Andrea y Sofía III

Jun 08, 2008 18:55

Entre juegos y películas, aprovecho para poner el tercer capítulo de estas dos chicas... a ver si se deciden de una vez, ¿no?

El aula está revolucionada, es lo que pasa siempre que algún profesor no aparece y los alumnos se dan cuenta de que pueden hacer lo que quieran durante una hora. Cuando la asignatura de la que se libran es Literatura, el jolgorio se multiplica por mil. Es muy típico sentarse sobre las mesas, hacer corrillos y cotillear sobre si alguien se ha fijado que la profesora de química sonríe mucho al nuevo conserje o que parece que Jorge, el novio desde hace cuatro años de Marta, se estaba morreando con Laura, la mejor amiga de Marta, en el vestuario de chicos el pasado jueves.

Pero a Andrea esas cosas no le importan para nada, una hora sin clase era una hora que puede pasar sentada junto a Sofía hablando de cualquier cosa. Están enfrascadas en una conversación tonta cuando se acercó a la mesa Daniel Gracia.

Andrea contuvo el aliento mientras se fija en cómo ese chico, un par de años mayor que ellas y que tiene a todas las chicas del colegio suspirando tras sus pasos, sonríe a Sofía.

¿Qué coño quiere este ahora?

Daniel se despeinó un poco sin dejar de sonreír a Sofía mientras la miraba con esos ojos azules y esos hoyuelos en las mejillas.

-Hola Sofía.

Chaval, la has cagado. Sofía no va a sonreírte con la cara de tonto del culo que tienes y tu fama, payaso.

Pero Sofía levanta la vista y le sonríe. Sonríe con la boca, con los ojos, con la cara al completo y responde al saludo.

-Hey, Dani. ¿Qué tal?

Y Andrea nota como le falta el aire.

¿Por qué le mira? ¿Por qué le sonríe? ¿Por qué le saluda? Y, sobre todo, ¿por qué mierdas le llama “Dani”?

Daniel ignora deliberadamente a Andrea y ésta se remueve incómoda en la silla. No entiende qué está pasando pero sabe a que viene ese chico. Ha sido igual con todas las chicas guapas del instituto. Las busca, todo sonrisas y detalles bonitos y una vez ha conseguido lo que quiere, las deja hechas un mar de lágrimas, menos inocentes y con el corazón herido.

-¿Podemos hablar fuera? Sólo será un momento, aquí hay demasiada gente.

En la cabeza de Andrea, la voz de Daniel no suena tan profunda y simpática como lo hace en realidad, en su cabeza suena como la de un teleñeco y solamente dice “bla, bla, bla, follar, bla, bla, bla, tetas, bla, bla, bla, mira que buenorro estoy, bla, bla, bla, te voy a follar hasta cansarme de ti y dejarte como una muñeca rota y vieja.” Está segura de que ahora sí que le enviará a paseo, que le mirará con los ojos muy abiertos y le dirá algo que en su cabeza suena como “¿¡Crees que sólo por qué seas -¡Oh! Daniel quebuenorroestoy Gracia vosotras deberíais dar gracias por tener ojos para poder mirarme y de que yo pase a vuestro lado- voy a salir fuera contigo a hablar de que me quieres follar¡? ¡Eres tonto del culo, chaval!” pero Sofía mira a Andrea y se levanta.

-Ahora vuelvo. -dice sin añadir nada más y sale con él por la puerta del aula.

Andrea se molesta cuando se da cuenta que Daniel repasa a Sofía con la mirada, que casi se la come con los ojos cuando le deja pasar delante de él. Se cruza de brazos, apretándolos con fuerza contra ella. Siente como si tuviera un monstruo en su interior que lucha por salir y arrancarle la cabeza al gilipollas ese que se cree con derecho a llevarse a Sofía a decirle vete tú a saber qué, que quiere follársela en todas las posturas del Kama Sutra y alguna más, y camelársela para hacer lo que hace con todas.

Hacerlas sufrir. Eso hace. Sofía no es así, ella no es tonta, ella no se irá con él.

Su voz interior, esa que vive en su cabeza y con la que a veces discute, habla en voz demasiado alta hoy. Recordándole que TODAS están locas con Daniel. Que aún no conoce a una sola chica en el instituto que haya decidido decirle que no. Que todas se mueren cuando él pasa por su lado y las sonríe.

Pero ella no. Sofía no es así. No es como las demás.

Se mueve en la silla, la echa para atrás unos centímetros, hasta chocar con la mesa de Juan, el chico que se sienta detrás de ella en clase. Se asoma, intentando obtener un ángulo que le permita ver lo que ocurre tras la puerta, pero no ve desde su sitio. Siente la tentación de levantarse y acercarse a escuchar, pero no encuentra una excusa válida para hacer eso. Entonces recuerda a Juan y a Carla, la chica que se sienta con él, los tres están en teatro y ellos están hablando ahora de los preparativos para la obra que van a representar.

Es la excusa perfecta, siéntate con ellos.

Y sin pensárselo un poco más, coge su silla y se sienta con ellos.

-¿Ya sabéis quien va a hacer de Julieta? -pregunta para sacar un tema conflictivo que le permita estar al tanto de lo que ocurre al otro lado de la puerta pero sin que se note mucho.

-Sigo pensando que debería ser Lorena, pero ella dice que la va a cagar porque...

Pero Andrea no sabe porque Lorena cree que la va a cagar. Andrea tiene algo mucho más importante que atender. Allí, justo frente a ella, puede ver a Daniel. Un brazo en la pared de en frente, donde descubre la melena de Sofía asomándose, al otro lado, la pared. Daniel tiene a Sofía entre él y una pared, rodeada con todo su cuerpo. Nota como se acerca cada vez más a ella y su corazón ya no late.

¡La va a besar!

Y su mente no puede pensar en nada más, nota como su corazón se ha detenido y un peso la aplasta, el aire no llega bien a sus pulmones mientras ve como Daniel se acerca más a Sofía. No tiene un buen ángulo, pero está muy cerca.

¡Demasiado cerca!

Se le ha secado la garganta y se le ha estrechado, el aire no pasa, siente como si fuera algo sólido y viscoso, algo que se pega a sus paredes y se niega a bajar hasta sus pulmones. Ha apretado los puños con fuerza, clavándose las uñas en las palmas de las manos, pero no siente más dolor que ese que ve ante sus ojos. Daniel mueve la otra mano, la que está junto a la pared y le acaricia el cabello a Sofía. Puede ver como esos largos mechones rubios y lacios se escurren entre sus dedos, como le gusta hacerle a ella.

¿Por qué la toca? ¿Por qué se deja tocar así?

Un gran nudo se forma en su estómago y va subiendo poco a poco por ella, parándose en su garganta. Le cuesta tragar, respirar, le cuesta no ponerse a llorar. Quiere levantarse y arrancarle la cabeza, pisotearla y bailar sobre su cadáver. Quiere que se aleje de ella. Que no la toque.

¡Es mía!

Y no puede pensar en nada más que en eso y que se la va a quitar. Que debió hacerlo antes, que eso de esperar era una tontería, que ahora la va a perder por un musculitos retrasado mental con un buen culo y nada de cerebro más que el que le cuelga entre las piernas.

Sofía, no. Por favor, no.

-¿Tú qué crees, Andrea? -pregunta Carla mirándola.

Andrea se fija en ellos, no sabe en que momento el resto de la gente había desaparecido y su mundo se concentraba en Sofía y el imbécil que la tenía secuestrada en el pasillo.

-¿Qué? -pregunta desconcertada apartando la mirada de lo que realmente quiere saber.

-¿Si crees que podrías convencer a Lorena? Tú la conoces desde hace más, porque ahora Raul y ella no sean pareja no quiere decir que no puedan hacer de Romeo y Julieta. -dijo algo molesta.- Hace mucho que preparamos la obra y Natalia no es tan buena como Lorena.

Estaba desconcertada. La obra de teatro. ¿Qué obra? ¿Quién era Lorena? ¿Y Raul? Se fijó en Juan y se detuvo un momento para enfriar su mente y poder volver a pensar con claridad. Las piezas encajaron de nuevo en su cerebro.

-Puedo intentarlo.- dijo apartando la mirada de ellos para volver a buscar a Sofía con los ojos.

Pero no pudo ver nada más, la puerta estaba cerrada. Se levantó como si hubieran puesto algo en su silla, buscándola con la mirada. En el mismo instante que se gira por completo, ve a su amiga que llega y se sienta en su lugar de siempre. Quiere sentarse a su lado, interrogarla, saber que ha pasado esos minutos en los que han estado tras esa maldita puerta. Pero no puede resultar tan obvia, no quiere que Sofía note su desesperación. Intenta seguir en la conversación con Juan y Carla, pero su mirada se desviaba cada dos segundos a la mesa de delante. Sofía no la ha mirado, no ha dicho nada. Sólo ha abierto el libro y se ha enfrascado en la lectura.

¡A la mierda todo!

-Tengo que decirle una cosa a Sofía, luego hablamos. -y se levanta sin esperar respuesta.

Juan y Carla la miran extrañados, pero parece que todo el colegio se ha acostumbrado a los arrebatos de la pelirroja. Coge la silla para volver a su sitio y se sienta en silencio junto a su amiga. Cuando lo hace los ojos de Sofía se apartan un instante para mirarla de reojo y luego vuelven al libro. Ha estado decidida a preguntar directamente, hasta que ve la manera en la que rehuye su mirada. Sofía nunca le ha rehuído la mirada hasta ese momento.

¿Eso es bueno o malo?

Arrima un poco más su silla a la de su compañera y agacha la cabeza para hablarle casi al oído.

-¿Va todo bien? -pregunta asustada.

Esa no es la pregunta que quiere hacer, pero Sofía le parece diferente ahora mismo y no sabe como puede reaccionar si le pregunta si ya la había magreado el orangután ese en el rincón del pasillo.

Sofía deja el libro en la mesa y suspira. Se gira a su amiga. Ojos azules contra verdes y Andrea ya no puede ni respirar. No puede descifrar la expresión de Sofía. No sabe si esa cara significa que sí la había besado, que sólo le ha pedido para salir o que han hablado del hambre en el Líbano. Baja sus manos y las aprieta con fuerza de nuevo, bajo el pupitre, no quiere que Sofía la vea temblar de rabia.

-No.

¡Lo sabía! ¡El muy cabrón le ha hecho algo! ¡Voy a matarle!

-¿Qué ha pasado? -pregunta asustada.

Sofía le aparta la mirada, la esquiva y Andrea ahora ya no se siente morir pero piensa que morirse no estaría tan mal porque no puede haber nada peor que ver a Sofía esquivando su mirada. Saca fuerzas de donde cree que no las tiene y posa una de sus manos sobre la de su amiga para intentar calmarla.

-Él... yo... - parecía que cada palabra le costaba un mundo.

Quiere morirse, sabe lo que va a decirle y no quiere oírlo. Se ha negado mil veces las cosas a pesar de que le golpean cada día. Hace mucho que lo sabe y lo aleja de su mente, lo intenta borrar de su corazón, camuflándolo con amistad cuando sabe que lo que siente por Sofía va mucho más allá de una simple amistad. Intenta pedirle a Sofía que no siga, que no le diga lo que ya sabe, pero sus palabras no pueden salir de ella sin ir acompañadas de lágrimas. Así que las mastica, las muerde, las destroza y se las traga. Como puede, casi sin respirar. Sobre todo sin pensar. Porque si lo piensa no puede, porque duele demasiado, porque sabe que está locamente enamorada de ella.

Estoy locamente enamorada de ti, Sofía. No quiero que estés con él. No quiero que estés con nadie que no sea yo.

Lucha por decirlo, por decir eso y no tener que oír lo que sabe que le va a decir, pero no puede. No puede si Sofía la mira así. Casi suplicando.

-Me ha pedido que salga con él...- dice Sofía agarrando la mano de Andrea y apretándola con fuerza.

¡No! Por favor... porfavorporfavorporfavorporfavor

Pero sus suplicas no salen jamás de sus labios. No puede decir nada. Esta luchando por no dejar de respirar, por no desmontarse por completo delante de ella y morir suplicando su amor a sus pies.

-¿Y?

Lo único que consigue decir es eso. No es mucho, pero sabe que eso debería ser bastante.

Debería ser bastante para que supieras que te amo. ¿Acaso no te das cuenta? ¿No eres capaz de verlo en mis ojos? ¿En como te miro? ¿En como te toco? ¿En como te busco? ¿En como sonrío cuando te veo a mi lado? ¿Cuando dices mi nombre? ¿Cuando me tocas? ¿Cuando me buscas y nuestros ojos se cruzan?

Pero tampoco dice nada. Sólo baja la mirada a los labios de Sofía. No se cree capaz de escuchar eso mirándola a los ojos. Seguro que podría leer la verdad.

¿Que podría decir si ella ya ha escogido?

-¿Qué quieres decir con ese “¿y?”? -pregunta elevando la voz.

Andrea levanta la mirada sorprendida y algo asustada. Sofía nunca se altera, nunca levanta la voz. Incluso cuesta hacerla reír de verdad. Odia llamar la atención ahora esta hablando mucho más alto de lo que lo hace siempre. Algo más propio de ella misma que de su amiga.

-¿Crees que yo saldría con un mamarracho como Daniel? -pregunta bajando de nuevo el tono y mirando a su alrededor. De pronto parece consciente de que la gente la está mirando y se sonroja un poco.

Mil millones de mariposas revolotean aceleradas por el estómago de Andrea haciéndole cosquillas. Siente una felicidad inmensa creciendo dentro de ella y le dan ganas de salir al pasillo, buscar al tal Daniel mirameYdeseame Gracia para decirle que ella lo sabía y que había ganado. Que puede que Sofía nunca la escogiera a ella, pero que mucho menos le iba a escoger a él.

Andrea sonríe, feliz de tenerla aunque no como quiere tenerla, pero la tiene, y eso es maravilloso porque la vida es mejor si ella está a su lado, porque ella misma es mejor si Sofía está a su lado.

-No.- dice mirándola. -Sabía que le ibas a decir a ese descerebrado que se fuera a partir cocos con piedras con los de su especie. -bromea, aunque no tan en broma como suena.- Sabes que medio instituto te envidia y te odia a la vez ahora, ¿no?

Sofía se encoge de hombros con indiferencia.

-Me da igual lo que piense de mí medio instituto.

Andrea abre los ojos desmesuradamente y le pone la mano en la frente a su amiga.

-Pues no es fiebre.- coge un lápiz de la mesa y la apunta con él.- ¿Quien eres tú y que has hecho con mi Sofía? -pregunta casi sin darse cuenta de qué ha puesto el adjetivo posesivo “mi” antes del nombre de su amiga. Se sonroja un poco y baja un segundo los ojos, lo mismo que Sofía. Manos entrelazadas sobre las piernas de la rubia y el corazón cabalgando desenfrenado en su pecho. La mira a los ojos, a los labios y a los ojos de nuevo.

Bésame, por favor, bésame ya o me muero.

Se acerca despacio a Sofía, sabe que lo va a hacer y nada la va a detener, que le da igual lo que pase después de esto si puede robarle un beso a su Sofía.

-Bien chicos, se acabo la fiesta.- la voz del director llena toda el aula y los alumnos corren a su sitio.

Sofía se pone tiesa, al igual que Andrea, sueltan sus manos y se alejan lo poco que habían conseguido acercarse, la pelirroja se da cuenta que desde hace un tiempo ni se acordaba que aún estaban en clase, rodeadas de compañeros.

Casi lo haces, Andrea.

Sonríe de nuevo mientras el director les dice que tienen que hacer un resumen del libro desde el tema trece hasta el diecisiete y que no saldrán del aula hasta que lo entreguen porque él hoy no tiene clases por la tarde y no tiene nada mejor que hacer hasta las siete que es cuando cierran el instituto. Le da igual que haya que resumir cuatro temas o cuatrocientos. Sabe que casi besó a Sofía y que ésta parecía que no se iba a apartar. Nada puede estropear ese momento.

Sofía se pone tiesa en su asiento, sonrojada hasta las cejas y con una sonrisa tonta en la cara que sabe que no va a poder borrarse en días. Cuando Daniel le dijo aquello y vio a Andrea así pensó que quizás si había una oportunidad de comprobar si las pecas de sus labios saben igual a las del resto de su piel.

Andrea y Sofía, femslash, cuentos originales

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