Fic: Frío de invierno

Aug 29, 2010 19:24

Título: Frío de invierno
Fandom: Latin!Hetalia, mitología chilena
Pairing: Tuetué(Alhue)/Chile(Manuel), menciones de Argentina(Martín)
Rating: R
Género: romance, angst ligero.
Beta: kaiserin_t (mi husbanda)

Summary: Alhue necesitaba el calor que Manuel le podía entregar, y que cada vez perdía más.

Advertencias: slash, relación entre hombres, si esto no te gusta, mejor no leas :) también puede extrapolarse un ligero subtexto D/s
NdA: gracias waifu por tu ayuda para finalizar el fic como correspondía <3 sin ti el final habría quedado floppy xD. selene_nekoi  espero que tu regalo atrasado te guste :) de verdad hice mi mejor esfuerzo. La idea había revoloteado largo tiempo en mi cabeza, pero fue hasta ver unos dibujos de imsoossom  que decidí darle una oportunidad. Por último, hay una lista de vocabulario y otros detalles que salen al final, para que puedan aclarar dudas. Cualquier cosa, me dejan un comentario ;) Enjoy!

-Manu -susurró Martín, observando fijamente al moreno junto a él. Ambos estaban descansando en una pequeña salita de estar, frente a un ventanal por el cual veían todo el campo húmedo por la lluvia, disfrutando del calor de una estufa luego de la cena que habían tenido en la parcela que el chileno se consiguió para descansar durante las vacaciones de invierno, y a la que se había podido colar sólo por el día, porque no habría forma de que el moreno lo dejara pasar la noche, pensó Martín haciendo un puchero.

-¿Qué pasa? -preguntó Manuel sin mirarlo, intentando que su pelo quedara ordenado y libre de estática luego de ponerse un chaleco.

-¿En serio no puedo dormir aquí? Te vas a quedar tan solito -lloriqueó intentando acercarse, sólo para sentir una mano clavarse en su pecho, frenando sus avances.

-No seai catete -gruñó Manuel, alejándose un poco- ya te dije que quería relajarme un poco a solas, y tú no me ayudas en eso.

-Oh! -exclamó sonriendo, acercándose nuevamente, empujando la mano hasta quedar casi sobre los muslos del moreno- pero si yo conozco una manera de dejarte completamente relajado -murmuró contra su oreja, dejando que su respiración cálida estremeciera a Chile, sabiendo cómo aprovecharse del punto débil del otro.

Soltando un gemido bajo, Manuel enterró una mano en la chaqueta del rubio, dividido entre empujarlo o acercarlo más, mientras Martín apretaba con sus labios el delgado lóbulo del moreno, a penas rozándolo con la punta de su lengua, notando cómo Chile iba cediendo lentamente...

Sólo un poco más…

-TUE TUE TUE TUE -el chillido estruendoso de un pájaro frente al ventanal sobresaltó a ambos, momento que Manuel aprovechó para empujar a Martín, tirándolo al suelo.

-Ya weón, te fuiste al chancho... -jadeó sonrojado mientras se frotaba con el brazo la oreja agraviada- si querí' mañana veni' de nuevo, ahora mejor te vai' antes de que se haga más tarde.

-¿Eso fue un pájaro…? -susurró Martín ignorándolo mientras se colocaba de pie, arreglándose la ropa e intentando mirar lo que había afuera.

-Obvio que sí -respondió la otra nación, tratando de arreglarse el pelo nuevamente, ocultando el nuevo sonrojo que lo invadía- ¿qué, creí’ que era un perro acaso? -masculló por lo bajo.

-Ugh, che, que feo chilla eso... aunque no sé porqué me suena familiar* -continuó, haciendo caso omiso a lo que decía Manuel, sintiendo un escalofrío recorrerlo al acercarse al ventanal.

-Ah, si no sabí’ tú, menos voy a saber yo -murmuró Manuel adelantándosele, estirándose hasta cerrar las cortinas, distrayendo por fin a Martín al cruzarse delante de él, tirándole sin mirar una gruesa chaqueta por la cabeza- deja de mirarme el culo, weón -siseó caminando hacia la puerta, sujetando el picaporte mientras miraba al rubio colocársela a regañadientes.

-Ya entendí, boludo -gruñó haciendo un último puchero hasta acercarse a Manuel, quien ya había abierto la puerta-, nos vemos mañana -se despidió, robándole un beso en la entrada, sólo para soltar un alarido cuando el mismo pájaro que los había interrumpido antes, apareció de la nada picoteándole la cabeza dolorosamente, obligándolo a huir hasta el automóvil estacionado frente a la casa.

-Weón tonto -suspiró Manuel, observando el auto desaparecer por el camino, al tiempo que una silueta se acercaba desde donde el pájaro había atacado a Martín por última vez.

-Mi Señor -susurró la sombra cuando estaba a unos metros, su voz rasposa enviando un escalofrío por toda su columna, como hace muchísimo tiempo no sentía. Una gota de culpabilidad lo hizo suspirar, sabiendo que la vida en Santiago lentamente lo hacía dejar algunas tradiciones a las que de más joven se había aferrado casi con desesperación. Abriendo la puerta por completo, dejó que la luz del interior iluminara a la figura que avanzaba lentamente, arrastrando tras él al viento húmedo del sur.

-Alhue* -murmuró Manuel cuando la persona quedó frente a él, un grueso manto negro tapando su cuerpo, dejándole apenas un espacio para ver sus ojos oscuros, y la punta de sus pies morenos, grandes y toscos, cubiertos de pequeñas hojas y motas de barro. Separándose de la puerta, lo dejó entrar, sintiendo cómo el frío lo seguía a pesar del calor que había en el interior, avanzando hasta quedar en la mitad de la habitación, dándole la espalda -contrastando fuertemente contra la cálida madera de la habitación.

Acercándose con pasos vacilantes, Manuel se inclinó sujetando la tela oscura entre sus dedos, retirándola con cuidado hasta dejar expuesto el pelo negro y áspero, y la piel morena del cuello del brujo. Sentía su corazón bombear acelerado, ansiedad y nerviosismo recorriéndolo por completo; tomándolo de la mano, lo guió hasta el sillón junto al ventanal, empujándolo hasta sentarlo antes de desaparecer rumbo a la cocina para traerle un tazón de té y unas tostadas con dulce de membrillo.

Notando sus manos temblar ligeramente mientras llevaba la pequeña bandeja, se ordenó tranquilizarse. Era muchísimo el tiempo desde que Alhue se había puesto en contacto con él por última vez, salvo el ocasional graznido que podía oír cuando alguno de los vecinos donde vivía iba a morir; y como cada vez que lo veía, no podía evitar estremecerse al recordar el miedo que su madre le infundía, amenazándolo con entregarlo a él para librarla de su presencia. No fue hasta el momento en que desapareció por primera vez con él, que supo que no había nada que temer. (Y no fue hasta ese momento, en que Pueblo Mapuche le temió realmente al tuetué).

Entregándole la bandeja, observó casi envidioso esas manos firmes que lo habían sujetado con rudeza repetidas veces durante el tiempo que se conocían, tomar con inusual delicadeza el tazón de té, llevándosela a los labios resecos y partidos por el frío del viento, la mirada oscura clavándose en cualquier parte menos en él.

Sabiendo que el brujo estaba alargando el silencio a propósito, se sentó junto a él, deseando decirle algo, pero intuyendo que no debía interrumpirlo. Podía sentirlo junto a él, esa frialdad característica filtrándose a través de su ropa, que le gritaba tanto como que se fuera, como que se acercara. Nunca había sido capaz de comprender la totalidad de la magia del otro, a veces creía que era como él -la representación de algo más-, pero lo dudaba.

-¿Por qué estaba con ese rubio?

La voz repentina lo hizo sobresaltarse, jadeando cuando una mano fría se posó en su rodilla, colocándole la piel de gallina.

-Martín se coló… yo no lo invité -murmuró, odiando el tono a excusa barata.

-Usted sabe que podría hacerle una visita -murmuró clavando sus ojos con firmeza en el moreno, sin variar ni un ápice su expresión, a pesar de ver el ligero sobresalto de Manuel al oír sus palabras.

-No lo creo -respondió soltando una risita nerviosa-. No podría ocurrirle nada… él es como yo -aclaró.

-Eso no implica, y usted lo sabe.

-No, Alhue -musitó aferrando con fuerza la mano sobre su rodilla, recordando la muerte de cada pueblo originario que lo había ayudado a ser lo que era en la actualidad, y cómo, cada vez que esto ocurría, el brujo había estado a su lado, sujetándolo con firmeza, recordándole que aunque no lo viera todos los días, seguía ahí.

-Como usted diga -murmuró, su voz un poco más suave, pero suficientemente clara para que Manuel supiera que había entendido, sus comisuras curvándose ligeramente al notar las manos de la nación relajándose sobre la suya.

-¿Cómo has estado? -preguntó Manuel reclinándose ligeramente sobre el brazo de Alhue, intentando meterse disimuladamente bajo él, disfrutando el escalofrío que lo recorrió al notar la frialdad del cuerpo del otro, la mirada estoica fija en el ventanal, casi como si lo ignorara.

-Bien -respondió el brujo, sin molestarse al notar la presión de Manuel junto a él, escarbando un lugar en su costado-. A veces extraño recorrer toda la capital -susurró, haciendo que el estómago del moreno se apretara al saber que -aunque no era su culpa que su gente lentamente olvidara algunos mitos- podría influir un poco para evitarlo. Apretándose con más fuerza contra el lado del brujo, deseo que nunca llegara el momento en que su pueblo olvidara al tuetué, a la pincoya, al trauco, a la llorona y a cada una de las criaturas que conocía, y que dependían de la creencia en ellos-. No se preocupe -murmuró Alhue, adivinando los pensamientos de Manuel, subiendo lentamente una mano hasta enredarla en los mechones castaños, rozando su nuca, suspirando al sentir la calidez del cuerpo del otro rodear sus dedos.

-Pero es que…

-Deténgase, no es importante -interrumpió, fijando sus ojos oscuros en el moreno, sin desviar la mirada hasta notarlo removerse incómodo junto a él.

-Sí lo es -porfió Manuel, volteándose hasta quedar frente a frente, sintiendo sus mejillas arder al ver la mirada dura del brujo-. Aún recuerdo la primera vez que me llevaste a una reunión de Calcu*, y eran muchísimos… ahora cada vez son menos lo que asisten, y yo…

-Silencio -ordenó, sujetándolo por los hombros con ambas manos, haciendo que la manta negra que lo cubría se deslizara por su espalda, dejándolo cubierto apenas por un poncho delgado y una chiripa*, atrayéndolo hasta obligarlo a recostar la cabeza contra su hombro, como si adivinara que era eso lo que necesitaba -. Ya le dije que no es necesario que se preocupe.

-Alhue -musitó, girándose hasta encaramarse sobre sus piernas, estrechando el cuello grueso del brujo con sus brazos, enterrando su nariz en la unión entre éste y sus hombros, admirando el olor a árboles y tierra en su piel. Se sentía nuevamente como de pequeño, perdido en los bosques cerca del pueblo de su madre, solo, hasta el instante en que se le apareciera un pájaro -de ojos pequeños e inteligentes-, que de un momento a otro se transformaría en uno de los hombres más imponentes que había visto en su vida, y asustándose más allá de lo imaginable al darse cuenta que estaba frente al tuetué, había intentado huir, sólo para ser atrapado por el cuello y jalado hasta chocar duramente contra las piernas del Calcu. Había gritado desde que sintió la mano sujetarlo, pero se silenció rápidamente al ser tomado en brazos y notar los pasos veloces mientas avanzaban por el bosque, alejándolo aún más de todo lo que conocía...

-Señor -murmuró Alhue interrumpiendo sus pensamientos, sujetándolo por la cintura, atrayéndolo aún más si era posible contra su pecho, notando cada punto donde se tocaban, y cómo el calor de la nación empezaba a penetrar su piel, dándole esa sensación de tibieza que era tan ajena a su cuerpo.

Aferrándose con más fuerza, soltó un gemido bajo cuando los dedos gruesos y ásperos rozaron la piel de su espalda, colándose tentativamente entre la ropa, haciéndolo temblar al notar la frialdad de éstos. Sabiendo que el brujo necesitaba el calor que era capaz de entregarle, se retiró unos segundos hasta quitarse el chaleco y la camiseta que llevaba debajo, estremeciéndose al sentir el frío húmedo del cuerpo de Alhue, incluso si los separaba el poncho negro, que rápidamente eliminó de entremedio.

-Estás tan frío -jadeó aferrándose nuevamente al moreno, deseando sentirlo entibiarse pronto bajo sus manos mientras enterraba el rostro en su cuello inhalando largamente. No que fuera desagradable, pues era el tipo de frialdad que le recordaba a los días nublados en el bosque, sintiendo la fina lluvia mojarlo por completo, deseando que el tuetué llegara pronto a encontrarlo…

Aventurándose a lamer la piel picante junto a sus labios, notó el latir acelerado del brujo repercutiendo en su pecho, satisfecho de saber que no era el único que se sentía así.

-Mi Señor -murmuró Alhue, clavando sus manos en las caderas del moreno, soltando un gemido profundo al notar labios y dientes marcar su cuello y unos dedos tímidos sujetar sus hombros.

-Tócame -susurró Manuel, sintiéndose enrojecer como cada vez que decía esas palabras, olvidándose de su vergüenza cuando los nudillos del brujo apretaron su erección mientras intentaba abrir la cremallera, hasta sentir la palma áspera cerrarse alrededor de su polla, haciéndolo temblar contra el cuerpo que lo sujetaba-. Dios -gimió ahogado, deslizando sus manos contra el pecho del moreno, frotando ligeramente los pezones oscuros hasta sentirlos endurecerse bajo sus dedos, la piel entibiándose lentamente.

-¿Así? -preguntó agitado Alhue, apretando con más fuerza y bombeando un poco más rápido, sonriendo brevemente al notar los ojos entrecerrados de Manuel clavarse en él.

-Así, sigue así -respondió mordiéndose un labio, soltando uno que otro gimoteo cuando su pulgar frotaba la punta, apretando con sus muslos la cintura del brujo. Bajando un poco más sus manos, rozó el pequeño ombligo, acariciando suavemente el pelo oscuro que descendía hasta el borde de la chiripa y más allá.

Nunca se había atrevido a cruzar esa línea invisible entre ambos, y en el fondo, muy escondido, sospechaba que nunca lo haría, no si no quería perderlo (Superstición o algo igual de estúpido si alguna vez le preguntaban).

-Manuel -susurró Alhue, su voz con un ligero tono de advertencia mientras su mano libre apretaba su cadera, avanzando sinuosamente hasta sujetar sus bolas con una mano, apretándolas con cuidado.

-Oh mierd- ahh -gimió, sintiéndolo jalar suavemente la piel, rozando ese punto entre ellas mientras presionaba el pulgar en la hendidura de su polla, causando estragos con su respiración, haciéndolo jadear sonoramente y arquearse bajo su toque, deseando que no terminara nunca, pero sabiéndose cerca del final.

-Shh -silenció, inclinándose a capturar con sus labios el lóbulo del moreno, enterrando sus dientes hasta sentirlo tensarse sobre él, lamiendo cada trozo de piel sudorosa a su alcance, avanzando con su rostro hasta besar los labios irritados de tanto ser mordidos- un toque suave, sin ningún intento de profundizarlo.

-Alhue -gimoteó Manuel contra su boca, besándolo con hambre como si deseara devorarse al hombre junto a él. Separándose un segundo, soltó un largo gemido, corriéndose sobre el vientre del brujo, sintiendo sus ojos rodar del placer.

-Señor -susurró Alhue, estrechándolo entre sus brazos, sujetando el cuerpo desmadejado del moreno en su regazo, notando su respiración agitada y su espalda sudorosa. Su cuerpo ya no estaba frío como lo había estado mientras esperaba a que ese huinca rubio se fuera de la casa de su Señor, pero no podía negar que tampoco estaba tan cálido como otras veces que había hecho lo mismo junto a su nación, y sabía que de un momento a otro éste lo notaría, y no quería que se diera cuenta de eso.

Inhalando largamente el aroma a mar y desierto del moreno, se inclinó hasta tomar su manta, cubriéndolos a ambos para evitar enfriarse más rápido de lo que era necesario, deseando que se quedara dormido y lo pudiera dejar en su habitación sin tener que dar explicaciones ni consuelo. No quería ver la mirada herida interrogarlo sobre algo que ni él mismo comprendía por completo.

-No quiero perderte -murmuró Manuel interrumpiendo el silencio, espantando de sus pensamientos al brujo, mientras enterraba sus dedos en los bíceps de Alhue hasta sentir un gemido de dolor casi inaudible reverberar en el pecho del otro. Ocultando el rostro en su cuello, deseó intoxicarse con el aroma a latuy* que desprendía la morena piel.

Alhue, apretando a su joven nación contra su cuerpo, y retirando algunos mechones húmedos de su frente, murmuró-: Sólo lo necesito a usted. Nada más.

Y tras un último toque de sus labios, desapareció, un graznido rompiendo el silencio de la tibia oscuridad.

~.~

-La leyenda del tuetué o chonchón, es de herencia mapuche, tanto en Chile como en parte de Argentina, y se mantiene presente en el primero, sobre todo en zonas rurales, donde la leyenda tiene distintos matices, todos coincidentes en que es de mal augurio (anuncio de muerte). Yo me quedé con la opinión de una argentina que me dijo que la leyenda no la conocía. Lamentablemente no soy amiga de ninguna chica en L!H, así que no tenía más gente a la que preguntarle *lame, I know*, aunque pregunté en mi journal, en twitter y msn :/

-Calcu es un brujo mapuche que se asocia con espíritus para realizar el mal.

-Chiripa es un trozo de tela con forma de pantalones que cubre de la cintura a las rodillas.

-Latuy o latúe es una de las plantas utilizadas en los rituales necrománticos realizados por los Calcu, que tiene propiedades alucinógenas, y cuyos frutos son venenosos.

-Alhue significa Alma perdida o alma del muerto en mapudungun, según una página de nombres para bebés y la wikipedia :3 fitting name for him :)

Si te gustó, dímelo ;)

=historia, +pairing: tuetué/chile, =d/s, !-fandom: latin!hetalia, *personaje: famoso, !-tipo: slash/yaoi, fics, =creature!fic, cumpleaños, one shot, *personaje: chile (manuel), regalos, =angst

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