...el vuelo de los pájaros de papel.

Nov 11, 2006 02:47


Me hace gracia imaginarme blandiendo el látigo (¡al suelo pobre bestia!), imponiéndote ese castigo que tú imaginas... una indiferencia propia de quien está acostumbrada a imaginar musarañas en las esquinas del techo... sólo me gusta dejarme llevar, irme hundiendo poco a poco en el agua salada del mar, abrir los brazos en cruz y dejar que la marea me lleve donde quiera... una aparición. A lo mejor un día amanezco cerca de tu orilla tranquila, con arena en las cejas y un vestido hecho con la vela de un barco muerto... No quiero ver hacer juegos malabares con las estrellas, sólo yo decido quién es digno de mi atención y quien no... y en qué medida puedo o no dar a puñados mi cariño. No me impresionan las grandes epopeyas... me encantan las cosas extrañas, pequeñas. Sé que debería mantener mis pies en el suelo, pero si ellos quieren elevarse un poco..¿quién soy yo para impedírselo?.

Sé que puedes ponerles bocas y nombres a mis animales (de plástico..) una colección fabulosa de historias que fueron, que son... o que nunca existieron más allá de las paredes de mi corazón (señores, ¡pasen y vean!) Yo las dejé ir, sin la promesa pactada de que algún día volverían.

Me encerraba en mi cuarto. Me sentaba con la espalda apoyada en la puerta para que nadie más pudiera abrirla. Quizás mi padre había roto la promesa de llevarme a algún lugar especial. Escondía la cabeza. Apretaba los dientes, pequeña, rebelde y teatral. El escenario estaba listo. Pero mi fachada de orgullo se venía abajo. Era una actriz demasiado pequeña, a pesar de todo. Hacía palomas de papel y las pasaba una a una por debajo de la puerta. Su figura imponente taponaba la luz que se colaba por debajo de la puerta. Su figura imponente taponaba la luz que se colaba por la rendija de la puerta, así yo sabía que él estaba ahi, y que las iba recogiendo una a una con paciencia infinita. Y su niña era la última en sumarse a ese vuelo migratorio. Eramos cíclopes. Juntábamos tanto nuestras caras que de pronto aparecía un sólo ojo, y entonces reíamos mucho. Una vez volví a hacerlo... pero para entonces yo ya era mayor, y el chico fumaba en silencio, sentado en la cama, meditando quizá si se había lucido lo suficiente o no. Le dejé uno de esos pájaros de papel debajo de la almohada, para que lo encontrara, pero cuando yo ya no estuviera alli. Nunca dijo nada.... no lo encontró, o prefirió callarse si le gustaba ese monstruito de papel, si se había pasado horas jugando con él para finalmente arrugar su pico de papel contra la mesilla de noche. Pero no importa. Eso ahora no tiene importancia.

Dejaré uno nuevo debajo de un cojín, frente al televisor. Como es de papel, no es como tú y yo, y le da mucho miedo la lluvia. Es listo y sabe que puede deshacerse en mil pedazos si se le ocurriese volar en una noche como ésta. Yo adoro la lluvia, pero no puedo culparle. Saltaré en los charcos esta noche, pero mirando las estrellas. Si te lo pido... si te hacen reir mis pies embarrados, puede que me dejes bailar entre tus notas, y me concedas un baile sin ritmo, sólo trazando círculos en el asfalto, abrazando tus hombros.

No voy a competir contigo, tus palabras son flores, flores de luto infinitamente suaves. Déjame cogerte la mano sin interrumpir tu trance de música. Sé que es un paraíso vetado donde sólo estais ella y tú. Pero sé que puedo abrir una brecha con una caricia de caleidoscopio, sin dañar tu paraíso siquiera un segundo. Esconderé un pájaro de papel para cuando me haya ido. Para no saber si en el camino la lluvia lo ha destrozado. O no.

[Y creo que volveré a caer...a caer...a caer...]
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