Tema#26: Paranoia

Mar 22, 2009 15:25



Autor: Tary Nagisa

Fandom: Bey Blade.

Personaje: Tala Ivanov y Kai Hiwatari

Tema: #26.Paranoia.

Género: Romance, General.

Advertencias: UA, y spoiler de una frase de G Revolution.

Disclaimer: Bey Blade No me pertenece sino a Takao Aoki. Yo... no pretendo hacer lucro de su trabajo, solamente tomé prestados a sus personajes para hacer un pequeño y simple Fic.


Tema #26 Paranoia

22/03/09

Un pelirrojo descansaba boca arriba sobre su cama.

“Desde hace días he estado alterado”. -se dijo en su mente, cubriéndose los ojos con una de sus manos.

“Sé que no debería, pues no hay motivo, pero...”. -su rostro se tensó, dejando escapar un gruñido por aquello que lo molestaba.

- Tala... -dijeron, no escuchando sus palabras el aludido.

Estaba más que concentrado en sus propias reflexiones.

“¡Lo sé! De verdad sé que no debería molestarme, de importarme siquiera, pero... ¡Simplemente no puedo!, ¡No cuando se trata de él! -su labio inferior fue apresado con fuerza por sus dientes, sacándole un poco de sangre por tal presión.

- ¿Tala? -y aquel llamado de nuevo se escuchó en la habitación, sin notarlo siquiera.

“Yo...” -el puño de su mano con la cual cubría sus ojos se cerró con fuerza, apareciendo en su rostro una mueca de fastidio al sentirse molesto y frustrado por aquella extraña inquietud.

- Te estoy hablando, Tala, ¿me oyes? -aquella voz y presencia hasta ahora atrajeron su atención, descubriéndose la cara para ver a aquella persona que por sus palabras y semblante, figuraba que le había estado llamando con anterioridad.

Ni siquiera lo había escuchado entrar, mucho menos si le había dicho algo.

- ¡Ah!, eres tú, Kai. No te escuché entrar. -y se lo confirmó con voz apagada, permaneciendo aún recostado sobre su cama.

- Eso parece. -comentó el recién llegado un tanto molesto, deteniéndose a unos cuantos pasos del pelirrojo, viéndole fijamente.

Se veía cansado y un poco fastidiado.

- ¿Sucede algo? -preguntó de improvisto el joven bicolor, cruzando sus brazos y entrecerrando sus ojos en un aparente gesto de indiferencia, muy típico en él.

- Nada en especial. -le respondió neutralmente, volviendo a cubrir sus ojos y llevando una de sus piernas hacia la cama.

Estaba cansado y molesto. Ahora no quería, ni hablar ni estar con nadie.

- ¿De verdad? -volvió a insistir Kai con su pregunta, pues ni aquella respuesta ni tono lo convencían.

Algo le pasaba a Tala Ivanov.

- ¡Ah! -le dijo a modo de afirmación, descubriendo sus ojos para ver a Hiwatari.

¿Acaso Kai estaba preocupado por él?

No. ¡Imposible!... -pensó enseguida.- Al menos, no de ‘esa’ forma. -concluyó convencido.

- Sólo estoy cansado... -informó sin mucho entusiasmo, volviendo a cubrir su vista.- Anoche no dormí bien... -apuntó en voz baja, sin ser consiente de sus palabras.

En verdad no quería mantener una conversación.

- Eso... no fue por mi culpa. -contestó el oji-violeta después de algunos segundos de silencio, sonriendo un poco y entrecerrando sus ojos presuntuoso al conseguir que Tala le mirara.

- Sí, lo sé. -una pequeña sonrisa adornó también los labios del ruso, levantándose para quedar sentado sobre la cama.-

El bicolor tenía ahora su atención.

- ¿Y? ¿A qué debo la “honorable” visita de Kai Hiwatari en mi habitación? No es común que vengas a visitarme a estas horas... -dijo con cierta ironía, pues sabía lo arrogante y pedante que podía llegar a ser éste si se lo proponía; y a juzgar por aquella sonrisita que perduraba en sus labios, aquello estaba muy cerca de suceder.

No por nada, lo conocía desde la infancia.

- Nada en especial. -fue su respuesta al entrecerrar sus ojos, y volver a su actitud de falsa indiferencia.- Hoy actuabas... extraño. -señaló, recordando su actuar inusual en el desayuno y la comida.

- Veo. -asintió el pelirrojo, entendiendo su punto.- Sólo estaba cansado. Estoy bien... -dice sin emoción, restándole importancia al asunto.

- Hn. -y con ese leve asentimiento de cabeza, confirma el bicolor la indirecta de que ya no le pregunte sobre el tema.- Entonces, te dejo descansar... -menciona al dar unos cuantos pasos para retirarse de una vez, pues el joven ruso ya no quería su presencia ahí.

- ¿A dónde vas? -y de un ágil y rápido movimiento le retiene del brazo, impidiendo que diera otro paso más.

No había duda, Tala sabía leer sus movimientos e intenciones.

- Iré a caminar un poco... -dijo éste después de algunos segundos, reparando en la mano que lo sujetaba y en aquella mirada que le veía fijamente.

Pedía explicación.

- Solo, ¿verdad? -aquella cuestión sonó más a una afirmación que a una pregunta.

- S-sí. -y dudó por breves segundos, viendo como el pelirrojo lo soltaba como si nada.

- Bien. -fue lo único que le dijo, recostándose de nueva cuenta sobre la cama.

El ruso-japonés permaneció algunos segundos en el mismo sitio, observándolo detenida y detalladamente.

De verdad hoy estaba algo raro.

- ¡Hmf! -y al escuchar como Kai se había marchado al cerrar la puerta tras él, gruñó molesto, empuñando de nueva cuenta sus manos.- Así que sólo, ¿eh?. -se giró de lado, cubriéndose con las almohadas.

Ya no quería pensar en ‘eso’.

/-Flash Back-/

Hace días, y después de estar más de una semana enojado con el bicolor, por fin se le habían calmado los humos, o más bien, Kai había sabido como bajarle el enojo.

Ciertamente, había extrañado aquellas cosas entre ambos; intercambio de palabras, sus peculiares “conversaciones”, momentos de silencio y relajación, y que decir de aquellas situaciones entre los dos, y a solas.

Sin duda había extrañado eso y mucho más. Claro que tampoco había sido toda su culpa de truncar sus momentos de convivencia y re-conocimiento. Después de todo, no había sido él el que había aceptado que sus amigos de Japón vinieran a visitarlo y se quedaran poco más de una semana en la abadía.

No es que a él le molestara la visita inesperada e inoportuna, -sobre todo-, de los amigos de Kai; tampoco era que envidiara que los amigos del bicolor vinieran a visitarlo y a él no, sino más bien, le molestaba que el ruso-japonés les prestara tanta atención y pasara la mayor parte del tiempo con ellos, y de él, apenas y se acordaba de que existía.

Pero aquello era tolerable... pasable todavía; con mucha dificultad y paciencia, pero soportable. Y hubiera aguantado perfectamente más tiempo, de no ser porque se percató de un pequeño, indispensable y molesto detalle.

Aquel grupito de niños, -a sus ojos-, resultaba ser que miraban de una manera especial y con cierta alegría y brillo en sus ojos a Hiwatari, algo que sin duda no tenía nada que ver con la “amistad” que decían tener con él.

Sabía perfectamente que cada uno de ellos tenía en su corazón un sentimiento especial por Kai Hiwatari, y él, simplemente no iba a permitir que ninguno de ellos se atreviera y diera un paso hacia delante de esa línea llamada amistad. Por ello, había estado junto al bicolor el mayor tiempo posible, dejándoles en claro en cada ocasión posible, que Kai no estaba interesado en nadie más, ni en otro tipo de relación que no fuera el de la amistad.

Su presencia tan recurrente, su actitud tan imponente y fría, habían desubicado y cohibido a sus amigos, pues se habían dado cuenta inmediatamente de la forma en la que lo trataba, le hablaba, y lo “protegía”, mirándolos y diciéndoles altanera y desafiantemente con ese mudo, pero potente gesto: “¡Aléjense de Kai!. ¡No lo miren, no lo toquen, márchense ya!”

Y eso había sido efectivo, sino, sus amiguitos no se hubieran ido tan pronto y prácticamente despavoridos.

Él, por mucho podría haber considerado como rivales a Ray, Tyson, incluso a Max, pero ni Daichi, Kenny o Hilary, que era la única chica que los acompañaba, eran considerados como posibles amenazas, más bien, eran simples estorbos de los cuales ya se había encargado, y estarían por mucho, mucho tiempo lejos del oji-violeta y de él.

\-End Flash Back-\

Y respecto a la abadía, desde hace tiempo se había encargado, -e incluso Kai inconscientemente-, de dejarles en claro a todos sus habitantes que entre ellos había algo en lo que ninguno podía entrometerse o interferir, y que si a alguien se le ocurría la estúpida idea de hacerlo, ambos le harían pagar muy caro, por lo que nadie de metía de esa ni de ninguna forma con ellos.

Pero Tala no podía contralar todo. Mucho menos los lugares fuera de la abadía, y es que Kai parecía ser un imán que atraía a diestra y siniestra, -y sin querer-, o al menos, eso era lo que él quería creer.

No era de sorprenderse que cosas como esas le sucedieran al nieto de Voltaire Hiwatari -dueño de la abadía en la que vivían-, porque después de todo, Kai era un chico atractivo, reservado y misterioso, que por esas y más razones atraía a la gente, cosa que no le parecía del todo, que le molestaba y le hacía rabiar, como en ese momento.

Pero sobre todo, había alguien que aparecía constantemente en sus pensamientos, molestándolo y alterándolo de sobremanera, pues justamente, esa era una de las pocas personas que consideraba como peligrosas y uno de sus rivales, -quizás el único-.

Sí, podía ver claramente al susodicho, sonriendo con descaro al verle y burlarse de él.

Pero eso, ¡No se lo iba a permitir!

Y esa, era la razón por la que ahora caminaba con prisas por las calles de Rusia, mirando a todas partes y buscando a una sola persona.

Conociendo al bicolor, más o menos tenía una idea de dónde podría estar, por lo que la búsqueda se reducía a poco menos de la mitad, claro que, conociendo las intenciones y forma de ser de aquella persona, también él podía deducir con facilidad dónde estaba Kai, y lo peor del caso, es que le llevaba ventaja.

Sólo esperaba llegar antes de que fuera demasiado tarde.

Apresurando el paso hasta prácticamente correr, miraba de vez en cuando algunos lugares, comprobando que no se le escapara ningún sitio en el que pudiera estar o alguna persona que se le figuraba ser.

¡Estúpido el momento en el que apareció aquel odioso muchachito! ¡Y maldito el momento en el que él prefirió quedarse en cama que acompañarlo!

Olvidando sus fallos y errores caminó un poco más rápido, adentrándose a aquel lugar que figuraba ser un parque, y al que a Kai tanto le gustaba ir.

Y lo vio, es decir, a ambos. A aquella persona que era su rival, y al bicolor que permanecía debajo de él, mirándole directo a esos ojos verdes que el pelirrojo ya había visto con anterioridad. Y no sólo eso, sino que el ruso-japonés tenía su mano en su mejilla, y parecía disfrutar el acto.

Y entonces, ¿Todo había sido una mentira?

Kai no iría solo a caminar, -probablemente nunca lo fue-, y aquella persona de la cual le había preguntado semanas atrás, y de la cual le había dicho que no era nadie en especial, ¿También había sido una mentira?

Un juego en el cual ambos se reían y se burlaban de él; donde su relación y amistad que decían tener, no eran más que ficticias y falsas palabras camuflajeadas, que ahora más que nunca, se desvanecían pues realmente no existían.

Y su mirada seguía observando, sin poder evitarlo o mirar hacia otro lado.

Pero aquello que sus ojos veían, no era ni un delirium, una alucinación, y mucho menos una paranoia. No cuando con sus propios ojos comprobó como ambos se besaban por largos y torturantes segundos que lo sofocaron, y lo hicieron clavar sus propias uñas en sus palmas como único acto de autocontrol.

Desde ese momento lo supo. Él ya no tenía nada que hacer ahí. Ni reclamar ni pedir explicaciones que nunca se mereció, por lo que se dio la vuelta, alejándose de ahí; y mientras lo hacía, una vista se posó sobre él, sonriendo con malicia al ver que había habido un testigo clave e importante en esa reunión/unión.

Ahora sabía la verdad, y quizás... ya los dejara en paz.

Si Tala había estado raro y extraño ese día en el desayuno y la comida, aquello no tuvo comparación con los siguientes días.

Casi no comía, casi no hablaba, pasaba mucho tiempo entrenando, y el resto encerrado solo en su cuarto.

Tanto Spencer como Bryan habían notado ese cambio, y qué decir del menor de ellos al notarlo desde el primer día y esa misma noche, pues el pelirrojo le había cerrado la puerta en la cara cuando apenas y le iba a preguntar algo.

El oji-violeta le rehuía, le sacaba la vuelta, y cuando alguna de esas tácticas le fallaba, simplemente le ignoraba como en aquellos momentos mientras ejercitaba su cuerpo con las pesas.

-Ivanov... -le había dicho ya por cuarta vez en aquel lapso tan corto de tiempo, pero el ruso simplemente no le respondía; para él, no existía.

Colocando en su lugar la pesa con la cual se ejercitaba, e incorporándose mientras se secaba el sudor de su frente y rostro, se levantó del aparato, encaminándose a salir de ahí mientras posaba sobre sus hombros aquella toalla.

Cada vez Kai se volvía más fastidioso.

- ¡Te estoy hablando, Tala! ¡No me ignores! -y tal y como el ruso le había hablado en una ocasión, utilizó sus mismas palabras, tomándolo del antebrazo para que le prestara atención. Hecho que ni duró ni tres segundos, pues el aludido se zafó fácilmente y sin mirarlo, salió de la habitación.

- ¡Hmf! -dejando a Hiwatari enojado y frustrado, acabándosele la poca paciencia que le quedaba.

¿Qué diablos le pasaba a Tala?

Desde que se había dado cuenta de que esa actitud era por él, había tratado de persuadirlo, animarlo, ¡y hasta desafiado para que le dijera qué le pasaba!

Como su amigo, y por conocerlo desde la infancia, tenía como mínimo, esos y más derechos.

Derechos que parecía haberle quitado el ruso, pues ni siquiera lo escuchaba.

- Estúpido, Hiwatari... -renegó el pelirrojo al cerrar la puerta que separaba el baño de su habitación.- ¿Por qué diablos no me deja en paz de una vez? Me molesta... -sentenció, abriendo las llaves de la ducha, y comenzando a sacarse la ropa.

A mitad de eso estaba, cuando escuchó como la puerta era abierta de golpe, comprobando al girarse que era el mismísimo ruso-japonés.

- ¡No me voy a ir de aquí hasta que me digas qué diablos te pasa! -indicó, colocándose detrás de la puerta al cerrarla.- ¡Ya me cansé de ésta actitud tan egoísta e infantil tuya...! -contrapuso, cruzando sus brazos y entrecerrando sus ojos molesto.

“Entonces... yo me iré”. -pensó decidido el otro, cerrando las llaves y tomando su ropa.

Ya ni un tranquilo baño en su alcoba podía tomar.

- ¡No!, tampoco dejaré que te vayas... -lo retuvo al colocar su mano sobre su desnudo pecho, impidiéndole avanzar un paso más.

- Muévete, Hiwatari. -le demandó serio, dirigiéndole después de tres días la palabra.

- No. -y avanzó un paso más, haciendo que Tala retrocediera otro.

Que el pelirrojo se encontrara medio desnudo, con su formado abdomen al descubierto y un poco de sudor, siendo cubierto únicamente con sus bóxers, era algo que, no le impedía cumplir con su palabra, pero que si lo hacía mantener, con mucha dificultad, el control.

- Dije que te muevas... -volvió a indicar al tratar de dar un paso hacia delante.

- Oblígame. -le desafío, obteniendo respuesta inmediata al tomarlo el otro de las muñecas para apartarlo.

Claro que Tala era más alto y fuerte que él, pero aún así no se rendiría.

Y mientras lo sujetaba, su mirada se encontró con la del menor, observando ésta, y aquel rostro que parecía que acortaba la distancia. A escasos centímetros estaban de que ambos labios se tocaran, cuando el pelirrojo reaccionó y se apartó de él.

- ¡Olvide que jugabas sucio! -reveló, reprendiéndose a sí mismo por estar a punto de caer en la trampa y juego de Kai.

- ¿Qué juego sucio? -cuestionó.- ¿De qué hablas? -secundó, alzando una ceja pues ignoraba los detalles.

- ¡Nada, olvídalo! -apuntó, desviando su mirada serio.- ¡Sal de aquí! -y abrió la puerta, haciéndose a un lado para que el ruso-japonés se fuera de una vez.

- No hasta que me digas qué te pasa y... ¿por qué dices que juego sucio? -le informó.

- Te dije que no es nada, ¡vete ya! -volvió a repetir.

Si Kai se quedaba un poco más; si tan sólo seguía contestando e intercambiando palabras. Entonces él...

- No... -demandó más que decidido, recargándose en una de las paredes con azulejo, y cruzando sus brazos en una clara actitud de que no se marcharía.

- En momento como estos, desearía que... -guardó silencio, olvidándose de viejos recuerdos.- ¿Qué no tienes otras cosas que hacer en vez de estarme fastidiando? Cosas como... ponerte cariñoso y amoroso con Brooklyn. -aventuró, frunciendo el ceño, pues el simple hecho de mencionarlo le molestaba.

- ¿Masefield? -mencionó confundido.- ¿Qué tiene que ver él en...? -sus palabras quedaron inconclusas al analizar el significado.- ¿Acaso tú nos has...? -y Tala se le adelantó.

- ¡Mejor vete con él! ¡Seguro que la pasarán muy bien, y sabes bien a lo que me refiero! -cerró sus ojos, conteniendo su enojo.

- ¿Crees qué él y yo...? -abrir sus ojos con sorpresa fue inevitable al atar cabos sobre su actitud y enojo.

- ¡No me importa! -se apresuró a decir.- ¡Puedes hacer y deshacer con él lo que se te dé la gana, de verdad que no me importa!. Sólo... ¡sólo déjame y aléjate de mí!, ¿quieres? -tanto su exaltación como palabras disminuyeron en intensidad, ahora de verdad ya no importaba.

- ¡Idiota! -le dijo Kai, entrecerrando sus ojos y sonriendo a su estilo.- ¿Por eso actúas así? ¿Por qué crees que Brooklyn y yo somos...? -su sonrisa aumentó.

- ¡Te dije qué no me importa! ¡No tengo que escuchar esto! -se rehusó a escuchar más.

- No. ¡Yo creo que sí! -le miró con autosuficiencia.- Porque este comportamiento tuyo... esta irracional e infantil actitud tuya, es... ¡Una maldita perdida de tiempo! No sé si alguien te lo dijo. Si lo imaginaste, pero... “eso” que tú crees... no es sino más que un gran mal entendido. ¡No tengo nada que ver con el tal Brooklyn! -dijo después de algunos segundos de pausa y tensión, revelándole que el simple hecho que lo hubiera pensado lo molestaba.

- ¡Oh, cierto! -ironizó el ruso.- Tú siempre dejas que la gente se te suba encima, le tocas la mejilla y luego correspondes al beso. ¡Sí, qué idiota soy! ¡¿Cómo pude pensar en eso?! -rió con sarcasmo.

- Entonces, ¿Lo... viste? -articuló sorprendido.

- Descuida, como no es de mi incumbencia, lo olvidaré ahora mismo... -siguió con su ironía.- ¿Ves? ya ni me acuerdo. -y su rostro regresó a esa expresión seria y enfadada que mostraba en algunas ocasiones.

- ¡De verdad qué eres un idiota!. -le puntualizó el menor al cruzar sus brazos.- ¿Y el beso que viste...? -avanzó unos pasos hacia él, mirándole con malicia.- ¿Fue cómo éste? -unió sus labios con los de Tala, besándolo por varios segundos.

El pelirrojo no le correspondió, pero tampoco lo apartó.

- ¡Buen intento, Kai! -lo felicitó al colocar sus manos sobre sus hombros.- Pero ya no seré más tu juguete. Esta vez no caeré... -y sonrió.

- ¿Qué no caerás, dices?. ¿En qué diablos no caerás? ¡Si te estoy diciendo que entre Brooklyn Masefield y yo, no hay nada!. -arremetió indignado.

- ¡Cierto!. Sólo besos y caricias de amor... -mencionó con ese porte altanero.

- ¡Qué no! -negó el otro.

- Citas y caminatas románticas... -prosiguió.

- ¡No! -negó una vez más.

- Y largas y placenteras noche de sex... -la oración quedo ahí, pues Kai le lanzó las toallas que había en el estante directo a la cara.

- ¡No te pases de listo, Ivanov! -le amenazó.- Que aquí ambos sabemos que eso sólo pasa entre nos... -calló, desviando su mirada, y eliminando el sonrojo que se había formado en su rostro-. ¡No tengo nada que ver con Brooklyn! -fue lo último que le dijo, antes de salir de la habitación de baño.

Justamente lo que el pelirrojo había querido desde que el oji-violeta había invadido su habitación, sólo que, lo había dejado confundido y perturbado.

“¿Entonces lo que vi fue...? ¡Maldición!” -gruñó por lo bajo, estampando su puño sobre el azulejo. Estaba enfadado.

Después de aquel incidente, el joven ruso había bajado a cenar, encontrándose con que esta vez era Kai quien no se había presentado.

Comprensible, si no le crees, y todavía le insinúas que tuvo “algo” que ver con aquel peli-naranja que no le agradaba, pero que éste sí estaba interesado en el bicolor como ya había comprobado en más de una ocasión.

Aceptando parte de su error fue hasta su habitación, llevándole en una bandeja parte de su cena; ciertamente dudó al estar frente a la puerta, pero al final llamó un par de veces, como supuso, éste ni respondió ni abrió.

Sin más por hacer, tomó la perilla de la puerta, entrando alerta por si tenía que esquivar cualquier cosa o colocarse enseguida pecho a tierra. Al final nada extraño pasó, la habitación estaba oscura y después de algunos segundos divisó a un bulto sobre la cama.

Aún con cautela se acercó, comprobando que en verdad fuera éste y no un par de almohadas figurando ser el cuerpo de Hiwatari. Y ahí estaba, durmiendo tranquilamente boca arriba, pareciendo tan dulce e inocente que sonrió al verlo.

A veces olvidaba que en momentos como esos, el ruso-japonés podía ser tan adorable y tierno que despertaba los sentimientos de abrazarlo, besarlo y cuidarlo para siempre.

Cosa que quizás ya había hecho, que le gustaría profundizar, pero por ser ellos dos quedaba siempre a medias de poder ser para siempre.

Dejando a un lado la cena, se subió a la cama, colocando sus piernas a cada lado del cuerpo dormido del bicolor, ayudándose con sus manos a mantener su propio peso mientras acercaba su rostro para darle un fugaz beso en la frente y acariciar su cabello.

Sí, Kai era hermoso.

Pensó, acariciado con la yema de sus dedos aquel rostro y sobre todo, mejilla, que era tan cálida y tersa.

Ojalá pudriera hacer más seguido eso, deseó.

Alejando su mano, y acercando en su lugar su rostro, planeaba robarle un beso. Si las cosas serían así, no sabía cuándo volvería a probar esos labios. Mejor hacerlo por última vez y en ese estado, que nunca más.

Quizás sí se había pasado.

Había exagerado en su reacción.

Al final si habían sido Paranoias, y no algo meramente real.

Ya no importaba. Kai estaba enfadado y quizás ya no le hablara nunca más. Quizás hasta aceptara esta vez la propuesta de su abuelo Voltaire para regresar a Japón, y ya no lo vería más.

16 años tenía Hiwatari, y los 10 años viviendo juntos se esfumarían y desaparecerían como una pompa de jabón. Ridículo e injusto, pero se lo merecía.

Quizás no.

Fuera como fuera, estaba sobre el cuerpo dormido del bicolor, a punto de besarlo, pero no lo hacía.

Quizás si seguía viéndolo de esa forma lograría crear una imagen mental más clara de él, y así no lo olvidaría en los siguientes años próximos de soledad.

Quizás si lo despertara y se disculpara con él, éste lo olvidaría y lo perdonaría. Quizás si...

- ¿Me besarás o te quedarás ahí como idiota? -había dicho el menor, mirándolo con fastidio ante su nula acción.

- ¡K-kai! -exclamó con sorpresa, retrocediendo un poco y no sabiendo como actuar.- Yo... pensé que dormías... -confesó, mientras buscaba qué decir.

- Y yo pensé que me besarías. Ya ves que no... -dijo.

- Sí... -apenas y articuló.- Kai yo... sobre lo de Broo... -el ruso-japonés lo calló al colocar su mano sobre su boca, impidiéndole decir palabra alguna.

- ¿Quieres seguir hablando de eso o... aprovechar que estás aquí? -y aquella mirada en complicidad y maliciosa se apoderó de esas urbes violetas, incitándolo a aceptar la segunda opción.

- Lo sigo creyendo... -inició.- Juegas sucio... -concluyó, volviendo a colocarse sobre el bicolor.

- Tú tampoco juegas limpio... -apuntó-. Me ibas a besar mientras dormía, ¡Hentai! -y un dedo lo señaló acusadoramente.

- ¡No soy un pervertido! -se defendió ofendido-. Además, no te besé, ¿o sí? -trató de dejar en claro el malentendido.

- Pero lo ibas a hacer... -le expresó Hiwatari.

- Corrección. ¡Lo voy a hacer!, Pero no soy un pervertido... -aclaró el detalle que hacía la gran diferencia.

- Yo juzgaré... -le dijo el otro, dejándose de juegos previos e innecesarios, y pasando a lo que ambos hacían desde hace muchas noches atrás.

Estar juntos, entregarse y dar caricias, y hacer el amor como sólo ellos sabían hacerlo.

Fin.

c: 30 vicios, t: simbólica

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