Título: 004. Caza nocturna
Autor:
srojaFandom: X-Men
Personaje/Pairing: Lobezno/Gambito
Prompt: 004.Interiores
Rating: NR-17 Al menos lo será con el tiempo.
Resumen: Tras ser abandonado en la Antártida por la mujer que amaba, Gambito decide no regresar con los X-Men
Advertencias: Los niños no son míos, son de Marvel, pero me los prestan para jugar con ellos. ^___^
Nota de la autora: Esta historia tiene lugar después del Juicio de la Antártida, así que mejor os pongo en antecedentes. Remy LeBeau, el ladrón oficial de los X-Men, fue secuestrado y llevado a la Antártida donde Magneto, disfrazado de Erik el Rojo, le sometió a un juicio en el que algunos de sus compañeros de los X-Men oficiaron de defensores y jurado. Pícara fue obligada a besarle y absorbió sus recuerdos, descubriendo que en el pasado Remy había trabajado para Mr.Siniestro, el científico loco archienemigo de la Patrulla. Remy le ayudó a reunir a los Merodeadores, el grupo que más tarde llevaría a cabo la matanza de los Morlocks, un grupo de mutantes deformes que vivían en las alcantarillas de Nueva York. Los X-Men consiguieron derrotar a Erik el Rojo y huir de su fortaleza. La encargada de sacar de allí volando a Gambito era Pícara, pero al haber absorbido ésta los sentimientos de culpabilidad de Remy sintió tal rechazo por el pobre cajún que acabó abandonándolo en el desierto helado de la Antártida para que muriera. Lobezno no participó en esa misión...
Total Palabras: 1.520
LDT:
La tableta 004. CAZA NOCTURNA
Remy se removió en el taburete y miró por encima de su hombro. El interior del club ofrecía el mismo aspecto de siempre, lleno de cuerpos moviéndose al ritmo de jazz, sinuosos, buscando el calor humano en medio de la penumbra y de la densa nube de humo de cigarrillos que lo impregnaba.
Y, sin embargo, pese al calor reinante, Remy había notado un escalofrío recorriendo su espina dorsal, como un mal presentimiento, el presagio de una tragedia.
Tal vez había llegado el momento de cambiar de aires, de buscar entornos más cálidos. Remy sabía que había abusado de la hospitalidad canadiense, hacía tiempo que debería de haber desaparecido, tres meses operando en la misma zona era casi un suicidio para cualquier ladrón que se preciara de ser discreto. Pero la añoranza del hogar y la suavidad del acento francés en sus oídos le habían retenido en Québec casi sin darse él cuenta.
Muy sutilmente, LeBeau bajó sus escudos psíquicos y dejó que su empatía recorriera el local en busca de sentimientos que pudieran explicar aquel repentino escalofrío. Detectó deseo, lujuria, pasión, y se recreó en ellos tocándolos casi físicamente con su poder. A veces Remy no podía evitar dejarse distraer por los sentimientos de los demás. Los humanos eran tan intensos en sus pasiones, como volcanes siempre a punto de estallar, y él se había convertido en un auténtico yonki de los afectos ajenos, ahora que los suyos estaban congelados.
Remy bebió un largo trago de bourbon y esperó a que el licor caldeara sus tripas antes de volver a concentrarse en su escaneo emocional. Notó cierta tristeza y algo de rabia, nada extraño en un club a aquellas horas de la noche, pero nada parecía dirigido específicamente hacia su persona.
“Es el frío --se dijo el mutante--. El frío y la soledad. Hora de volar lejos, LeBeau.
El ladrón apuró de un trago el resto del bourbon, dejó varios billetes sobre la barra y se puso en pie. Por un momento sus rodillas estuvieron a punto de fallarle: demasiado alcohol y demasiado cansancio. Remy se había pasado buena parte de la noche usando su empatía, algo que le debilitaba en exceso, pero que servía para recordarle que seguía vivo. El joven se apoyó en la barra hasta recuperar el control sobre sus propias extremidades, se ajustó las gafas oscuras que servían para ocultar sus ojos rojos de mutante y por fin pudo abrirse paso entre el gentío y salir del local.
El frío de la noche azotó su rostro anguloso y Remy se envolvió aún más en su largo abrigo. Lentamente recorrió la acera de la avenida a la que daba el club para doblar por una calleja más estrecha y solitaria, un pasaje que había recorrido miles de veces de vuelta a su piso alquilado. Aquella noche agradeció la soledad, se sentía especialmente cansado y deprimido y no quería compartir aquellos sentimientos con nadie. No es que hubiera alguien allí fuera dispuesto a hacerlo, por supuesto, nadie esperaba al cajún, nadie le quería, pero Remy ni siquiera tenía fuerzas para fingir interés por otro ser vivo a aquellas horas de la noche…
De pronto Remy chocó contra algo y retrocedió un paso, confuso.
--Excuse moi --murmuró.
Con cierto esfuerzo consiguió enfocar la vista y se encontró contemplando un amplio torso masculino envuelto en un grueso jersey de lana. Pese a que el cajún medía 1,85m, el hombre que se alzaba ante él le superaba unos buenos 10 cm. Era un rubio enorme, musculoso, pertrechado con unas gafas ridículamente pequeñas para alguien tan grande como él. Remy tragó saliva y se hizo a un lado.
--Lo siento, iba despistado…
--Tranquilo, amigo --el rubio le miraba con curiosidad, pero Remy no detectó ira alguna en él--, no ha sido nada.
Remy asintió, hizo un gesto vago de despedida y rodeó aquel muro humano para continuar calle abajo. Al llegar a la altura de una escalera de incendios medio oculta en la oscuridad y cuyo primer piso servía de techo a media docena de cubos de basura, Remy volvió a sentir un escalofrío. Sus ágiles dedos volaron al bolsillo de su abrigo, cerrándose sobre el viejo mazo de cartas de póquer. Remy tenía el poder de cargar con energía cinética cualquier cosa que tocara y hacerlo explotar, y mucho tiempo atrás había descubierto que una carta bien cargada era una estupenda arma arrojadiza: ligera, veloz y certera, lista para explotar nada más golpear su objetivo. Y Remy tenía muy buena puntería.
El joven ladrón aceleró el paso, sus largas piernas alejándole de la oscura escalera. Miró por encima del hombro. El gigante rubio continuaba clavado a la entrada de la calle. No era algo que le tranquilizara mucho, aunque el tipo estuviera lejos.
--Hallo, mon ami.
Remy se detuvo en seco. Una figura alta y delgada parecía haberse materializado frente a él. Con agilidad felina el acadio saltó hacia atrás y una carta apareció entre sus dedos.
--Tranquilo, monsieur --dijo la figura--. No pretendo hacerle daño.
--¿Qué quieres? --Remy hizo girar la carta entre sus dedos sin bajar la guardia, comprobando por el rabillo del ojo que el gigante rubio seguía sin moverse.
--Sólo hablar…
El hombre delgado dio un paso hacia él y un haz de luz quedó prendido de su cabello plateado. Remy parpadeó, sorprendido ante la belleza del desconocido, y sus escudos psíquicos oscilaron, captando un tenue destello de deseo que le hizo relajarse levemente.
--Lo siento, cher --dijo con un gran suspiro dramático--. Eres muy guapo, pero Remy está demasiado cansado y no busca compañía esta noche.
--Es una lástima, gumbo, porque a mí me apetece muchísimo la tuya.
Remy jadeó, sus dedos temblaron y la carta cayó al suelo. La reina de corazones pareció dedicarle un guiño socarrón cuando fijó sus ojos en ella, incapaz de alzar la vista del suelo, incapaz de moverse.
Incapaz de respirar siquiera.
--Logan --susurró.
Lobezno surgió de entre las sombras de la escalera y se acercó al joven. El hombre del cabello plateado dio un paso atrás permitiendo que el viejo mutante pudiera moverse alrededor de su presa, olisqueándola como una bestia salvaje a punto de darse un festín.
--Es curioso --comentó Logan con su voz profunda y algo rasposa--. Para llevar cinco meses muerto, hueles a gloria, Cajún.
Remy suspiró y por fin se atrevió a mirar al hombre que tenía frente a él. Logan le llegaba por los hombros, pero su sola presencia bastaba para hacerle sentir pequeño.
--Quítate esas estúpidas gafas, Gumbo --siseó Logan--. Quiero verte los ojos cuando intentes explicarme por qué has dejado que Tormenta llore por ti durante todo este tiempo.
--Cher…
--No la jodas más, chico. Obedece.
--Oui, monsieur.
Las gafas oscuras desaparecieron y Remy se encontró indefenso ante la penetrante mirada de Lobezno.
--Logan… --Remy suspiró y se pasó una mano por el cabello..- Je suis desolé…
Logan gruñó, dio un paso hacia él y un chasquido metálico anunció la aparición de su trío de garras. Remy dejó de respirar al sentirlas contra su cuello. Cerró los ojos y se resignó. Quizás aquel fuera su sino, morir a manos de uno de sus pocos amigos.
--Nunca más, cajún --casi rugió Logan--. Nunca más vuelvas a desaparecer así. ¿Me oyes?
Remy abrió los ojos, asombrado de seguir vivo, y bajó sus escudos lo suficiente como para leer los sentimientos de Logan: rabia, alivio y… ¿cariño?
--¿Cher…?
Las garras desaparecieron y una manaza se cerró sobre su nuca, obligándole a inclinarse hasta que su frente casi tocó la de Logan.
--La próxima vez que Ororo y yo tengamos que llorar tu muerte, más vale que estés realmente bajo tierra, chico, porque no pienso volver a pasar por esto sin una buena razón. ¿Queda claro?
Remy cerró los ojos y tuvo que tragar saliva para deshacerse del nudo de emoción que le atenazaba la garganta. Sabía que Logan no le soltaría hasta que le contestara, así que susurró con voz rota:
--Oui, cher.
Logan asintió, le olisqueó un poco más para comprobar que era sincero y finalmente se separó de él.
--Bien, y ahora vas a acompañarnos sin protestar y a contestar a unas cuantas preguntas.
Remy no quiere hablar sobre lo que pasó, mon ami…
Logan le dirigió una mirada ceñuda pero se encogió de hombros.
--Como quieras, chico. No hablaremos de Antártica…
--Merci, mon…
--… Sobre todo porque me interesa más saber por qué coño llevas tres meses robando obras de arte en Canadá.
Remy dio un paso atrás sólo para acabar entre los brazos del gigante rubio que se cerraron a su alrededor como grilletes.
--¡Logan! --protestó el ladrón, luchando por liberarse.
Lobezno sacó un cigarro casi con indiferencia, mordió la punta y escupió las briznas al suelo. Mientras buscaba su zippo, comentó como de pasada:
--¡Oh, sí! Remy, permite que te presente a mis amigos de Alpha Flight, Sasquatch y Northstar. El gobierno canadiense les ha encargado encontrar a un esquivo ladrón, así que tienen un montón de preguntas que hacerte --Logan sonrió, mostrando sus colmillos de forma amenazante--. Y cuando ellos hayan acabado, entonces serás todo mío… nene.