Dos viñetas

Mar 19, 2008 03:36


Fandom: Harry Potter

Título: Conquista
Pareja: Gabrielle Delacour/Ginevra Weasley
Advertencias: Ligeramente subido de tono. Continuación de Lucha.

Momento 10: Conquista

Dentro del juego, siempre llega un momento en el que el juguete se cansa del jugador. Un momento en el que la víctima acorrala al victimario contra una pared, y le hace rendir cuentas. O lo obliga a confesar la verdad, lo que, en algunos casos, puede llegar a ser mucho peor.

Por eso, Gabrielle Delacour no se asombró tanto cuando se dio cuenta que la puerta de la cocina de la Madriguera había sido cerrada con magia, y que Ginny Weasley la esperaba con una mirada severa en los ojos y los brazos en jarra. No la sorprendió, porque lo estaba esperando, y en cierto modo, deseando.

Prácticamente no escuchó lo que estaba diciendo la pelirroja. Porque sabía cual era el argumento básico, y la idea era mucho más importante que las palabras escogidas par expresarla. Y, por cierto, era mucho más placentero observar las pecas que se iban perdiendo en el escote de su vestido de verano que escuchar sus consabidos reproches.

-          … estoy harta de esta guerra inútil entre nosotras, Gabrielle.

La rubia alzó la vista par fijar su mirada en los ojos de Ginny.

-          Tú no tienes idea de lo que es una verdadera guerra, Ginny.

La pelirroja suspiró. Comprendía que ella tuviera diecisiete años, pero no por eso tenía que ser tan infantil.

-          ¿Ah, no? Demuéstrame lo que es, entonces.

Gabrielle sonrió maliciosamente. Si ella se lo había pedido, no iba a hacerse de rogar. Tomó a Ginny por la nuca y buscó su boca con labios ansiosos. Sintió que la pelirroja lanzaba un gritito, no sabía si de sorpresa, de asco o de placer. No le importaba demasiado. Era su oportunidad, y no pensaba desaprovecharla.

Estrechó a la pelirroja contra la pared, aún a riesgo de encontrarse en el lugar más visible de toda la cocina. Intentó separar sus labios con su lengua, pero Ginny estaba tiesa, apenas respiraba, y mucho menos correspondía al beso. Gabrielle separó su boca de la de ella, y siguió el recorrido mágico de sus pecas. Cuando la rubia llegó a su clavícula y continuó bajando, Ginny no pudo evitar que, aún contra su voluntad, se le escapara un gemido. ¿Por qué demonios no sería capaz de tener dominio sobre ninguna de las células de su cuerpo? ¿Acaso tendría algo que ver con la sangre veela?

-          Ginny, ¿estás ahí? Tu madre te está buscando.

Y entonces todo el peso de la realidad cayó sobre Ginevra Weasley. Se casaba un mes después. Con el hombre que amaba. Con el hombre de su vida. ¿Qué hacía dejando que su concuñada le bajara las mangas del vestido y le acariciara los pechos en un rincón oscuro de la cocina? Ella ya tenía alguien que hiciera eso.

El llamado de Harry había funcionado como la ruptura de una fuerza magnética. Dos metros separaban a Ginny de Gabrielle, que la miraba con ojos ardientes y sedientos. Cientos de años luz separaban a Gabrielle de Ginny, que prefería evitar su mirada.

-          Ya voy, Harry.

Se acomodó el vestido y salió de la cocina dirigiéndole una mirada que no se sabía bien si era de culpa o de lástima.

Gabrielle se quedó sola y no pudo evitar pensar en que, si Harry no existiese, ella hubiera logrado en esa guerra la conquista más maravillosa de su vida.

Título: Toqueteo
Pareja: Mackenzie Bell/Samanta Adams (OC)
Advertencias: Subido de tono.

Toqueteo

Samanta Adams nunca antes había sido consciente de que siempre hay aspectos de una persona que nos son desconocidos, aunque creamos conocerla por completo. Porque ella conocía muy bien a Mackenzie, pero no por eso dejaba de llevarse sorpresas.

Porque cuando sintió una mano que le rozaba el muslo derecho por debajo del banco del aula de transformaciones, con tanta delicadeza que se le erizó el vello y le dieron escalofríos, no pudo menos que sonreír. Le echó una mirada de reojo a Mackenzie, que estaba sentada a su lado, pero la castaña miraba al frente, impasible. Su rostro era una máscara de cera. Como no se había volteado para ver su reacción, Samanta enlazó su cintura con su brazo derecho y la apretó más contra su cadera. Estaba aceptando el juego.

El ratón de Samanta, que a esa altura ya debería haber tomado, como mínimo, un leve tinte rosado, se mostraba aún muy conforme con sus características de roedor protonormal. Su dueña estaba demasiado ocupada en intentar mantener la boca cerrada, e incluso en no gemir. Eso seguramente hubiera llamado la atención de McGonagall.

La mano de Mackenzie había ganado en aplomo y contundencia. Había recorrido por completo su muslo hasta llegar a su pelvis, y había buscado la cremallera del pantalón de Samanta. Una vez que había conseguido desabrochar los botones y bajar el cierre, su mano se había deslizado dentro de su ropa interior como un pez en el agua. ¡Y todo sin que a la maldita se le moviera ni un pelo! A esa altura, la rubia estaba tan excitada por ese desliz de pasión prohibida que se pensó que se iba a correr ahí mismo.

Pero Mackenzie había continuado impertérrita, y había comenzado a recorrer su sexo con los dedos como si no lo conociera ya de memoria. Samanta se aferró fuerte al borde del banco doble con una mano, mientras con la otra apretaba tanto la cadera de Mackenzie que estaba segura de que el dejaría una marca. Los chasquidos cremosos con los que respondía su sexo al contacto con los dedos de la castaña le parecían tan atronadores que no podía entender como no se volteaban a mirarla, extrañados. ¡Y Mackenzie seguía sonriendo y encantando ratones, tan impasible! Samanta no entendía como había terminado el Hufflepuff. Ella la hubiera puesto en Slytherin sin dudarlo.

Cuando los dedos de Mackie parecieron haberse ensañado tanto con su clítoris que Samanta pensó que debería gritar o moriría, McGonagall se dio cuenta de que algo extraño sucedía. Siempre había presentido una tensión peculiar entre esas dos alumnas, pero nunca se le hubiera pasado por la cabeza que algo de ese orden podía acontecer en una de sus clases. Por el contrario, lo que llamó su atención fue la inacción de una alumna de Ravenclaw frente al trabajo que les había mandado.

-          Señorita Adams, - la aludida reaccionó de la misma forma en que lo hubiese hecho si la hubieran llamado del mismo infierno.- ¿se encuentra usted bien? Está pálida como un muerto.

Y, sin embargo, se sentía más viva que nunca. Son quizás esos pequeños placeres prohibidos los que dan la sal a nuestras vidas

¿Comentarios?
 

fandom: harry potter, rating: r, longitud: viñeta, rating: pg-13, * historia: fanfic

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