Porque simplemente no fui capaz de esperar el 18 en mi país, publico según la hora de otros países donde ya es 18 de Septiembre. Feliz Cumpleaños Manuel!!!
Título: Mi consentida
Fandom: Latin Hetalia
Pairing: M&M!love, Martín-Manuel (Argentina-Chile)
Rating: PG-13 (la venganza con nc-17 viene en la continuación xD)
Género: Romance, mild fluff
Advertencias: ehh... fetiche por la ropa?
Palabras: 1260~
Beta:
kaiserin_t Resumen: En el día de su cumpleaños quiere bailar una buena cueca... pero sin pareja parece difícil.
NdA: Mi primer m&m, y me ha encantado escribir de ellos, así que espero tener pronto la continuación con su buen slash explícito (que de lo que he leído, aún no encuentro ninguno :S)
ETA: ahora el fic posee dos hermosos dibujos hechos por
selene_nekoi . Son
este y
este, go on y denle su amor :)
Era el día de su cumpleaños y su jefa lo había invitado a ir a una de las famosas fondas que hacían en el parque O’Higgins, para que celebrara con el resto de las personas que llenaban el lugar y donde todos brindarían por él.
Pero no podía evitar sentirse un poco nostálgico...
Obviamente tenía mucho más que 199 años. Esa era su “edad legal” por así decirlo, pero había estado presente por muchos más años que esos... ni siquiera recordaba desde cuando, y su mamá, Pueblo Mapuche, estaba demasiado vieja y cansada -a pesar de que a ratos le daba por comenzar a mandarlo y tratar de obligarlo a vivir con ella nuevamente- como para recordarlo con precisión.
Cuando llegó por fin, alguien le entregó rápidamente un vaso de chicha, -“dulcecita” le dijeron-, como cuando la preparaban sus amigos durante las primeras fiestas de independencia.
El ruido de las risas y los gritos que promocionaban anticuchos y empanadas quedaban opacados por la música -cumbias y reggeaton-, en todos lados.
-Puta... yo quiero escuchar una buena cueca hoy día -rezongó, mirando descontento a los que estaban cambiando la música-. Se supone que la wea es mi cumpleaños y no ponen nada típico.
-Hey, hey, chiquillos -habló un tipo que al parecer era el animador del lugar, llamando la atención del público-. A petición de un cabro por acá atrás, nos vamos a adelantar y poner la primera patita de cueca -anunció, haciendo salir a varias parejas con el traje de huaso, que empezaban a hacer el paseo sobre el escenario-. Así que pa’ que to’os celebremos como corresponde la independencia de Chile. ¡Salud! -grito, tomándose al seco un vaso de chicha.
-¡Viva Chile, mierda! -gritó alguien entremedio del público, logrando una seguidilla de “¡Viva!” de los demás.
Una gran sonrisa asomó en su rostro, sintiendo su ánimo mejorar al ver a las huasas darse la vuelta, coqueteándole a sus parejas. El estruendo del zapateo, todos los bailarines haciendo resonar las espuelas contra el suelo, tratando de conquistar con fuerza bruta a sus parejas, terminando tomados del brazo, sujetándose con firmeza, sonriéndoles al público.
Un sonoro aplauso se hizo notar, y chiflidos para las huasitas más bonitas.
-Vamos -dijo el animador, aplaudiendo con fuerza-. ¡Ahora que bailen todos! -gritó, haciendo que todos los bailarines se acercaran a la gente del público, sacándolos a la pista de baile y ofreciéndoles pañuelos para que bailaran como Dios manda.
Sentía las piernas picar de ganas de salir a bailar, pero todas las huasas estaban demasiado lejos y no tenía el ánimo de pararse a buscar a alguna. Hoy era el día en que podía descansar, de celebrar, tratar de olvidar por un par de horas los sacrificios que tuvo que hacer por lograr su independencia, de la sangre derramada y los amigos caídos.
Quizá sí se parara a bailar después de todo, honrar sus memorias disfrutando lo que lograron por la nación.
-Y tú -murmuraron contra su oído, enviando un temblor por toda su espalda-, ¿bailás conmigo?
Volteándose enojado, dispuesto a darle un golpe a Martín siseó-. Córtala, maricón de mier- -el insulto quedó atrapado en su garganta, al ver al rubio vestido de esa forma.
Un poncho hilado colgaba de su hombro, cubriendo parte de la chaqueta blanca y una camisa del mismo color que se adivinaba bajo ella. Unos delgados pantalones oscuros, atrapados bajo el cinturón y la fusta que colgaba a un lado y las polainas de cuero que terminaban en los zapatos con espuelas de plata, si es que el brillo decía cualquier cosa, para terminar con un sombrero negro de fieltro.
Algo tembló en su estómago, sintiendo una oleada de emoción al ver al rubio vestido así, con el traje completo.
-Vamos, Manuel -susurró serio, tendiéndole una mano con un pañuelo. Parándose, Martín lo sujetó de la muñeca antes de llevarlo dócilmente tras el escenario. Aún no asimilaba las sensaciones que le produjo ver al argentino vestido así-. Che, venga, bailá conmigo, mirá que ponerme este traje fue el horror.
-Ya, weón, bailemos -respondió, reaccionando por fin, riendo levemente con las últimas palabras del rubio; sin pensar mucho en lo maricón que era bailar con Martín, sino sólo en las ganas que tenía de bailar un pie de cueca, incluso aunque fuera con el rusio argentino.
Déjame que te llame
la consentida...
La manera en que Martín golpeaba los zapatos contra el piso, mientras hacían la media luna, acorralándolo cada vez más, lo hacía sonreír... eran muchos años desde que había bailado una buena cueca, con alguien que se impusiera como el argentino canchero.
...amor de amores
que todito te doy, mi vida
pa’ que no llores...
Durante el zapateo, las espuelas resonaron con fuerza, levantando tierra y haciendo temblar el piso de madera. Cerrándole el paso, Martín lo acechaba, mientras los últimos acordes resonaban.
...mi consentida.
-Mi consentida -dijo Martín sonriendo, antes de tomarlo del brazo y dejar un beso sobre su muñeca.
-Ya weon, déjame -murmuró tirando la mano, avergonzado, retrocediendo un paso. Levantando la vista, miró el rostro sonrojado del rubio, los ojos verdes brillando seriamente, alguno mechones rubios cayendo sobre su frente y el poncho un poco torcido. Se veía bien con el traje... quizá algo un poco más que bien...
Oh, ¡qué mierda! Era su cumpleaños y el weón de Martín había aprendido a bailar cueca sólo por él... y lo había hecho bien el muy maricón, pensó, sintiendo las ganas de reírse vibrar en su vientre como hace mucho tiempo no sentía.
Y el traje... conchetumadre.
Acercándose un par de pasos, estiró las manos hasta rozar el poncho y la chaqueta, jurando que podía sentir el corazón del argentino latir bajo toda la ropa que vestía. Con cuidado arregló las prendas, dejándolo tan bien vestido como estaba antes del baile, notando la calidez del cuerpo de Martín bajo sus palmas. Estirándose un poco, acomodó bien el sombrero, retirando los mechones rubios del rostro sonrojado, oyendo el gemido ahogado al rozar ese rulo en especial.
Retirándose un poco, vio la imagen que daba el argentino, con los ojos entrecerrados y acalorados, y las ropas perfectamente ordenadas, como un depredador que se contiene bajo sus toques, antes de atacar.
¡Oh, y qué tanta weá!
Inclinándose un momento -y por culpa del traje y la chicha, ¡qué conste!- dejó un beso necesitado contra los labios de Martín, enterrando los dedos contra el poncho recién arreglado, notando la ávida respuesta del rubio al apresarlo entre sus brazos, apenas oyendo los aplausos del público al otro lado del escenario.
Jadeando ligeramente, algo avergonzado de su efusividad, se separó y retirándose un par de pasos, murmuró en débil “gracias”, saliendo rápidamente del lugar, dejando a Martín solo.
-¡Eh! Boludo -gritó, antes de que se fuera, una sonrisa juguetona en su rostro- ¡Más te vale vestirte con un bonito vestido para el tango en mi próximo cumpleaños, Esposa mía!
~.~
Continuará~~
Si te gustó, dímelo :)
Sin~~