Vale, puede que el mundo no sea tan malo, y puede que no tenga que irme a vivir bajo un puente o, peor, con mi madre. Y es que ayer me ocurrieron varias cosillas que me han cambiado el humor.
Llevo un par de días mirando pisos y ayer por la mañana estaba por cortarme las venas: con los alquileres que se manejan ahora podría irme a vivir sola, sí, tendría una casa, PERO NO PODRÍA SALIR DE ELLA. Vamos, ni tomar café fuera, todo se invertiría en alquiler, facturas, comidas, gatos, la puta VISA...
Al borde del suicidio por mordiscos estaba yo cuando me ofrecieron la posibilidad de hacer artículos y estudios para otra editorial. ¡¡YUJUUUU!! El extra mensual marcaría la diferencia entre encerrarme a cal y canto o poder ir al cine. Tendría que seguir viviendo al día, sin ahorros, pero menos da una piedra.
Pues resulta que por la tarde la cosa se puso mejor. Quedé con mi amigo J. para charlar un rato, y nada más llegar me propuso que buscáramos un piso juntos. Para los que no recuerden la situación de J., resulta que se acaba de divorciar y vive en casa de sus padres, amargao perdido. De pronto los pajarillos comenzaron a cantar a mi alrededor: J. adora a mis gatos y viene sin muebles; comparte mis gustos musicales, se zampa todas las series de TV que hay (como yo) y encima es limpio y ordenado, lo que me empujaría a mí a serlo también (lo sé, lo sé, no es una confesión que me deje muy bien U__U) Vivir con él significaría poder buscar un espacio mayor, compartir todos los gastos (¡¡ahorrar, ahorrar!!) y no vivir sola, que últimamente estoy algo depre y me encierro en casa, cosa que me está sentando fatal.
Anoche le dije a J. que no quería precipitarme, que como tengo tiempo mejor me miraba pisos para mí hasta diciembre, y si para entonces no había encontrado nada buscaríamos piso a compartir, y él estuvo de acuerdo. No le va de dos meses. Sin embargo esta mañana he vuelto a hablar con él: venga, adelante, cuando el lunes vuelva de mi fin de semana de bodorrio familiar en el centro de España planearemos la búsqueda. Es que, lo mires como lo mires, será lo mejor.
Y por si la perspectiva de tener un techo sobre mi cabeza no fuese lo suficientemente buena, ayer volvió
El Mensajero. ¿Recordáis al chico que intentó invitarme a café? Pues ayer volvió a por otro cheque. Se lo entregué, se lo sellé y estaba a punto de cerrar la puerta cuando él se giró y me detuvo.
--Perdona que te lo pregunte, pero... ¿a qué hora bajas... bajáis a desayunar?
Empleó el plural porque mi nueva compañera de curro se acababa de asomar, muy sutil ella.
--A las 11.
--Oh, pues... --se mira el reloj--. , entonces queda poco para...
--Hoy no puede ser. Me viene una visita.
--Vaya...
Obviamente a estas alturas él debía pensar que yo intentaba quitármelo de encima (¡ni hablar! Es tan mono...), pero después de una rápida conversación con sí mismo debió pensar, "¡Qué coño!" y se lanzó.
--Oye, si algún día pasara por aquí a eso de las 11 podría llamar e ir a desayunar conti... con vosotras, ¿no crees?
--Claro --modo "perra on", voz y sonrisa insinuante incluidas--. Tú llama y bajaremos contigo.
--Genial --gran sonrisa--. , entonces hasta pronto, preciosa.
Definitivamente, hay cosas que te alegran la mañana. ¡Y con un poco de suerte, hasta la noche!