Tengo que acabar con esto de una vez
Vaniliekipferl
Lo que resultaba molesto no era que acabara haciendo una estupidez, que su instinto asesino lo hubiera asaltado en la tranquilidad de la noche (de insomnio por supuesto) o que ni siquiera el distraído italiano menor se hubiera atrevido a pasar desnudo por su territorio para ir a casa de Ludwig.
Nada de eso, lo realmente molesto era el aroma que salía de la cocina. Liechtenstein no era ni por asomo mala cocinera, pero el que justamente decidiera hacer esas galletas hacía que tuviera ganas de incinerar el libro de cocina que había comprado para luego suicidarse pegándose un tiro en la boca.
¿Qué cosa más humillante para él que comprarle un recetario a su hermana importado de Austria? Que su adorable hermanita hiciera las medialunas de vainilla, aquellas que había compartido en la merienda con el austriaco ¡Oh casualidad! La tarde previa a… Eso.
Recostó la cabeza entre sus manos, totalmente derrotado al hecho de que parecía que el destino quería arruinarle todos los años de neutralidad que había tratado de mantener (las Guerras Mundiales no contaban… Tampoco los Mundiales…) hasta la fecha. Total, ¿qué más podía llegar a sucederle?
-Hermano mayor… -Dijo Lili un poco nerviosa, sosteniendo un plato. -Quisiera que… Quisiera que las probaras…
Como no puede negarse, comió todas y cada una de las vaniliekipferl que le ofrecía, anotándose mentalmente que no había pasado por debajo de una escalera o haber roto ningún espejo como para que semejante desgracia le pasara.
Lo que resultaba molesto no era que acabara haciendo una estupidez, que su instinto asesino lo hubiera asaltado en la tranquilidad de la noche (de insomnio por supuesto) o que ni siquiera el distraído italiano menor se hubiera atrevido a pasar desnudo por su territorio para ir a casa de Ludwig.
Nada de eso, lo realmente molesto era el aroma que salía de la cocina. Liechtenstein no era ni por asomo mala cocinera, pero el que justamente decidiera hacer esas galletas hacía que tuviera ganas de incinerar el libro de cocina que había comprado para luego suicidarse pegándose un tiro en la boca.
¿Qué cosa más humillante para él que comprarle un recetario a su hermana importado de Austria? Que su adorable hermanita hiciera las medialunas de vainilla, aquellas que había compartido en la merienda con el austriaco ¡Oh casualidad! La tarde previa a… Eso.
Recostó la cabeza entre sus manos, totalmente derrotado al hecho de que parecía que el destino quería arruinarle todos los años de neutralidad que había tratado de mantener (las Guerras Mundiales no contaban… Tampoco los Mundiales…) hasta la fecha. Total, ¿qué más podía llegar a sucederle?
-Hermano mayor… -Dijo Lili un poco nerviosa, sosteniendo un plato. -Quisiera que… Quisiera que las probaras…
Como no puede negarse, comió todas y cada una de las vaniliekipferl que le ofrecía, anotándose mentalmente que no había pasado por debajo de una escalera o haber roto ningún espejo como para que semejante desgracia le pasara.