Título: Conflicto
Género: ..Algo/Humor cuenta?
Categoría: PG / T
Palabras: 356
Nota: Quería hacerlo más largo, pero quiera o no, lo mío son los drabbles...
- Bienvenido, Manu -lo saludó abriendo la puerta. El chileno lo miró con desdén, casi odio, por varias razones, empezando porque detestaba cuando Martín lo apodaba así y le hablaba de esa manera. Sin darle el gusto de enojarse al argentino, entró al hogar de éste; quién lo siguió luego de cerrar la puerta.
- Sólo vine porque me dijiste que tenías buenas noticias -se detuvo en seco, se cruzó de brazos y dándose vuelta le dirigió una vez más la mirada llena de desprecio -. Así que, ¿qué noticias son esas?
Martín dejo que una sonrisita simple y honesta se le dibujara en los labios, a lo que Manuel respondió moviendo de lado la cabeza, levantando una ceja y haciendo un gesto para que le respondiese de una vez por todas.
- Se resolvió el conflicto del gas -se iluminó un poco más -. Así que no vas a tener que bañarte con agua fría, después de todo -bromeó.
- Oh -el chileno hizo lo que pudo para disimular su alivio, pero intentar ocultar el rojo de sus mejillas al ver al rubio suavizar su mirada sobre él apuntando su rostro para otro lado fue fútil -. Me-menos mal, Martín, sino iba a tener que demandarte por no cumplir tu parte o algo…
- Che -lo interrumpió. Dudando unos segundos, añadió - ¿…te parece si vamos a festejar a algún lado?
- ¿Eh? Ah, bueno, sí, por qué no--
- ¡A la ducha-móvil! -gritó casi de la nada, sobresaltando a Manuel y dándole un giro de 180 grados al ambiente tranquilo e inusual que había transcurrido hacía unos segundos. Sin previo aviso, el de ojos verdes tomó al moreno del brazo y lo arrastro al baño.
- ¡Lo sabía! -trató de forcejear para liberarse - ¡Sabía que no debía fiarme de ti, weón!
Martín puso por fin su sonrisa pícara y pervertida al mismo tiempo que cerraba la puerta del baño para inaugurar el comienzo de la celebración por tener la oportunidad y el privilegio de bañarse con agua caliente en pleno invierno. Juntos.
Y como conclusión, Manuel aprendió que cada vez que el argentino le quisiese decir algo, lo obligaría a decírselo por teléfono.