Nanami/Utena ftw
Título: Desengáñate algún día.
Fandom: Shoujo Kakumei Utena
Pairing: Nanami/Utena, a little bit of Touga/Nanami(Kiryuucest)
Clasificación: Para todos los públicos.
Notas: Sin spoilers (muy breve el asunto,yep). Pareja weird, como yo, así que no sé de qué os sorprendéis xDDD (claro que ¡oye! Hate-Love y eso, tampoco debería suponer mucha sorpresa).
Nanami entiende mucho de estupideces. Ella misma es muy estúpida, la mayoría de veces. Grita, protesta, sonríe, se funde como la mantequilla cada vez que divisa a su hermano y aleja el puño con temblor, al instante de retirar la bofetada que arremete contra las mejillas de alguien.
Es lo que le apetecería hacer en ese momento (tal y como la necesidad enfermiza que representa ella sola). A lo que ha recurrido siempre que la situación hervía en sus poros.
Hierven de otra manera, ahora. Y tiene poco que ver con Touga, eso lo admite a medias, dentro de lo que es capaz de aceptar.
“¡Es culpa tuya! ¿¡Me oyes!? ¡¡Es todo culpa tuya!!”
Porque ella no hace nada. No siente nada. Sólo un latido insolente que la desobedece, cuando la presencia de Utena está cerca y Nanami tiene que dejar escapar cuatro gritos, mientras la sangre martillea, desde su cabeza directa a la punta de esos labios mezquinos.
El mundo, la academia, aquello adonde pertenezcan todos, ha estado siempre demasiado estancado, demasiado encubierto. No conocía más allá de la posibilidad de que su hermano estuviera allí sólo. Hay más gente, claro. Mucha más. Pero sabía que, al menos, al cerrar los ojos, únicamente iba a percibir esa mueca familiar, los cabellos rojos, esa sonrisa enclaustrada y perfecta.
Hoy cierra los ojos y, en su lugar, la encuentra a ella. Los vuelve a abrir y a cerrar y continúa firme, sin desvanecer ninguno de esos rasgos. Puede deberse a que la detesta, a que en el último momento de fundir la mirada estuviera terriblemente enfadada. Pero el caso es que no se despega, después de un buen rato. Ni el maldito uniforme negro desacorde con su sexo. Ni el incansable cabello rosado en contraposición al azul de sus ojos.
Por eso, lo único que se le ocurre es buscarlos desesperadamente, abriéndose paso con fuerza y descuido. Hacer exactamente lo que nunca haría con Touga, porque no ha sido Touga, esta vez. Y debería. Siempre debería ser Touga. Sólo él. Sólo él y...
“¡Es culpa tuya, maldita sea!”
“¿De qué hablas? ¿¡Qué mosca te ha picado, Nanami!?”
Apretando la tela de los brazos de Utena, nada más abalanzarse feroz y retenerla contra el cristal del jardín de las rosas.
“¿¡Por qué!? ¿¡Quién coño te ha dado permiso!?”
“¡Nanami!”
Sabe cómo va a terminar. Sabe cómo puede terminar. Porque no se trata de su hermano, es consciente. Y le asusta. Le da miedo besar a otra chica.
“¡¡Es todo culpa tuya!!”
En efecto, hasta ella misma se predice.
Mierda.
...Culpa tuya...
Cualquier temor de Nanami es efímero.
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