[Fic] Michelle - Capítulo 3 (Spanish)

Dec 07, 2006 20:28

Oh, dios mío, lo conseguí!!!! *________* Terminé el capítulo 3, aleluya!!! Siento a mis fieles lectores la demora, pero hoy esaba particularmente inspirada y logré terminar en un tiempo récord una parte de un diálogo que se me había atragantado :P *^_^* <-- cara de satisfacción XD

Ehem, bueno, pues eso, vamos al lío:

Titre: Michelle - capítulo 3
Auteur: Amber
Rating: PG-16 por, euh... vedlo vosotros mismos :P
Disclaimers: Éditions Dupuis
Notes: Recordáis el tercer dibujo de este post, en el que aparecía un nuevo personaje que debutaría precisamente en éste capítulo? (bueno, clicad aquí si no sabéis de lo que hablo: http://community.livejournal.com/spirou_fandom/23124.html) Pues ya no tendréis que esperar más, basta con que empecéis la lectura para descubrir su identidad...



Aquella misma tarde fui sometido al interrogatorio más duro de mi vida. El más duro si descontamos al que me sometieron los agentes de la Berzpo por mediación del doctor Herr Kilikil(*)… o el particular método de tortura de aquel verdugo de la Palombia del siglo XVI(**)…
El tipo alto y estirado que acompañaba al Inspector Bichois resultó ser el personaje más intratable de los dos. No sólo me hacía preguntas inquisitorias casi a gritos, sino que encima desconfiaba por completo de mi palabra y me trataba con rudeza cuando no respondía lo que él quería. El propio Inspector permanecía en una esquina aparte, fumando un cigarro en completo silencio, observándonos a su subordinado y a mí y, de vez en cuando, increpándole para que no fuera demasiado duro conmigo.
Ahí delante de mí tenía al perfecto ejemplo del “poli bueno, poli malo” tan frecuentemente representado en las series policíacas.
Sobre el interrogatorio en sí… En resumen, fue una serie de enfrentamientos verbales uno tras otro entre el ayudante del inspector y yo. Tan sumamente repetitivo que no vale la pena reproducirlo por entero. Sí que reproduciré, en cambio, lo que fueron los últimos cinco minutos del mismo, que fueron además para mí los más reveladores:

- A ver… - suspiró el ayudante del inspector masajeándose las sienes mientras daba vueltas alrededor de la mesa donde yo permanecía sentado desde hacía casi media hora - ¿Qué relación guardaba usted con la víctima?
- Ya se lo he dicho cien mil veces… - repliqué casi tan harto como él de toda aquella comedia - ¡Mi relación con Michelle es pura y simplemente profesional!
- O sea, recapitulemos: - volvió a la carga el otro, cogiendo la silla enfrente de la mía y sentándose a mi derecha, apoyando los brazos sobre el respaldo - Conoce a un transexual en un café, éste le llama a su casa tres días después, quedan en una plaza apartada, donde se produjo la agresión… ¿Y pretende que me crea que su relación es solamente profesional?
- ¡¡Es la verdad!! Ella… digo, él… en fin, lo que quiero decir es que Michelle me buscó por un asunto de trabajo, para pedir que hiciera un reportaje. - expliqué de nuevo, por enésima vez en lo que iba de interrogatorio - Acordamos que volvería a contactar conmigo para entregarme una información, quedamos en aquella plaza y entonces fue cuando vi a esos hombres de negro disparándola, para luego huir con el sobre que Michelle iba a darme. ¡Punto! ¡No hay más! ¡¿Porqué se empeñan todos en decir que tenía algo más con ella… él… que había algo más entre nosotros?!
- ¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros! - me chistó y luego siguió: - Tengo entendido que usted visita con frecuencia el local de Madame Ginette… por lo que nos contó ella, es usted uno de los clientes favoritos…

Me sonrojé. El local de Madame Ginette (cuyo verdadero nombre es Giselle Lombardette) era una conocida casa de… digamos “mujeres profesionales de las ambiguas tentaciones”(***) La que regentaba el local era una antigua amiga de mi madre y aunque su relación se había enfriado hacía años (coincidiendo con el momento en que Madame Ginette se metió a ejercer el oficio más antiguo del mundo), ella me hacía el favor de concederme precios especiales y unas lindas acompañantes de una noche. De todos modos, no visitaba la “maison” con tanta frecuencia como aseguraba mi interrogador…

- Sólo una o dos veces, cada tres meses… - dije mirando nervioso a otro lado - Uno tiene que calmar de vez en cuando ciertas necesidades hormonales… ¿Pero eso que tiene que ver con…?
- ¿Tiene usted gustos… “inusuales” Sr. fantasio?
- ¿Co-cómo?
- Ya sabe… un transexual tiene lo mejor de cada hombre y de cada mujer… - insinuó él con ironía - Me pregunto si realmente quedó en el cafè con el Sr. Dèscartiers por cuestiones de trabajo…
- Pero… ¡¿PERO CÓMO SE ATREVE?! - exclamé, levantándome del asiento indignado. - ¡¿Con qué derecho se cree usted para indagar en mi intimidad e insinuar que yo…?!
- ¡SIÉNTATE! - me ordenó tirando de mí hacia abajo, obligándome con ese gesto a regresar a mi posición original - ¡Nosotros preguntamos e indagamos lo que nos da la gana! ¡¿Te enteras?!
- ¡Esto no es un interrogatorio, es un ultraje! - seguí gritando encolerizado - ¡¡Un claro abuso de autoridad que merecería ser denunciado en primera plana!!
- ¡¡CÁLLATE!!
- ¡Eso habrá que verlo! ¡Soy periodista, señor mío, y podría perfectamente airear sus trapos sucios como ha hecho usted con los míos si así lo quisiera!

Aquella amenaza no fue un movimiento inteligente por mi parte, lo reconozco; no hizo sino enfadar aún más a mi interrogador hasta el punto de golpear la mesa con ambas manos frente a mí. Por la forma en que me increpó a continuación, inclinándose hacia mí para que le mirara directamente a la cara, con los puños cerrados y temblando, daba la impresión de estar haciendo un enorme esfuerzo por no pegarme un puñetazo ahí mismo.

- ¡¿Te atreves a amenazarnos, capullo?! ¡¿Eh?! ¡¡¿Te haces el chulito con nosotros?!! - cada frase iba acompañada de su correspondiente dosis de saliva proyectada sobre mi cara - ¡¡TE AVISO QUE COMO TE PASES TE VAS A…!!
- Dégasse, basta. - le detuvo el inspector Bichois desde la otra punta de la habitación.
- ¡Inspector, no creerá que…! - protestó el tal Dégasse
- Yo no creo nada. - replicó sin dejarle acabar su frase. Su forma de hablar fue tranquila, pero contundente, lo que hacía más evidente su veteranía. - Lo único que tengo claro es que si sigues así, tendrá motivos más que suficientes para cumplir con sus amenazas… Déjanos solos. - ordenó a continuación, separándose por fin de la pared para encaminarse hacia la mesa.
- Pero…

El inspector, sin decir ni una palabra, se limitó a mirar a su ayudante con aquellos ojos oscuros enmarcados por unas cejas espesas y con unas prominentes bolsas bajo los párpados inferiores. Dégasse dudó un instante, dividido entre su sentido de la obediencia y su más que palpable rabia hacia mí. Finalmente el primero prevaleció y Dégasse se marchó a regañadientes y visiblemente irritado. Cuando por fin nos quedamos solos, el veterano inspector me invitó con un gesto a tomar asiento de nuevo, cosa que hice no sin cierta desconfianza. Quién sabe, pensé, si esa calma que destilaba no era sólo aparente…

- Deberá disculpar al subinspector Dégasse, señor Fantasio. - fue la primera cosa que me dijo - Está teniendo un divorcio muy difícil y el hecho de que su mujer haya vendido la exclusiva de su historia a una revista del corazón, con todo lujo de detalles truculentos, no le ayuda a mantener el buen humor…
- Sí, qué pena… - ironicé sin el más mínimo asomo de compasión por aquel tipo que me había humillado con sus insinuaciones - Pues cada cual tiene sus problemas inspector, pero todos procuramos no traerlos al trabajo…
- No pretendo que le comprenda… sólo que sepa a qué atenerse la próxima vez que amenace para salir del paso… - matizó con una media sonrisa, que desapareció en cuestión de segundos - Volvamos al caso: ¿dice usted que había quedado con Michel Dèscatiers para que le diera cierta información?
- Sí, sí, y mil veces sí - suspiré - En serio ¿cuántas veces voy a tener que repetirlo hasta que…?
- ¿Consiguió la información?
- ¿Cómo dice? - me extrañé por la pregunta.
- Lo diré de otra manera: ¿consiguió Michelle pasarle la información? - aclaró.
- No, no pudo, ya le dije que…
- ¿Jura usted que no tiene esa información en su poder, Sr. Fantasio?
- ¿A qué viene esa…?
- Conteste a la pregunta, por favor.

Me miró con la misma intensidad y contundencia con la que había mirado a su ayudante escasos minutos antes. Quizás esa fuera alguna técnica secreta para hacer confesar a sus interrogados o quizás era simplemente un hábito adquirido con los años… fuera como fuere, el caso es que le funcionaba.
Conmigo al menos funcionaba.

- Se lo juro, no tengo esa información. - respondí sinceramente - ¿Pero porqué ése interés?
- Porque de tener esa información, Sr. Fantasio - dijo sacando un papel del dossier que había encima de la mesa - estaría usted metido en un buen lío…

Y diciendo esto, me pasó el papel para que lo examinara. Lo leí y lo releí una y otra vez… y a cada lectura entendía cada vez menos.

- Pero… - musité a la vigésimo tercera relectura - ¿Qué significa esto?
- Para simplificarlo, Sr. Fantasio - se explicó el inspector encendiendo otro cigarro - eso que tiene en las manos es una denuncia… una denuncia hecha por el presidente de la Toy’s n’ Co., contra su exempleado Michel Dèscartiers, por hackear información industrial confidencial. Sospechamos que la intención del Sr. Dèscartiers era venderla a una empresa rival… usándole a usted de intermediario.

***

Salí de la comisaría poco después, sintiéndome muy extraño. Hasta entonces, había estado predispuesto a creer la historia que me había contado Michelle… y hete aquí que un inspector de la policía me cuenta una historia bien diferente. Una historia que, mirado fríamente, explicaba muchas cosas; porqué Michelle no acudió a un periódico más especializado, porqué se negaba a acudir a la policía, porqué quedó conmigo tan precipitadamente… Todo parecía encajar.
Pero entonces… ¿qué pintaban los hombres de negro en todo aquel asunto? Aún suponiendo que fueran gente de la empresa rival, ¿qué necesidad había de matar a quien iba a venderles la información?
¿En cuál de las dos versiones se suponía que debía creer?

- ¡Ey!

Spirou me hizo señas desde el otro lado de la calle, donde estaba esperando mi regreso. Crucé rápidamente antes de que el semáforo se pusiera de nuevo en rojo y él me recibió con una palmada amistosa en la espalda.

- ¿Qué tal el interrogatorio? - me preguntó.
- Lo mismo te pregunto. - dije. Sabía que el inspector había mandado interrogar también a mi amigo, aunque sospechaba que le habrían dejado marchar mucho antes que a mí.
- Breve. - contestó - No había nada que pudiera decirles, salvo lo que tú me contaste, así que ya estaba fuera a los cinco minutos… Oye ¿estás bien? Te noto muy raro…

No falla, a Spirou no se le escapa ni una. No era de extrañar, por otra parte, teniendo en cuenta la de años que llevamos siendo amigos, compañeros de trabajo y viviendo en la misma casa. Como ya dije antes, me conoce demasiado bien…

- Yo bien, pero me he enterado de ciertas cosas… y ya no sé qué pensar…
- ¿Me lo cuentas delante de una taza de café? - propuso mi amigo - Yo invito.

Sonreí, incapaz de decir que no a su proposición.
De esa forma, llegamos al Café Trihochet y pedimos sendos vieneses. Las coincidencias con mi primer encuentro con Michelle no se terminaban ahí; acabamos sentados en la misma mesa en la que conversamos aquella vez, sólo que ahora era yo el que estaba sentado en el asiento donde había estado ella y Spirou ocupaba el que yo había ocupado entonces.

- Ya veo… Dos versiones de la historia totalmente contradictorias - murmuró mi pelirrojo amigo tras escucharme pacientemente - ¿Te dijeron exactamente qué información era la que Michelle supuestamente había robado?
- Yo… no lo sé, la verdad, no entiendo nada… - murmuré - Todo es demasiado confuso…
- Tiene que haber alguna explicación a esto… - meditaba mi amigo mientras tanto - Además hay algo que no me cuadra, quizás si supiéramos las condiciones de despido de Michelle…
- Spirou, esto… esto me viene demasiado grande…
- ¿Qué?
- No puedo seguir con esto, ¿vale? Es mejor que deje el reportaje… que me olvide de todo este asunto…
- ¿Pero qué estás diciendo? - exclamó mi amigo escandalizado ante tal idea - ¡No puedes dejar a Michelle a su suerte ahora, ella que confió en ti para….!
- ¡¡Es que ya no sé si YO puedo confiar en ella!! - grité. Tras esto se hizo el silencio durante unos instantes, en los que mi amigo me miró intensamente, como reprochándome lo que acababa de decir - Después de lo que ha dicho el comisario… después de ver la denuncia… ya no estoy seguro de cuál es la verdad… y siendo así ¿cómo voy a seguir con esto? Quizás me esté metiendo donde no me llaman, quizás yo no… - suspiré sin poder añadir nada más.

Tampoco Spirou añadió nada. En los minutos que siguieron reinaba entre nosotros un incómodo silencio. Spip, que se encontraba en medio de ambos, nos miraba alternativamente, indeciso sobre qué partido tomar.

- Sí, tal vez tengas razón - soltó él finalmente - Tal vez después de todo no estés hecho para este caso…
- ¿Qué quieres decir con…? - intenté interrogarle, extrañado por la aparente facilidad con la que mi testarudo amigo había cedido. No me di cuenta de que la frase iba con segundas hasta que me interrumpió:
- Francamente, me decepcionas, Fantasio - dijo a medida que se levantaba de asiento y se ponía la chaqueta para salir - Tú siempre me has dicho que un reportero no debe atenerse a un único punto de vista… que debe contrastar la información, investigar e indagar hasta encontrar la verdad… ¡Pero adelante, tú mismo! Si quieres cerrar los ojos a la realidad, olvidarlo todo y hacer como si no hubiera pasado nada, no te lo impediré… ¡Nos vamos, Spip!

La ardilla me miró dubitativa por un espacio de tiempo breve, como lamentando profundamente la situación comprometida en la que se hallaba. Sin embargo, como es obvio por otra parte, acabó obedeciendo la orden de su amo y de un salto se subió al hombro de mi amigo. Y mientras, lo que Spirou me acababa de decir retumbaba en mis oídos… ¿podría a fin de cuentas, cómo él decía, hacer cómo si no hubiera pasado nada? ¿Olvidar que alguna vez conocí a Michelle, olvidar la injusticia por la que ella había pasado y que me había confiado, olvidar su miedo, su tono de urgencia cuando quedó conmigo por teléfono aquella maldita noche?
¿Acaso podría olvidar fácilmente la imagen de Michelle siendo disparada por la espalda?
Había que ser un auténtico insensible para olvidar algo así.

- E… ¡Espera, Spirou!

Mi amigo se detuvo prácticamente cuando ya estaba a escasos centímetros de la puerta. Suspiré derrotado, rascándome la nuca antes de ceder:

- Tienes razón, ¿vale? Iré… iré al hospital mañana y hablaré con Michelle… ¿Contento?

La brillante sonrisa que me dedicó al darse la vuelta hacia mí no dejaba lugar a dudas al respecto.

- ¡Tanto que te voy a invitar a otro café! - se ofreció.
- Uf… vale, pero en casa, por favor - le supliqué levantándome del asiento y mirando aprehensivamente a mi alrededor - Que tanto frecuentar este café me está dando escalofríos…
- Eso está hecho. - accedió Spirou pasándome amistosamente un brazo por el hombro.

De pronto, algo me amargó el buen humor que mi amigo me había contagiado: según salíamos fuera, entre el bullicio de la gente y los coches que pasaban, distinguí un coche negro aparcado frente al café, al otro lado de la calle.
Para ser más concretos, una limusina negra. La misma desde la que los hombres de negro dispararon a Michelle.
Todas las alarmas se dispararon en mi interior al verla de nuevo y me giré casi gritando a mi amigo, que había continuado camino sin darse cuenta de que yo ya no le seguía.

- ¡S-Spirou! - le llamé, agarrándole de un brazo precipitadamente, haciendo que él casi perdiera el equilibrio - ¡Spirou, mira, está allí!
- ¡¿El qué, qué pasa?! - preguntó mi amigo algo confuso por lo repentino de mi reacción.
- ¡Allí, mira, - le señalé donde había visto la limusina aparcada - justo en ésa esqui…! …na…

Sin embargo, la limusina ya no estaba ahí donde la había visto antes. Había desaparecido.

- ¡Pero vamos a ver, Fantasio! - exclamó mi amigo malhumorado - ¿Puedes explicarme de una vez qué es lo que has visto?
- Euh… - me rasqué confundido la cabeza - No… nada… serán imaginaciones mías…

Continuamos nuestro camino hacia el coche sin mayores incidentes. Pero no podía quitarme a la limusina negra desaparecida de mi cabeza. Hasta el punto en que por poco provoco un accidente con nuestro coche y otro que venía por la derecha en un cruce. Spirou me relevó al volante, reprochándome mi falta de atención y preguntándose en dónde tendría yo la cabeza para haber estado a punto de matarnos por mi culpa. Tan preocupado estaba por el asunto que apenas presté atención a su regañina y me limité a musitar un “lo siento” con la boca pequeña.
Mis reflexiones se prolongaron a lo largo de la noche, frente a la pantalla del ordenador, la pipa humeante en mis labios y con Spip a mi lado royendo las avellanas que le iba ofreciendo. ¿Realmente habían sido imaginaciones mías? Y en caso de que no hubiera sido producto de mi imaginación ¿qué hacía ahí la limusina perteneciente a los hombres de negro que habían atacado a Michelle? ¿Pasaría por el barrio de casualidad o acaso me estaban vigilando?
El misterio estaba servido.

***

A la mañana siguiente, volví de nuevo a la rutina diaria: desayuno con Spirou, ir al curro, atasco mañanero, llegar tarde, entregar artículos atrasados, pelearme con la impresora, café, esquivar al gato de Gastón, calmar a Prunelle, café otra vez, maldecir al ordenador que se acaba de bloquear, pelea con la máquina de café estropeada, aceptar el café ofrecido por mi secretaria, descanso para un aperitivo, escribir más artículos, mandar fotos a revelar, contestar al correo de los fans, echar un vistazo a mi blog, reunión con inversores, aceptar una tila ofrecida por Spirou, más artículos que escribir, ir a recoger las fotos, escanearlas para incluirlas con los artículos, más café…
Y así llegamos a las dos de la tarde, el momento del descanso para la comida. Momento que aproveché para hacer una escapada al hospital para visitar a Michelle, mientras Spirou se quedaba un rato más en la redacción, hablando con el director.
Decidí que, por tener un detalle con la enferma, le compraría unas flores.
Pero una cosa era decirlo y otra hacerlo. Escoger el tipo de flor más adecuado para regalarle a Michelle resultó ser una odisea. ¿Qué flores se supone que se les regala a un transexual? ¿Rosas? No, pensaría que me la quiero camelar… ¿Margaritas? Demasiado simple, además queda fatal regalarle unas margaritas a una chica, aunque sea en realidad un tío… ¿Pensamientos? Se marchitan enseguida… ¿Una orquídea? Demasiado caras… ¿Claveles? Nah, pensaría que la tomo por una bailaora… ¿Un cactus? (esto lo pensé en un momento de completa desesperación)
Al final, tras darle muchas vueltas, rechazar tres veces la ayuda de la florista y pasearme entre las macetas durante casi media hora, le compré un ramo de tulipanes amarillos. Algo neutro y que siempre queda bien.
Sabiendo que Spirou no tardaría mucho en venir a buscarme para irnos a comer juntos, me apresuré a llegar cuanto antes a la habitación donde tenían ingresada a Michelle. Tan pendiente del reloj estaba que cuando ya había llegado frente a la puerta, choqué con una chica que venía con las mismas prisas desde el otro extremo del pasillo.
Tras recuperarme del choque, la miré de arriba a abajo. Era joven, probablemente cercana a los veinticinco, rubia con el pelo muy rizado, menudita de cuerpo y de ojos grises. Ojos que me miraban con el mismo escrutinio con el que yo la miraba a ella. Y llevaba un ramo de tulipanes amarillos idéntico al mío.

- ¿Quién es usted? - pregunté inquisitivamente.
- No, ¿quién es USTED? - replicó ella con desconfianza.
- ¿Y a usted qué le importa? - respondí, igualmente desconfiado - Yo sólo he venido a visitar a un paciente.
- Yo también. - dijo con altivez - Y si no le importa, yo he llegado antes, así que pasaré primero. - dicho esto abrió la puerta de la habitación y decidió ignorarme.

“¡Pero tendrá cara, la tía ésta! Quién se habrá creído que es para…” pensé segundos antes de abrir la puerta y encontrarme con una insólita escena:
A la chica con la que acababa de toparme, dirigiéndose hacia Michelle con una sonrisa, llamándola “Cariño”… ¡y dándole un beso en la boca!

- Nina, cielo, ¿pero qué haces aquí? - había dicho Michelle segundos antes de recibir el beso, que se prolongó durante el minuto y medio siguiente… minuto y medio durante el cual, yo me había quedado parado en el quicio de la puerta, con los ojos como platos y la quijada caída prácticamente hasta el suelo.
- ¿Así me agradeces que haya cogido un avión urgente desde Roma nada más saber que estabas ingresado? - dijo la tal Nina poniendo los brazos en jarra. Después sonrió y le dio el ramo de tulipanes - Te las he comprado de camino hacia aquí…
- No te tenías que haber molestado… - murmuró Michelle, aceptando no obstante el ramo con una sonrisa.
- Todo es poco para mi niña… - sonrió la rubia melosa, antes de volver a besarla. Un minuto después, Michelle abrió un ojo, advirtiendo finalmente mi presencia.
- ¡Sr. Fantasio, qué alegría! ¿Estaba usted ahí?

Estaba y no estaba. O sea, que estaba hecho un lío. ¿No se suponía que Michelle quería ser mujer? Entonces… ¡¿entonces qué puñetas hacía besándose con otra mujer?! ¡¡No entendía nada!!

- ¿Conoces a este tipo? - inquirió Nina, mirándome con evidente desprecio y desconfianza -.
- ¡Pues claro! - sonrió Michelle - Éste es el hombre gracias al cual aún sigo aquí… Señor Fantasio - añadió procediendo a las presentaciones formales - le presento a Nina, mi novia.
- E-encantado… - tartamudeé aún un poco sorprendido, alargando la mano hacia ella.

Nina dudó al principio pero finalmente aceptó estrecharme la mano que le tendía, probablemente más por guardar las formas que por verdadera cortesía. No dijo ni media palabra mientras correspondía a mi gesto y sin embargo su gélida mirada era mucho más elocuente; si las miradas matasen, yo ahora mismo no estaría escribiendo este artículo…
Por fortuna para mí y para el resto de la humanidad, la naturaleza no había concebido los ojos como arma ofensiva. Lo que no quitaba para que me sintiera lo suficientemente incómodo y amenazado.

- ¡Vaya, tulipanes amarillos! - exclamó Michelle de pronto - ¿Cómo sabía que eran mis flores favoritas?

Recordé de pronto que aún llevaba el ramo en la mano, algo estropeado a causa de mi choque con Nina. Un poco avergonzado, se lo entregué a su destinataria.

- Pues… si le soy sincero - confesé - las escogí un poco a voleo…
- ¡Jajaja! ¡Pues tiene usted una muy buena intuición! - rió con ganas ella, tras lo cual aspiró el ramo para deleitarse con el olor de los tulipanes - Nina, cielo, ¿podrías ponerlas en un jarrón junto a las otras antes de que se estropeen…?

Con gesto rabioso Nina prácticamente le arrancó a Michelle el ramo de las manos. Luego cogió un jarrón que había junto al alféizar de la ventana y se lo llevó junto a mi ramo (que transportó de forma deliberadamente descuidada) hacia el cuarto de baño. En medio del murmullo que producía el agua que salía del grifo abierto, vagamente pude detectar cómo la temperamental rubita remugaba para sus adentros unas frases ininteligibles, pero que parecían claramente dirigidas hacia mí y no precisamente con intenciones halagadoras …
Hablando en plata, me estaba poniendo verde todo lo que quería y más.

- Le ruego que la disculpe, Sr. Fantasio - se dirigió Michelle confidencialmente hacia mí, con una sonrisa nerviosa - Nina es una mujer muy temperamental… y tremendamente celosa… - matizó - pero le aseguro que en el fondo es una persona muy agradable…
- Pues será en el fondo muy fondo, porque francamente no he visto una tía más borde en mi vida… - repliqué - La verdad es que no entiendo porqué sale con ella…
- Ya se lo he dicho, aunque no lo crea Nina tiene muchas cosas buenas que…
- No, no, no me refiero a eso… Lo que pasa es que… ay, no sé como decirlo… - intenté explicarme lo más diplomáticamente posible - Verá, es que… digamos que me choca un poco el que alguien como usted, que quiere convertirse en mujer, tenga novia y…
- ¿Y qué? - quien había dicho aquella frase, mirándome con una mezcla de rabia contenida y odio, había sido Nina, que acababa de dejar con gran estruendo el jarrón con las flores sobre una mesita auxiliar - ¿Acaso le molesta? … ¿o será que tiene algún prejuicio, mh?
- ¡¿Qué?!

Mi primera reacción ante tales acusaciones fue escandalizarme… aunque en mi fuero interno, y haciendo honor a la verdad, debía reconocer que algo de razón tenía… no es que fueran prejuicios exactamente… es que en aquel entonces apenas había empezado a asimilar la transexualidad de Michelle y el saber de pronto que estaba emparejada y además con otra mujer, hacía que en mi cabeza surgieran las más variopintas y truculentas teorías que pudieran explicar éste para mí inconcebible fenómeno…

- Cree que soy lesbiana… ¿es eso, verdad? - … ésa por ejemplo, era una de ellas.
- Oiga, si yo no… - balbucí, tratando de defenderme ante la mirada rabiosa de la rubia.
- ¡Era eso, claro! - me acusó señalándome en el pecho con el dedo repetidas veces - ¡Cree que soy una lesbiana frustrada que se lleva a los transexuales al catre como entretenimiento, verdad?!
- ¡Que no se trata de eso! Y aunque lo pensara, tampoco es asunto mío…
- ¡¡En efecto, no es asunto suyo!! - gritó ella aún más si cabe, pese a los vanos intentos de Michelle de calmarle los ánimos - Le voy a decir una cosa, Señor Don Prejuicios: mis sentimientos hacia Michelle son auténticos… ¡y si eso me convierte en lesbiana, pues vale, entonces soy lesbiana! ¡¡Y que les zurzan a usted y a su maldita sociedad prejuiciosa!!
- ¡¡Bueno, ya está bien!! - le repliqué, harto de semejante trato. Ya había tenido bastante con las acusaciones de Dégasse el día anterior como para ahora tener que soportar las paranoias de una chiquilla - ¡Tanto hablar de prejuicios y aquí la única prejuiciosa es usted, que me tacha de malpensado sin conocerme! ¡Si se cree que por ser mujer le voy a tolerar…!
- ¡¿Ah, sí?! ¿Y qué va a hacerme? ¿Pegarme como le hace a su mujer?
- ¡Cariño, déjalo…! - de nuevo Michelle trató de parar la pelea, los dos estábamos tan enfrascados en nuestra disputa personal que no le hicimos ni caso.
- ¡Para su información, señorita, estoy soltero! ¡Y me ofende que piense que pudiera tratar así a una mujer!
- ¿Soltero, eh? ¡Pues no me extraña nada, es usted insoportable!
- ¡Mira quién fue a hablar!
- ¿Fantasio? ¿Pero qué está pasando aquí? - un cuarto entró en la habitación de la discordia; atraído por los gritos, Spirou nos miró a todos sorprendido a más no poder - Cualquiera diría que estabas en plena disputa verbal con Seccotine…
- ¡¿Qué?! - Nina empezó a descargar su ira sobre mi amigo nada más apareciera en la puerta - ¡¿Usted también cree que soy una calientabraguetas?!
- ¿Eh? Pe-pero si yo acabo de llegar… - mi pobre amigo apenas pudo defenderse, de tan confuso que estaba.
- ¡Ya lo ves, Spirou! - le dije, señalando enfadado a la novia de Michelle - ¡Intento preguntarle a Michelle sobre la denuncia, y ésta tía va y se pone a gritarme sin más!
- ¿Denuncia? - por primera vez en aquella visita, Michelle me miró con preocupación.
- ¡¿Qué?! ¡Encima pretende denunciarme! - Nina tergiversó de nuevo mis palabras y aprovechó para volver a atacarme - ¡Pues se le van a caer esos ocho pelos de la cabeza, amigo, porque mi tío es un abogado de prestigio y le va a hacer comer sus denun…!
- Nina - la contundencia de sus palabras y la intensa mirada que le dedicó Michelle bastaron para hacer que su novia detuviera su verborrea en seco - Por favor, déjanos solos un momento.

La rubia por su parte la miró sorprendida unos segundos y después nos miró a mí y a Spirou alternativamente, para después volver a clavar sus ojos grises en su novia, inspirando profundamente para calmarse.

- Muy bien. Si eso es lo que quieres, te dejo con tus amigotes. - dijo, marchándose por la misma puerta por donde había entrado, obediente pero visiblemente ofendida - ¡Eso sí, la próxima vez que alguien te pegue un tiro, no esperas que venga corriendo de nuevo a tus brazos, desagradecida!

Y tras esto, pegó tal portazo que el sonido estuvo retumbando por los pasillos del hospital y por mis oídos durante un buen rato.

- Esto… - Spirou decidió romper el hielo disculpándose en nombre de los dos - Sentimos haberle causado tantas molestias, Michelle…
- No importa. Cuando se le pase el enfado volverá, siempre lo hace… - le quitó importancia ella - Ahora, hablemos de esa denuncia, señor Fantasio. - añadió dirigiéndose a mí - Para empezar ¿de qué denuncia se trata?
- De la denuncia que su jefe… mejor dicho “ex” jefe - expliqué - le ha puesto por hackear datos de la empresa, para luego venderlos a empresas rivales.
- Ya… debí imaginarlo…
- ¿Son ciertas las acusaciones o no?

Entre que tenía los ánimos encendidos por mi reciente discusión con Nina y que desde que hablé ayer con el inspector Bichois ya tenía la mosca tras la oreja, quizás pregunté aquello con demasiada rudeza. Sin embargo, Michelle me sostuvo la mirada sin vacilar, sin dejarse intimidar.

- ¿Quiere saber la verdad? - dijo al rato - Está bien… La verdad es que yo no robé esa información… aunque sí le pedí a un amigo que lo hiciera por mí.
- ¿Un amigo? - Spirou intervino en la conversación, interesado por el asunto.
- El único amigo que conservo del instituto desde que empecé mi cambio de sexo… - aclaró - Él es informático, le pedí que hackeara en el sistema de mi empresa para obtener la información que necesitaba… ¡Pero no se equivoque! - añadió dirigiéndose de nuevo a mí - Cometí un delito, sí, pero no lo hice por ánimo de lucro. Yo no soy esa clase de persona.

Aquella última frase la dijo mirándome directamente a la cara, su mirada tan contundente y decidida como sus palabras. Unos ojos que querían asegurarme, una vez más, que no me estaba mintiendo que nunca había pretendido mentirme. Y aunque aún mi mente se encontraba en medio de una duda razonable, de algún modo ella, con aquella mirada, me hizo sentir un poco culpable por dudar de su palabra. Quería por encima de todo la verdad… pero también quería confiar en Michelle.

- Está bien… - dije rascándome la cabeza para reflexionar - Vamos a suponer que su versión es la auténtica… y que por tanto no robó esa información para su beneficio económico… siendo así, entonces ¿porqué lo hizo?

Curiosamente, ella sonrió en respuesta y se puso a buscar algo dentro de su bolso.

- Esperaba que me lo preguntase, Sr. Fantasio - dijo - Y creo que para responderle, nada mejor que dejar que los datos hablen por sí solos… ¡Tenga! - añadió lanzándome algo de pequeño tamaño que apenas me dio tiempo a coger al vuelo.
- ¿¿Un… un pintalabios?? - dije extrañado al ver el objeto que ahora tenía entre las manos.
- Ábralo. - me invitó ella - Se llevará una sorpresa…

Obedecí… y en efecto, me sorprendí al encontrar, en vez de la barra de labios que esperaba, un conector para puerto USB.

- ¡Un pen-drive! - exclamé riendo
- ¡Qué forma tan original! - señaló Spirou
- Es más que original… ¡es único! - dijo Michelle con orgullo - Es un modelo exclusivo, regalo de mi amigo el informático. Además de ser un habilidoso hacker, le encanta hacer manualidades… Y ahí dentro - añadió - es donde está la información que quería entregarle…
- ¿Cómo? - me sorprendí aún más y mi amigo reaccionó con el mismo estupor - Pero yo creía que…
- El sobre era un señuelo - aclaró - Lleno de una gran cantidad de papeles, pero sin la menor utilidad ¡Tardarán en darse cuenta de que los documentos que había dentro no eran más que fotocopias de mis apuntes de economía! - rió a continuación.

Spirou y yo nos echamos a reír con ella… hasta que de pronto me acordé de la limusina que había visto el día anterior y empecé a atar cabos; ¡Pues claro que me seguían! Evidentemente, al contrario de lo que aseguraba Michelle, a éstas alturas ya se habrían dado cuenta del cambiazo…. y seguramente se quedarían con mi cara el día que intentaron matarla y al descubrir que el sobre en realidad no contenía lo que buscaban, pensarían que la información buena la tendría yo o que al menos podría indicarles donde estaba. Me habrían estado vigilando durante días, incluso era muy posible que ya supieran hasta dónde vivía… ¡o dónde tenían ingresada a Michelle! ¡Y de ser así, ella corría peligro…!
No obstante, aun no estaba seguro al 100% de que aquello que vi al salir del café no hubiera sido producto de mi imaginación… y estresar a la convaleciente Michelle por algo que podría ser simplemente un espejismo creado por mi obsesionada mente, me pareció una tontería. De modo que decidí callármelo, mientras ella me indicaba que la información buena, la que verdaderamente valía la pena, era aquella que tenía en el pen-drive que sostenía en mi mano.

- ¿Qué es lo que vamos a encontrar, exactamente? - quiso saber Spirou.

Ella calló unos instantes volviéndose seria.

- Eso… - dijo finalmente - le veréis en cuanto abráis los archivos que hay dentro… aunque os prevengo - añadió - que es muy posible que lo que veáis no os guste….

Quise preguntarle a qué se refería con ello, pero en ese instante la enfermera entró para hacer las curas y nos pidió que nos marcháramos para dejarle hacer su trabajo. Resignados, decidimos retirarnos por hoy.

- ¡Id con cuidado! - oímos que nos advertía Michelle antes de que la enfermera cerrara la puerta - No sé cuanto tiempo pasará hasta que se den cuenta de la jugada e intenten seguiros para saber dónde está la información verdadera…

Desafortunadamente, pensé fugazmente, yo sí lo sabía.
Ya habían empezado.

***

Un atasco en Boulevard Anspach, nos impidió llegar a tiempo al restaurante al que teníamos pensado ir, de tal manera que pasamos el resto de la jornada de trabajo con tan sólo un par de sandwiches en el estómago, de calidad bastante mediocre (y encima, a juzgar por la acidez que me dio horas más tarde, en mal estado) La tarde de trabajo fue casi una copia de la mañana, de modo que me ahorraré los detalles… Terminamos prácticamente cuando ya todos, excepto el señor Boulier y el conserje, se habían ido ya para casa. Spirou había terminado una media hora antes que yo y me esperó a la salida para volver juntos. Por mi parte, no me había desprendido del pen-drive ni un instante, con la intención de aprovechar cualquier inciso entre tarea y tarea para echar un vistazo a lo que contenía… dado que estuve trabajando sin pausa, no me había dado tiempo y al final de la jornada estaba tan cansado que decidí posponerlo hasta esa noche, a fin de mirarlo más tranquilamente en mi ordenador.
Una vez en casa, preparé “penne al pesto” de cena, para compensar el fracaso de la comida. Sin ánimo de pretender echarme flores, los platos de pasta son mi especialidad. Hasta a Spip, que tiende a nutrirse exclusivamente de frutos secos, le encantan. Y no hablemos ya de Spirou, que sin mis habilidades culinarias probablemente hace tiempo que se habría muerto de hambre.

- Bueno - dijo Spirou después de terminar de lavar los platos - ¿Vemos ya lo que hay dentro de ese pen-drive?
- Ya estaba pensando en ello - respondí sacándolo de mi bolsillo.

Los conectamos al puerto USB del ordenador que tengo en el despacho. Investigando en su interior, lo primero que hallamos fueron unos archivos de Excel que contenían los balances de gastos y beneficios de la empresa.

- Parte de los ingresos están injustificados - concluí tras echar un vistazo rápido - Michelle tenía razón, las cuentas no cuadran.
- ¿Y lo que hay en esa carpeta? - preguntó Spirou.

La carpeta de marras, que estaba justo al lado de los archivos de Excel, contenían varios archivos de texto. Abrí uno de ellos al azar… y nos llevamos una desagradable sorpresa.

- P… ¡¿Pero qué es esto?! - exclamé al encontrarme con un galimatías incomprensible formado por letras y símbolos en total desorden y sin sentido.

CONTINUARÁ...

* y ** Ver "QRN en Bretzelburg" y "El pasajero del tiempo" ("l'horloguer de la cométe" en el original) respectivamente
*** Lo de "profesionales de ambiguas tentaciones" hace referencia a parte de la letra de la canción "Working Girl" de Nacho Cano, que hace clara referencia a... pues eso, a las prostitutas :P

fantasio

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