Me está entrando, lo noto ya...el sopor de fin de año.
Esa noche de comienzos, descontrol, sexo, bebida, desenfreno, etc., me produce una tremenda pereza desde el principio de los tiempos. Creo que es por el tema de la obligada salida a la calle. Cuando sé que se espera de mí salir, que tengo hacerlo porque es lo que todo el mundo hace y queda mal no hacerlo, me invade la desidia. La desidia hace que mi cuerpo entre en estado de letargo. El letargo conduce al frío, el frío a la somnolencia, y la somnolencia sin que haya una cama cercana, a la más profunda depresión y al lado oscuro, Padawan de los cojones.
Echo de menos a mi hermana. A la pobre le ha tocado esta mañana esperar en la T4 durante cuatro horas y media. Echo de menos a mi hermana. Echo de menos a mi hermana. Echo de menos a mi hermana.
Chatas, si queréis triunfar en esta noche tan especial, os animo a lubricar vuestros labios con esto:
El otro día estaba curioseando en la zona de Sephora del Corte Inglés, lo vi, y me lo probé. Mis labios, que ya son carnosillos de por sí, adquirieron unas dimensiones descomunales (y picaba como su puta madre). Al salir a la calle, triunfé. Un sordomudo me paró, me abrazó y me dijo que me quería. Me gritaron improperios desde los coches. Me guiñaron ojos. Lo que hace el maquillaje.
Os deseo un feliz final de año.