Hace siglos que no me paseo por mi LJ y, sinceramente, ya tocaba. Así que ahora os toca a vosotros pagar las consecuencias. Además, tengo noticias que daros.
Lo primero, mi nick ha cambiando un poco. Ya dejé de ser la avergonzante "Sandra_kev", y no pienso explicar por aquí a qué venía ese nick, además de que ya lo saben casi todos, pero no quiero que quien no me conoce, me mire mal antes de tiempo, para convertirme en "lawliet_in_red", mi obsesión por el rojo y el hecho de que "Miss_Lawliet" y todas sus variantes posibles, e imposibles, estaban ya ocupadas. Así que, esa es la opción que más me gustó de lo que quedaba por ahí suelto. No es que sea lo que YO QUERÍA, pero no se puede tener todo en la vida, ¿no? Aunque yo no lo quería todo, sólo quería que mi nick fuera Miss Lawliet. -.-
Más cositas: La mega KDD en los Madriles con las frikis que os paseáis por aquí a diario. Hay que felicitar a
dryadeh por todo lo que hizo, por la organización de la quedada en si. A
crackbooh y
joanne_distte por no haber permitido que se perdiera ninguna oveja por el camino. Aunque eso también hay que agradacerlo a las espadas lasers de
crysania,
driate y a la mía propia. Pero que majas que estabamos las tres con las espadas! ^^ Nos faltaba el cartel que pusiera "Soy friki, no me casaré nunca y NO ME IMPORTA." ¿Qué más decir de la KDD? He necesitado tres días enteros para recuperarme, se nota que me estoy haciendo vieja, y no digaís que no que sé que doblaba la edad a algunas de las que estaban allí, que trauma tengo encima con esto de envejecer -.- Que fue genial reencontrarme con muchas y conocer a otras, la verdad es que no pensaba que lo iba a pasar tan bien, pero cuando arrastré mi cuerpo cual saco de patatas, a la cama del hostal, pensaba que una así no la aguantaria muy seguido, aunque ojalá pudiera hacerlo cada finde.
Más? Estoy enfermita y mi cerebro se embota TANTO que no me entero de nada... Lo cual, en parte, es bueno, pero sólo en parte, que no puedo ni escribir una entrada decente en el LJ y hace tres días que quiero hablar del capítulo tres de la cuarta temporada de Supernatural. OMFG! Pero lo haré otro día.
Hacía siglos que no traía algo escrito por mí, así que... Aquí hay algo, es original.
Una noche en las carreras
Unos problemas con su última herencia hicieron que Drussyla tuviera que salir un par de días de Washington para arreglar unos papeles en Connecticut, era algo que la incomodaba mucho, no le gustaba Connecticut, siempre hacía mucho sol y tenía que quedarse en casa más tiempo del que era soportable. Odiaba estar encerrada, era como intentar contener la bestia que tenía dentro, los vampiros no estaban hechos para vivir así y ella lo sabía.
La cita que tenía con los abogados era al caer el sol, eso eran muchas horas sin salir de esa habitación del hotel que olía a lejía.
-Al menos está limpió.- decía dejándose caer lentamente en el sofá mientras esperaba que el sol desapareciera para poder salir de una vez.
Como no sabía cuantos días iba a durar el papeleo, no se arriesgaba a comerse a nadie del hotel, no le parecía inteligente. Llevaba muchos años caminado entre los humanos y era mejor salir algo más lejos y buscar una presa que no pudieran relacionar nunca con ella. Eso la desesperaba e impacientaba más, notaba su mal humor creciendo dentro de ella, y luchando por salir. Necesitaba alejarse de ese encierro y, por fin, el sol se ocultó.
No tardó ni tres segundos en estar saliendo por la elegante puerta giratoria del hotel con un fino vestido negro y su larga melena pelirroja cayendo en bucles hasta media espalda. Cuando llegó al elegante despacho se vio rodeada de muchos abogados, todos hablaban de las extrañas circunstancias que rodeaban la muerte de su marido, Drussyla se hacía la viuda afligida con tanto talento que uno de ellos incluso se levantó para traerle un vaso de agua para que se tranquilizara. Drussyla lo derramó con las manos temblorosas y un falso llanto que hizo que los abogados se avergonzaran tanto, que le dieron el pésame y salieron del despacho sin atreverse a mirarla a la cara dos veces. Recogió su bolso y llamó a un taxi, quería hacer algo divertido, ir a algún lugar donde comer algo que valiera la pena de verdad y pasar un buen rato. Muchas veces sus presas eran una compañía interesante antes de pasar a ser comida. A Drussyla le gustaba jugar con la comida.
-¿Qué hay de bueno está noche en la ciudad? -le preguntó al taxista.
Este la miró por el espejo retrovisor interior, evaluándola con la mirada. Sabía que no le iba a ofrecer un antro en un callejón oscuro, ni una discoteca de música techno, su aspecto no era para ese tipo de lugares.
-¿Le gustan los automóviles antiguos de carreras? -preguntó sin alejar los ojos de la carretera.- Porque hay una carrera en memoria de Ayrton Senna en un pequeño circuito, es muy exclusivo. En el Madson.
Drussyla sonrió levemente, una carrera de automóviles antiguos, realmente era un buen lugar para visitar. Se acercó algo más al taxista, podía oler su sangre cuando se acercó por detrás y puso su cabeza cerca del reposacabezas delantero.
¿El Madson? Creo que mi marido y yo estábamos en la lista de invitados.
-¡Me encantan! -exclamó complacida. -Si llega pronto, no le mataré.
El taxista se echo a reír, no se reiría tanto si supiera lo cierto que había en esas palabras, pero Drussyla rió con él, como si de verdad bromeara y él apretó el acelerador.
-Nunca hay que hacer que una dama llegue tarde.
En pocos minutos estaban delante de la puerta del circuito. Había varios grupos de personas congregados cerca del circuito y una pequeña alfombra roja, al final de ella, dos enormes hombres que flanqueaban la puerta con cara de pocos amigos. Se fijó en un chico que hablaba con uno de ellos, su ropa estilo sport desentonaba con todas las demás personas que estaban en la cola, parecía que quería entrar pero, como era de esperar, no tenía invitación.
Si uno quiere colarse en este tipo de eventos, lo mínimo, es ir correctamente vestido.
-¡Venga, hombre! -dijo enseñando una identificación.- Soy periodista. Kevin. ¡Kevin Hoult! -dijo elevando un poco el tono de voz.- ¿De verdad que no estoy en la lista?
Drussyla caminó con paso firme hasta la entrada, el chico era muy guapo, olfateó con mucha discreción el aire y su aroma la hizo volverse hacia él hambrienta. De pronto cualquier idea que tenía de él cambió. Ese chico olía demasiado bien. Olía a fruta madura, a primavera.
Delicioso.
Agradeció mucho haberse puesto aquellas lentillas verdes que tapaban lo que, ahora mismo, eran dos ojos rojos sedientos de la sangre de aquel chico que intentaba entrar.
-No, no hay ningún periodista, ni ningún Kevin, en la lista. Lo siento.- decía el hombre de negro sin apartar la mirada de Kevin y con un rostro que lejos estaba de sentirlo.- Debiste decirle a tu periódico que la consiguiera.
Pudo sentir como olía su aliento cuando expulsó todo el aire que había en sus pulmones en un soplido de rabia y se alejaba un par de pasos, para volverse de nuevo a él con cara de enfadado.
-Necesito este artículo para el proyecto de la carrera. -explicó con tono suplicante.- Por favor... nadie se va a enterar. Entró, hago las fotos y me voy.
El portero parecía empezar a enfadarse con él, bufó molesto y se crujió los nudillos de las manos.
-Yo sí me enteraría, ¿entiendes? -decía como si le hablara a un niño.- Y me gusta hacer mi trabajo bien. Así que lárgate de aquí antes de que decida por cuantas partes quiero partirte la cara.
El chico se pasó la mano por la nuca, revolviendo su cabello, todo el aire olía a él y Drussyla se estremeció intentando captar cada partícula de su olor, imaginando su sabor. Notaba como su garganta quemaba, sedienta. Permaneció a la espera, de pronto, aquel joven con ese intenso olor le parecía lo más interesante de la noche. El chico se rindió, caminando con la cabeza agachada mientras arrastraba los pies y se alejaba. En lugar de entrar, Drussyla le siguió.
-¿Quieres entrar? -le preguntó a pocos metros de él.
Kevin se giró, sorprendido por la invitación y la miró con atención, como si intentara asegurarse de que, lo que había oído, era real.
-Claro que quiero entrar, pero no tengo invitación. -dijo caminando hacia ella mientras se encogía de hombros.- Y ese gorila no me dejará pasar sin ella.
Drussyla podía oír a su monstruo interior pidiéndole comida, pidiendo que hundiera sus colmillos en el cuello de ese chico, atravesando su piel y llenándose de él sin esperar un segundo más, pero había demasiada gente y demasiada luz. Aún no era el momento.
Sólo un poco más, Dru. Un poco más.
-Puede que hoy sea tu día de suerte. -dijo mostrándose tan encantadora como sus recatados modales le permitían.- Porque en esa lista está mi nombre y el de mi acompañante que, como puedes ver, no aparece por ninguna parte.
Kevin parecía complacido con lo que oía y se acercó un poco más a la joven benefactora que le había seguido con evidente interés y una sonrisa en la cara que dejaba muy claro que “entrar” era lo que más deseaba del mundo. Drussyla continuó hablando.
-Así que, si tú eres Frederick Richards está noche, podrás entrar sin problemas.- dijo sonriendo para luego poner una mueca de contrariedad y señalar su chaqueta.- Siempre y cuando hagamos algo con esa ropa que llevas.
Kevin bajó la mirada a su ropa. Unos vaqueros desgastados, una camisa de cuadros y, sobre ella, una chamarra de algodón. En sus pies, unas deportivas blancas.
-¿Qué tiene de malo mi ropa? -preguntó divertido.
-Nada, sólo que si vas a ocupar el lugar de mi marido, debes vestir como él.
Kevin palideció.
-¿Tú... tú marido? -preguntó nervioso.- No creo que eso sea buena idea... ¿qué pensaría él si...?
Pero Drussyla no le dejó terminar la frase. Acortando la distancia que había entre ellos y posando uno de sus dedos en sus labios mientras le miraba intensamente, sabía que no podría resistirse a ella. Nadie podía resistirse a ellos.
-Shhh... él no vendrá hoy, ni mañana. -y separó su dedo de él.- Y aquí hace frío. Vamos a una tienda, te pones algo elegante y entramos. Yo me divierto, tú tienes tu artículo y el mundo sigue su curso. No haremos daño a nadie porque entres allí.
Kevin parecía rendirse ante ella, ante su tacto, estaba tan absorto mirándola que no parecía haberse dado cuenta de lo frío de su roce. Asintió con la cabeza y Drussyla se colgó de su brazo con una sonrisa.
-Soy Drussyla Richards, tu esposa está noche. -dijo sonriendo.- Y, ahora, Kevin, vamos a convertirte en Josh.
Kevin sonrió complacido cuando escuchó decir su nombre.
-¿Como sabes que soy Kevin?
Drussyla rió, tapándose la boca con una mano mientras seguía colgada de su brazo.
-Una mujer siempre sabe como se llama su marido.- respondió con misterio.- Además, se lo gritaste a ese hombre de la entrada dos veces.
Kevin rió al oírlo, no recordaba haber levantado la voz, pero sí que estaba algo sulfurado y puede, sólo puede, que sí lo hubiera dicho un poco más alto de lo normal.
-Vale. Podría ser... Por cierto, ¿qué se supone que tengo que ponerme?
Justo cuando terminó la frase, estaban detenidos delante de la puerta de una tienda muy iluminada. “Gucci”. Kevin pareció palidecer tanto que Drussyla tuvo que asegurarse de que seguía vivo poniendo especial atención a los latidos de su corazón.
-No, no, no... -dijo negando con las manos.- Esta tienda es carísima.
Drussyla tiró de él, sin aceptar una negativa por respuesta, como si le costara hacerle entrar en realidad.
-Y Josh es millonario, nunca iría con algo que no fuera carísimo, así que, o Gucci o no hay artículo.
Antes de poder decir nada, ya tenían tres dependientas a su alrededor, una de ellas cogió el bolso de Drussyla y luego se acercó a por la chaqueta de Kevin, una mueca de disgusto cruzó su cara al ver lo que llevaba puesto.
-Mi marido a sufrido un terrible percance en el aeropuerto y ha perdido su maleta.- explicaba fingiendo sentirse realmente mal. -Necesitamos algo urgente, vamos a la carrera, no puedo ir con él si va con esas pintas de pordiosero.
Las dependientas comprendieron lo que Drussyla les decía y no dejaron que Kevin protestara, en menos de dos segundos ya lo tenían en una elegante habitación mientras le probaban un traje tras otro. Kevin escogió el más sencillo, no es que fuera pobre, había crecido en una familia acomodada, pero a él le gustaba más un estilo de vida sencillo, uno con el que pudiera sentirse cómodo sin tener que aparentar nada que no le gustaría ser y, tampoco es que dispusiera de esa cantidad en efectivo, sabía que Drussyla iba a pagar, no quería abusar de su amabilidad. También le consiguieron unos zapatos, algo de gel fijador para el cabello y perfume. Kevin no parecía el mismo chico que había entrado hacía un rato. Salieron de la tienda y Drussyla volvió a colgarse de su brazo, Kevin llevaba toda su anterior ropa en una bolsa.
-¿Qué hago con esto? No puedo cargarlo toda la noche...
Drussyla se giró, dejando que su cabello cayera sobre su escote y se acercó mucho más a Kevin, su suave y ligero vestido negro se ajustaba perfectamente a su figura y se fijó en como la respiración de Kevin se aceleraba con su proximidad.
-Puedes tirarla, no la vas a necesitar estando conmigo.
Pero él parecía reticente a tirarla, Drussyla esbozó una sonrisa y se adelanto sin soltarle, rozándole más de lo necesario y dejando que su vestido le diera una más que generosa visión de la piel que había bajo él. Agarró la bolsa y la dejó sobre un cubo de basura que había cerca.
-He dicho que no la vas a necesitar.
El corazón de Kevin se aceleró aún más y tuvo que reprimir una sonrisa, los hombres eran tan sencillos a veces. Se movió con lentitud y pasó su mano por el cuello de él, desde detrás de la oreja hasta la clavícula, acariciándole, podía oír como la sangre se agolpaba contra sus venas.
-¿Y... tu... tu marido? -preguntó con nerviosismo.
Estalló en carcajadas, alejándose de él, hacía mucho que una presa no le divertía tanto. Puede que este chico viviera más de lo que había planeado en un principio.
-Ya te he dicho que no te preocupes por él, tú sólo sonríe y no mires mucho al tipo que no te dejó entrar antes. Sostenme por el brazo derecho y camina con la cabeza muy alta, como si fueras mejor que ellos. -le explicaba vehemente.- La actitud es primordial en estos circulos.
No rechistó de nuevo, la agarró del brazo y caminó erguido, con una elegancia y un porte que nada tenían que ver con el chico que se había removido los cabellos con nerviosismo hacía un rato. Llegaron ante la puerta y ante la cadena roja que antes le había dicho que no era lo suficiente bueno para estar ahí pero, la actitud de los porteros era totalmente diferente. Les miraban con cordialidad mientras sacaban la lista.
-Buenas noches. ¿Nombre? -preguntó con cortesía.
-Señor y Señora Richards. -dijo Kevin con una sonrisa elegante en la cara y un tono de voz algo más grueso del que Drussyla había oído antes.
Si Drussyla hubiera tenido corazón, sabe que se hubiera acelerado. Ese chico era un artista, un descubrimiento entre tanta vulgaridad. Cada segundo que pasaba con él más segura estaba de que iba a ser una noche especial.
Puede que este sea uno de los que me dejan tan buen sabor de boca que me dan ganas de repetir. Es una pena que sólo te los puedas comer una vez...
El hombre examinó la lista y les miró de arriba a abajo de nuevo. Pudo leer claramente en la lista “Frederick Richards & Drussyla Richards”. Hizo una señal al otro que, sonriendo con elegancia mientras agarraba la cadena, se hizo a un lado para que pasaran cómodamente.
-Que tengan buena noche. -e inclinó la cabeza ante ellos.- Señor Richards, señora Richards.
Kevin sonrió triunfal mientras daba aquel paso del brazo de Drussyla y ella le miró a los ojos, tan llenos de vida, tan brillantes, tan felices que parecían iluminar la noche. Debía tener unos veinte o veintiún años, demasiado joven para morir, demasiado joven para que sus sueños se rompieran con la facilidad con la que una bombilla se hace añicos al caer contra el suelo. Una verdadera pena.
Si mi corazón estuviera vivo, se me partiría al tener que matarle... ¡Es una suerte que no esté vivo!
-¿Que te parece el lugar? -le preguntó sin apartar los ojos de él.
Sabía que a los hombres les gustaba eso, que se mostraran interesados en ellos, que no apartaran la vista de ellos, Kevin no iba a ser una excepción, aunque se sentía algo culpable por el de hecho de que, los vampiros, irradiaran ese halo que atrapaba a los humanos y, a pesar del miedo, les hiciera permanecer a su lado hasta que dejaban de respirar.
-Es... increíble.
Los ojos de Kevin recorrían el lugar velozmente, pero observando cada detalle, en pocos minutos le había contado a Drussyla lo elegante de las cortinas, que la cúpula estaba restaurada porque la anterior se quemó al caerle un rayo y que el automóvil de Senna iba a estar expuesto sólo aquella noche. Le notaba estremecerse y mirar anonadado todo el lugar; objeto por objeto y en conjunto. Drussyla se maravillaba ante tanto conocimiento. A veces olvidaba que los humanos podían ser tan fascinantes.
Sería un vampiro increíble... ¿Cuanto hace que no tienes un compañero?
-Me alegro mucho de que te guste.- Será el último sitio que pises en tu vida.- ¿Quieres que nos acerquemos más al automóvil de Senna?
Kevin la miró con el mismo brillo que los niños tienen en los ojos la mañana de Navidad, con alegría y bienestar, notaba como se contagiaba de la alegría de Kevin y como se iba entusiasmando más y más con la idea de hacer de él, algo más que un simple aperitivo.
Es guapo, joven, alegre, divertido. La eternidad es un tiempo TAN largo y hace tanto que estás sola. Puede que luego te pase como con todos los demás, que te canses de él y le mates. Pero, antes de eso, siempre es divertido y la nueva mansión es TAN grande.
Notaba las ganas, las ansias creciendo dentro de ella, le miraba y reía con él por cada cosa que él hacía o decía. Estaba fascinado con el lugar y demasiado atento a ella. Podía oír como se le aceleraba el corazón cada vez que él se fijaba en su escote, estaba convencida que ya estaba planeando como acabar la noche.
Podríamos pasar un buen rato juntos, luego le convierto, espero unos días y seguimos pasando buenos ratos.
Estaban en una zona alta, un pequeño balcón con unas pocas butacas que daban a la pista de carreras, tan sólo ellos dos y unas largas y pesadas cortinas de terciopelo rojo. Él se encaramaba por la barandilla a fin de tener mejor ángulo para las fotografías mientras ella seguía plácidamente sentada, sin apartar sus ojos de él un instante. Hizo fotografías de todo lo que veía. Drussyla llegó a pensar que Kevin veía a través de aquel objetivo más que con los propios ojos.
-¿En que piensas? -le preguntó Kevin de pronto girándose para quedar frente a ella.
Drussyla se fijaba en sus manos, eran perfectas. Firmes, fuertes, pero a la vez se veían delicadas y suaves, deslizándose por los diferentes botones de la cámara con la precisión de un pianista sobre su piano favorito y la firmeza de un médico en la mesa de operaciones.
-En que tienes unas manos muy bonitas. -dijo riendo.- Son grandes y fuertes, pero siguen siendo bonitas. Tienes los dedos largos, me gustan los hombres con los dedos largos.
Kevin rió y bajó la cámara, se llevó una mano al rostro y la pasó con un movimiento de negación divertido en la cara.
-¿Puedo? -dijo con duda levantando de nuevo la cámara y enfocándola a ella.
-Claro... -contestó cruzando las piernas de forma elegante.- Sólo sácame bien.
Apartó rápidamente un mechón de cabello de Drussyla de la cara y la enfocó con la cámara empezando a disparar varios flashes.
-Es imposible que tú salgas mal. Eres preciosa...- bajó el volumen de voz a un susurro que Drussyla no hubiera podido oír si no fuera porque era vampiro.- ¿Tu marido también tiene los dedos largos? -preguntó él acercándose más a ella.
Estaba claro que se acercaba demasiado, tanto que Kevin empezaba a poner su propia vida en peligro. Drussyla sonreía con dulzura, sin apartar la mirada de su piel. Podía oír su sangre corriendo más rápido a medida que se acercaba a ella.
-Yo ya no tengo marido, Kevin... -dijo sin apartar la vista un instante de él.- Murió, por eso sabía que no se iba a presentar esta noche.
Kevin retrocedió la distancia que, hacía unos instantes, había acortado. Su cara mostraba una evidente consternación. Inclinó un poco la cabeza a un lado y volvió a revolverse el cabello de la nuca con la mano, se le veía bastante incomodo.
-Kevin, cariño... -dijo con la voz más dulce que pudo.
Pero él la interrumpió quedando pegado contra la pared del balconcillo, poniendo la máxima distancia entre ellos.
-¿Cuando?
Drussyla se levantó despacio, con elegancia y se acercó a él, puso uno de sus dedos en la barbilla e hizo que la mirase a los ojos.
-No pasa nada. Está superado. Fue una desgracia, sí, pero ya está olvidado.
Pero él movió la cabeza, rompiendo ese efímero contacto sin ser rudo pero sí tajante. Parecía querer saberlo a toda costa. Drussyla suspiró, expulsando un aire que no necesitaba pero que, ahora le molestaba.
-Hace un mes. -declaró.- ¿Acaso importa mucho eso?
-¿¡Un mes!? -se llevó una mano a la cara, frotándose el rostro con fuerza.- Drussyla, eso no es nada. ¿Qué pasará si alguien nos ve aquí?
Ella negó con la cabeza, como si tuviera que hacerle comprender a un niño el por qué de que el cielo fuera azul.
-No pasará nada. Soy una viuda.
Él levantó la vista y la enfrentó a la de ella, había molestia en su mirada.
-Yo no soy así.- declaró señalando al suelo.- Yo no hago estas cosas. Soy un tipo decente.
-Y yo no lo pongo en duda, pero...- volvió a romper la distancia, pegando su pecho al de él, mirándole a los ojos con dulzura, poniendo su nariz en su cuello y aspirando su olor.- Me gustas tanto...
Sus palabras tuvieron el efecto deseado y sintió como la piel de Kevin se erizaba, su corazón se aceleraba y su sangre circulaba más rápido que antes.
-Tanto que no puedo... -dejó que la última palabra saliera en un susurró que parecía un gemido contra su piel.- controlarme...
El corazón de Kevin duplicó las pulsaciones antes de oír la última palabra. Cogió una de las manos de Kevin y la dejó en su cintura, instándole a que la abrazara, sabía que la tela era tan fina que podría notar su fría piel por debajo, pero Kevin no parecía molesto por aquel contacto, más bien, parecía que le gustaba. No hizo falta que le siguiera guiando. La otra mano se movió rápido por su piel, subiendo por su brazo hasta acariciar su nuca y acercarla para besarla. Fue un beso corto y suave, electrizante. Drussyla abrió los labios despacio, dejando que él marcara el ritmo de los besos.
Va a ser lo último que haga en su vida, debería dejarle que lo hiciera como quisiera.
Cuando se separaron, Kevin la miró a los ojos, había culpa en ellos. Drussyla vio que iba a decir algo, algo que seguramente tendría un tono amargo y una disculpa junto a un “no volverá a suceder” impreso y, eso no era lo que ella quería.
-Kevin, te dije que tú serías mi marido está noche, ¿no? -esperó a que el chico contestara, pero él sólo asintió con la cabeza levemente.- ¿Y no crees que esto es algo que él haría?
Y volvió a besarle, con más pasión que antes, acercándose más a él, respirando con fuerza para que notara como su pecho se hinchaba contra el de él. Con un rápido movimiento hizo que la pesada cortina de terciopelo rojo se cerrara y los dejara aislados del resto del mundo en aquel pequeño balcón. Cuando Kevin se dio cuenta se apartó rápidamente de sus labios.
-Drussyla, no debemos...
Puso uno de sus dedos en los labios de Kevin, haciendo una ligera presión, no quería oírlo, no le gustaban los perdedores y arrepentirse es de perdedores. Negó con la cabeza, mirándole fijamente. Pidiéndole para sus adentros que no se disculpara, si se disculpaba ahora, ese sería el final.
Tu final, Kevin, mide tus palabras.
-No debemos, pero PODEMOS.- dijo acercándose de nuevo para besarle.
Él se rindió a sus besos y Drussyla esbozó una sonrisa entre ellos, sentía cada vez más ganas de él, más ganas de hundir sus colmillos en su piel y deleitarse con el sabor de su sangre caliente. El aroma que se desprendía en cada beso era embriagante, tanto que la enloquecía y perdía la capacidad de pensar con claridad. Se movió más rápido de lo que un humano lo haría, pero Kevin no se dio cuenta de nada, seguía enfrascado en esa dulce batalla luchaban sus labios. Drussyla le había arrastrado hacia una pared, pero lo hizo al contrario de como solía hacerlo siempre. Esta vez ella misma se encerró entre él y la pared. Kevin soltó sus labios y empezó a besar su cuello, bajando con suavidad mientras una de sus manos acariciaba sus caderas.
-Eres increíble... -le susurró Kevin haciendo que una de sus manos empezara un ascenso por debajo de su falda.
Drussyla creía que iba a enloquecer, había pensado que quería justamente eso, hacer el amor con él y transformarle mientras lo hacían, pero su sed de sangre, su sed de Kevin iba en aumento a cada roce del chico. Pronto no podría contenerse.
Él seguía su camino de besos bajando, mientras sus manos ascendían por dentro del vestido y Drussyla dejaba escapar gemidos de placer. Una de las manos ya estaba enredándose en sus braguitas mientras que la otra había llegado a la parte baja del seno. Los ojos de Kevin brillaron de placer cuando se dio cuenta de que no llevaba sostén.
En ese instante él hundió su cabeza entre ellos, besándolos con pasión, le encantaba como su piel se calentaba bajo los besos que él dejaba en su piel. Podía oír su respiración agitada, su corazón latiendo tres veces más rápido de lo que lo hace normalmente, el calor de Kevin concentrándose entre sus piernas y, de pronto, nada. Kevin había separado sus labios de su piel y la miraba.
-No. -negó.- Esto está mal.
Drussyla maldijo, enfadada y le apartó con fuerza, con tanta que Kevin se asustó. Mantenía la cabeza agachada y se empezó a quitar las lentillas, cuando levantó la vista y la enfrentó a él sus ojos eran completamente rojos.
-Es una pena que seas un perdedor, Kevin, pensé que podrías valer.
Kevin retrocedió un par de pasos, lo justo hasta dar contra la otra pared. Su respiración estaba agitada de nuevo, nervioso, pero ahora de otra manera. Drussyla caminó tan rápido que estaba frente a él antes de que pudiera parpadear, le puso una de las manos en la garganta, impidiéndole gritar y moverse. Dejó que su lengua lamiera todo su cuello, hasta llegar a su lóbulo, se entretuvo un rato en él mientras el chico trataba de zafarse de ella, pero ya estaba utilizando sus poderes para convertir su traje en una especie de camisa de fuerza.
-Es una pena de verdad... -susurró en su oído con un tono que dejaba muy claro que disfrutaba con ello.- Porque ahora, vas a perderlo todo.
Se apartó un último segundo, poniendo su cara a escasos centímetros de la de él para dejar que viera sus ojos rojos y sus largos colmillos. Ahora que la camisa le apretaba se fijó en una cadena que colgaba en su cuello. Era de nudos grandes y con una especie de tribal, con una lentitud que sabía que debía doler, se la quitó sin tocarla con las manos e hizo que pasara por su cabeza.
-Me gusta.- dijo con voz infantil mientras la acariciaba con los dedos. Luego volvió a poner la mirada depredadora y levantó la vista pegando su nariz a la de Kevin y hablando contra sus labios que se movían pero de los cuales no salía ningún sonido.- ¿Por donde íbamos? -preguntó como si fuera un juego.- ¡Ah! Ya recuerdo. Yo iba a comerte.
El rostro de Kevin dibujo una mueca de terror mientras Drussyla le levantaba con una sola mano y le miraba divertida, como si mirara a su juguete preferido.
-Tranquilo, no duele mucho.
Y le bajó con la velocidad tan típica de los vampiros para dejar su cuello a merced de sus labios y clavar sus blancos colmillos en él. Sintió como se desgarraba su piel bajo su presión, lo hizo despacio. Notaba como Kevin trataba de resistirse pero le era inútil, la miraba con los ojos muy abiertos y una expresión de pánico en ellos mientras ella no dejaba de sonreír contra su piel. La calidez de su sangre la embriagaba, era exquisitamente dulce, incluso más de lo que le había parecido al olerla. Quería beberle despacio, pero en cuanto más bebía, más quería y no tardó mucho en profundizar aún más el mordisco para poder tener más de ese líquido vital entre sus labios.
Los pies de Kevin pataleaban cada vez más, presos del miedo y el dolor, Drussyla notaba como cada vez le costaba más llegar a la sangre y oía el corazón de Kevin cada vez palpitar más despacio. Se le iba la vida cada vez que ella aspiraba, con un deleite que rozaba el orgasmo, su sangre. Pronto sintió que le quedaba tan poca sangre que ya no podía beber más de él.
Alejó sus labios despacio, pasando su lengua por ellos, tratando de no perder una sola gota de aquella sangre que tanto le había gustado. Kevin aún respiraba cuando ella le sonrió con dulzura, igual a la primera vez que se había dirigido a él y le acarició la mejilla.
-Shhhh... Kevin... -susurró como si fuera una madre calmando a su hijo.- Ya está, ya pasó...
Y cuando vio el último resquicio de vida salir de sus ojos, se los cerró con una de sus manos y puso sus manos alrededor de su cuello, en un movimiento rápido y preciso, se lo partió. Después de eso le soltó sin delicadeza, su cuerpo chocó contra el suelo con un golpe seco, como si dejara caer un gran saco de arena. Se puso el vestido y las braguitas bien, cogió su bolso, el carrete que había en la cámara de fotos y salió del balconcillo sin ser vista. No se detuvo un instante hasta que llegó a la calle y se subió al primer taxi que vio.
-Al Ritz.