La Premonición | Capítulo 16 (parte 1)

Jun 12, 2010 17:02

Título: La Prueba
Fandom: La Premonición (Original)
Palabras: 9,387 palabras
Notas: Wah~ cuantas cosas pasaron en este capítulo. Y debo decir que estoy contenta debido a eso porque me moría de ganas por escribir lo que pasó en la última parte del capítulo. Desde ahora las cosas se van a poner mucho más interesantes. ¿Quien iba a decir que me iba a tomar dieciseis capítulos para llegar a dónde quería? xD Btw, si tienen dudas, quejas y sugerencias, ya saben lo que tienen que hacer. Y si encuentran algun error me encantaría que me lo dijesen. Revisé el capítulo un par de veces, pero al final nunca es suficiente y siempre se escapan errores. Y otra cosa, Anne llegó al Hellaven el 16 de mayo. Digo esto para que tengan una idea de tiempo que ella lleva en ese lugar. Bien, dejo la cháchara aquí. Me voy a escribir el capítulo diecisiete. Annyeong!



La Prueba

Ni bien había puesto un pie dentro de la casa, cuando Anne ya se había quitado el collar y bajado la capucha. Se había apoyado contra la puerta, cerrado los ojos y dedicado a respirar profundamente para intentar calmarse.

Después de que Adrian había estado de acuerdo con ella en que debía regresar a casa, Anne prácticamente salió corriendo del bosque buscando poner la mayor distancia entre los dos. Adrian no parecía haberse dado cuenta de que ella tenía un objeto mágico colgando del cuello, pero era mejor prevenir que lamentar.

Aunque debía admitir que su deseo por estar lejos de Adrian en esos momentos era más por el hecho de que había sentido demasiadas cosas mientras él la había estado tocando que porque temía que el descubriese que era una terrana. Y se sentía mal consigo misma por haber sido tan débil y haberlo dejado hacer lo que había hecho. Ellos apenas se conocían y ella ya había deseado que él la besase y siguiese tocándola.

Estar en el Hellaven la estaba cambiando demasiado o, en cambio, estaba sacando a la luz partes suyas que ni ella misma sabía que tenía. Ella siempre había sido una chica tranquila y demasiado tímida con las cosas relacionadas con los chicos. Por lo menos lo fue hasta que Solomon y ella se hicieron novios. Pero eso no significaba que ella era desinhibida, sólo que con su novio era un poco más atrevida. Muchas veces había deseado hacer y decir cosas y por su timidez no lo había hecho.

En el Hellaven pasaba todo lo contrario. A veces deseaba cosas, y si no fuese porque las circunstancias siempre estaban en su contra y la frenaban, estaba segura de que ya habría hecho la mitad de ellas. El mejor ejemplo de esto fue cuando sintió la insana necesidad de besar a Luke. Si no hubiese sido por Cecil y su intempestiva llegada, en esos momentos no estaría atormentándose con lo que había hecho sino enterrada varios metros bajo tierra.

Después de una profunda respiración que parecía estar liberándola de toda la presión a la que había sido expuesta en vez de estar llenando sus pulmones con lo que le faltaba, se alejó de la puerta y se dirigió hacia su habitación con gesto ausente. Estaba cansada y, para que iba a negarlo, la capa no estaba ayudándola a mantenerse caliente.

Luke apareció al final de un pasillo, provocando que la chica ahogara una maldición y que prácticamente cayese al suelo debido al susto. Se metió el collar en el bolsillo rápidamente, deseando que su gesto hubiese sido lo bastante disimulado como para que Luke no se hubiese dado cuenta.

- ¿Dónde estabas?-le preguntó Luke, fingiendo que no tenía interés en saber la respuesta.

- ¿Q-quien? ¿Yo? - respondió con visible nerviosismo. Luke sólo rodó los ojos y se cruzó de brazos.

-No, yo. -Luke no tuvo que decirle que pensaba que era tonta; ese pensamiento le llegó a Anne claramente junto con sus palabras. - ¿A quién más iba a preguntárselo?

-Este… yo estaba…-Anne no iba a decirle ni en un millón de años que había vuelto a romper las reglas y salido de la casa. Sabía de antemano que Luke no se iba a quedar muy tranquilo después de saber que ella había vuelto a ponerlos en peligro, y esta vez el asunto no estaba rodeado de los “Y sí…”; esta vez la situación había sido tan real que le provocaba escalofríos recordarlo -Yo estaba aquí. He estado aquí todo el tiempo.

Luke no le respondió, pero Anne no necesitaba que dijese una sola palabra para saber que no le había creído; ella era pésima mintiendo, y se daba el caso de que Luke era demasiado perspicaz. Cuando Luke empezó a avanzar hacia ella, acortando la distancia que los separaba, Anne se preocupó. Luke no tenía poderes pero seguía siendo más alto y más fuerte que ella, por lo que las desventajas que Anne tenía sobre él seguían ahí, prácticamente intactas.

Luke se detuvo a escasos centímetros de ella, provocándole a Anne un escalofrío y algo que algo que parecía ser anticipación. Esa era la primera vez que el joven estaba tan cerca de ella por su propio deseo. Anne no quería dejar que su imaginación se fuese muy lejos, pero igual eso no impidió que su mente recreara extrañas escenas entre ellos dos en medio de un pasillo, con una brevísima distancia entre ellos y con sus manos bastante ocupadas.

El joven se inclinó hacia ella con lentitud, con sus ojos grises prendidos de los azules de Anne. Anne exhaló un suspiro y hubiese cerrado los ojos si no hubiese sido porque el lazo que los mantenía atados a los de Luke era muy fuerte. No entendía muy bien qué estaba pasando, Luke no era de esa forma, nunca había mostrado el más mínimo indicio de querer hacer algo con ella o de querer estar cerca de ella, pero en esos momentos parecía ser todo lo contrario. Parecía querer estrecharla entre sus brazos y no soltarla nunca; parecía querer ver sus pensamientos a través de sus ojos.

Antes de que Anne pudiese darse cuenta, la mano de Luke, esa que ella había creído que iba a posarse en su cintura, se había metido en el bolsillo de su abrigo y había sacado el collar. El quejido que salió de sus labios era más de indignación por no haber hecho lo que ella estaba pensando que haría que por haberle robado su collar. Y la sonrisa cargada de satisfacción que apareció en el rostro de Luke no la ayudó a sentirse mejor.

-Devuélvemelo.

-No tengo por qué hacerlo. Tú ya no necesitas esto.

-Eso no te da el derecho a quitármelo. Eso es mío. -Empezó a saltar como una niña pequeña para tratar de quitárselo. Luke lo mantenía en alto, lejos del alcance de Anne con una facilidad que era incluso ofensiva.

Después de unos instantes, bastante molesta, se detuvo frente a él y se cruzó de brazos; Luke aprovechó la oportunidad para guardar el collar en uno de los bolsillos de sus pantalones.

- Bien, quédatelo. Aunque no sé qué es lo que vas a hacer con el; no es como si el collar pudiese protegerte o algo así.

Justo en eso momento algo llegó a su cabeza. Cecil le había dicho que la primera vez que Luke había tocado el collar había sido atacado por algún hechizo protector. Pero en esos momentos Luke estaba bastante bien y no mostraba indicios de haber sido atacado con nada.

-No voy a usarlo, si es lo que estas pensando. Voy a… hacer un experimento con el.

- ¿Y cómo se supone que vas a hacer eso?

-Con magia, por supuesto.

-Pero…-ella iba a recordarle que él no podía hacer magia, pero prefirió morderse la lengua. Luke se ponía muy susceptible cuando tocaban ese tema. - ¿Y no se supone que no puedes tocar el collar? Cecil me dijo que te había afectado la primera vez.

Luke pareció recordar lo que había pasado la noche en la que había tratado de quitarle el collar a Anne. Recordó perfectamente el choque de electricidad en sus dedos, el dolor que vino cuando chocó contra la pared, el mareo. Era extraño que en esta ocasión el tocase el collar y no le afectase. La magia no era selectiva así que el hecho de no tener poderes en esos momentos no lo hacía inmune. Aunque quizás se debía al hecho de que no había tocado el dije esta vez.

Sacó el collar de su bolsillo, sosteniéndolo bien en alto por la cadena en vez de por el dije. Anne no parecía tener intenciones de quitárselo esta vez, por lo que se relajó un poco. Con gesto dubitativo tocó rápidamente la piedra en forma de corazón con la punta de su índice izquierdo para ver qué pasaba. Sintió un ligero cosquilleo, que podía incluso ser debido a otra cosa. Volvió a tocarlo, esta vez rodeando el dije con su mano. Volvió a sentir el cosquilleo, esta vez mucho más fuerte que antes, recorriendo su mano en un camino ascendente hacia su brazo. Pero fuera de eso el collar no le provocó nada más, ni risas tontas mucho menos desmayos o golpes contra la pared.

-Al parecer ahora soy inmune a esta cosa. - Quería suponer que era debido a eso y no a algo más.

Anne no dijo nada, molesta como estaba por haber perdido (temporalmente) su collar. Luke no iba a despojarla de la única cosa que le permitía salir y ver a Adrian (porque, por más tonto y arriesgado que sonase, ella quería, tenía, debía, volver a verlo). Aunque tuviese que meterse en su habitación y ponerla patas para arriba para encontrarlo, ella iba a tener su collar de vuelta.

Luke la vio alejarse rumbo a su habitación, con una graciosa expresión en su pecoso rostro. Iba murmurando cosas, seguramente insultos hacia su persona, lo que hizo que su sonrisa fuese aun más grande. Cuando cayó en la cuenta de este pequeño detalle, dejó de reír, fingió una tos a pesar de que ya nadie lo veía, y se encaminó hacia la biblioteca. Un “tonta terrana” abandonó sus labios segundos más tarde, al darse cuenta de que en los últimos días le estaba resultado demasiado difícil mantener su fachada de tipo rudo y sin sentimientos frente a Anne.

Ella lo hacía sonreír cuando nadie más que Camille lograba hacerlo; ella seguía haciéndole hacer cosas que nunca había hecho; ella seguía estando allí, aun cuando él hacía hasta lo imposible por alejarla de él. Era una chica muy tonta, y él a veces daba gracias a los dioses por este hecho (aunque al final terminaba confundido, preguntándose por qué lo había hecho).

Ya en la biblioteca, Luke se sentó en la mesa que había ocupado toda la noche, donde aun reposaba abierto el libro que Anne le había dejado. Puso el collar sobre la mesa y se dedicó a continuar con su tarea de revisar el libro hasta que encontrase algo que le ayudase a recuperar su magia. Era algo tonto buscar este tipo de ayuda en un libro de historia, pero como ese en especifico estaba contenida toda la historia del Hellaven (sorpresivamente no era tan grueso), con datos sobre otros libros donde se pudiesen encontrar más informaciones sobre sus temas, era un muy buen inicio.

Y lo que él estaba buscando no era algo muy descabellado, desde su punto de vista. En algún momento de la historia alguien debió haber pasado por lo mismo que él y había sido documentado; esa era su única esperanza: que él no fuese el único. Después de varias horas de búsqueda, de revisar el índice en más de una ocasión, deseando que se le hubiese pasado algún detalle, encontró una cita, breve pero que era como un rayo de luz después de un aguacero.

“…Después de la pelea, debido al estrés y los golpes a los que fue sometido, sumado al hecho de que había utilizado una gran cantidad de magia, el guerrero cayó inconsciente al suelo y fue rescatado horas más tardes por un hellaveniano curioso que había ido a ver como habían terminado las cosas en el campo de batalla. Cuando despertó, en un lugar desconocido, rodeado de personas que lo miraban con una mezcla de orgullo e incredulidad, sintió que algo le faltaba; minutos más tardes, cuando había tratado de conjurar algo de ropa para cubrir su torso desnudo, se dio cuenta de que no podía realizar ni siquiera el más pequeño e insignificante hechizo.

Días más tarde, después de un merecido descanso y de haber sanado sus heridas, su magia volvió con una explosión de chispas aun cuando él no había hecho el intento de realizar ningún hechizo…”.

Aparte de eso, no había nada más referente a la carencia de magia. Revisó el libro en el que supuestamente se hablaba más sobre el asunto, pero no encontró ninguna información que pudiese serle útil. En su caso, descansar y sanar sus heridas no le había servido de mucho. Si se tomaba en cuenta este detalle, su magia hubiese regresado a la mañana siguiente, debido a que su capacidad de recuperación era alarmantemente veloz. Pero nada había pasado ese día, ni en los que siguieron por venir.

Con un suspiro cargado de cansancio, se puso de pie, tomó el collar de la mesa y se dirigió hacia la salida de la biblioteca dispuesto a encerrarse en su habitación para descansar; de todas formas, no podía hacer nada más que eso en esos momentos. A la mañana siguiente iría a la biblioteca y buscaría entre la vasta colección de libros que allí se encontraban hasta dar con alguno que fuese más esclarecedor; hasta entonces, dormir era la mejor opción.

***

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Anne después de enfundarse en varios abrigos y sus pantalones anchos, fue ir a la biblioteca para ver si Luke se había despertado. No se atrevía a entrar en su habitación porque sabía de sobra que al chico no le gustaba que metiese la nariz en donde no la llamaban, lo que era una forma amable de decir que si ella volvía a entrar él le iba a arrancar la cabeza... literalmente. Luke podía llegar a ser muy exagerado a veces, pensó Anne mientras en su cara aparecía una mueca de disgusto debido a esto.

Ya en su lugar de destino, llamó a Luke un par de veces, y al no recibir respuesta supo que el joven no andaba por ahí. Quizás había decidido quedarse un rato más en la cama o había salido de la casa; en realidad había tardado mucho en hacerlo, si ese era el caso.

Se encaminó hacia la mesa, en donde el libro de historia aun yacía abierto prácticamente por la mitad. Sintiendo curiosidad por lo que había estado leyendo Luke la noche anterior, se sentó y empezó a leer el contenido de las enormes páginas de viejo y amarillento pergamino. Sus dedos se paseaban sobre la hoja con sumo cuidado, como si temiesen borrar la tinta sólo con su roce. El libro se veía tan viejo que ella tenía la extraña sensación de que debía tratarlo con el mayor cuidado posible para no arruinarlo.

La parte en itálicas en la primera página destacaba tanto que era imposible no leerla a pesar de que estaba casi al final de la hoja. Lo que leyó le dio una idea de por qué Luke tenía tanto interés en el libro. Era obvio que, a pesar de que se mostraba calmado y hasta algunas veces resignado, Luke quería y tenía la intención de recuperar su magia. Y era lógico y de esperarse teniendo en cuenta el hecho de que era una parte importante de sí mismo y de su idiosincrasia lo que había perdido. Anne incluso podía decir que estaba sorprendida de que él no hubiese tomado medidas drásticas para resolver todo ese embrollo mucho antes.

Queriendo saber si allí había algo que ella pudiese hacer para ayudarlo, aunque el pensamiento de que qué podría hacer una simple terrana para remediar semejante asunto pasó por su mente y se quedó allí hasta que se cansó de leer y no encontró algo útil.

Se puso de pie y dio varias vueltas por la biblioteca, mientras juntaba todas las piezas que tenía de ese viejo y destruido rompecabezas. Luke había perdido su magia gracias a ella, debido a algo que le había dicho o hecho, eso estaba claro, el punto era saber qué había sido eso. Pensó en preguntarle a Luke pero desechó la idea inmediatamente; la reacción de Luke no sería para nada agradable de ver.

Aparte de eso estaba el asunto de que cada vez que ellos se tocaban pasaba algo, como una corriente eléctrica entre sus cuerpos. Sonaba bastante cliché incluso para ella pero era la verdad: ante el más mínimo roce sus cuerpos enviaban una descarga hacia el otro que había llegado a ser hasta dolorosa en una ocasión. Pero desde que Luke había perdido su magia eso no había vuelto a pasar. Aunque ella no podía decir con exactitud que esa pequeña parte de su relación había vuelto a estar entre ellos porque desde la noche en la que toda esa odisea había comenzado ellos no se habían vuelto a tocar. Y eso tampoco significaba que ellos lo habían hecho muchas veces antes de eso.

Quizás, pensó, si ella volvía a tocarlo o a ponerlo en algunas de las situaciones incomodas por las que pasaban en un principio, eso lo ayudase a recuperar su magia. Porque, si lo veíamos de forma más gráfica y simple, era magia lo que pasaba entre los dos cuando se tocaban. Con el pensamiento de que quizás no sería una mala idea intentarlo, aunque después tuviese que ponerse compresas frías debido al golpe que le daría Luke por ser tan atrevida, salió de la biblioteca dejándolo todo tal cual lo había encontrado.

***

Después de su visita a la biblioteca de la ciudad y de haber leído una que otra cosa que podría servirle de ayuda (sólo funcionaria si alguien con magia lo hacía, y como él no tenía a quien pedirle que lo ayudase…), Luke había decidido hacerle una visita a su amiga Camille. Hacía bastante tiempo que no la veía debido a que con todo el asunto de la aparición de la terrana, el paseo de Anne por el Hellaven y su pérdida de magia no habían tenido mucho tiempo para hacer visitas de cortesía.

Contrario a lo que había hecho Cecil cuando la había visitado, Luke llegó sin avisar. Como Nadhia había sido quien lo había encontrado y le había pedido a Edna que se hiciese cargo de él, tenía ciertos privilegios en la Casa Dorada. Cuando era pequeño, venía y visitaba a Nadhia y se pasaba largos ratos con ella, escuchando todo lo que tenía para enseñarle. Se podía decir que ella era una especie de maestra para él, ya que gran parte de los hechizos que sabía los había aprendido gracias a su tutela.

Mientras caminaba, las enormes puertas de hierro que flaqueaban la entrada se abrieron hacia adentro sin que nadie les pusiese un dedo. Caminó por el jardín de entrada teniendo cuidado de que debido a la fuerte brisa su capucha no se moviese de lugar y mostrase su rostro. Subió la pequeña escalinata del pórtico y antes de que pudiese darse cuenta, dos silenciosas figuras vestidas de pálido dorado aparecieron ante él. Le dedicaron una profunda y respetuosa reverencia antes de abrir la puerta de entrada.

Siempre que iba a la Casa Dorada se preguntaba cómo era posible que alguien pudiese ser tan silencioso y misterioso. Cómo alguien podía deambular por los pasillos como si de almas en pena se tratase, prácticamente deslizándose sin rozar el suelo. Al principio, solía preguntarle a Nadhia el por qué de estos asuntos, pero siempre obtenía una sonrisa enigmática como respuesta.

Una de las Hermanas, la que estaba a su derecha, estiró el brazo y en medio de otra ligera reverencia le indicó el camino hacia el salón. No tenía que hacerlo ya que él conocía de sobra ese lugar, pero igual no dijo nada. Mucho menos se quejó ante la cantidad exorbitante de atención y reverencias que le dedicaban en ese lugar. Tenía que admitir que no solía frecuentar ese sitio debido a eso.

Él no era un miembro del Reinado, o alguien importante en el Hellaven, por lo que todas esas atenciones estaban fuera de lugar. Además, él nunca se había sentido cómodo siendo el centro de atención. Su principal problema se debía a esto: a que llamaba demasiado la atención.

Cuando la Hermana lo hubo dejado sólo y él se sintió completamente lejos de las miradas de las demás mujeres que habitaban la casa, se bajó la capucha de su capa y se revolvió el rubio cabello para alejárselo de la cara. Estaba muy largo, casi le rozaba los hombros, pero igual a él no parecía importarle mucho; le servía para ocultar su rostro algunas veces.

Camille entró segundos más tardes, bastante emocionada y feliz. Se le notaba que prácticamente había salido corriendo de donde había estado sólo para ir a encontrarse con él. Luke le sonrió mientras se ponía de pie y Camille prácticamente perdió el equilibrio.

- ¡Oh, Luke, cuánto tiempo sin verte! -acortó la distancia que los separaba y lo abrazó, estrechándolo fuertemente entre sus brazos. -Pensé que te habías olvidado de mí.

-No deberías. ¿Te he dado razones para que pienses eso? - él la abrazó con un brazo y con el otro alejó su rizado y corto cabello de su rostro.

-No, ninguna, pero conociéndote como te conozco, no dudaría ni un segundo en pensar que la idea de no venir a esta casa te ha pasado por la cabeza un par de veces.

Luke sonrió y ella se alejó un poco para verlo. Dios, Luke era tan hermoso que era hasta doloroso verlo. No había nada en él que no fuese digno de verse o alabarse. Camille incluso había llegado a sentirse ofendida ante el hecho de que él era mucho más hermoso que ella… y se suponía que debía ser al revés. Ella era la Hermana aquí, la Elegida, y Luke era un simple hellaveniano común y corriente.

Ella, al igual que el resto de las personas que conocían a Luke, o que por lo menos habían tenido la dicha de verlo (o desdicha, en algunos casos), se preguntaban por qué razón él había tenido que romper con todos los estándares posibles de belleza existentes en el Hellaven y nacer de esa forma.

Algunos lo veían como una maldición, como algo que nunca debió haber pasado. Luke era demasiado perfecto y brillante para ser alguien del montón y eso no le agradaba a la gente a su alrededor. Por eso lo habían maltratado desde pequeño, por ser diferente a los demás, por brillar tanto en un lugar tan oscuro.

Luke no lo sabía, y seguramente jamás entendería que el motivo por el que la gente lo odiaba era por su apariencia… y por el hecho de que el sólo verlo le provocaba a las demás personas ganas de hacer cosas, de hacerle cosas, que no deberían. Nadie estaba a salvo de esta maldición, ni siquiera el mismo Luke, que había tenido que crecer en medio de lágrimas, dolor y soledad debido a esto. Había tenido que crecer rodeado de oscuridad, encerrado lejos de los demás para que nadie pudiese ver la brillante luz que emanaba de él.

Había tenido que crearse una coraza de frialdad y quemeimportismo y escudarse detrás de la enorme capucha de su capa para que la gente a su alrededor no pudiese verlo y lastimarlo.

Camille estaba segura de que en el único lugar en el que Luke podía darse el lujo de relajarse un poco era allí, con ella. Podía notarlo por la forma en la que su postura se relajaba cuando estaban solos, por la forma en la que la expresión de su rostro cambiaba a una más tranquila. Y saber que sólo con ella alguien tan especial como Luke se sentía así de tranquilo y seguro, la hacía sentirse poderosa e igual de especial que él. Y envidiada, y tenía que admitir que eso era algo que a su ego siempre le había gustado sentir.

-Es cierto, me ha pasado por la cabeza algunas veces, pero siempre termino eligiéndote a ti antes que a mi paz emocional. -Volvió a sonreír. -Tú sabes que no me gusta la forma en la que me tratan aquí.

Camille rió. Era tan raro encontrar una persona que no le gustase sentirse alabado y deseado.

-No puedes culparlas, Luke. El sólo hecho de verte provoca en las personas ese tipo de reacciones. Deberías estar acostumbrado. - “¿Debería?”, pensó él, ignorando por completo el hecho de que Camille había colocado un mechón de su cabello detrás de una de sus orejas.

-De todas formas, es incomodo. No sé qué es lo que tengo que hacer para que dejen de hacerlo.

-No puedes evitarlo; esa es su forma de ser. Por más que hables con ellas no van a deja de ser tan... condescendientes contigo.

Ella pasó sus manos por el pecho de Luke hasta colocar sus brazos alrededor de su cuello. Luke no parecía molesto ante el hecho de que ella se estaba aprovechando de él y eso le daba más ánimos para continuar. Si él no le ponía límites, ¿por qué tendría ella que parar?

-Camille…-ella le respondió con un simple “¿huh?” - ¿Has sabido algo de Cecil o de Edna?

Él vio como las mejillas de su amiga se teñían de rosado y no pudo evitar poner una expresión cargada de curiosidad en su rostro. Camille suspiró, se alejó de él lo suficiente como para tomarlo de la mano y guiarlo al sofá.

-Ven, será mejor que comience con esto ahora que tenemos tiempo.

Parte 2

original: la premonicion

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