Título: Convivencia
Título del capítulo: La Angustia de Fin-san.
Prompt: #2 "Puerta"
Género: Drama/General
Categoría: G / K
Palabras: 698
Link a la tabla Sabía que iba a recibir malas noticias, a Berwald no le cabía ni la más mínima de las dudas. Se encontraba frente a la puerta de su casa, dándole la espalda a esta, muriéndose de frío a pesar de estar abrigado hasta la médula, esperando el regreso de Tino.
No pudo pasar por alto la desesperación y la angustia del finlandés cuando unas noches antes había llegado un mensajero a nombre de los amigos del rubio, por mucho que Tino trató de disimularlas. Comprendía muy bien que algo andaba mal, sin embargo no preguntó nada, no quería presionar a su compañero y ponerlo peor de lo que ya estaba. Al día siguiente de esa repentina visita Tino se marchó con una sonrisa forzada, pidiéndole a Berwald que no se preocupara. Petición que, obviamente, no pudo dar el gusto de cumplir.
Los días que Finlandia estuvo ausente el sueco trató de descubrir por sí mismo qué era lo que podía estar ocurriendo, llegando a la conclusión de que seguro se trataría del ruso ese, ¿cuándo no traía problemas ese tipo? Siempre estaba al acecho, atormentando a los pobres países bálticos que Tino tanto quería.
Sin embargo Berwald decidió mantener el perfil bajo, no iba a actuar bajo su propia cuenta, mucho menos desconociendo la situación. No tenía remedio: debía esperar a que Tino regresase.
El día en el que la vuelta a casa estaba programada, sin saber ni él mismo el porqué, Suecia decidió esperarlo frente a las puertas de su hogar. Quizás para recibirlo lo más pronto posible o tal vez para asistirlo si se encontraba en problemas.
Esperó con su siempre inmutable paciencia y tranquilidad, aunque comenzando a desesperarse minuto a minuto, mientras el frío aumentaba y nubes de tormenta se acercaban. Las maldijo a todas y cada una de ellas, ¿acaso no podían esperar a que Tino se encontrase a salvo en casa? ¿Hacía falta que imitasen a esas novelas dramáticas? Al fin y al cabo comenzó a nevar, demostrando lastimosamente que ni con su poder mental ni con toda su voluntad podía controlar al clima.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó el ruido de algo acercarse, ¿una carroza quizás? Sí, sí era eso. A pocos metros de la casa de ambos ésta se detuvo, Tino descendió de ella, le dijo algo al conductor y cuando éste comenzó a regresar vaya a saber uno a dónde, el finlandés se acercó al sueco, con la misma sonrisa forzada con la que partido.
- ¿Cómo has estado, Su-san? -le preguntó disimulando su malestar.
- ¿Qué oc’rrió? -ya no aguantaba más verlo así, tenía que saber qué le estaba ocurriendo. No quería presionar a Tino, no, pero si no se enteraba del problema ¿cómo iba a ayudarlo?
Al ver el rostro preocupado de Berwald y su ceño fruncido tras los cristales que siempre llevaba, la sonrisa del más bajo desapareció casi instantáneamente, dejándolo sin palabras. Tino no sabía por dónde empezar, qué decirle, dentro de su cabeza tenía un torbellino de palabras e imágenes. De a poco bajó la mirada, hasta clavarla en el piso, todavía en silencio.
- Si qui’res llorar, no d’berí’s cont’nert’.
Finlandia elevó su cabeza para mirarlo de lleno, algo sorprendido por el cómo Berwald había leído su corazón con tanta facilidad. De a poco comenzó a sollozar, haciendo lo mejor para evitarlo pero eventualmente lágrimas comenzaron a escapársele de los ojos y entonces se deshizo de toda la carga mental negativa que traía consigo. Progresivamente los sollozos y suaves gimoteos fueron transformándose hasta convertirse en un llanto desconsolado. Tino parecía un niño pequeño: con la cabeza en alto, casi gritando, lágrimas mojándole las mejillas, su nariz goteando.
Ante tal dolorosa imagen, Berwald reaccionó abrazándolo brusca y fuertemente, como compañero, como amigo, como amante; a lo que Tino respondió devolviendo el gesto, hundiendo su cabeza en el pecho del sueco, agarrándose torpemente de su ropa.
El de lentes posó su cabeza sobre la del finlandés, enredando los dedos de una de sus manos en sus cabellos, preguntándose qué mierda estaba pasando, qué tragedia había ocurrido para hacer llorar a Tino así.
De lo único de lo que Berwald estaba seguro, era que el culpable iba a pagarla caro.