una cuenta atrás con reloj de arena

Feb 28, 2010 02:23

Title: Una cuenta atrás con reloj de arena.
Fandom: El internado
Pairing: Iván/Julia
Advertising: Spoilers de la última temporada, aunque no sé exactamente de que capítulos.
Summary: La vida es corta. Al principio te parece que la tienes toda por delante, más tarde, cada año que pasa, sientes que se te escapa de entre los dedos sin que puedas hacer nada por evitarlo, y cuando llega el final acabas pensando que no has podido hacer todo lo que hubieses querido. POV de Julia.

Para raqe92

(Una vida nunca es suficiente.)

Seguro que lo has escuchado cientos de veces. ¿La vida? No, la vida es corta.
Al principio te parece que la tienes toda por delante, más tarde, cada año que pasa, sientes que se te escapa de entre los dedos sin que puedas hacer nada por evitarlo, y cuando llega el final acabas pensando que no has podido hacer todo lo que hubieses querido.

Ella lo sabe. Y piensa, mientras se ata con el mayor silencio posible los cordones de los botines, que le gustaría pertenecer al hinduismo, al menos para conservar la mínima esperanza de que aún le quedan muchos años por delante aunque sea reencarnada en una mariposa de colores. De veras que le daría igual, en su situación no considera conveniente ponerse tiquismiquis respecto a si es mejor volver a vivir otra vida como ser humano o como animal, lo único que quiere es creer que una parte de si misma seguirá en el mundo cuando ella no esté. Lástima que aprendiese desde muy pequeña que las cosas no son tan sencillas. Porque si no hubiera sido así se hubiese aferrado a cualquier religión que le permitiese creer en la reencarnación como quien se agarra a un clavo ardiendo.

Un extraño escalofrío recorre su delgado cuerpo al salir a la oscuridad del pasillo, y no tiene nada que ver con el hecho de que probablemente no debería estar allí, caminando de madrugada por ese edificio cuando sabe que hay gente que quiere matarla, no pretende hacerse la valiente pero a estas alturas eso es algo que no le importa.

Ya se está muriendo.

No quiere ponerse hiperbólica, de verdad que no, ni parecer la clásica heroína trágica de teatro griego. No quiere compararse con la protagonista femenina de ninguna obra de Shakespeare, no quiere ser Ofelia, tampoco Julieta. No quiere hacer de su vida un drama. Pero el caso es que se muere.

No sabe con seguridad si se muere lentamente o si más bien revive cada día. No sabe cuanto durará, y hay veces en las que espera que mucho más y otras en las que desea que ocurra ya mismo. No sabe si será doloroso, y ni siquiera es católica, pero hay noches en las que se encuentra arrodillada contra la pared de su habitación y reza entrelazando sus dedos para que no lo sea. Sólo tiene una certeza. Y es que hay algo corriendo por sus venas que tarde o temprano va acabar matándola, matándoles a todos.

La madera vieja cruje bajo sus pasos, rompiendo el silencio que le parecería tétrico si no se hubiese acostumbrado a él. Hoy no se dirige hacia el baño, donde después de horas escuchando a Vicky ahogar sus sollozos en la almohada, a veces consigue vomitar. Esa noche no quiere echar las tripas (o al menos intentarlo) agachada frente a los retretes de los baños de chicas del internado.

Todavía no la ha visto. Y hay algo en su interior que le dice que no la verá nunca. Que Carolina no está destinada a vagar por los pasillos de ese internado, girando cada esquina sin sábana alguna ni bola de metal, quizás sí con aspecto fantasmal, y seguramente destilando un reflejo blanquecino; y Julia en cierto modo lo agradece, porque aunque los espíritus dejaron de aterrarla hace mucho tiempo sabe que no soportaría ver a su compañera de habitación en ese estado.

Se sienta sobre el tejado, contempla el bosque totalmente sumergido en la oscuridad y todo lo que ha pasado en él, y se pregunta que pasará con ella. Se pregunta donde pasará el resto de su eternidad, sus respuestas son tan absurdas como las del resto de los humanos, no sabe que hay después de la muerte, cuando un difunto no deja ningún tipo de huella en el mundo real. No ha llegado a traspasar esa línea. No ha conseguido averiguar que ocurre más allá. Se pregunta si también ella seguirá más adelante o se quedará en este plano, intentando encontrar a alguien como ella, que le ayude a solucionar aquello que aún la ata a la vida para poder marcharse al fin en paz.

Mira hacia el frente y la visión se le nubla por un momento. Se inclina hacia adelante con brusquedad, en pequeños movimientos irregulares. Nota las lágrimas bajando por sus mejillas y cayendo contra la falda de tablas de su uniforme. No sabe el momento exacto en el que ha empezado a llorar pero sabe que duele, que duele como si en vez de lágrimas fuesen espinas que rasgan su rostro. Y cuando casi está segura de que puede sentir la sangre manando de sus heridas escucha unos pasos a sus espaldas. No sabe si es amigo o enemigo. Si debe confiar o no en él. Si es de los buenos o de malos. Héroe o villano. Y en ese momento no puede importarle menos.

Para cuando Iván se sienta a su lado ella ya le ha reconocido sin siquiera girarse, porque él todavía no ha dicho absolutamente nada. En realidad llevan días sin hablarse, o al menos sin hablarse con palabras porque aún permanecen las miradas, como suele pasar casi siempre. Julia lleva noches evitándole, noches enteras resistiendo la tentación de llamar a la puerta de su habitación, horas y más horas aferrada al cabecero de su cama demasiado despierta para conseguir dormir; y a pesar de ello en ese momento no hace ademán de moverse ni un centímetro. Sigue mirando al frente sin molestarse en limpiar sus lágrimas, hasta que le escucha decir algo:

-Todo va a salir bien...

Suena pobre, suena como una excusa patética, como si le hubiera sorprendido con otra chica y él estuviese tratando de justificarse tartamudeando. Y Julia no sabe si lo dice porque intenta que se sienta mejor o porque trata de convencerse a sí mismo, pero en cualquier caso no funciona en absoluto. Se gira con un ligero suspiro escapando de sus labios, le habría gustado enfrentarse con él cara a cara, gritarle que solamente tiene diecisiete años, que todavía le quedan miles de cosas por hacer. Licenciarse, dar la vuelta al mundo, practicar deportes de riesgo, quizá casarse, puede que tener hijos...puede que con él. ¿Por qué no? Ahora mismo no puede mirar más allá de un futuro aterradoramente cercano y él es lo más parecido que tiene a una relación, estable o inestable, estúpida, absurda, o como quieras llamarla, pero una relación al fin y al cabo. No lo dice, sin embargo, porque mientras las palabras se van formando en su cabeza le parece ridículo dejar salir todo eso, y ella hace tiempo que dejó de creer en los cuentos de hadas.

Termina negando con la cabeza, sabe que nada va a salir bien, que las probabilidades que tienen de salir de ésta son muy remotas y aún así, porque quiere darle ese voto de confianza pregunta sin poder evitarlo:

-¿Tú crees?

Su voz sale temblorosa. Parece la de una niña pequeña que no quiere terminarse de creer que no existen los reyes magos y que sus padres han estado engañándola todos estos años. Y cuando él asiente con la cabeza con firmeza y la atrae hacia su cuerpo no puede evitar no fiarse. Posiblemente porque quiere hacerlo. Más probablemente porque le quiere. Es algo que ya ha estado asumiendo desde hace mucho tiempo. Y también es algo que no le diría nunca, tampoco en esa situación, aunque puedan quedarles horas de vida, porque cuesta, eso siempre cuesta, y también duele, y aún más tratándose de Iván.

Pero no puede no concederle una tregua, ni a él ni a ella misma, cuando sus labios húmedos actúan por sí solos y buscan los del chico con algo de desesperación. Y él también cede, siempre acaba cediendo aunque tampoco lograría que lo reconociese jamás. Y en ese momento, abrazada a sus hombros y con sus dientes mordiendo su boca sabe que no le hace falta escuchar un te quiero, que en esa situación le resulta más que suficiente lo que está teniendo.

Porque la vida es corta. Y lo último que desea es perderla discutiendo.

pairing: ivan/julia, fandom: el internado

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