Y otra viñeta
Es un domingo calmado en el castillo y Lily aguarda en un ancho pasillo vacío, relajada. Es amiga de la soledad porque le gusta acariciarla con los dedos y luego soltarla muy despacio al volver a la realidad, como nubecillas de vapor saliendo de entre los labios.
Tiene una guardia cuarenta minutos más tarde; le parece muy lejana. El tiempo pasa despacio pero agradable con el cabello enmarañándose alrededor de las mejillas enrojecidas. Piensa en sus amigos, en su escuela de antes, en la vida desde que leyó la carta de bienvenida a Hogwarts. Piensa en Petunia, tan reticente con ella, llamándola bicho raro, y recuerda las viejas canciones que solían escuchar…
Sus pensamientos se disipan como la bruma cuando nota una presencia acercándose. Sabe quién es antes de que lo tenga al lado.
-Pareces triste -comenta Sirius como saludo, apoyando los codos en el alféizar junto a ella. El ventanal es lo suficientemente ancho para dos personas aunque sus brazos se rozan ante cualquier ínfimo movimiento.
-No -niega con una media sonrisa-. Solo un poco nostálgica.
No tiene muchas ganas de hablar pero cree que él va a preguntarle así que se yergue sobre sí misma buscando una respuesta. Pero ese momento no llega. Sirius mira al horizonte con los ojos levemente achicados, su mirada más gris que nunca, el pelo revuelto y negro, contrastando con el paisaje claro.
-Hay cosas que se echan de menos en Hogwarts -murmura Lily al final.
-¿En serio? -Alza una ceja-. Yo no quiero irme nunca.
-No es que quiera marcharme -aclara ella, apartándose un mechón pelirrojo-. Pero… bueno, tenía una radio… -Lo mira dubitativa, bajando el tono de voz hasta quedarse callada. Jamás ha tenido miedo a decir que su sangre no es pura, ni tampoco va a empezar a tenerlo ahora, aunque procura no hablar de esos temas.
-Que mi familia odie a los muggles no significa que yo también lo haga -musita el chico con sequedad-. Sé lo que es una radio.
Permanecen un rato en silencio, mientras la gente anda a sus espaldas, por el pasillo, de arriba abajo. Una corriente de aire hace que ambos se estremezcan bajo las túnicas; son las siete de la tarde y el viento es cruel, glacial en invierno.
-¿Qué te gustaba escuchar con tu radio, Lily? -pregunta él de repente.
-Los Beatles -contesta sonriendo.
Sirius no se gira pero la chica ve las comisuras de los labios alzándose y las pupilas chispeando. James le ha contado tanto sobre sus amigos que siente que los conoce desde millones de años atrás.
-Let it be -dice con voz ronca, volviéndose hacia ella.
Todo en Hogwarts es mágico y también lo es Sirius Black y su cazadora de cuero negro sobre los hombros; es magia cuando él se acerca a una distancia más corta de la que debería y roza sus labios con los suyos en un beso casi etéreo, tan suave que no parece el eterno rebelde que sus actos demuestran.
Cuando él se separa Lily da un paso atrás, ¿qué haces?, espeta en voz baja pero firme, ignorando el hecho de que le falta el aire en los pulmones. Permanecen unos segundos mirándose, diciéndose cosas sin palabras. A ella no le deslumbran los chicos como Sirius pero Sirius ha resultado ser diferente de lo que pensaba, apartado de lo que le rodea como un perro herido, y no puede evitar que se le encoja el corazón un poquito cuando él se inclina por segunda vez hacia ella, vacilante. Sus respiraciones chocan entremezclándose y esta vez Lily Evans corresponde al beso con lentitud.
Let it be, que el río siga su curso. Que aquello que nace hoy dure para siempre, dice el viento en su susurro helado.
Tiene una guardia cuarenta minutos más tarde; le parece muy lejana. El tiempo pasa despacio pero agradable con el cabello enmarañándose alrededor de las mejillas enrojecidas. Piensa en sus amigos, en su escuela de antes, en la vida desde que leyó la carta de bienvenida a Hogwarts. Piensa en Petunia, tan reticente con ella, llamándola bicho raro, y recuerda las viejas canciones que solían escuchar…
Sus pensamientos se disipan como la bruma cuando nota una presencia acercándose. Sabe quién es antes de que lo tenga al lado.
-Pareces triste -comenta Sirius como saludo, apoyando los codos en el alféizar junto a ella. El ventanal es lo suficientemente ancho para dos personas aunque sus brazos se rozan ante cualquier ínfimo movimiento.
-No -niega con una media sonrisa-. Solo un poco nostálgica.
No tiene muchas ganas de hablar pero cree que él va a preguntarle así que se yergue sobre sí misma buscando una respuesta. Pero ese momento no llega. Sirius mira al horizonte con los ojos levemente achicados, su mirada más gris que nunca, el pelo revuelto y negro, contrastando con el paisaje claro.
-Hay cosas que se echan de menos en Hogwarts -murmura Lily al final.
-¿En serio? -Alza una ceja-. Yo no quiero irme nunca.
-No es que quiera marcharme -aclara ella, apartándose un mechón pelirrojo-. Pero… bueno, tenía una radio… -Lo mira dubitativa, bajando el tono de voz hasta quedarse callada. Jamás ha tenido miedo a decir que su sangre no es pura, ni tampoco va a empezar a tenerlo ahora, aunque procura no hablar de esos temas.
-Que mi familia odie a los muggles no significa que yo también lo haga -musita el chico con sequedad-. Sé lo que es una radio.
Permanecen un rato en silencio, mientras la gente anda a sus espaldas, por el pasillo, de arriba abajo. Una corriente de aire hace que ambos se estremezcan bajo las túnicas; son las siete de la tarde y el viento es cruel, glacial en invierno.
-¿Qué te gustaba escuchar con tu radio, Lily? -pregunta él de repente.
-Los Beatles -contesta sonriendo.
Sirius no se gira pero la chica ve las comisuras de los labios alzándose y las pupilas chispeando. James le ha contado tanto sobre sus amigos que siente que los conoce desde millones de años atrás.
-Let it be -dice con voz ronca, volviéndose hacia ella.
Todo en Hogwarts es mágico y también lo es Sirius Black y su cazadora de cuero negro sobre los hombros; es magia cuando él se acerca a una distancia más corta de la que debería y roza sus labios con los suyos en un beso casi etéreo, tan suave que no parece el eterno rebelde que sus actos demuestran.
Cuando él se separa Lily da un paso atrás, ¿qué haces?, espeta en voz baja pero firme, ignorando el hecho de que le falta el aire en los pulmones. Permanecen unos segundos mirándose, diciéndose cosas sin palabras. A ella no le deslumbran los chicos como Sirius pero Sirius ha resultado ser diferente de lo que pensaba, apartado de lo que le rodea como un perro herido, y no puede evitar que se le encoja el corazón un poquito cuando él se inclina por segunda vez hacia ella, vacilante. Sus respiraciones chocan entremezclándose y esta vez Lily Evans corresponde al beso con lentitud.
Let it be, que el río siga su curso. Que aquello que nace hoy dure para siempre, dice el viento en su susurro helado.