Vivo sin vivir en mí
Apatía. Autismo social. Dejadez. Solipsismo agudo. Y podría seguir hasta intentar dar con la palabra exacta que reuniera mi estado emocional de los últimos... ¿días? ¿semanas? ¿meses? Si ya lo digo yo que los años impares no son lo mío. Lo intuí entre la uva número ocho y el chinchin del brindis de las 00:00:13 de la noche de fin de año. ¿Absurdo?
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Y sí, toda la razón del mundo: la real life hace daño. Y mira que, en realidad, sé que soy afortunada y que no tengo derecho a quejarme porque no me ha pasado nada malo. Pero supongo que siempre esperamos más de todo. Si no fuera así, aún estaríamos viviendo en cuevas e intentando descubrir el secreto del fuego, ¿no? A veces creo que soy una quejica. Como me repetí mi padre durante mi etapa de adolescente rebelde: "te quejas tanto porque no tienes verdaderos problemas". Y supongo que un poco de razón tenía.
Pero es que nuestra generación no ha sido educada para no esperar más de la vida. Al menos yo tenía muchas expectativas depositadas en la vida. Y el día a día me las echa por los suelos. Ves lo dificil que es cambiar las cosas, que hay ciertas dinámicas instaladas que no vas a poder modificar y que, por mucho que te des de bruces con ellas, no vas a derrocarlas. Sólo te ganarás un chichón enorme. Pero bueno, a pesar de todo, sobrevivo.
Gracias por tus bellas palabras y tranqui, que cuando vea a la musa asomarse por la puerta, la agarraré del pescuezo y no la soltaré hasta que, al menos, tenga un drabble ;-)))
Muuuuuuuuuuuchos besos
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