El castigo de Gokudera (1/?).

Jun 12, 2011 18:53


Título: El castigo de Gokudera.
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Personajes: Gokudera Hayato, Lambo, Hibari Kyoya, Tsuna, Yamamoto y Reborn.
Género: General. ¿Acción?
Rating: T
Advertencias: Shonen Ai, implícito. Futuro 1859.
Para: 10pairings 
Resumen: Todo comenzó a partir de aquél castigo...

Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! no me pertenece. Pertenece a la talentosa, Amano Akira, a la cual le agradezco infinitamente por traer a mi mundo tan bella y shipeable obra de arte.

12/06/11.

Capitulo 1- Castigo.

Era un día común y corriente en la escuela Namimori hasta que aquello sucedió.

- ¡Te digo que me entregues eso, Vaca Estúpida!

- ¡No! ¡Esto es mío, es de Lambo-san!

- ¿Qué fue lo que dijiste?

Una venita palpita en su frente al escuchar sus palabras, pues sigue aferrándose en que así es.

- ¡Qué es de Lambo-san, Estúpidera! -le repite, y todavía le saca la lengua, corriendo por los pasillos de la escuela.

Gokudera sigue tras él, persiguiéndolo por todo el tercer piso y haciendo caso omiso de los constantes llamados de Tsuna fuera de su salón.

- ¡Mentiroso! -le reprende, tratando de darle alcance.- ¡Ése es el almuerzo del Décimo, no el tuyo! ¡Así que dámelo de una vez, Vaca Estúpida, o te irá muy mal cuando te atrape!

- ¡No! -se niega, llorando en el proceso y sacando algunas granadas de su cabeza, lanzándosela al Guardián de la Tormenta que las esquiva sin problema.

Tras ellos, se escuchan algunas explosiones, dejando un montón de daños a la escuela y una que otra víctima despistada pero sin heridas graves.

De momento, ninguno de los dos se preocupa por ello. Únicamente, Lambo se centra en huir de Gokudera, y éste, en alcanzar al Guardián del Rayo que se ha robado el obento de su querido Décimo y no se lo quiere regresar.

"¡Décimo, espere un poco más!".

Esto lo hace por él. Es su obligación como Mano Derecha recuperarlo y llevárselo de nuevo para que así puedan desayunar los tres (Yamamoto, el Décimo y él) en la azotea como todos los días. Por eso es que va tras Lambo, dispuesto a matarlo si hace falta.

- ¡Maldición, qué me lo des!

- ¡No! ¡Es de Lambo-san! ¡No te lo daré!

- ¡Tú!

El italiano se enoja más, contraatacando y lanzándole algunas dinamitas al ver que no entiende por las buenas.

Ninguna le da. Éstas explotan en el pasillo, haciendo volar algunas ventanas o muros, así como crear una cortina de humo que cuando se disipa, le muestran a la Tormenta que el pequeño de ojos verdes sigue ileso, corriendo con lágrimas en los ojos (porque no está dispuesto a regresarle el almuerzo a Tsuna) por el corredor.

- ¡Maldito, ven!

- ¡No!

Llora, bajando las escaleras lo más rápido que puede. Hayato se detiene y se cubre a mitad de la escalera, al estallar otra granada. Eso estuvo cerca.

No obstante, eso sólo significa más daños a la infraestructura escolar.

- ¡Idiota, qué vengas!

Luego de que la nube de polvo se disipe retoma sus pasos, corriendo escaleras abajo, dándose prisa al ver que la Vaca Estúpida ahora corre por uno de los pasillos de la segunda planta. Apenas y repara en eso. La idea constante de atraparlo de una vez por todas es lo único que tiene en la mente, sin importar lo que tenga que hacer.

- ¡A-Ah, deja en paz a Lambo-san, Estúpi...dera!

Se queja el menor, sintiendo como el otro le pisa los talones y su estomago empieza a doler. Su respiración se vuelve entrecortada y comienza a faltarle el aire. Está cansado.

Aún así, ninguno de los dos va a ceder. No hasta atrapar o huir del otro.

Por ello, es que utilizan con más insistencia sus armas y por el pasillo vuelan tanto dinamitas como granadas, seguidos de cristales rotos y pedazos de concreto a su paso. Los ojos de alguien se abren de repente al escuchar aquel escándalo que se acerca hacia él.

¿Qué está pasando? Se pregunta, y sólo escucha gritos y más explosiones.

- ¡Vaca Estúpida!

- ¡N-No, no! -grita el pequeño, causando más destrucción ahora que ya no puede correr más, lanzándole todas las granadas que le quedan como último recurso.

Un par más de explosiones, una densa nube de polvo y una puerta más vuela en pedazos. El italiano se cubre con sus brazos, retrocediendo y bloqueando como puede la fuerza de aquella gran explosión. Cuando todo termina, tiene un par de rasguños y algunos golpes por el cuerpo, pero nada serio que lamentar. Ha tenido suerte.

- Maldito... -gruñe entre dientes, abriendo poco a poco sus ojos.

De momento no ve nada, pero el humo poco a poco se desvanece, distinguiendo en el piso la pequeña figura de un Lambo completamente agotado y a punto de llorar... de nuevo. Y es que está en su límite y no puede soportar nada más; tiene que calmarse.

"¡Perfecto!".

Gokudera sonríe mentalmente al tener a su merced al Guardián del Rayo. Por fin lo ha atrapado, su Décimo ya puede sentirse feliz y orgulloso de él.

Da un paso hacia él, sólo para sentir como es retenido por el cuello de su suéter y alguien le habla tras su espalda.

- ¿A dónde diablos crees que vas?

- ¿Eh?

Cualquier pensamiento coherente pasa a segundo plano cuando una "algo" lo manda contra uno de los dañados muros, atravesando éste en el proceso. Aquello duele. En serio.

- ¿Q-Qué ha…? -el de cabellos plateados está aturdido y desorientado en el suelo, sin saber qué ha pasado. No es hasta que reconoce la figura de Hibari del otro lado cuando lo entiende. El bastardo lo ha golpeado con una de sus tonfas, así que se enoja.- ¡Qué diablos haces, maldito!

Con dificultad se pone de pie, encarando molesto al prefecto. Aquel golpe jamás se lo esperó.

Mientras tanto al otro lado del pasillo, Lambo observa la escena sin moverse o hacer ningún ruido. Hibari le da mucho miedo, y más en este momento. ¿De dónde es que salió en un principio?

El japonés le responde tranquilamente a Gokudera. Se está conteniendo, claro está.

- Yo debería de preguntarles eso. -espeta el Guardián de la Nube, sin quitarle la vista de encima al herbívoro que llega hasta el agujero que hizo y lo cruza tambaleante. La mirada que le lanza no lo intimida en absoluto.

Al escuchar su voz y verlo salir de lo que era una especie de almacén, los ojos del Hitman de la Familia Bovino se iluminan.

Menos mal.

- Es-Estúpidera... -ruedan algunas lágrimas por sus mejillas, atrayendo la atención de éste.- ¿E-Estás bien? Lambo-san no quería… no era su intención… -y como puede, trata de contener el llanto.

El otro lo tranquiliza, antes de que empiece a llorar y las cosas empeoren.

- Ah, estoy bien. -es todo lo que dice, reprimiendo una pequeña sonrisa ante su gesto, ante la preocupación que muestra por él.

Apenas y puede creer que un minuto atrás se gritaban y se perseguían como perros y gatos, y ahora están como si nada hubiera pasado. Sí, así suele ser su relación.

- ¿D-De verdad? -el pequeño italiano no está seguro, su expresión triste y preocupada lo confirman.

- Sí.

Excepto que, tiene a un lado a Hibari Kyoya con un aura asesina que lo acribilla con su penetrante mirada. Nadie puede estar bien ante esas condiciones.

- ¿Qué? -gruñe en respuesta, volteando a verlo porque no soporta más su mirada.

El prefecto le contesta, dejando entrever su voz el grado de molestia que tiene en esos momentos. Las ganas que tiene de golpearlo.

- Quiero una explicación… y más vale que sea buena o los morderé hasta la muerte a ambos.

¿Una explicación? ¿Por qué tendría que darle una…?

Su mirada repara en el lugar, dándose cuenta del aspecto que tiene el pasillo. Aquello parece un campo de batalla. Bueno, en realidad lo fue y… eso no es bueno.

¡Esperen! La puerta que está más allá no es la de la oficina de… ¡Mierda! ¡Sí es la puerta de la oficina de Hibari y todo está igual de dañado en su interior! ¡Rayos!

Ahora que repara en el de ojos azules, su aspecto también está desaliñado y algo sucio.

- E-Eh, Hibari… -se preocupa un poco; sólo un poco por su reacción ahora que ata cabos.- Esto no es…

Es el límite del prefecto, un tic aparece en su ojo derecho al escuchar sus palabras.

- ¡Suficiente! -le calla, dando un paso hacia él con sus tonfas listas.

- ¡Espera! -la Tormenta retrocede dos pasos más.- ¡Puedo explicarte esto, yo…!

¿En verdad puede? ¿En verdad puede decirle que no se dio cuenta (o no le importaba en ese momento) el daño que causaba mientras perseguía a la Vaca Estúpida?

Kyoya da otro paso hacia él.

- ¡Hibari!

- ¡Qué te calles! -vuelve a decir, importándole un bledo las excusas que le vaya a decir. Él sólo quiere arreglar cuentas, venganza, por lo que ha hecho.- Pagarás por haber destruido la escuela, mi oficina y… -su mirada se centra en su vestimenta. Está hecha un desastre. Su mirada se afila otro tanto.- Y por haber arruinado mi uniforme... ¡Te morderé hasta la muerte, herbívoro!

Se lanza contra él, esquivando Gokudera su primer ataque y retrocediendo otro tanto para esquivar los otros. Apenas y lo consigue, es patético.

- ¡Puedo explicártelo! -dice, en un intento por calmarlo, por hacer que le escuche.- ¡Pagaré por los daños, me ocuparé de...!

Pero es inútil, el otro no está interesado en sus palabras. No cuando destruyó una buena parte de su amada escuela y se metió personalmente con él.

- ¡Cállate, herbívoro!

Vuelve a lanzarse contra su persona, buscando darle en el blanco y derribarlo.

- ¡Cuidado, Estúpidera!

La advertencia de Lambo hace que se distraiga unos segundos, dándole el último de sus golpes y mandándolo contra el piso.

- ¡Maldi...ción!

- ¡Estúpi...!

- ¡Quédate atrás! -le advierte, mientras trata de incorporarse. El golpe sobre su abdomen le sacó el aire y duele mucho. ¿Le habrá roto una costilla? Tal vez... quizá por eso no puede incorporarse y le duele tanto. ¡Maldición!

Hibari se acerca a él, con una sonrisa maliciosa ahora que lo ha golpeado. Pero no está satisfecho, no aún.

- Levántate herbívoro, esto aún no ha acabado.

Y lo intenta, de verdad que sí, pero Hayato no puede. El dolor le impide ponerse de pie, mover siquiera un músculo pese a su deseo y varios intentos por hacerlo. Y nada.

- ¡Agh! -un quejido escapa de sus labios, sintiéndose mal. Tan débil, tan patético frente al otro.

- ¡G-Gokudera!

- ¡Qué te quedes atrás... Vaca Estúpida!

Lambo se queda dos pasos más adelante, paralizado por sus palabras y su regaño.

- No te metas en esto... no es... no es tu asunto, maldita Vaca... Estúpida. -murmura por lo bajo, presionando su abdomen al tratar de ponerse de pie.

Hibari aún no lo ha derrotado. Es la Mano Derecha del Décimo Vongola después de todo, no se puede dar por vencido tan fácil.

Hace otro intento por incorporarse, un intento, que lleva algo de tiempo pero al final lo consigue con algo de dificultad y gracias a que se sostiene de una de las desgastadas paredes.

Aún así, todo le da vueltas y sus rodillas tiemblan como gelatina. Genial.

- ¡Wao! Así que aún te puedes mantener en pie. Excelente. -sonríe de medio lado, sorprendido por su determinación o fuerza, que sabe que ya no tiene.

- ¿Q-Quién crees que... soy, ah? -frunce el ceño indignado.- ¡No me subestimes, Hibari!

- Continuemos, entonces.

El segundo round inicia, y Gokudera intenta causarle el mayor daño posible en un período de tiempo realmente corto sin moverse mucho de su posición. Pero sin problemas ni dificultades, el Guardián de la Nube se deshace de su dinamita y de los objetos con los que el italiano trata de defenderse de sus tonfas y una vez más, da en el blanco y lo manda contra uno de los muros.

El golpe en esta ocasión es más fuerte. Hayato se queja, y escupe un poco de sangre por la boca.

- ¡Estúpidera!

- N-No... ¡Ugh! -ni siquiera puede completar su oración, se desploma.

- ¿Qué? ¿Eso es todo? -el japonés se burla, acortando los pasos que los separan.- ¿Eso es todo lo que puedes hacer, Gokudera Hayato?

Se inclina lo suficiente para tomarlo por el cuello del suéter y levantarlo.

- ¡Mal...di...! -su mirada le dice lo que no puede terminar de pronunciar.

- ¡S-Suéltalo ya...! -exige de repente Lambo, corriendo hacia ellos y atrayendo su atención.- Por favor... Hi-Hibari.

"Vaca Estúpida... ¿Qué pretendes hacer?".

Gokudera no lo entiende, pues claramente percibe en su tono de voz y en la forma en la que está temblando que está completamente aterrado. Y aún así, le está pidiendo un "favor" a Hibari. Lo sorprende, debe admitirlo.

- ¿Cómo dices, niño?

- D-Dije que... dije que... -se arma de valor y grita sin pensar en nada más.- ¡Qué sueltes a Estúpidera! ¡Lambo-san es el único que puede golpear su trasero!

"¿Pero qué...?".

- ¡Hmf! -sus palabras lo hacen sonreír un poco. Éste niño, también es divertido.- Ya entiendo. -dice, mirando al pequeño.- Pero lo siento, no puedo hacer eso porque ustedes dos, herbívoros, destruyeron mi escuela, ¿ves?

El pequeño de ojos verdes mira alrededor, corroborando sus palabras.

- Así que el castigo para esta situación, es morderlos hasta la muerte hasta que yo quiera o crea necesario. Lo cual... aún no sucede.

- ¿Eh?

Hibari sostiene a Gokudera con una de sus manos y con la otra se agacha para agarrar al niño con vestimenta de vaca, y lo alza sin problemas. Lambo se asusta al verlo sonreír con una torcida sonrisa y de nuevo, siente miedo.

- ¡No, no, no! -grita.- ¡Lambo-san no hizo nada! ¡Estúpidera fue el causante de todo! ¡Él fue!

"¿Qué dices, idiota?".

- Hi-Hibari... ¿qué pretendes? Déjalo en... paz.

- ¡No! -llora Lambo, esperando lo peor de la situación.- ¡Mamá! ¡Quiero a Mamá! ¿Dónde está, Mamá?

- ¡Cállense los dos! -exige el guardián, al ser tan ruidosos ambos y sacarlo de sus casillas, aumentando con eso su mal humor.

Si no iba a morder hasta la muerte a aquel niño, ahora lo hará sino se calla.

Y es precisamente su llanto lo que atrae la atención de alguien al otro lado del pasillo.

- ¿Lambo?

Aquella voz la reconocen los tres presentes.

- ¡Ah, Tsuna! ¡Whuaaa, ven!

Su llanto lo guía hacia él, y cuando el castaño acompañado de Yamamoto y Reborn llegan al lugar, los estudiantes se sorprenden al ver que Hibari está ahí, y la forma en la que tiene a ambos guardianes. Uno en cada mano, quizá a punto de morderlos de nuevo.

- ¡Hi-Hibari-san!

Tsuna se asusta, y no sabe qué hacer; qué decirle para que los suelte.

- ¡Tsuna, salva a Lambo-san, rápido! -exige el Rayo, sin dejar de llorar en ningún momento.

- ¡L-lambo, tranquilízate por favor!

Por la mirada penetrante que el prefecto le dirige, sabe que es lo mejor que puede hacer por el momento. El pequeño le hace caso y deja de llorar.

- D-Décimo, lo siento, yo...

No, niega enérgico éste al escuchar sus palabras.

- ¡No te preocupes, Gokudera-kun! ¿Está bien?

- A-Ah.

Le está mintiendo, pues sus heridas son visibles y serias. La culpa de que le mienta es suya, al preguntarle algo estúpido y tan obvio. Lo que Gokudera no quiere es preocuparlo, eso lo sabe.

- Hibari, ¿qué estás haciendo? Suéltalos, por favor.

Yamamoto le pide, con un tono y expresión seria.

- ¿Disculpa? -el aludido afila su mirada.

- ¡Es decir...! -el castaño trata de calmar la situación y no empeorar más las cosas.- ¡P-Por favor, Hibari-san! Suéltalos, ¿sí?

Las palabras de ambos no le importan es absoluto, Reborn se da cuenta de eso y decide intervenir.

- Ciaossu, Hibari. -le saluda, caminando tranquilamente hacia él.

- Bebé...

Como siempre, su expresión neutra se mantiene, pero al mismo tiempo refleja cierta clase de respeto y aprecio hacia el Arcobaleno. Que le conteste el saludo es muestra de ello.

- ¿Cómo estás hoy? -le pregunta el Hitman, obteniendo una sincera respuesta.

- Estaba bien... hasta que ése par de herbívoros interfirieron.

Obviamente se refiere a Tsuna y Yamamoto. El primero da un pequeño brinco ante la mirada que les lanza.

- Oh, eso me temía...

- ¡Reborn! -el castaño se desespera al ver que sólo está hablando con Hibari y no hace nada por ayudar a Gokudera y Lambo.

- Deja de lloriquear, Tsuna inútil, y cállate.

- ¡Pero...!

La mirada que le dirige termina con sus quejas y protestas. Yamamoto, observa todo en silencio.

- E-Está bien. -termina por aceptar a regañadientes el Décimo Vongola.

- Así está mejor. -comenta el prefecto, mirando a Reborn.

- ¿Qué te trae por aquí, bebé?

- Veníamos a detener a éste par, pero veo que tú ya lo hiciste.

- Naturalmente. -sonríe.

- ¿Y... cómo procederás después? ¿Ya pensaste en un castigo apropiado y acorde a la falta, Hibari?

- ¡Reborn! ¿Q-Qué estás haciendo? -una patada lo silencia.

- Aún no. -admite, viendo al pequeño sonreír.

- Entonces... lo mejor será dejar las cosas hasta aquí hasta que decidas qué hacer.

Hibari se lo piensa por largos segundos, y al final accede.

- De acuerdo.

Sin previo aviso se deshace del par de italianos.

- ¡Whuo! -Yamamoto atrapa sin problemas a Lambo.

Muy diferente de Tsuna, que por estar distraído y tener malos reflejos, se cae al suelo con Gokudera encima. El quejido que éste hace lo preocupa.

- ¿G-Gokudera-kun?

- ¡Gokudera! -Yamamoto también se preocupa, ayudando a sostener al bombardero.- ¿Estás bien? Resiste.

- A-Ah. -apenas y puede articular, aguantando la fuerte punzada que siente. Como siempre, se centra en su amado jefe.- Estoy bien... D-Décimo, esto no es… nada. -y aún así, trata de sonreírle.

- ¡No te esfuerces! -le dice el castaño, abrazando a Lambo mientras el beisbolista se encarga de su amigo.

Con cuidado lo carga sobre su espalda, pero no es suficiente para no lastimarlo.

- ¡I-Idiota, cuidado!

- Lo siento. -se disculpa apenado, tratando de no presionarlo o tocarlo demasiado.- Sujétate fuerte, Gokudera. Los llevaremos a la enfermería.

- Sí. -el capo asiente, de acuerdo con su idea.

- Bebé… -antes de que se vayan, Kyoya le habla a Reborn.- Sabes que esto no se va a quedar así. El par de herbívoros recibirán un verdadero castigo.

- Lo sé. No te preocupes por eso, Hibari, nadie se opondrá.

El aludido sonríe al escuchar sus palabras. Eso es todo lo que necesitaba saber.

- Excelente.

Y sin decir nada más, el Arcobaleno vuelve con los otros y se posa sobre el hombro de su estudiante.

- Vamos… -les dice.- Llevémoslos a la enfermería, ahí Shamal los atenderá.

- Sí. -Tsuna asiente, retomando todos su caminar.

El camino de regreso será algo difícil.

El Guardián de la Nube por su parte, se queda solo en el pasillo, observando cómo los herbívoros y el bebé se marchan. A sus oídos llegan retazos de su conversación.

- … siento mucho los problemas causados… Reborn-san, Décimo. Les prometo que… ¡No volverá a pasar! ¡No volveré a... causarles problemas!

Y son justamente éstas palabras las que lo dejan pensando.

Poco después, una sonrisa maliciosa se instaura en sus labios. Ahora tiene una idea, quizá brillante, que se ajusta perfectamente a su plan.

.::.

Al día siguiente durante la hora del almuerzo, Hibari Kyoya se aparece en la azotea ante el trío de herbívoros con una expresión y porte de autosuficiencia. Su presencia no augura nada bueno.

- Los encontré. -dice tranquilamente, mostrando una media sonrisa.

- ¡Hi-Hibari-san!

Como siempre, Tsuna es el primero en asustarse y ponerse nervioso, a tal punto, que casi se atraganta con su comida.

- ¿Qué diablos quieres? -pregunta molesto Gokudera, poniéndose con cuidado de pie y sin dejarse intimidar pese al estado en que ayer le dejó.

El aludido repara en su estado, resaltando desde el otro extremo las vendas de su cuerpo y una que otra bandita en su cara. El detalle de que "alguien" le dio una buena paliza es más que evidente, pero hay algo más que le agrada.

"Hn. Así que el herbívoro sigue vivo. Interesante".

Da una última mirada alrededor, sólo para estar seguro antes de hablar. Y se explica.

- Vengo a informarte cuál será tu castigo, Gokudera Hayato.

- ¿Ah?

No sólo el Huracán de Bombas se sorprende, Yamamoto y Tsuna comparten su sorpresa. ¿Su castigo? Nadie se esperó que Hibari lo eligiera tan pronto…

… aunque tampoco se esperaban que Gokudera asistiera como si nada ese día a la escuela, cuando claramente debería de estar descansando y recuperándose de sus heridas en cama, y no ahí, desafiando de nuevo al prefecto a la menor oportunidad que tiene.

Hibari, continúa.

- He venido a informarte herbívoro que a partir de hoy, te quedarás después de clase todos los días pues el niño y tú se encargarán personalmente de arreglar, reponer y restaurar todas las áreas, mobiliario y demás elementos que destruyeron hasta dejar todo completamente intacto y utilizable de nuevo.

- ¿C-Cómo? ¿Lambo también?

- ¡Pero sí es un niño! -Yamamoto protesta, ya que al igual que Tsuna no están de acuerdo con eso.

- Eso no impidió que destruyera mi escuela, ¿o sí?

- ¡Hibari!

- ¡Suficiente! -les calla.- ¿O es que acaso ustedes quieren encargarse de hacer su parte?

Ambos guardan silencio, pensando con más detenimiento la situación.

Sea como sea, simplemente no está bien que ponga a hacer una tarea tan pesada a Lambo... aunque él haya sido uno de los responsables.

- De acuer…

El castaño no puede terminar su oración.

- No es necesario. -dice Hayato, de forma seria .- Yo solo me encargaré de eso.

- ¡Ehh! -Hibari se burla al escucharlo.

- ¡Pero Gokudera!

- ¿Gokudera-kun?

- No, está bien Décimo, Yamamoto… después de todo, fue en parte mi culpa.

Sí, "en parte" es la palabra clave. Aún así, no está bien que él sólo se haga cargo de arreglar todo el desastre. ¡Es demasiado! ¿Cuánto tiempo no le va a llevar? Como mínimo mes y medio.

- En ese caso… ¡Déjanos ayudarte, Gokudera!

El idiota del béisbol siempre con su entusiasmo y su estúpida sonrisa.

- ¡Sí, Yamamoto tiene razón! ¡Así no será tan pesado y acabaremos más rápido! ¿Cierto?

… y lo "peor" de todo es que contagia a todo el mundo con su entusiasmo y positivismo.

- Décimo… Yamamoto. -no lo puede creer, sus palabras lo conmueven. Pero antes de que pueda decirles algo o regalarles una pequeña sonrisa a modo de agradecimiento, Hibari interviene.

- No, de ninguna manera.

- ¿Qué?

- ¿Por qué no? -pregunta el Guardián de la Lluvia, confundido por su negativa.

- Esto es un castigo, no un… trabajo en equipo. Esto únicamente lo hará Gokudera Hayato y aquel niño, nadie más.

- ¡Pero…!

- Nada. Así se hará y punto. Si alguno de ustedes interfiere o pasa por alto mi mandato, no sólo me encargaré de morderlos hasta la muerte, sino que también tomaré medidas más… drásticas.

La sola pronunciación y énfasis que hace de la última palabra les produce un escalofrío.

- Así que herbívoro... ven conmigo.

- ¡Qué! ¿Por qué? -rezonga.- ¡Aún estoy en mi tiempo de descanso!

- Oh. Parece que olvidé mencionarlo, ¿cierto? -de nuevo, aquella pequeña sonrisa maliciosa aparece.- Desde este momento ya no tienes derecho a un"tiempo de descanso". -le arremeda.- Ese tiempo lo emplearás a partir de mañana en escribir un reporte para mí de las actividades que realizarán por la tarde y su avance. Y hoy, me aseguraré de que te hagas una idea de cuánto es que van a tener que trabajar el niño y tú. Así que vamos.

El italiano cierra con fuerza sus manos, conteniendo las ganas que tiene de reclamarle y golpear al idiota de Hibari. ¿Quién se cree, ah?

Pero se contiene. Por Tsuna, para no preocuparlo más.

- Lo siento mucho Décimo, tal parece que tendré que retirarme antes y no podré terminar de desayunar con usted.

- No... no te preocupes por eso, Gokudera-kun. Más importante… -se acerca con su amigo, para poder susurrarle.- ¿Cómo estás tus heridas? Si te duelen mucho, quizá Hibari-san entienda y posponga el…

- ¡Estoy bien, Décimo! -le sonríe, aunque no sea del todo cierto. De todos modos sabe que a ese bastardo no le importa, y sólo sería una pérdida de tiempo y una segura complicación.- ¡Me esforzaré para no defraudarlo, Décimo!

- Yo no… -niega con las manos, y hace una expresión extraña al ver que su guardián se lo ha tomado de otra manera.

- Una lástima Gokudera, que no puedas terminar de desayunar con nosotros. Te guardaré un poco de sushi, así que esfuérzate mucho, ¿sí?

- ¡Ja! -se ríe éste.- No necesito tu ánimo, idiota del béisbol, y mucho menos tu comida.

- Haha. ¿Pero qué dices, Gokudera? De todas formas... te voy a guardar una porción, ¿de acuerdo?

- Haz lo que quieras… -murmura por lo bajo, sin mucho interés.

Kyoya por su parte, detesta este tipo de situación con estos herbívoros. Es como si él no estuviera ahí, o no importara en absoluto que ahora él es el que tiene el control sobre la Tormenta y el Rayo. Su ceño se frunce un poco y gruñe molesto.

- Ahora, herbívoro... no tengo tu tiempo.

El de ojos verdes chasquea con fastidio la lengua, despidiéndose con la mano de sus amigos y pasando al lado del prefecto. Antes de seguirlo, Hibari se encarga de darle un recado al Décimo Vongola.

- Sawada Tsunayoshi… mañana quiero ver aquí por la tarde al niño, sino lo veo... te morderé hasta la muerte, ¿lo entiendes?

- ¡Hibari! -le reclama el italiano.

Mientras Tsuna reprime un quejido, retrocediendo un poco ante la amenaza.

Sin decir nada más, el de ojos azules se da la vuelta y va tras Gokudera que va murmurando un par de cosas e insultos sobre su persona. Y él, sólo sonríe.

Lo hace, porque todo ha iniciado muy bien. El castigo verdadero de Gokudera Hayato ha empezado, y ni otra persona o él se han dado cuenta de eso.

"Perfecto".

Justo como lo planeó.

Continuará…

a: katekyo hitman reborn!, c: 10 pairings, p= 1859, p: hibari kyoya, p: gokudera hayato

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