Hoy he escrito algo en un comentario de
vivremavie que siempre he pensado. Como me parece interesante, lo pego. Si alguien se lo lee que se mire el masoquismo, a ver si lo tiene alto. Yo me quedo en sádico:
Decía una amiga que la pena es un sentimiento inventado por los católicos. Una especie de sentimiento de culpa por el "mal" ajeno que, al mismo tiempo que nos hace sentir también mal (y censurables antes Dios porque somos pecadores), nos exculpa de cualquier tipo de responsabilidad sobre el estado del otro en este mundo, ya que nos hace igualmente sufridores y nos exime de cualquier crítica por omisión de auxilio. Ya somos sufridores, ¿qué más quieres?.
Este sentimiento, sumado a esa maravillosa sensación que da el ser un censor social del prójimo, que da una posición de superioridad de la que nos gusta hacer gala, nos lleva a que toda la sociedad española educada en fuertes valores religiosos hace 2 o 3 generaciones tienda a "censurar" constantemente aquello que moralmente no le parece correcto maquillándolo de "pena".
Las generaciones posteriores, a la que pertenecemos nosotros, ya no usan la "pena" como arma, ya que el sentimiento de culpa ha desaparecido, y la iglesia con él. Lo que no se ha ido es la constante posición de censores, salvo que ahora lo políticamente correcto es la tolerancia. Tolerancia entendida como capacidad de sufrir lo que te irrita, no como respeto hacia las opiniones, prácticas o creencias distintas a las nuestras.
El triunfo de este mal concepto de la tolerancia tiene dos bases. La primera es porque el concepto de tolerancia derivada directamente de las primeras acepciones del verbo "tolerar", "Sufrir, llevar con paciencia", que es mucho más afín al sentimiento de "pena" del que hablábamos antes, salvo que está más relacionado con la miserable condición humana. Y el que tuvo, retuvo.
Por otro lado, así como la pena, esta acepción de tolerar nos convierte en censores de manera automática, con el consiguiente beneficio para nuestro ego. Toleramos algo aunque no nos parezca lícito o correcto porque eso automáticamente nos convierte en unos seres maravillosos, superiores moralmente al ser depravado al que tenemos que tolerar. Como un castigo divino sufrimos la "pena", porque somos tolerantes
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