Como últimamente estoy que colecciono originales, pues aquí traigo otro (cuyo beta ya sabéis quien es) también para
fandom_insano. Forma parte de la Tabla de Imágenes, y es la viñeta 006, así que ahora me toca ir a cambiar los links ;) Que sí, que me he propuesto terminar con todas las tablas a medias que tenía, porque se acabó eso de los retos ahí tirados y abandonados y aquí me veís en mi estado de fic-original-fic-original y viceversa. Vamos, que si os peto la flist, la culpa, la tiene la musa =D Que para un momento que se pone a currar no la vamos a decir que pare ¿no?
Este original, (y el otro que publicaré en la otra entrada para no petar esto, que cuando hago 2 cuts el LJ se vuelve loco y dice que nanai de la china) no tiene nada que ver con la historia de Nadia, es sólo... un original. Pero me apetecía escribirlo. ¿La protagonista? Bueno, el título os lo dice todo ^^
Sentía un vacío en lo más hondo del pecho. Era una sensación que crecía por momentos, que nacía en alguna parte de su interior y se iba expandiendo por todo su cuerpo. Le causaba desazón, e incluso desesperanza. Le causaba dolor, e incluso compasión. Notaba un cúmulo de sentimientos que afloraban sin control por los poros de su piel.
Quiso cerrar los ojos y cesar en el estudio de aquello que tanto dolor le producía. Pero no podía: aquel sufrimiento ejercía en él una atracción casi morbosa. Seguía mirando, sin poder, quizás tampoco quería, apartar la vista de ahí. ¿Cómo había podido llegar a ese estado?
Recordaba todo lo que había pasado, todo lo que había vivido hasta aquel momento. Habían sido dos, dos entidades completamente definidas y ella… Ella había sido el resultado, algo tangible, real, perfecto. Ahora era vacío, la nada en su más absurda existencia.
Quiso hablar y su voz surgió trémula en su garganta. No había sonido para definirla. Buscó en su cabeza pero no encontró nada que le satisficiera. Se levantó del sillón donde se había acurrucado -como si así fuera más sencillo escapar de aquella realidad- y encendió el televisor. Las palabras llegaban en un marco de ruido que no podía mitigar. Pero no le gustaron, ninguna de las palabras que oyó le gustó nada. Apagó la televisión y probó suerte con la radio. Había una ligera diferencia, pero tampoco mucho. Había acertado en una emisora donde los locutores debatían sobre un tema tan rosa como aburrido e inútil. Apagó la radio y se dirigió a la ventana. Tal vez si la abriera, si llegara algún sonido de la calle… Pero el pomo de la ventana no cedió a pesar de todo el empeño que puso en abrirla. La miró con rabia, por marginarla del mundo.
La apartaban de la realidad, como si estuviera loca. Se preguntó cuál era el verdadero miedo de los doctores, si que ella contagiara al mundo o que el mundo la contagiara a ella.
Agachó pesarosa la cabeza, sabiendo que siempre le quedaría el atisbo de esa duda.
Después quiso escribir pero la mina del lápiz se rompió al deslizarla sobre el papel, la tinta manchó la hoja sin concierto alguno y, finalmente, en un arranque de furia, ella misma destrozó la hoja. Abrió el ordenador y navegó distraídamente por internet. La red de comunicación más moderna del mundo tenía que haber sido su salvación. Pero volvió a ser su condena. Al lado del teclado su móvil vibró y la pantalla se iluminó anunciando que acababa de recibir un mensaje. No se molestó en abrirlo, ¿para qué? Aunque entendiera la idea sabía que aquello, en ese preciso momento, era lo último que tenía que mirar.
¿Qué les había pasado a las palabras? ¿Qué había sido de ellas? Habían ido languideciendo todas, una a una, y verlas morir cuando por fin empezaban a florecer para deleite de todos era uno de los peores pecados que podía concebir. Habían perdido sus letras, sus normas, sus realidades físicas. Cuando por fin las palabras podían ser escritas por un público amplio y en plena revolución, éste se encargaba de vapulearlas, de violarlas, golpearlas hasta dejarlas moribundas. Y no habían recibido mejor trato a la hora de ser habladas. El fenómeno era menos drástico, y se escondía con mayor habilidad que en el caso anterior pero el resultado era parecido. Incluso a veces era hasta grotesco. Por tratar de disimular aquella lagunas lingüísticas la gente cometía verdadera atrocidades.
Y aún así, a pesar de todo, parecía que todos se entendían. Unos mejor que otros, unos con más acierto que otros… Otros siempre habían hablado idiomas diferentes. Pero, de alguna forma, todos parecían comprender las ideas que se manejaban.
Escondió su pequeño cuerpo en el gran sillón como si así pudiera escapar de los fantasmas que se arremolinaban alrededor. Dejó las piernas colgando y sintió la atracción que producía el vacío. Suspiró y recordó la sesión con la psiquiatra que había tenido el día anterior. Recordó, en especial, la pregunta con la que habían terminado. Idea y dibujo. ¿Qué eran? ¿Eran entidades diferentes o formaban parte de ella tanto como ella misma? Habían sido dos, dos entidades completamente definidas y ella… Ella había sido el resultado, algo tangible, real, perfecto. Ahora era vacío, la nada en su más absurda existencia.
Ella era la Palabra. Vapuleada, violentada, maltratada, ofendida, olvidada, destruida, disfrazada, ocultada, disimulada. Mal hablada. Mal escrita. Despojada de su poder, de su herencia, de su valor. Ella era la Palabra.
Miró de nuevo a la ventana que la separaba del mundo. La apartaban de la realidad, como si estuviera loca. Se preguntó cuál era el verdadero miedo de los doctores que la estudiaban con tanta atención, si que ella contagiara al mundo o que el mundo la contagiara a ella.
Siempre le quedaría el atisbo de esa duda.
Y de paso, entre tanto postear os enseño mi nueva colección de Icons. ♥