Jensen se llevó los dedos al puente de la nariz y se lo masajeó, en un intento vano de que le remitiera el fastidioso dolor de cabeza que llevaba arrastrando toda la tarde. Miró su reloj y soltó un bufido al darse cuenta de que eran más de las diez de la noche y que seguía trabajando en su oficina. Dan lo iba a matar… literalmente. Era la segunda vez esa semana que la dejaba plantada en casa con la mesa puesta. La compensaría comiéndose la cena… por muy helada que estuviese… y por muy poco que le apeteciera.
Se levantó de la silla y cogió la chaqueta del respaldo, así como el maletín que siempre llevaba consigo lleno de contratos y más contratos. Se le pasó por la cabeza coger el móvil y llamar a su mujer, pero se lo pensó mejor y dejó el teléfono en el bolsillo del pantalón. Ya estaría suficientemente enfadada como para echarle más leña al fuego diciéndole que aún estaba en la oficina.
Se estaba convirtiendo en un adicto al trabajo, como su padre, y sabía que tenía que parar. Sólo hacía una semana que era el vicepresidente de la compañía y sentía como si hubiera envejecido diez años en ese tiempo. Nada parecía ser suficiente. Tenía que estar en tantos sitios a la vez, que se estaba volviendo loco. Pero aquello era un reto, era lo que siempre había soñado.... y no dejaría que el miedo escénico pudiera con él.
Salió de la oficina y caminó de forma cansada hacia la salida. Todo estaba ya a oscuras, pues hacía horas que sus empleados se habían marchado para sus casas, tal y como tendría que haber hecho él. Volvió a tocarse el puente de la nariz con los dedos, porque el dolor de cabeza parecía aumentar por segundos, cuando le sonó el móvil.
Maldijo por lo bajo, adivinando que era Danneel.
- Hola cielo…- respondió con rapidez.
- Había hecho gnocchis con queso para cenar, pero los he tenido que tirar a la basura.
Jensen sonrió en la oscuridad de la oficina.
- No seas mentirosa, Dan… se los has comprado a Pietro.
Ella soltó un bufido muy poco femenino.
- Pues para que lo sepas, señor ocupado Ackles, Pietro estaba cerrado y he ido al restaurante de María.
- María cocina como los ángeles, Dan. Aunque te emperres en odiarla porque según tú me echa los trastos.
- Los trastos no, Jen, te echa la casa entera con chimenea y todo.
- Exagerada- rió Jensen.
- ¿Exagerada? - ella volvió a soltar ese bufido que tanto gustaba a su marido- menos mal que no tiene polla, que si no, empezaría a preocuparme.
- ¡Danneel!- exclamó su marido.
- Valeeee- ella soltó una risita maléfica- esto es mi venganza por tu tardanza y por haber tenido que tirar la cena de la arpía de María. Y como no estés aquí en diez minutos, te juro Ackles, que duermes en la escalera.
- No serás tan mala…- Jensen puso morritos que ella no veía, pero sabía que notaba.
- Ponme a prueba… mueve el culo de esa maldita oficina y vente para aquí. Diez minutos.
Y colgó. Jensen miró el móvil y sonrió. Su mujercita podía llegar a ser una bruja cuando se lo proponía, pero sabía que no hablaba en serio. Siguió caminando hacia los ascensores, cuando en el departamento de nuevas tecnologías vio luz. Miró de nuevo su reloj y otra vez la luz que salía por la rendija de la puerta y suspiró. Seguro que se habían dejado la luz encendida y el guardia de seguridad no había hecho aún la ronda para poder verla y apagarla. Dejó el maletín en una mesa cercana y se dirigió a la puerta, abriéndola de par en par sin pensárselo dos veces. Y se quedó parado al ver que nadie se había dejado la luz encendida.
Es que había alguien dentro, aún trabajando.
Era un chico alto, muy alto… incluso más que Jensen. No estaba de pie, pero podía notarlo en la largura de sus piernas y como encorvaba la espalda para trabajar sobre la mesa. Su pelo castaño, rebelde e impresionantemente suave a la vista, le caía sobre la frente, tapándole casi los ojos, pero el chico estaba tan inmerso en lo que hacía que no lo notaba… como no notó la irrupción de Jensen en la sala.
Éste no pudo evitar observarlo mientras el muchacho, que no parecía tener más de veinte años, no lo miraba. Tenía la camisa arremangada y se le veían los marcados bíceps a través de ella, mientras se movían al ritmo de sus manos… unas manos grandes, de dedos largos, que moldeaban y tocaban una pieza de metal con una ternura que por un momento fascinó a Jensen. No lo conocía… y eso que se sentía orgulloso de poder decir que conocía a todos sus empleados. Carraspeó, llamando su atención.
Jared levantó la cabeza, sobresaltado al escuchar el carraspeo de Jensen desde la puerta. Lo vio en el umbral y sintió que su corazón se detenía por un instante. Llevaba una semana trabajando en ACI, y lo que en un principio pensó que sería la peor experiencia de su vida, por trabajar en un departamento del que no tenía ni la más remota idea, se había encontrado que era refrescante, interesante y que le encantaba. Poder inventar cosas y moldear el metal con las manos, era fascinante, y Jared se había volcado de lleno en aprender todo lo que pudieran enseñarle. Por eso, y también por sus renuencias internas, para que negarlo, no había empezado a trabajar en el “encarguito” que se le había hecho…y metido en aquella sala llena de máquinas y aparatos que no había visto en su vida, no tuvo la oportunidad tampoco, de conocer al nuevo y flamante vicepresidente de la empresa.
Lo había visto a lo lejos, y había escuchado a las chicas de la empresa hablar y suspirar por el jefe. Le habían calificado con tantos sinónimos de hermoso y guapo, que a esas alturas, Jared estaba seguro de que exageraban.
Pero maldita fuera su suerte. No sólo no exageraban, si no que realmente pensaba que se habían quedado cortas.
Sintió que se sonrojaba.
- ¿Qué haces aquí, y quien eres? Es muy tarde- dijo Jensen en voz baja.
- Perdón…- Jared desvió la vista y recogió las muestras de metal con las que estaba trabajando. Luego cogió su chaqueta y se quedó parado delante de Jensen- Soy Jared Padalecki. Empecé a trabajar en el departamento de nuevas tecnologías have una semana. Perdón por estar aquí tan tarde… perdí la noción del tiempo.
- No importa…- Jensen lo miró y por un momento se perdió en los ojos grises del otro. No sólo era alto como había adivinado Jensen momentos antes, sino que era impresionantemente guapo y su expresión de cachorrito desvalido, lo único que hacía, era volverlo aún más atractivo. Carraspeó de nuevo, para dejar de pensar en lo que estaba pensando y señaló hacia el cajón dónde Jared había guardado las muestras del metal- ¿Qué hacías?
Jared maldijo interiormente cuando sintió que se sonrojaba de nuevo.
- Es una tontería… me encanta moldear con las manos… y el metal parece tan indestructible, que me parece mentira que pueda cambiar de forma sólo con el calor.
- Pues así es como cambia…- Jensen sonrió y Jared deseó poder ver esa sonrisa por el resto de su vida. Se metió las manos en los bolsillos y se acercó más a la puerta, intentando huir de allí.
- Siento haberle molestado, señor…- dijo sin mirarle.
Jensen le miró y le tendió la mano.
- Soy Jensen Ackles- se presentó.
- Sí… le he visto por los pasillos…- esta vez fue el turno de Jared de sonreír mientras le tomaba la mano con firmeza, y a Jensen no le pasaron inadvertidos los adorables hoyuelos que se le dibujaron en la cara- no salgo mucho de esta sala, pero a veces necesito una taza de café.
- Sí… claro, café- Jensen se soltó y girando la cara, se dirigió a la puerta, súbitamente serio- será mejor que nos vayamos. Pronto pasará el guardia de seguridad a cerrar las puertas.
- Sí… por supuesto- Jared no preguntó nada mas y salió de la sala, seguido por Jensen que había apagado la luz y se detuvo un momento a coger un maletín. El nuevo no supo si esperarle, pero cuando Jensen pasó por su lado y se despidió con un seco “ hasta mañana” supo que sus caminos se separaban allí.
Sí… era lo mejor. No estaba preparado para seguir hablando con él. Había sido todo demasiado sorpresivo.
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No era sólo una pose. Danneel estaba realmente enfadada, cuando Jensen llegó a casa y no se molestó en ocultarlo. Él se paró en la puerta de la cocina, mientras veía como ella recogía los platos, que evidentemente habían sido preparados para la cena que nunca existió.
- Dan… lo siento- susurró- a veces es complicado ser vicepresidente y…
- Lo sé, Jensen, lo sé- contestó ella girándose- y no es eso lo que me duele. Lo que me duele es que sólo have una semana que eres el jefe, y parece que tu mundo se ha vuelto del revés… y de paso, el mío.
- Soy el mismo, Dan. Sólo que con más trabajo.
Ella suspiró y se acercó a él, cogiéndolo de las manos.
- No quiero perderte, Jen. Sé que a lo mejor estoy exagerando las cosas, pero have una semana que no te veo sonreír. Y eso no me gusta, no me gusta nada de nada.
- Sólo he de ponerme al día, cariño… y te juro que llegaré a casa para cenar contigo cada noche
- No es eso, Jen…
- Ya, ya lo sé…- Jensen la atrajo hacia él y la abrazó, posando sus labios en la sien de ella- sabes que te adoro mi niña… y no quiero hacerte sufrir. Sólo necesito un poco de tiempo… nada más.
Danneel buscó los labios de su marido y se los besó. Jensen cerró los ojos, dejándose llevar por el sentimiento de aquel beso. Por su cabeza pasaron unos labios finos, un cabello castaño sobre una frente y unos ojos color gris cielo, que lo dejaron sin aliento. Abrazó a su mujer y empezó a retroceder hacia la habitación.
- ¿Estás seguro?- susurró ella contra sus labios.
- Sí Dan… déjame sentirte… déjame.
Ella no protestó. Eran tan raras las ocasiones en las que Jensen le hacía el amor, que para ella, eran momentos totalmente dorados que guardar en el alma.
Jensen tampoco se cuestionó a sí mismo por qué aquella noche estaba tan desesperado por sentirla, o por qué parecía querer besarla como si jamás lo hubiera hecho antes. Sólo se permitió sentir…igual que Danneel. Y lo demás que se fuera al diablo.
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Jared cerró la puerta de su casa y tiró las llaves contra el suelo con fuerza, sin preocuparse del ruido que pudieran hacer al caer.
- ¿Un mal día?- preguntó Chad, su compañero de piso, saliendo de su habitación con la PSP en la mano.
- De lo peor…- contestó Jared dejándose caer en el sofá cuan largo era, y echándose el pelo hacia atrás con las dos manos- esto es una puta pesadilla, Chad. No voy a poder hacerlo… joder… ¡joder!- gritó golpeándose el muslo con la mano.
Chad se sentó a su lado, dejando la consola sobre la mesa. Lo miró con expresión grave y Jared lo miró con la misma seriedad. Chad podía ser un bocazas y un energúmeno cuando quería, pero si se lo proponía, era el tío más cuerdo y serio del mundo. Y Jared agradecía que sacara esa faceta siempre que lo necesitaba.
- A ver Jay… ¿Ya le has conocido? ¿Qué defecto tiene? ¿Tan feo es? ¿Es viejo?
Su amigo resopló de frustración.
- Que va a ser feo y viejo, Chad. Ese tío es jodidamente perfecto…
- ¿Perfecto?- Chad alzó una ceja mientras se levantaba para mirarlo de frente.
- Impresionantemente perfecto, maldito sea- Jared también se levantó- tiene unos labios… y unos ojos verdes que …- se interrumpió- y tiene pecas…¡pecas! ¿te puedes creer eso?
Chad lo miró, entendiendo a la primera lo que pasaba.
- Estás jodido, amigo. Sabes que no puedes enamorarte…
- Y no me voy a enamorar. Porque aquí nadie se va a enamorar de nadie. Esto se acaba hoy.
- ¿Estás seguro? ¿Y qué va a pasar con tu hermano?
- No lo sé… no sé nada Chad. Pero esto me supera… de verdad que no puedo hacerlo. Tiene que haber otra solución.
- Ojalá hermano… ojalá la haya.
Jared sonrió, no muy convencido, y comenzó a caminar hacia su cuarto, quitándose la camiseta por el camino, deseando darse una ducha. Estaba seguro, de que todo se arreglaría, y que no tendría que caer tan bajo… ni en aquel momento, ni nunca.
Tiró la camiseta sobre la cama y se dispuso a ir al cuarto de baño, cuando sonó su móvil. Se tensó por un momento cuando comprendió que aquel no era el sonido de su teléfono… y que por lo tanto, era el otro. El “otro”. No quería ni cogerlo… pero afortunadamente era un mensaje de texto.
“ Ha pasado una semana y ni lo conoces, pedazo de cabrón. ¿A qué esperas? ¿Quieres verla sufrir?”
A Jared se le cayó el mundo a los pies.