Título: Búsqueda
Fandom: La Premonición
Claim: Adrian Nightingale. Luke Brown
Palabras: 869 palabras.
Advertencias: ¿Angst? ¿Suspenso? ¿Gore? Díganme ustedes. :D
Notas: Esta es la ¿primera vez? que escribo algo como esto. Bueno, si ignoramos aquella vez en la que escribí el drabble del suicidio y los cortes… Btw, díganme qué opinan. ¿La idea no quedó muy enredada, verdad? xD
Oscuridad. Un frío arrollador que era capaz de helarle la sangre en las venas. El molesto y persistente tic-tac de un reloj que no lograba ver. El incesante ruido de las gotas cayendo. El susurro del viento. El sonido de la lluvia golpeando fuertemente el cristal y el techo. El ruido de sus pisadas junto con el frufrú que producía su túnica mientras caminaba.
Se estaba volviendo loco.
Hacía horas que había comenzado a escuchar ese ruido, a sentirse inquieto. Hacía horas que había empezado a recorrer ese desconocido lugar en busca de la fuente de su molestia e incomodidad. Había revisado cada pasillo, cada habitación y no había encontrado nada; sólo polvo, suciedad y miles de pruebas del paso del tiempo.
Estaba empezando a desesperarse. Su corazón había iniciado una carrera en su pecho y sus piernas habían aumentado la velocidad de sus pasos, haciéndole correr por los pasillos hacia un destino del cual no tenía la más mínima idea. Una palabra empezó a salir de sus labios, teñida de miedo, preocupación y desesperación, pero no lograba descifrar cuál era. Sólo sabía que le dolía el pecho cada vez que la decía, cada vez que abría una puerta y se daba cuenta de que la habitación estaba vacía.
Sin darse cuenta, había comenzado a gritar, a sentir que el aire tardaba más en llegar a sus pulmones, dejándolo exhausto y sin aliento en medio de su búsqueda. Veía su aliento formar una blanquecina nube frente a él, pero para ese momento no lograba percibir el frío ni nada de lo que acontecía a su alrededor. El dolor que estaba empezando a crecer dentro de su pecho era demasiado fuerte en esos momentos como para que él tuviese oportunidad de prestarle atención a algo más.
Se llevó una mano a la cabeza y aferró rudamente su cabello, mientras miraba a ambos lados del pasillo, como si de esa forma pudiese encontrar lo que buscaba. Emprendió la búsqueda nuevamente con las piernas temblándole debido al esfuerzo y el cansancio.
Corrió sin que le importase que el ruido del reloj hubiese incrementado o que el sonido de las gotas cayendo estuviese taladrándole el cerebro. Corrió sin importarle las veces que chocó contra las paredes o las puertas que se negaban a abrir. Corrió hasta que encontró lo que encontraba.
Había entrado a esa habitación antes, lo sabía, algo dentro de sí se lo decía. Había visto lo que estaba en esos momentos frente a sus ojos. Había tenido exactamente la misma reacción que en esos momentos: ojos abiertos de par en par; la boca abierta en un intento de grito que se había quedado atrapado en su garganta; piernas flojas que no parecían aguantar el peso de su cuerpo, haciéndole caer de rodillas al suelo; manos apretadas en puños, dejando marcas de semi-lunas en sus palmas.
Había sentido exactamente lo mismo que en esos momentos, al descubrir de dónde procedía el sonido de las gotas cayendo.
Las lágrimas corrían libres por sus mejillas y cuando se llevó una mano al rostro para limpiárselas, la descubrió manchada de rojo. Se miró ambas manos, y las vio temblorosas y cubiertas de sangre seca, al igual que las ropas que cubrían su cuerpo. Giró la cabeza y vio su reflejo en el espejo. El grito de terror que antes había tratado de salir de sus labios salió en esos momentos al ver su aspecto; al ver la expresión de su rostro.
La sonrisa de satisfacción que estaba dibujada en sus labios, parecía resaltar más que la sangre que cubría su rostro, más que sus ahora brillantes y rojos ojos. La expresión desencajada, casi maniática de su rostro, contrastaba con el dolor que estaba desgarrándole el pecho. El mar de recuerdos que empezaron a llegar a su cabeza no eran reales sino el producto de su imaginación, quería creer, pero una nueva imagen le demostraba que estaba equivocado.
Él no lo había hecho. ¡Él no lo había hecho! Lo repetía una y otra vez, mientras se aferraba la cabeza con sus manos, en un gesto desesperado, mientras su voz iba subiendo cada vez más hasta que sus palabras dejaron de ser un susurro desesperado y se convirtieron en gritos enloquecidos que le desgarraron la garganta y alertaron a los demás de su paradero.
Y cuando Luke llegó a la habitación y vio con horror como Anne se había desangrado sobre la cama, con el brazo colgando por el borde de la misma, formando un charco de sangre en el suelo debido a la herida que aun goteaba; cuando cayó arrodillado a su lado, con el rostro mojado por las silenciosas lágrimas de dolor que corrían por sus mejillas; cuando se giró para enfrentarse a él y se encontró con su misma mortificada y adolorida expresión de dolor en el rostro del hombre; cuando vio el cuchillo cubierto de sangre reposando al lado de las antes níveas ropas del Príncipe, no tuvo la fuerza suficiente para decirle que sí, que él lo había hecho, porque a pesar de todo, ambos compartían el mismo dolor.
Porque, a pesar de todo, ambos amaban a Anne; aunque cada uno, al final, había demostrado su amor de una manera diferente.