Título fanfiction: Wake.
Autor:
stellasometimesGénero: Kyungsoo!centric, slight!angst, muerte del personaje (?)
Extensión: Drabble
Palabras: 990 ~
Resumen: Dentro de la habitación todo fluye. El viento de otoño, la madera chirriante, la sangre que corre por las venas de Kyungsoo; todo excepto él.
n/a: No sé que decir, salió de la nada, no se asusten con lo de muerte de personaje. No hay parejas ni amor, sólo un vómito de ideas y algo que me hizo sentir muy nostálgica (?) Me inspiré viendo esta
ilustración y bueno, eso en general. No es lo que acostumbro escribir pero me gustan los cambios de género, ojalá les guste :) ~
Wake
Kyungsoo se despierta con el techo de madera rosando con su nariz, la templanza de la mañana desgarrándole los brazos y la simpleza del otoño arañándole los músculos. Todo es una diminuta contextualización de su despertar, creado por la fineza de sus sentidos y la madrugada entintada de un gris opaco que reluce en la ventana que está al costado, que es, de alguna manera, el único foco de iluminación de la habitación, y a la vez de la mesura de Kyungsoo.
No hay nada en la habitación; no hay muebles ni accesorios, sábanas cubriendo un colchón viejo ni tampoco alfombras sucias llenas de tierra y desgastadas por su demasiado uso. No hay absolutamente ningún inmueble, ni siquiera un cuadro mal colgado en la pared. Nada. Sólo se encuentran las murallas de la habitación, que son de un blanco ocre deprimente y, casi como si fueran los protagonistas del lugar, unas persianas viejas que ya están amarillentas por culpa del sol del verano pasado que las destiñó y maltrató al punto de parecer cortinas. Está mal colgada, el lado derecho está caído y con la brisa que ingresa por las ventanas abiertas se mese endeblemente; al parecer pronto se va a caer.
La madrugada está amortiguando su dolor corporal, el frío va calando sus huesos articulación por articulación y, por alguna extraña razón, sudor empalagoso está cubriendo todo su cuerpo. Sus músculos están tensados y duelen; arden y se contraen con un pequeño y minúsculo movimiento que provocan en él retorcijones infernales. Kyungsoo grita, pero nadie lo oye. Lo intenta de nuevo; nada sale por sus labios.
El olor a humedad y a encierro que brotan por las murallas, que va acompañado de un ligero hedor a suciedad y a descuido provinciano, van debilitando poco a poco los sentidos de Kyungsoo. Le hacen creer que está soñando, le indican que la forma en que las paredes se desdoblan y la ventana que está en el costado, enseñando diferente curvas temporales, no es la realidad. Porque en efecto él no recuerda esta habitación, ni las persianas desteñidas, mucho menos el porqué está tumbando encima de la madera rechinante de al parecer, una casa abandonada.
No hay nada que él reconozca.
Hay un tic tac sonando de fondo, de dónde proviene no se sabe bien, pero Kyungsoo escucha el sonido de manillas de reloj retumbando en sus oídos que le perforan el cráneo. Lo hacen lentamente, lo están torturando, lo sabe. Se mezclan con la madera rechinante y con la brisa apresurada que entra a la habitación.
La vista se le va nublando poco a poco y la cabeza le duele. No puede huir.
Kyungsoo aún percibe que el techo roza con su nariz, pero cuando abre los ojos la madera está demasiado lejos como para tocarle el rostro. Por consecuente hay algo que no lo deja levantarse. Su cuerpo no responde a sus comandos cerebrales. Quiere gritar, es lo único que quiere. Gritar tan alto y que alguien, tan sólo alguien, lo escuche; pero nadie lo hace.
Está paralizado.
Pasan los segundos, los minutos, las horas y los días pero él sigue aquí; recostado encima de un piso de madera que ya no rechina. El tic tac sigue, el viento sigue, todo parece continuar naturalmente excepto Kyungsoo, que está muerto en vida. Su cuerpo no se mueve, las articulaciones le duelen, los músculos le queman; pero él no existe. Las lágrimas se le acumulan en los ojos y un terrible sentimiento de melancolía lo aborda; miseria, soledad, desdicha y algo que sabe a nostalgia, una bastante ácida, corre por sus venas, si es que aún fluye sangre en ellas.
«Despierta, sólo tienes que despertar»
Despertar es lo único que quiere hacer, pero no puede. Amanecer en su realidad y botar un suspiro que no es miserable, respirar y saber que está vivo; que alguien lo espera, que el mundo lo está esperando.
Pero la verdad, nadie lo espera, todos están haciendo tiempo para que desaparezca; por eso nadie lo quiere oír.
Kyungsoo se siente miserable; escoria tumbada sobre el piso, no hay otra descripción. La amargura se enreda en su lengua y le reseca la garganta, ya no quiere llorar más. Cierra los ojos, que es al parecer lo único que su cerebro deja que él manipule y se deja llevar por el torrente de sangre que fluye en él. No hay nada más en esta habitación que le diga que está vivo, sólo su respiración constante y sus células regenerándose a cada microsegundo.
Se concentra en la brisa que le cala los huesos y respira pausadamente, puede controlarlo. Inhala y exhala. Luego visualiza un flujo de arterías y venas reconstruido en su mente, un líquido rojo y ligero que baja por sus piernas y luego suben rápidamente en cada pequeña tubería de tejido muscular, ingresa por sus válvulas, cambian sangre sucia por una limpia y oxigenada. Todo fluye. Su pecho se mueve, su sangre, su corazón; todo fluye menos él.
Construyen una melodía en su cabeza. Una repugnante y repulsiva melodía que consta de conexiones viscosas y ensangrentadas que le dan náuseas; lo quieren masacrar.
Vomita.
Kyungsoo se despierta con la madera del techo rozándole la nariz, la templanza de la mañana desgarrándole los brazos y la simpleza del otoño arañándole los músculos, o eso quiere creer.
La habitación es blanca y no hay ningún inmueble en ella. De nuevo todo fluye en la habitación, menos él, que está tumbado a la orilla de la ventana donde ya no hay ninguna persiana. Los brazos no le responden, las piernas tampoco, sólo se escucha la madera rechinando y los silbidos del viento chocando contra los árboles.
Kyungsoo cierra de a poco sus parpados e imagina mariposas rojas ingresando por la ventana y que se posan con delicadeza sobre sus piernas. Son rojas como la sangre y se van acomodando en todo su cuerpo y de un segundo a otro ya está cubierto por ellas.
Murmura un adiós que no se logra vocalizar. Un adiós que nadie escucha porque él no despertó; nadie logró despertarlo.
"El horror es un impacto, un momento de absoluta ceguera
El horror está desprovisto de toda huella de belleza.
La tristeza, por el contrario, presupone que sabemos"
La insoportable levedad del ser. Milan Kundera
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