Jan 18, 2006 10:35
Por fin he cerrado la revista de febrero y estoy totalmente exhausta. O "drained", que dirían los ingleses. Creo que es una palabara fantástica para describir cómo me siento ahora, "agotada" pero con el matiz de "exprimida".
Y es que llevo casi dos meses de puro estrés en el trabajo, algo que ha alcanzado cuotas de locura en las tres últimas semanas.
Todo empezó hace unos dos meses, cuando a la grafista del despacho, Jennifer, le renovaron el contrato. En ese momento ella decidió que no se le habían contabilizado las horas y que era necesaria la revisión del finiquito. Efectivamente, se le había pagado de menos, así que mi jefe (que tiene muchas gilipolleces pero que siempre es justo con el dinero, eso se lo tengo que conceder), le pagó todo con carácter retroactivo. Peeeero, entonces ella decidió que si la gestora de mi jefe se había equivocado en aquello, seguro que la había cagado en otras muchas cosas (porque Jennifer está convencida de que mi jefe sólo está en este mundo para timarla), así que se llevó el contrato, el finiquito y el convenio al representante de CC.OO. de su pueblo, y éste le dijo que le iban a sacar 1200 euros más a mi jefe de cosas que le debían. Teniendo en cuenta que por mi posición cobro el doble que ella (aparte de que ella está a media jornada), se me pusieron los pelos como escarpias ante la posibilidad de que su finiquito doblara el mío.
Y ahí empezó el calvario. Durante un mes, Jennifer se dedicó a aparecer un día a la semana, recogía el nuevo finiquito + contrato, se lo llevaba diciendo "ya te diré si está bien" y no volvíamos a saber nada de ella en una semana. Pero como no sabíamos cómo tomárnoslo, si quería o no seguir trabajando o qué, no nos atrevíamos a coger a nadie para ocupar su puesto. Resultado: durante mes y medio he estado SOLA en la oficina, abriendo puertas, cogiendo teléfonos, atendiendo pedidos, redactando y corrigiendo textos, coordinando colaboradores Y maquetando cosas, algo que he tenido que aprender a todo trapo porque no tenía ni idea, por ejemplo, de cómo coño funcionaba el Freehand, que es el programa que se usa aquí. Total, que ni mear podía, oigan.
Lo más curioso del caso es que, por un lado, a mí me llegaban los contratos de ella y me los miraba, y por el otro, Jennifer me hacía confidencias del tipo "tía, es que M. no me quiere pagar lo que me toca" o "tía, es que según el convenio tendría que pagarme 6 euros más de plus de transporte, y por cada hora extra debería recuperar o cobrar hora y veinte minutos". Sí, cierto, cierto, pero según el convenio tanto ella como yo estábamos despedidas, ya que te pueden echar a la tercera vez que se llega tarde al trabajo, algo que hacemos toooodos los días.
Soy la primera en exigir justicia y que no me tomen el pelo, que se me pague lo que me pertoca por ley y que no jueguen con mis derechos. Pero como tengo 32 años y trabajo desde los 18 (en el tema editorial desde los 25), he pasado por muchos trabajos y sé lo que compensa y lo que no. Por ejemplo, antes que cobrar 6 euros más al mes, prefiero poder entrar a la hora que me pete (si llego media hora tarde no me dicen nada, por ejemplo), o disfrutar de la cocina de la oficina, donde puedo prepararme diariamente la comida, con lo que ahorro y como sano. Además, mi jefe nos llena la despensa con galletitas (maldito) y cosas que nos gustan. Si quiero determinado material de oficina mi jefe mi da dinero y me deja comprar lo que quiera siempre y cuando le dé a cambio la factura. Si he cerrado un número, puedo tomarme un par de días libres. Voy a los estrenos de cine y a los conciertos pese a no ocuparme yo de esas secciones, y puedo pedir libros a las editoriales y luego quedármelos. Mi jefe, como todo empresario, puede llegar a ser un capullo, sobre todo cuando zanja las discusiones con un "aquí el jefe soy yo", o cuando pretende darme lecciones editoriales él, que hasta hace un año ni sabía lo que era "parangonar un texto". Pero me paga muy bien y me da libertad, así que esos 6 euros me la sudan.
Pero a Jennifer no. Confundió el activismo sindical con el pedir por pedir, y llegó a la conclusión de que el empresario debía seguir al pie de la letra todos los puntos del convenio que le favorecían a ella y obviar los que no. Por ejemplo, lo de los 6 euros de transporte. En vez de 38 euros al mes por plus de transporte nos paga 32 por no sé qué cálculo que hizo su gestora. Pues bien, como Jennifer dio tanto por saco con el tema, la gestora cogió el convenio y lo miró con lupa. Resultado: le pagaron los 6 euros de más pero descubrieron que le estaban pagando 50 euros mensuales por un plus de titularidad que a ella no le correspondía. Por supuesto, cuando le comunicaron que le daban 6 a cambio de 50, ella puso el grito en el cielo porque "joder, tía, es que a él no le viene de 50 euros, si está forrao". Sí, hija, sí, pero a ti tampoco te venía de 6, que vives con un cincuentón al que te follas a cambio del alquiler del piso mientras tu novio cornudo te espera los fines de semana en tu pueblo.
Al final resulta que aquellos 1.200 euros que el del sindicato prometió sacar se han quedado en 0. Todo lo que reclamaba era falso, no le correspondía o, lo que es más increíble, ya estaba metido en la nómina. Total, que el capullo le ha hecho perder el trabajo a Jennifer, porque mi jefe ya no la quiere aquí, y lo entiendo: si yo hubiese estado en el sitio de Jennifer habría movido el culo para que en una semana todo hubiese quedado arreglado, y no en dos meses.
Pues bien, mientras el drama de Jennifer se desarrollaba ante mis ojos, dejándome más sola que la una, a tres semanas del cierre se desató el infierno musical. Resulta que mi articulista de música se retrasó muchísimo en sus entregas y, encima ni se molestaba en enviarme las fotos, que al final tuve que reclamar yo a las discográficas (cuando resulta que los periodistas cobran un plus si aportan las fotos). Este chico ya me tenía bastante escamada, porque escribe con el culo y comete faltas de ortografía hasta en su nombre de pila, lo que hace más difícil mi trabajo. Además, un par de números antes mi jefe había estado a punto de despedirle por:
EL CASO DEL GRAMMY INVENTADO
Resulta que le encargamos un artículo sobre los Grammy latinos e incluso retrasamos el cierre para meterlo en ese número. Pues bien, nos entregó un artículo flojísimo y lleno de incorrecciones. Cuando le preguntamos por todos los fallos respondió, tan alegremente: "ah, puede ser. Como no vi la gala..." 0__0
Aun así fui tan tonta que le di otra oportunidad, hasta que en este último número descubrí:
EL REGRESO DE ANA ROSA
Resulta que le había encargado un artículo sobre cierta cantante de gran culo, que me entregó tarde y sin fotos. Mientras lo corregía empecé a mosquearme porque casi no había faltas de ortografía, y de pronto llegué a una frase que hizo saltar todas mis alarmas de editora: "le dieron el papel protagónico". ¿Perdón? ¿Desde cuándo un catalanito de pro como este muchacho usa palabras como "protagónico"? Rauda y veloz copié una frase del artículo, la pegue en Google y... ¡¡sorpresa!! Ahí estaba su artículo. Cuatro hojas fruto del copy&paste más brutal que recuerdo haber visto. ¡¡Pero si hasta repitió los errores de mecanografía del artículo!! Vamos, que ni se lo leyó. Me tocó rehacer todo el puto artículo y le envié un mail donde, muy ofendida, le decía que 1) no iba a cobrar el artículo y 2) estaba muy cabreada con él.
¿Y qué me contestó el buen hombre? Pues que aparte de que no le parecía bien no cobrar (?) él tenía sus razones para haber hecho algo así, que vale que entendía que a mí no me interesaría escucharlas, pero que eran excusas la mar de buenas. Así llegué al capítulo que titularé:
SOY MÁS DESGRACIADO QUE MARCO
Según me contó en un lacrimoso mail, resulta que dejó preñada a una novieta suya y tuvo que llevarla a abortar. Y claro, entre el estrés, el trauma y el gasto económico, estaba que no podía con su alma. Para colmo de males su madre, deprimida ante las fechas navideñas, había intentado suicidarse con pastillas.
Vale, su vida es un drama, y eso podría llegar a excusar sus retrasos (aunque lo del aborto fue en noviembre y las entregas a mediados de diciembre), pero nada, absolutamente nada justifica un copy&paste, que es un delito contra la propiedad intelectual que tiene como penalización una cuantiosa multa, así como la retirada del mercado del producto.
Como para entonces yo iba de culo, decidí no contestar y seguir adelante. Y cuál no sería mi sopresa al descubrir que otro de sus artículos estaba sacado parcialmente de El Mundo Digital, mientras que el último que me envió era una copia de sí mismo: vamos, que intentó colarme un artículo que ya había utilizado hacía 3 números. ¿Cómo se puede ser tan cretino?
Total, que este tío se va a la puta calle pero ya.
Pues entre plagios y deserciones estaba yo llegando el viernes pasado al final del número, apuntito de enviarlo a imprenta, cuando me llaman desde allí para decirme que el fabricante de nuestro papel la había cagado sirviéndonos papel 1 cm más estrecho de lo normal. ¡Toma del frasco, Carrasco! Tuvimos que abrir tooooodos los documentos en FreeHand y volver a montarlos en planchas más pequeñas.
Estaba tan desquiciada que cuando el viernes por la tarde fui a entregar una traducción a mi otro trabajo, sufrí lo que denominaré como:
MOMENTO DE HUMILLACIÓN MÁXIMA
A las 6 de la tarde, aún sin comer y de los nervios, recibí instrucciones sobre el lugar de entrega: C/ Comte de Borrell nºXX. Y para allá que me fui, andando desde Plaza Cataluña sobre tacones. 20 minutos después consultaba la calle en el mapa de metro de la parada de Urgell, donde se indicaba que Comte de Borrell era la siguiente calle. Llegué, localicé el número del piso y llamé. Nada. Volví a llamar. Nada de nada. Cogí el móvil y mantuve la siguiente conversación telefónica:
"¿Dónde estás?"
"Aquí, en el estudio, esperándote."
"No puede ser. Estoy picando y nadie abre..."
"Te habrás equivocado de número."
"No, es el XX. ¿Verdad que hay una tienda de motos al lado?"
"Pues sí."
"¿Ves? Y al otro lado hay una librería..."
"No."
"¿Cómo que no?"
"Pues eso, que no..."
"¡¡Eso es imposible!! Estoy en Comte de Borrell nºXX, junto a la tienda de motos, ¡¡y hay una librería!!"
"..."
"¡¡La habrán inaugurado hoy, yo qué sé!!"
"Ajá.. Oye, ¿seguro que estás en la calle correcta?"
"¡¡Pues claro que sí!!" aquí me iba acercando yo a la placa de la calle. "¿Cómo voy a equivocarme? ¡¡Estoy en la calle Comte de... de... ¿Urgell?"
"..."
"¡¡No me digas que Urgell también era un conde!!"
"..."
"¡¡Desde cuándo!!"
"..."
"¡¡Y cómo se les ocurre poner nombres tan parecidos a dos calles seguidas!!"
"¿Te voy preparando una tila?"
"Sí, por favor."
Pero ya nada de esto importa, porque he cerrado la revista, hemos contratado a una nueva maquetista y mi jefe me ha dado los dos próximos días libres. ¡El mundo vuelve a sonreírme...!
Al menos hasta el próximo cierre...
O hasta que vuelva a tener (o no) noticias de Gusiluz. ¿Por qué es todo tan difícil...?
working girl