara a enterarse de mi descuido y patético estado.
- Le diré que lo mantenga en secreto y que no sé lo comente a nadie. -me dice como si leyera mi mente, comprobando esta vez que, sí ha sonreído.
Por lo que asiento en silencio, y lo suelto.
- No te vayas a ir. -me dice antes de abrir la puerta, contemplando esa sonrisa de lado que aún mantiene.
Y ahí está. De nuevo me he quedado solo en ese apartamento, analizando la extraña “conversación” y convenio en el que hemos llegado.
Sé que no hay ningún motivo y que no debería sentirme así, pero... me siento bien. Es como si las circunstancias en las que estoy inmerso no tuvieran relevancia y no valieran en absoluto.
Y es entonces cuando me planteo la idea de no ser tan altanero y presuntuoso con Kai; sí es que acaso, lo quiero para mí.
Después de todo y si me lo quiero ganar, sería bueno ir tomando cartas en el asunto.
Continuará...