Aug 05, 2008 16:02
Si Dean tuviese que resumir su vida en un solo objeto, ese sería el impala. Su nena. Su preciosidad.
El impala fue su hogar y lo será, posiblemente, siempre. Cuando su padre les metió a él, Sammy y las cuatro cosas que les quedaban y arrancó con ese brum tan característico.
El impala es como el baúl de los recuerdos, un baúl lleno de tesoros, cada vez que abre el maletero se da cuenta de que entre armas y demás objetos hay fotos, llaveros, cuchillos dentro de las zapatillas de hace diez años de Sam e incluso el tanga de aquella chica que le gustó tantísimo.
Sam dice que algún día habrá que limpiar y él no dice, pero piensa, que no va a limpiarlo nunca. No solo porque es un vago de puta madre, sino porque no quiere. El impala es su hogar, su casa y como casa, todo está desordenado. Nunca estuvo el suficiente tiempo en una habitación como para saber qué sería tenerla, pero siempre supo que estaría hecha un desastre.
-Un día sentarás la cabeza y tu chica se pondrá celosa.
-Sammy no pienso sentar la cabeza, pero vamos, mi chica no se pondría celosa de ti.
-No hablo de mi.
-¿De quién hablas entonces?
-De tu novia.
-Sam, me he perdido, son las cuatro de la mañana y el puto espíritu no aparece ¿Cómo se va a poner celosa una persona de si misma?
-Pero tu novia saldrá despedida, no aguantará la presión. Si el impala se cabrea, se convertirá en un coche diabólico y habrá que cargárselo también. Luego lo reconstruirás y dentro de siete años cuando lo encuentren y sea diabólico de nuevo, alguien descubrirá que le rompiste el motor con tu infidelidad. Nada de enrollarte en el impala. No quiero estar dentro cuando se vengue.
-Bueno…tendrán que hacerse sitio en mi corazón.
Y es verdad. Dean no soportaría tener una novia que despreciase a su impala. Realmente no sabe si soportaría que alguien fuese en el asiento del copiloto y sus piernas no le llegasen casi (y sin casi) hasta los hombros cuando se agacha para coger la botella de agua en el suelo. Porque Sam tiene unas piernas tan largas que apenas caben. Y le hace tanta gracia mirar hacía él que si fuese una chica, posiblemente, no tendría ese efecto. Se quedaría mirando sus pechos o su sonrisa o todas las partes blanditas de ella y se estrellaría, con Sam es “Dean, deja de mirar mis piernas y de reírte de ellas o te aseguro que haré que nos estrellemos”
Eso. Su impala. Su nena. Su preciosidad. Su hogar. Y su vida no hubiese sido su vida sin ese coche, sin el brum brum o el ñacañaca que intentaba disimular cuando se ligaba a alguien y no tenía otro sitio a dónde llevarla. Brumbrumñacañaca.
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