Sep 17, 2009 20:51
-Mamá -llamó Sealand a Finlandia, con quien caminaba de la mano yendo a hacer las compras. Éste hubiera preferido que lo llamase de otra manera, “papá”, pero no había caso.
Oh, cuán equivocados están.
-Dime, Peter -le sonrió.
-¿Por qué a nadie le gusta la mirada de papá?
Le pregunta, tal vez está demás decirlo, tomó por sorpresa al mayor. Tuvo que curiosear:
-¿Por qué dices que a nadie le gusta la mirada de Su-san?
-Porque ayer, en la reunión -explicó, observando con angustia al piso y refiriéndose a la conferencia que los países europeos habían llevado a cabo-, nadie miraba a los ojos a papá. Y cuando él los miraba, ellos bajaban la vista.
-No es que no les guste, Pete -levantó las cejas, acompañándolo un poco en la tristeza-. Es sólo que papá es complicado de entender -“irónicamente” pensó Tino, “porque Su-san es una persona bastante simple…”.
-¡Pero papá no es malo! -rezongó, casi indignado con la respuesta.
-Lo sé, lo sé. No quise decir eso -intentó tranquilizarlo-. Es que simplemente, no lo conocen.
-No lo conocen… -repitió el menor en voz baja.
-Además, nadie nunca sabe qué es lo que está pensando -agregó, como respaldando su anterior comentario. Pero no se esperó que el pequeño estallara en risas.
-¡Ay, mamá! ¡Pero si nadie puede leer la mente de los demás! -Finlandia se sintió ligeramente molesto.
-No, Pete, a lo que me refiero es que pocas personas (como tu y yo) saben cómo reaccionará Su-san ante determinadas situaciones -y eso bastó para el menor. Tino creyó que eso había sido suficiente para hacerle entender que Suecia no era despreciado por los demás, sólo un poco incomprendido. Además, cabía rescatar el factor intimidatorio del de lentes.
El resto del camino hasta la tienda, e inclusive la vuelta, fue en silencio. Sealand apenas abría la boca para hacerle comentarios banales al finés y viceversa.
Una vez en casa, Suecia los recibió cálidamente -a su manera- y en toda su amabilidad tomó en sus brazos tanto las bolsas que levaban su “esposa” y su hijo adoptivo. Una vez todos los productos estuvieron en su lugar correspondiente, se dispusieron a merendar en la sala, y mientras Finlandia hablaba de la visita al veterinario que harían al día siguiente para hacerle un chequeo a Hanatamago, Peter se concentró en la mirada de Suecia.
Él no podía entender por qué los demás no lograban comprenderlo, ¡si su papá era el mejor en el mundo! ¡Sólo su mamá se comparaba a su bondad! Desde que lo había adoptado, los únicos recuerdos que tenía Sealand eran de los más dulces y agradables de traer a su mente. Nunca olvidaría cuando vio la habitación especialmente preparada para él, los juguetes, su propia computadora… Y las cosas inmateriales: su cariño, cuidado, los besos en la frente, los consejos.
-¿Sabes qué, papá? -interrumpió groseramente a Finlandia, aunque sin notarlo-. No importa que los demás no te entiendan, mamá y yo te querremos siempre.
Satisfecho por haberse sacado un peso de encima, se concentró en su merienda. Al principio Suecia y Finlandia se miraron sin comprender, pero a pesar de ello Berwald le revolvió los cabellos. Tino, por su parte, se sintió dichoso de tener una familia como la suya.
p: finlandia,
[aph],
p: suecia,
p: sealand,
"e mare libertas"