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Reflexionando, Sirius piensa después, probablemente debieron irse de la casa o al menos irse de la habitación.
De verdad no estaba pensando tanto en el futuro, con James y su familia visitando una tía, el trabajo no empezando hasta las ocho y él apenas vestido y Sophie usando su vestido amarillo favorito cuando ella golpeó la puerta; pero igual, pudo haber considerado la posibilidad de que Algo Demasiado Horrible Para Contemplar, pasara.
Pero no lo hizo y ahora es demasiado tarde.
“Eh,” dice, la mente en blanco por el pánico.
“Eh,” dice el Sr. Potter, mirando fijo la muralla. “Disculpen, lo siento mucho, debí golpear-“
“No no, disculpenos, Monsieur Potter,” dice Sophie, saliendo desde los brazos de Sirius y arreglando su vestido con una presencia increíble. Sirius la mira, como un pescado, sintiendo el calor en su cara hasta la punta de sus orejas. “No quisimos molestarlo.”
“No, no!” protesta el Sr. Potter. Aún está algo histérico, intentando mirar donde sea menos al sofá. “Nada de molestia, Sophie, para nada, perfectamente natural, todos tienen los pantalones puestos, ja ja, sólo llegamos temprano, iba a guardar mi sombrero,” y se va.
“Oh dios,” dice Sirius. Entierra la cabeza en la almohada. “Oh Dios, oh Dios, oh Dios-“
“Oh, basta,” dice Sophie. Una risita sale de su voz dulce. “Eres un niño. Es sólo un beso; o algunos besos.” Se está poniendo sus zapatos, pasando los dedos por el pelo de Sirius, y Sirius deja salir un gruñido, no confortado.
“Es el papá de James! Estoy viviendo en su casa!”
“Y tienes veintiún años,” dice Sophie gentilmente. Esto no es estrictamente verdad, por supuesto, pero Sirius no lo considera una mentira, exactamente, ya que su francés está increíblemente oxidado y “ving-et-un” podría significar diecisiete perfectamente. “Es un adulto, cheri. Ambos lo son.”
“Claro,” dice Sirius. Le sonríe. “Claro! Adultos! Sí! Todos! Vignt-et-un!” Sophie le sonríe, algo paciente, algo amable, algo francés y por lo tanto malévolo. Sirius piensa en lo atractiva que es y se siente mejor.
Desafortunadamente, su salvedad es corta. Esa tarde, después de la cena, después de que Sophie se ha ido y Sirius se siente seguro finalmente, se encuentra solo en la habitación de James con el Sr. Potter. Atrapado. Perdido en el mar. James, piensa, la traición última, hora del baño mi trasero, debo matarlo, antes de que el Sr. Potter se despeje la garganta incómodamente. “Pensamos,” comienza, “pensamos que sería buena idea hablar sobre-ciertos-hablar de-en vista de tu relación con Sophie-y siendo nuestro placer pero también nuestro deber al tenerte bajo nuestro techo-nuestro techo-y pensamos que sería mejor hablar de-ciertos-hablar.” El Sr. Potter se ajusta el cuello de la camisa y se saca la corbata. Sirius lo mira fijamente. No puede ser. “Verás,” dice el Sr. Potter, “cuando llegas a cierta edad, hay ciertos deseos que ciertamente deben llegar, estoy seguro, a la mente de cualquier joven.”
“Urgk,” dice Sirius. Todo lo que viene a la mente después es, “ciertamente.”
“Compré algo de-algo de literatura,” continua el Sr. Potter, jugando con unos panfletos en su regazo. Panfletos, piensa Sirius. Nunca podré mirar a este hombre a los ojos de nuevo. No es capaz de mirarlo a los ojos ahora, viendo sus zapatos y queriendo, más que nada, tener la vida simple de un cordón. Sólo tendría que preocuparse de no partirse o de ser masticado por perros. Eso sería una Buena vida, incluso si no tuviese más pasteles. “Bueno,” dice el Sr. Potter, “¿qué te parece? Es Perfectamente Natural.”
Sirius se atora. “Qué es, emm, Señor. ¿Qué es perfectamente natural?”
”Bueno,” dice el Sr. Potter. Sirius se pregunta quien, de los dos, está más incómodo. Los imagina, en un ring, concentrados en una competencia de cabezas explosivas. Serán calificados en todos, de qué color se les pone la cara, cuán rápido se les sale el cerebro por las orejas debido a la vergüenza. “Bueno, eso es.”
“Eso,” repite Sirius. Oh Dios, oh Dios, oh Dios. No hay escape. Todo es negro. “Señor, está... ehh... Oh Dios.”
“Sí,” dice el Sr. Potter, poniéndose verde. Mira la pared justo detrás de la oreja izquierda de Sirius al comenzar a hablar fantasmalmente, con algo de jovialidad. “Sí claro, Sirius, mi muchacho. Sólo pensamos que deberías saber que mientras... eso... es por supuesto una parte hermosa y natural de la experiencia humana y por supuesto, eh, una expresión maravillosa de amor entre dos adultos o, ja ja, casi adultos, hay ciertas... precauciones que necesitan ser, ehh, tomadas-cosas necesitan ser tomadas en cuenta. Eh.”
“Sí!” exclama Sirius, a través del pánico y la degradación. “Sí, absolutamente. Precauciones. Ya están tomadas y... eso. Sophie y yo, muy precavidos. No que... necesite ser, porque... no es necesario! Y todo está en los panfletos!”
“Clarito!” dice el Sr. Potter con gratitud tan profunda que es casi tangible. Se catapulta de la cama de Sirius y golpea a Sirius en el hombro, con tanto cariño que Sirius deja salir un sorprendido “oof!” y se agacha. “Eres como un hijo para mí, Sirius, muchacho.”
“Gracias, Sr. Potter,” murmura Sirius, intentando respirar y pesando, en su cabeza, varios métodos de suicidio. “De verdad. Gracias.”
“Mantengámoslo fuera de la casa para la próxima, ya, jaja?” dice el Sr. Potter y entonces, “oh, no te olvides, ehh, panfletos.” Los deja en la cobija de Sirius como algo muerto y podrido y cubierto en carroña y luego se va.
“Quiero morir,” dice Sirius, a nadie y, casi por reflejo, abre un panfleto.
Tienen ilustraciones.
Sirius deja salir un sonido de angustia y se mete debajo de la cama para esperar a la muerte.
***
La madre de James lo mira camino a la ducha con una mirada que dice No Pienses Que Estás A Salvo. James intenta salirse, sabiendo que si lo calcula bien, puede salir por la ventana del baño y morir justo a tiempo para evitar lo inevitable. Desafortunadamente, lo inevitable acaba de terminar de limpiar el piso y logra atraparlo cuando se resbala y cae de cabeza en su propio, y lamentable, destino.
“Bueno,” dice la Sra. Potter, “¿cómo estás, hijo?”
“Estás sentada en mí,” gruñe James. “Creo que me perforaste un pulmón.”
La Sra. Potter le acaricia su pelo desordenado. “Tengo panfletos para ti,” dice. “Sugieren hablarle a tus hijos sobre relaciones sexuales-“
“AGH,” grita James, intentando hacer que el sonido de su madre diciendo relaciones sexuales deje de hacer eco en su cerebro. “AGH AGH AGH AGH AGH.”
“-sobre relaciones sexuales antes de que cumplan dieciocho,” insiste su madre, “así que aquí estoy.”
James sabe ahora que nunca jamás tendrá sexo. Algún día, en el futuro cercano, una vez que haya agotado a Lily por segunda vez y se encuentre en un abrazo apasionado, sus dulces labios y su cabello en sus manos, recordará de repente y sin advertencia esta imagen de su madre, mirándolo detrás de sus lentes, su cabello gris y salvaje por la humedad y el aseo, diciendo relaciones sexuales! Triunfantemente. Y ese será el final de eso.
“Relaciones sexuales,” dice la Sra. Potter alegremente, acomodándose en el estómago de James, “es una de las cosas más hermosas que dos personas pueden compartir, asumiendo que por supuesto esas dos personas están dispuestas y sean entusiastas.”
“La la la la!” chilla James, metiendo sus manos en sus oídos. “Oh estar en Inglaterra ahora que Abril está aquí-“
“-y,” continúa su madre, “si ambos están concientes de los riesgos y las consecuencias que las relaciones sexuales traen. Por supuesto, la medicina mágica ha avanzado mucho en la prevención y alivio de muchas Enfermedades Transmitidas Sexualmente-“
“-y quien pasee por Inglaterra verá que la mañana-“
“-pero el embarazo,” dice su madre sin piedad, gentilmente sacando los dedos de James de sus oídos y sosteniéndolos a cierta distancia con fuerza, “dura para siempre y las consecuencias emocionales de un encuentro sexual no planeado o forzado pueden durar para siempre.”
“¿Sacaste esto de un libro?!” grita James. “Ya no soy tu hijo. ¿Por qué haces esto? ¿Atrapaste a Sophie y a Sirius y ahora yo tengo que sufrir?”
”Necesitas estar informado.” Su madre lo mira brillante. “Ahora, por supuesto, estoy seguro de que tienes curiosidad sobre estos nuevos sentimientos que tienes y quiero que sepas que no necesitas estar avergonzado de ninguno de ellos y quiero que me preguntes si tienes alguna pregunta.”
James la mira.
“Tus padres,” dice ella, “pueden ser una fuente de conocimiento sobre sexo en todas sus formas.”
El cerebro de James se cierra completamente. Después de un momento logra decir, “¿Mamá?”
”¿Si, cariño? No temas preguntar algo difícil.”
“Tengo que tomar una ducha.” Para siempre, añade silenciosamente.
“Estás algo maduro,” concuerda. “Nuevas glándulas, por supuesto. Pubertad! Qué cosa más linda!”
“Nunca podré hablarte de nuevo,” gruñe James. “Me voy a mudar a Siberia y me convertiré en una monja. Gracias, mamá, por moldear mi vida así.”
“Querido, entiendo que tengas dudas,” dice su madre plácidamente y lo besa en la frente antes de levantarse. “pero por favor entiende que nosotros-tu padre y yo-sabemos por experiencia propia que el sexo puede y debería ser una de las cosas más hermosas del mundo y nunca debes estar avergonzado de ti sexualmente o-“
“POR DIOS QUE ESTÁ EN EL CIELO,” grita James, tirándose al baño y cerrando la puerta.
Por un momento se sienta en el baño, intentando no llorar como un niño.
Entonces, desde atrás de la cortina de baño, alguien susurra, “¿Prongs?”
"¿Pads?"
"¿Está tu papá afuera?”
“Nunca voy a tener sexo,” dice James. “la vida ya no tiene sentido. Ni los senos. Me voy a convertir en monja. ¿Me quieres ayudar a buscar conventos?”
“Me voy a convertir en un castrado,” contesta Sirius en una voz muerta, “y cantar ópera. ¿Por qué, Prongs? ¿Por qué, por qué, por qué?”
“Es tu culpa,” sisea James. “tu y tu poodle Francés.”
“Estoy lleno de miseria,” dice Sirius. “El fin se acerca.”
“Te culpo,” insiste James, sin ningún vigor en la acusación. “Tu y tus deseos sin control.”
La cabeza de Sirius da un golpe contra la pared. “Mis panfletos son ilustrados.”
“Mi mamá está loca.”
“Tu papá intentó hablarme sobre los hechos de la vida.”
“Mi mamá usó la frase relaciones sexuales.”
“Él dijo la palabra ciertamente al menos diez veces en una oración.”
“Ella habló sobre ella y mi papá y-tu sabes.”
“Oh Dios.” Sirius lo mira detrás de la cortina. “Tu ganas.”
***
Remus se da cuenta a la mitad de la cena que nadie ha hablado desde que se sentaron a comer. Una mirada furtiva a sus papas y se da cuenta que sus padres lo están mirando fijo, como si estuvieran en el medio del Sahara: su mamá y papá dos buitres en el cielo y él mismo una gacela sin esperanza en su última pata. Intenta no atorarse con su comida, forzándola a bajar por su garganta. “Uhm,” dice. “¿Buenas arvejas?”
“Tenemos que hablar,” dice la Sra. Lupin.
“¿Qué hice?” pregunta Remus. “No he hecho nada.”
“No, no, no, por supuesto que no,” dice su padre amablemente. “No hiciste nada.”
“¿Uno de ustedes se va a morir?” pregunta Remus, luchando con la necesidad del pánico.
Su madre se ríe e intercambia una Mirada con su padre. Remus se tuerce. “Por supuesto que no, querido. Sólo-bueno, notamos que tomaste mi libro.”
“Tu... libro,” repite Remus. Oh Dios, ¿saben? No pueden saber. Quizás los sueños literarios son algo que hay en la familia Lupin, y cuando comienzan te tienen que iniciar en el Secreto de la Familia Lupin. “Sólo-sólo quería ver unos, eh, sueños.”
“Ya sabemos,” dice su padre. Se inclina en la mesa, poniendo una mano confortante en el hombro de Remus. “Sólo queríamos que supieras que estos sueños le pasan a todos.”
Remus lo mira, consciente de que su boca está llena de arvejas a medio comer. “Qu-lo son?”
“Por supuesto que sí, cariño.” Su madre le sonríe, amable y comprendiendo. El pánico avanza en la garganta de Remus. “Verás, cuando llegas a cierta edad, tu cuerpo empieza a tener ciertos... deseos.”
“No,” dice Remus rápidamente. “Nada de deseos. No hay deseos.”
“Por supuesto que los hay,” presiona su madre, “y son perfectamente normales. Son las hormonas, sabes. Una función del cuerpo. Nada de qué preocuparse.”
“No hay deseos,” insiste Remus. “No hay deseos.”
“No tienes para qué negarlo,” alivia su madre. “Entendemos lo que debes sentir-confusión y soledad y posiblemente intimidación. Es, después de todo, un fenómeno nuevo. Debes tener preguntas como ‘¿qué me está pasando?’ y ‘¿soy sólo yo?’ Pero no eres sólo tu, cariño.”
”Yo pasé por lo mismo,” dice su padre, sacando una tostada.
“No hay deseos,” dice Remus de nuevo. Ha olvidado que otras palabras existen.
“Remus,” dice la Sra. Lupin con paciencia, “pensamos que, ya que te gusta leer tanto, algunos libros en el tema podrían ser muy útiles.”
“¿Estoy hablando Inglés todavía?” dice Remus. “Suena como Inglés para mí. ¿Por qué no están escuchando? No hay deseos. No hay deseos!”
“Bueno,” intenta la Sra. Lupin, “el hombre en la tienda sugirió una versión animada para jóvenes. ¿Quieres mirarlo?”
“No si habla de deseos,” dice Remus, sintiéndose histérico.
“Entiendo,” dice su padre, guiñándole un ojo. “No hay deseos. ¿Claro? Sólo dejaremos estos en el living. Por si acaso.”
Remus mira sus arvejas. De ahora en adelante, supone que no podrá comer arvejas. Por siempre las asociará con esta náusea enferma y desesperada, la expresión de su madre, el guiño demente de su padre que supone entendimiento conspiracional. “Ack,” dice Remus.
”Recuerda: siempre estamos aquí si nos necesitas,” dice su madre.
“Ack,” dice Remus de nuevo y entierra su cara en sus manos.
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Peter sabe que está en problemas cuando escucha a su madre gritando algo en la sala. Lo que no sabe es por qué está en problemas. Puede ser cualquier cosa, excepto que no ha hecho nada, pero de verdad no lo descarta.
“Peter Wimsley Pettigrew, baja tu cola a esta habitación en este instante!”
Peter baja las escaleras, sin tener ninguna otra opción en el asunto. Su madre lo está mirando amenazante, sosteniendo en su mano lo que parece ser… un calcetín. Un calcetín pequeño y de plástico.
“¿Dónde crees que encontré esto?” dice, poniendo sus manos en sus caderas.
Peter no tiene idea. Podría ser en cualquier parte, la verdad. Deja calcetines en todas partes. Puede que ni siquiera sea su calcetín. Probablemente es uno de los calcetines de su hermana.
"Er," dice. “No sé.”
Su madre luce como si fuese a explotar. Peter la imagina explotando, y luego imagina que si lo hiciera, probablemente olería a desinfectante. “En la lavadora,” dice su madre. El piso bajo los pies de Peter se sacude. Es casi como un terremoto, sólo que su madre puede que lo haga comer jabón de nuevo, y eso es peor que el mundo abriéndose y tragándoselo entero. “¿Y de dónde crees que vino?”
“No entiendo,” dice Peter. “Los calcetines tienen que ir a la lavadora. ¿No?”
El labio de su madre se tuerce. Sus ojos emanan fuego rojo, demoníacos y acusatorios. Peter se achica. “Relaciones!” grita su madre. “Es una práctica inmunda, llena de enfermedades! Al baño, jovencito! Dos horas!”
Peter da vuelta su cola y corre.
“¿Tienes idea?” lo sigue la voz de su madre. “Las verrugas-herpes-infecciones-insanitario-asqueroso-inmundo-ningún hijo mío-“
Peter cierra la puerta del baño y le pone llave.
Ni siquiera parecía uno de sus calcetines. Era demasiado pequeño para ser uno de sus calcetines. Debe haber sido de su hermana, se confundió en la ropa sucia. No está del todo seguro de dónde viene toda esta conversación sobre relaciones, y cómo verrugas entraron en la mezcla, pero de verdad no escucha mucho a su madre y secretamente anima el polvo como mascotas, hasta que ella los sacude. No es como si tuviese que escucharla.
Bueno, piensa Peter, y se da un baño largo y caliente.