Ay que ver. Sólo se me ocurre escribir cosas en época de exámenes.
Esta es la historia de cómo a veces lo que menos te conviene es de lo que más te enamoras. Y de cómo Kame sólo atraía el peligro, y Jin era lo más peligroso que le había pasado nunca.
Título: Broken bones, happy feelings
Autora: slayer_kur
Pairing: Jin x Kame, Pi, Koki
Resumen: Y la felicidad le atravesó como una bala en la cabeza.
Advertencias: Crack; AU; slash M/M; fluffy; fail humor; fail romance; fail mistery. Un fail en general
Rating: nc17 just in case xDD
Notas: Tenía en la cabeza Ai no command de KATTUN.
Broken bones, happy feelings I
Broken bones, happy feelings II Broken bones, happy feelings III Si una persona pudiera morir por insalubridad, Kame tendría un problema de histeria; y quizá no sea posible que la gente muera por pasar dos horas rodeada de inmundicia, pero ciertamente sí puede hacerlo de una embolia cerebral después de tirarse un buen rato agarrado a los barrotes de una celda gritando como un cochino apunto de ser sacrificado. Cuando se ha dado cuenta de que ninguno de los policías le iba a hacer ni caso, ha optado por la oración interna, arrodillado en el suelo, prometiendo ser bueno y todas esas cosas que uno promete en situaciones desesperadas y que luego no cumple. De hecho Kame ni se acuerda de las veces que ha suplicado perdón al Señor y luego lo ha blasfemado, sin querer, claro, en cuanto ha salido del problema. Pero es que resulta que no es culpa suya, es culpa del Señor que lo pone a prueba con todas estas situaciones límite. Aunque quizá no sea el mejor momento para echarle nada en cara, piensa Kame juntando las manos delante de él y cerrando los ojos rezando una plegaria. Se queda en el padre nuestro que estás en los cielos, porque básicamente no se acuerda de más, pero supone que da bastante igual, lo que cuenta es la intención, por eso lloriquea gritando SANTIFICADO SEA TU NOMBRE AMÉN cuando el calvo de enfrente, que lleva encerrado bastante más tiempo que él a juzgar por cómo huele -o quizá entró ya oliendo así- le mira lascivamente, pasándose la lengua por el labio de manera seductora, guiñándole un ojo.
Cuando Dios repartió la buena suerte a Kame le pilló en el baño; debió de ser eso, porque si no, no hay explicación para el hecho de que todo le pase a él. Bueno, todo todo tampoco. La buena suerte no le pasa, ¿ves? Pero a grandes rasgos sí tiene razones para quejarse y por lo tanto todo el derecho del mundo a hacerlo. Que venga alguien y le contradiga ahora; ha conseguido ponerse en pie y acurrucarse en una de las esquinas de la celda, subiendo las piernas al banco y abrazándolas cuando el calvo lascivo se aproxima hacia él, todo seductor y sexy.
Es mientras está pensando que va a morir cuando le salen las primeras letras de una canción fúnebre; dicen que la música alegra los corazones y entretiene en situaciones de estrés, por eso tararea con algún que otro graznido mientras sigue con la mirada el recorrido de su acompañante de celda.
Está apunto de llegar; tan cerca que Kame no sabe si utilizar la mano para apartarle la cara de una bofetada o para pincharse la nariz y evitar el olor de su aliento y en general de su cuerpo. Y cuando lo tiene a escasos centímetros, el hombre abre la boca y empieza a cantar con él, utilizando voz de barítono, tan potente que casi le hace caerse del banco por la impresión. Después de cinco minutos convencido de que el hombre no va a intentar violarle ni nada parecido, Kame se encuentra cantando a pleno pulmón con él, y no se cogen para dar más énfasis al show porque probablemente le pegue alguna enfermedad, pero lo da todo, llegando a las notas más agudas. Hacen un recorrido por todo el repertorio de Bárbara Streisand, porque Bárbara siempre ha venido bien para estas ocasiones, y terminan mentando a Madonna, porque Kame ha visto demasiadas veces Bridget Jones como para resistirse.
***
-Kamenashi Kazuya.
Por un momento cree estar alucinando, pero no, el guardia que lleva ignorándole toda la noche está plantado delante de la celda, hablándole a él, sí, a él, y a Kame le falta tiempo para levantarse del banco en el que se ha sentado a descansar, y trastabillar hasta los barrotes, agarrándose patéticamente y eso que hace menos una hora se ha cagado hasta en los vecinos del policía y ha jurado no volver a ponerse de rodillas delante de él.
Debe de dar bastante pena, con los ojos rojos e hinchados y la nariz moqueante, la ropa hecha un guiñapo y el calvo seductor y barítono terminando de tararear su canción detrás de él, pellizcándole el culo para exigir su atención y que termine la canción que han empezado.
-Yo. Soy yo, ¡yo!
-Han venido a sacarte.
Y unas palabras en su vida le han sabido más a gloria que esas. Si pudiera pasar por entre los barrotes ni siquiera perdería el tiempo en esperar a que el guardia antipático le abriera la puerta, y cuando está saliendo por ella casi le da pena el hombre calvo que ha terminado de cantar y le mira con expresión miserable.
-Lo siento, amigo. Espero que te saquen pronto, o que te instalen duchas, lo que antes ocurra.
Y sólo para hacerle un favor, empieza a tararear otra canción que su nuevo (no) amigo se esmera en seguir, despidiéndole con un gesto de la mano.
Al llegar a la entrada, hay un instante en el que le dan ganas de darse media vuelta y entrar en la celda encerrándose a sí mismo, porque no es normal que Koki, su amigo más cuerdo, esté delante del mostrador con un abrigo de pieles que debe de haber favorecido el asesinato de 879 focas para hacérselo a medida, un sombrero blanco, zapatos de charol y más collares en el cuello que M.A el del Equipo A. Lleva casi la misma cantidad de oro en las orejas. Y tiene la osadía de mirarle con una sonrisa socarrona, apoyado con los pies cruzados haciendo ruidos extraños de exasperación.
-¿Qué demonios estás haciendo vestido así?- Se lo susurra ya cuando están saliendo de la comisaría, abrochándose el reloj que le han quitado y prácticamente cerrando los ojos y levitando de placer al notar la brisa en su cara de nuevo. Koki le mira quitándose el sombrero y sacudiéndose el pelo rubio con brusquedad para devolverlo a su estado habitual de desastre.
-Bueno, estamos en Satomisaki, no podía presentarme con el chándal y las tennis.
Pronuncia Satomisaki con reverencia, y Kame casi se siente en la necesidad de agradecer que le hayan encerrado en el popular calabozo del distrito yakuza por excelencia. Nunca está de más tener una experiencia que contar a los nietos. ‘Pues yo una vez estuve encerrado al lado de Tony el Gordo’ La gente no puede resistirse a ese tipo de historias, igual hasta le hacen héroe nacional.
-Lo que sea.- No le apetece discutirle a Koki que con esa pinta más que mafioso parece gilipollas, encima que ha hecho el favor de ir al calabozo a sacarle a las cuatro de la madrugada sin hacer preguntas.
-Bueno, ¿qué ha pasado?
Lo de sin hacer preguntas era demasiada suerte en una noche; Kame se encoge de hombros porque sigue sin tener ganas de discutir con Koki y sabe que si le cuenta lo que ha pasado lo harán. A él le gusta discutir y a Koki también. Es su deporte favorito. Pero en esos momentos no está de humor.
-¿Ha sido Ricky, Richi? ¿Rocky?
-Rucky.- Lo masculla entre dientes, porque sólo pronunciar el nombre de su ex novio le da hasta grima. Pero Koki no parará de recitarle todos los nombres que empiecen por R hasta que lo haga, así que ahí tiene.
-Rucky, eso, no sé por qué sales con alguien que se llama así, en primer lugar.
-Llámame poco superficial, pero no suelo salir con una persona por su nombre. Si no tampoco sería amigo tuyo, en primer lugar, Koki.
Y le sonríe falsamente, recuperando un segundo después la seriedad cuando se dan cuenta de que están caminando por la calle, de madrugada, en un distrito que no es precisamente Ginza. Como supone que Koki no ha traído el jet privado, sale a la carretera asomándose para comprobar que venga algún taxi o algún otro medio de transporte por el que no tenga que pagar con su cuerpo, mientras Koki sigue hablando sobre escarmentar y todas esas cosas que dicen las madres y que los hijos nunca escuchan.
-Te dije que no era un buen chico, ¿y tú me hiciste caso? Claro que no, cómo vas a hacer caso al idiota de Koki, total él sólo tiene que levantarse a las 4 de la mañana y vestirse como John Travolta en Fiebre del Sábado Noche para ir a sacarte de la cárcel con una fianza que ha dejado a mi preciosa Sakura sin su comida favorita por un mes.
-Lo siento, ¿vale? Me engañó. Yo…yo no sabía que el coche era robado. Habíamos quedado para cenar y él se presentó en mi casa con ese descapotable y me dijo que era de un amigo y cuando me quise dar cuenta Rucky había ido al baño un momento y yo estaba parado en el autoservicio del Mcdonalds rodeado de policías.
-Qué cabrón.
Exactamente sus palabras cuando los policías le han cacheado indiscriminadamente, prácticamente arrancándole los botones de su camisa Lacoste, que ahora ya no es Lacoste si no un trozo de tela lleno de mierda, que sigue valiendo un dineral.
-Espero que no caigas en el mismo error que con Jumpei, y le des otra oportunidad cuando te ponga ojitos.
-Descuida. He acabado con la emoción y con los hombres malos en mi vida.
Está escarmentado, y harto, y nunca más volverá a dejarse embaucar por un hombre con cuero, tatuajes y… ‘EH ESE ES MI TAXI, COLEGA’ grita y señala a un listo que hace que el taxi se detenga y acto seguido arranque haciendo derrapar las ruedas y echando una cantidad de humo por el tubo de escape que lo deja tosiendo. Sigue tosiendo tapándose la boca cuando al difuminarse el humo, el hombre que ha ahuyentado al taxi saca una navaja y se dirige hacia él, mirándole con cara de pocos amigos.
-Oye Koki, por casualidad ese disfraz no iba con pistola, ¿verdad?
Le tiembla la voz y le cuesta darse cuenta de que llevaba un rato andando solo y que Koki se ha detenido en el último 24 horas por el que han pasado a comprar galletitas saladas o lo que quiera que se compre una persona a las 4 de la mañana cuando le da un antojo.
Oh, qué genial. Una situación sublime.
El atracador camina hacia él a grandes pasos, gigante y amenazador, portando en alto la navaja y blandiéndola como si fuera un pavo de navidad al que va a trinchar. Y Kame no se siente muy sabroso en esos momentos, con toda la porquería que lleva encima; lleva despierto como 40 horas, porque ha ido del trabajo directo a casa a cambiarse, y de casa a cenar con su ex novio y de su ex novio a la cárcel, ahora de la cárcel a un atraco.
-Adelante, hazlo. Probablemente me harías un favor.
El atracador no parece sentir demasiada compasión, de hecho parece que le gusta la idea porque sonríe, mostrándole unos dientes sorprendentemente limpios y blancos, indicándole con la mano que le dé todo lo que lleve encima. Y Kame tiene ganas de reírse porque, en fin, lo más valioso que lleva son los cordones de los zapatos.
-Cógelos.- Se los señala, quedándose a la pata coja, y al señor atracador eso no le hace tanta gracia, porque se piensa que se está burlando de él, y se abalanza ahogando el chillido histérico de Kame con una mano en su boca. El peso de su cuerpo le inmoviliza de pies y brazos y por más que forcejea no logra deshacerse de él; empieza a faltarle el aire de modo que utiliza los dientes para morderle el dorso de la mano y volver a gritar desgañitándose la garganta pidiendo ayuda.
-QUÍTATE DE ENCIMA, QUÍTATE QUÍTATE.
Patalea con la esperanza de que alguno de sus rodillazos dé en un punto clave de la anatomía masculina de su atacante, algo que, como era de esperar dada su suerte, no funciona, pero no deja de intentarlo hasta que con una exhalación de sorpresa se ve libre a pesar de que sus brazos y piernas siguen moviéndose por inercia.
Delante de él, su atracador está en el suelo, con otra persona encima sujetándole del cuello; lo hace con relativa facilidad, pero el otro es más grande y acaba recuperándose del inicial golpe, dándole un empellón en las piernas al castaño y haciéndole caer con una queja seguida de una maldición.
Kame sigue en el suelo, porque teme volver a atraer la atención, pero tiene ganas de animar a su salvador; si le quedaran fuerzas se pondría en pie y gritaría con todas sus ganas GO STRANGER GO, pero como no las tiene se queda tirado donde está, rezando por que gane el chico de pelo castaño que sigue dándole la espalda arrastrándose por el suelo cuando el otro le golpea, pero levantándose al instante para arremeter con más resolución.
No es hasta una eternidad que la navaja cae al suelo y el castaño la empuja con el pie hasta meterla debajo de un coche; el otro parece medir sus posibilidades de ganar desarmado, que son a grandes rasgos las mismas que cuando tenía un arma, y se convence de que mejor sale corriendo de una manera un tanto cobarde, tropezándose en la esquina antes de desaparecer calle abajo. Es incluso decepcionante, ahora que Kame se había emocionado con la pelea.
Devolviendo la mirada al frente, donde el desconocido jadea, observa que tiene un pequeño corte en el brazo pero que por lo demás parece de una pieza. Y es un poco complicado ponerse en pie cuando ha pasado tanto tiempo en el duro asfalto, pero lo consigue colocándose la camisa donde toca, tapando el estómago plano que había quedado a la vista con la caída.
Es sólo cuando emite un pequeño suspiro al observarse de arriba abajo, que el castaño le mira por primera vez, haciendo el mismo recorrido por su cuerpo que estaba haciendo él un momento antes, pero más intenso y exhaustivo. Más detenido. E incómodo.
A pesar de llevar la camisa, Kame se siente un poco desnudo, por lo que se abraza en un intento inútil por protegerse de una mirada.
Aunque dura a penas unos segundos, porque con una sonrisa ladeada el desconocido se inclina sobre el suelo, cogiendo sin delicadeza el bolso que el atracador ha dejado caer, anunciando que ‘esto no es tuyo’ y registrándolo con brusquedad, murmurando un ‘mierda’ cuando parece no encontrar lo que busca. Su atención se dirige otra vez a él, y cuando le mira vuelve a sonreír con lisonja, como si le hiciera mucha gracia que Kame le mire con desconcierto.
-¿Y tú llevas algo?
-¿Huh?
El pelirrojo frunce el ceño cuando el otro le pregunta, pero los ojos se le desorbitan cuando saca una navaja plegada del bolsillo y al apretar un botón se abre, brillando en la oscuridad de la noche.
-Es la historia de mi vida.- El comentario parece confundir a su pseudo-salvador, que le mira extrañado con la navaja en la mano. Pero Kame se resigna a que hay gente que nace con estrella y otra estrellada, él es de los que baja por una calle con una bici sin frenos y al final tiene una sucesión de árboles. -Yo podría haber sido como mi hermano mayor, haberme ido a estudiar al extranjero, hacerme rico y casarme. En lugar de eso me quedé aquí, puse mis ojos en un sueño y me quedé tuerto, puse mi corazón en diversas relaciones y me lo pisotearon, y ahora estoy siendo atracado por el atracador de mi atracador. Si me compraran los derechos vendería mi historia para una película con Brad Pit haciendo de mí.
Durante unos cuantos segundos más se aguantan la mirada; Kame con los hombros caídos y sacudiendo la cabeza hablando consigo mismo, el otro con labios y ceño fruncidos. Y debe de ser la situación, porque el castaño empieza a reírse acercándose a él con la navaja en alto, y Kame nunca pensó que matarle fuera tan divertido, pero no opone resistencia, simplemente se deja hacer con los brazos en alto cual mártir, esperando el apuñalamiento que no llega. En lugar de eso, el desconocido utiliza el arma para rasgar un trozo de su camisa y qué más da ya estaba que daba asco, enrollarla y colocársela alrededor del corte del brazo, soplando con suavidad después de sisear del dolor.
-Tienes una cara graciosa.
No es algo que a una persona le guste oír viniendo de alguien que en términos generales puede considerarse guapo, como el que tiene delante, por eso Kame se lleva las manos a las caderas, soltándose su miserable camisa y mirando al otro.
-Y tú tienes cara de asno.
El otro también parece ofenderse y los dos vuelven a mantener un diálogo con la mirada, hasta que el castaño pone una especie de pucheritos que sorprenden a Kame y vuelve a llevarse la mano la corte.
-Encima de que te salvo.
-¡Acabas de asesinar a mi camisa!
-Bueno lo siento estaba desangrándome.
Se señala el corte resaltando lo obvio, desdeñando a Kame con la mirada cuando éste resopla y se cruza de brazos ignorándole.
-Y para que te enteres, me refería a que si llevabas un cigarro. No a que quisiera hacerte daño.
Kame vuelve a resoplar, esta vez un poco más convencido de que está haciendo el ridículo, pero los gritos de Koki por detrás preguntándole que si está bien le devuelven a la realidad por un momento. La imagen del rubio corriendo agarrándose las focas y el sombrero es bastante graciosa pero no es plan de reírse, aunque tiene la carcajada a punto de caramelo.
-Estoy bien, este amable samaritano me ha salvado.
Lo dice con rintintín, mirando de reojo al otro que masculla entre dientes algo que Kame no alcanza a entender.
-Estoy seguro de a mi madre se le pasó por la cabeza llamarme Amable Samaritano, pero supuso que Jin era más fácil de pronunciar.
Kame está apunto de sacarle la lengua en un gesto nada adulto ni masculino, por eso se contiene poniendo los ojos en blanco cuando Jin agarra el bolso colocándoselo por encima del hombro.
-No me digas que ese atracador te ha robado el bolso y por eso le has perseguido.
Imitando una risa falsa por su ocurrencia, Jin le mira entrecerrando los ojos, guardando la navaja dentro del bolso.
-Planeo devolverlo a la pobre chica a la que ese gilipollas se lo ha quitado. Probablemente siga llorando en aquella esquina.
Pero no se mueve, si no que se aparta el pelo castaño de la cara dejando ver un par de piercings que llaman la atención de Kame. Por el rabillo de ojo ve a Koki sacudiendo la cabeza, pero no le hace ni caso y sus ojos vuelven a encontrarse con los de Jin, que le sonríe de nuevo de medio lado. Está la mar de seductor con el bolso colgado.
-¿Os puedo llevar a casa?
-Estamos bien.- Koki contesta por él, y Kame asiente porque ya ha tentado mucho a la suerte por esa noche. Seguro que se sube con ellos en su coche y atropellan a un gato o algo.
-Puedo llevaros en un momento.
-De verdad. Estamos bien.- El rubio remarca, agarrando del brazo a Kame y tirando de él por la calle. No han caminado ni medio metro cuando un coche aparece haciéndoles señales con las luces; Jin baja la ventanilla, apoyándose con el brazo en la puerta y con el otro conduciendo tranquilamente a su lado.
-Subid, es tarde y no es un barrio residencial.
Tiene razón; probablemente antes de llegar a la esquina les atraquen otra vez, pero subirse en el coche de un desconocido es romper la regla número uno que le enseñó su madre, seguida de la de sal siempre de casa con ropa interior limpia.
-No te preocupes, nosotros…
-¿Si tiro la navaja en el contenedor os sentiréis más seguros?
Les mira a los dos con diversión, sacando la navaja y balanceándola dispuesto a tirarla, guiñando un ojo a Kame en el proceso. Koki vuelve a sacudir la cabeza, suspirando hondo y abriendo la puerta del coche para que Kame le siga. Kame se siente entonces mucho mejor, así si pasa alguna desgracia más no podrán culparle a él, porque ha sido obligado por las circunstancias a subirse en ese coche.
Una vez dentro, no puede evitar fijarse en que no lleva las llaves puestas en el contacto, y siguiendo su mirada Jin sonríe medio disculpándose y apretando el acelerador.
-Lo devolveré a su lugar en cuanto os deje en casa.
Kame deja caer la cabeza con un quejido hasta golpearse la frente con el salpicadero. Ciertamente es la historia de su vida.
***
-Koki, no.- Niega con la cabeza como si al otro lado del teléfono el rubio pudiera verle. Y no es nada cómodo tener que cargar con una mano todas las carpetas que ha bajado al archivo a buscar antes de salir del edificio mientras con la otra sujeta el teléfono, que se le ha enrollado en la tarjeta de identificación que llevaba colgada al cuello y que no se ha podido quitar; pero a no ser que utilice la boca o la mirada telequinética, no puede hacer nada de momento. -Desde ayer he entrado en una fase de mi vida muy cómoda y aburrida, gracias. Nada de novios, ni novias, ni rollos, ni ligues. Voy a ser tan casto como el cura de mi barrio; de hecho estoy pensando en comprarme un cinturón de castidad.
Eso es exagerar pero Koki no tiene por qué saberlo. De hecho igual le hacía falta porque es lo que siempre se propone cuando termina una relación, permanecer soltero hasta encontrar a la persona de su vida, sea quien sea. Pero por circunstancias que escapan a su control, siempre acaba cayendo en la misma trampa, como las moscas a la miel, o peor, como las moscas a una herida sangrante revoloteando por encima haciéndote cosquillas y sin poderte rascar. Esa es su vida, una sucesión de heridas supurantes que no se puede rascar. Y no es ningún niño; tampoco es un viejo decrépito, no, pero ya no tiene edad como para excusarse porque todavía no ha encontrado la estabilidad emocional. Tiene un trabajo y tiene una casa, y tiene un perro y una hipoteca que pagar, eso lo convierte en adulto a los ojos de Dios y de la sociedad, así que se dice que como adulto esperará pacientemente a que el amor llame a su puerta. No le importaría que la arrollara con un camión cisterna, pero se conformará con que toque al timbre y no le pille en pijama. Sí, la solución será esperar pacientemente y no dejarse influir por su pequeño problema psicológico. Pequeño dependiendo de cómo se mire, claro, porque su historial sentimental es parecido al registro de entrada de un calabozo, pero no es algo que él pueda controlar. Es que es ver una chaqueta de cuero o una moto y perderse.
-Te lo digo en serio, no pienso salir esta noche. Se acabó el sexo por placer, a partir de ahora sólo tendré sexo con intención de procrear y prolongar mi estirpe.
La anciana que va sentada a su lado en el autobús lo mira por encima de la montura de las gafas, agarrándose el bolso, y Kame carraspea bajando el tono de voz, suponiendo que a nadie en el transporte público le interesa lo más mínimo su vida sexual. Excepto posiblemente a la chica morena que va sentada delante, y que no para de mirarle con intenciones nada puras. A Kame en realidad le da igual, flirtear no es malo, no significa nada, así que le sonríe y baja aún más el tono de voz, zanjando el tema.
-Dile hola a los chicos de mi parte. Estoy llegando a casa, daré de comer a Ran y Jelly, me desnudaré, me pondré el pijama para evitar tentaciones conmigo mismo, y me tumbaré en el sofá a ver, yo qué sé, Predator vs Alien, lo que sea que no tenga referencias ni connotaciones sexuales. Adieu.
Lo dice en francés porque los documentos que sujeta con la mano están escritos en ese idioma. Es lo que pasa por mentir en el currículo y decir que sabes cien idiomas, algunos que ni siquiera existen. Que ahora le espera una noche llena de documentos en francés que le toca leer para preparar la sesión fotográfica de la semana siguiente. Podrían hacerle un croquis y decirle ‘quiero las luces aquí, hojas otoñales cayendo sobre la modelo, un ambiente romántico’, pero no, le dan todas esas carpetas con estudios sobre colores y escenarios y él no entiende nada porque la única palabra que conoce en francés es pato a la vichissoise.
Es completamente de noche cuando baja del bus, rodeando la parada para buscar el cruce. En la calle todavía hay gente, y le toca esquivar a un grupo de colegialas con el lacito al cuello que van demasiado animadas parloteando sobre novios como para percatarse de una persona cargada con una montaña de libros y una cámara fotográfica asegurada en su costado.
El camino hasta la puerta de su casa nunca se le ha había hecho tan largo, piensa sacando la lengua para meterse la mano en el bolsillo y dar con las llaves.
Es al levantar la vista para subir los escalones cuando lo ve. El castaño de la noche anterior está apoyado en el capó del coche con los brazos cruzados sobre el pecho observando todo el recorrido que ha hecho desde que ha entrado en su campo de visión al principio de la calle hasta la puerta de su casa. Sonriendo. Insolentemente. Pero con una nota de humor en el rostro. Y algo más en el fondo de sus ojos que no atisba a ver por culpa de las sombras de la capucha.
-Pensaba que ibas a devolverlo.- Dice señalando el coche, y probablemente no es manera de empezar una conversación pero no se le ocurre ninguna otra; de hecho Jin descruza los brazos y se acerca a él cogiéndole casi torpemente unas cuantas carpetas de peligran. Kame se siente de nuevo en el instituto, cuando ayudaba a alguna chica que le gustaba a llevar los libros aunque fuera el de educación física que tenía como tres hojas. Nunca nadie lo hizo por él, y es un trauma del que acaba de desquitarse gracias a Jin.
-Sí, bueno. Justo cuando iba a hacerlo encontré esto en el suelo del coche y pensé que podía ser tuyo. -Saca un colgante del bolsillo levantándolo para mostrárselo. Kame ni siquiera se había dado cuenta de que no lo tenía, así que con una sonrisa de alivio alcanza la cadena con una calavera de plata, resguardándola en su mano. -No podía venir a traértelo andando, pero en cuanto vuelva a subirme lo devuelvo.
Lo dice tan adorablemente convencido que Kame asiente, volviendo a sonreír, permaneciendo durante unos instantes sumido en ese silencio incómodo en el que nunca sabes qué decir.
-Gracias por traer el colgante. Es especial para mí.
-De nada.- Asiente recuperando el silencio, intentando disimularlo mirando a su alrededor con curiosidad, como si los geranios de su jardín fueran la mar de interesantes, y Kame se pregunta cómo alguien que la noche anterior se lanzó a patear a un ladrón puede parecer tan incómodo en una conversación.
-Bueno, te agradezco mucho lo del colgante.- Cree que eso ya lo ha dicho pero con otras palabras; total qué más da. Jin devuelve la atención a él, recuperando su pose desinhibidamente chulesca para sonreír de medio lado, tal y como hizo la otra noche antes de comenzar su batalla de insultos y miradas. Tiene una sonrisa bonita, piensa Kame sacudiendo un poco la cabeza para quitarse las mechas pelirrojas de los ojos después de la pequeña ráfaga de aire.
-De nada. Yo…err bueno. Me voy.- Señala la furgoneta por encima de su hombro, caminando hacia ella. -A devolverla.- Remarca de nuevo pero esta vez con burla.
-Está bien. Oye…- Antes de llegar a ella se gira, esperando a que Kame hable con la mano en el picaporte de la puerta. -Las carpetas.
Jin mira con diversión las carpetas que todavía sujetaba en las manos, dejando escapar una risa fresca, caminando hacia él para entregárselas.
-Y yo que pensaba que ibas a invitarme a entrar para tomar algo. Por las molestias y eso.
-¿Qué molestias? Apuñalaste mi camiseta y me hiciste subir en un coche robado. ¿Quién molestó más a quién?- No lo dice con ninguna maldad, simplemente disfruta lanzándose pullas con el otro, que sacude la cabeza con exasperada diversión. Cuando vuelve a colocar la mano en el picaporte del coche, Kame carraspea.
-Oye, Jin.- Es la primera vez que pronuncia su nombre, y le gusta que el otro ladee la cabeza mirándole con curiosidad. -¿Sabes francés, por casualidad?
***
En realidad Jin no tiene ni zorra idea de francés. Aunque lo intenta. De hecho los primeros veinte minutos se sienta a su lado con una carpeta abierta en el regazo y un diccionario abierto en la mano. Mientras lee alega que él es más de inglés, y de paso mientras pega esporádicos tragos a la cerveza que le ha sacado Kame le cuenta que ha estado varios años viviendo en Estados Unidos.
-¿Nueva York?
-Los Ángeles.
-Oh.- Kame asiente, golpeando la libreta con el lápiz con el que subraya; nunca ha estado en Los Ángeles pero sigue pensando que igual le gustaría más Nueva York. Ha querido ir desde que vio la quinta avenida en una foto que presentó alguien a un concurso en el que él participaba. Está en su lista de lugares que visitar. Pero en el top ten está ir a Egipto y hacerse una foto a lomos de la Gran Esfinge. Jin se ríe a carcajadas cuando se lo cuenta y Kame se siente un poco ofendido al principio y más molesto al final, cuando Jin imita cómo sería cabalgar subido a la monstruosidad de arena.
-Cállate, limítate a buscar en el diccionario.
Refunfuñando baja la mirada hacia lo que estaba escribiendo, y Jin no vuelve a hablar hasta un rato después, aunque le escucha sonreír intermitentemente cuando piensa que no se le escucha.
Kame aún tiene en mente la foto que presentó él mismo a concurso, pero se dice que debe olvidarlo porque no merece la pena recordar viejos tiempos -y horribles tiempos en los que aún tenía esperanzas de convertirse en un gran fotógrafo-.
***
Es casi dos horas después, cuando Kame ya se ha duchado y puesto el pijama, que una sensación espeluznante le recorre el cuerpo. Siempre le ha gustado vivir solo, disfrutar de su intimidad, ahorrar para comprarse muebles caros que nadie pueda pisotear o romper, como su sofá alemán al que le pone una funda de plástico cuando va a sentarse sólo por si acaso, o las cortinas de diseño que nunca se manchan porque tiene las ventanas cerradas.
Pero después de una experiencia como la de la noche anterior, cuando un tío estuvo apunto de rajarle como a una piñata después de haber salido de la cárcel en un barrio yakuza, pues uno inevitablemente se siente paranoico.
Apartando un poco las cortinas blancas de la ventana para asomarse, echa un vistazo rápido al exterior, observando el jardín en penumbra. Fruto de la desesperación y de mirar fijamente todos los rincones, le parece ver una sombra que se mueve, rápida, ágil y sigilosa. Bueno lo de sigilosa lo supone porque desde dentro de casa no puede oír las pisadas, pero en fin.
Cuando se asegura, después de cinco minutos, de que no hay nadie pisándole los geranios de la casera, se mete en la cama pasando por delante de la chaqueta de cuero que Jin se ha dejado olvidada y que ha plegado encima de la silla para devolvérsela. Cuando sea que le vaya a volver a ver. Pensando precisamente en volverle a ver es la manera en la que se duerme tapándose con la sábana hasta la barbilla.
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