¡Feliz Amigo invisible Esciam! 2/2

Dec 28, 2013 10:05

Título: La aventura del crucero holandés
Rating: PG 13. Algo de violencia, algo de sexo, nada muy explícito.
Personajes: Sherlock Holmes, John Watson, Mary Morstan
Parejas: John/Mary, insinuación de Sherlock/Irene
Resumen: Siempre que Sherlock y John van de vacaciones, nada es lo que se espera
Disclamer: Sherlock no me pertenece, los personajes son del genio de Arthur Conan Doyle y las adaptaciones para la serie del genio Steven Moffat. Yo no gano nada con esto.
NotasEscrito para esciam, para el Amigo Invisible de Sherlock multiverse 2013.
Espero que sea de tu agrado. Me di cuenta que es muy difícil escribir un relato policial que tenga coherencia y en el que cierren todos los detalles, y que cuando me enojo con los escritores de las series por cometer errores soy demasiado severa. Es algo fácil de criticar y muy difícil de hacer, claro que ellos son profesionales y yo solamente aficionada. No creo que lo haya conseguido aquí, pero lo intenté.
Me inspiré en un comentario que hace el Watson de los libros cuando nombra esos casos que nunca relata, y que siempre me intrigó “el doloroso asunto del vapor holandés Friesland, que casi nos costó la vida a los dos”. Este relato seguramente no tenga nada que ver, pero quedó así.



La aventura del crucero holandés

Sherlock y John salieron silenciosamente al pasillo. Pasaban algunos minutos de la una de la mañana. El barco se deslizaba tan suavemente que no se percibía movimiento alguno. Se escuchaba música muy lejana. El baile debía estar en su apogeo. Se detuvieron en el corredor unos instantes, y luego los se metieron en el camarote de Mary.
- John, no confíes en ella. El truco de la damisela en apuros es muy viejo. Hasta yo caí en él una vez. La dama nos está ocultando algo. Sabe más de lo que nos dice sobre quién la está tratando de matar. Es alguien muy torpe o sólo está tratando de asustarla, porque es ridículamente ineficaz.
-¿Porqué nos contrataría para averiguar quién la quiere matar si ya lo sabe?
- Las mujeres son un misterio. Sus móviles no son muy lógicos. Hay algo que resulta claro y es que un extraño entró en su habitación. Un hombre de más de 100 kilos de peso. Y no fue alguien de mantenimiento porque habrían reemplazado el espejo o al menos le habrían avisado.
- Yo creo que está realmente asustada. Quien sea que la siguió hasta aquí es alguien con recursos. Este viaje no es barato precisamente.
- Por favor, John. En los círculos en que se mueve esta dama, el precio de este crucero es insignificante. Estuve leyendo los archivos de sus clientes de su computadora portátil. Estaban encriptados, pero conozco la mayoría de los algoritmos de encriptación, no tardé más de cinco minutos en abrirlos. Dos de sus clientes son importantes empresas de tecnología, y ella lleva los asuntos de las patentes. Hay muchas aplicaciones tecnológicas realmente ingeniosas que podrían ser usadas por varios gobiernos, estoy seguro que mi hermano pagaría mucho dinero por tener el control de algunos de estos inventos. Los demás parecían asuntos corrientes, nada como para matar por ellos. En todos los casos hay grandes sumas de dinero en juego. También es posible que quien la persigue sea algún antiguo amante, o una esposa celosa. La dama es muy atractiva, por lo que puedo ver según tus reacciones.
- Porque tu no reaccionas frente a una mujer atractiva. Me equivoco, reaccionas sólo frente a “la mujer”. - John no pudo evitar acentuar las comillas con las manos. Esperaba provocar una respuesta en Sherlock que le probara que también era humano. Ante su sorpresa, observó que Sherlock trataba de ocultar una media sonrisa. El recuerdo de ella aún le hacía sonreír. No existían dudas, Irene era “La Mujer” en la vida de Sherlock, la primera y John se temía que además fuera la única. Sintió pena por su amigo. La única mujer en su vida estaba muerta.
Sherlock no perdió tiempo. Sacó del bolsillo una minicámara espía y la colocó enfocando la puerta que daba al pasillo, cuidadosamente oculta en la elegante lámpara de pie que daba una discreta luz dorada en una esquina. Hizo lo mismo con otra cámara apuntando a la puerta del balcón, que escondió en la maceta de una planta que colgaba junto a la puerta de vidrio.
- Son las dos únicas entradas, y de esta forma respetamos la privacidad de la señorita Morstan. Si filmáramos el interior de la habitación podría demandarnos. Los abogados son peligrosos con este tipo de cosas. - Sherlock colocó además un pequeño micrófono que disimuló en un rincón de la impecable alfombra de color crema que cubría el camarote.
- Ahora ya podemos irnos. Mary tendrá que volver a su camarote si queremos que la trampa funcione.
- ¿La vas a usar como carnada?- John se enfureció.
- John, ya es la carnada. Nosotros somos los pescadores.
- Está durmiendo. Está asustada. No sería mejor quedarnos nosotros en su habitación y esperar a que quien sea que la persigue entre?
- No creo que regrese esta noche. Es probable que te haya visto entrar con ella.
- Nadie nos siguió, Sherlock. Presté atención.
- Por supuesto, John. Una romántica conversación en la cubierta exterior, a la luz de la luna, con una mujer que te parece atractiva. Estabas muy atento a los alrededores.
- No fue una conversación romántica- de pronto John se interrumpió. - ¿Cómo lo sabes?
- Te lo dije. No te darías cuenta si quien te sigue es lo bastante bueno.
- ¿Y como sabes que nadie te siguió hasta aquí?
- Lo sé. Yo sí estoy seguro. Y por otra parte, dirigirme directamente a nuestro camarote después de recorrer las instalaciones recreativas nocturnas del barco, es algo perfectamente natural para cualquier observador. Lo fundamental aquí es que nadie sepa que yo estoy investigando el caso de la señorita Morstan, o quien esté detrás de ella renunciará hasta encontrarla a solas. Lo más peligroso serán las excursiones a tierra que están previstas. Tendrás que seguir fingiendo ser su cita, John, y no separarte de ella. Yo los seguiré discretamente, para protegerla y estar listo a intervenir en caso necesario. Sé que te toca la parte más difícil, en caso de peligro, serás tu quién se expondrá más. Pero no se me ocurre otra forma de hacerlo. Llamaría demasiado la atención. No debemos mostrarnos juntos en ninguna circunstancia, aunque si alguien investiga sabrá quiénes somos y dónde estamos.
- No me importa el peligro, Sherlock. Acompañar a Mary es un placer.
- Ten cuidado con ella. Nos está ocultando algo, sabía quienes somos. Es demasiada coincidencia que lea tu blog, y que tenga tu misma terapeuta. Investigaré sus antecedentes. Quédate tu a acompañarla, no sería raro si es tu cita. Y me informarás de cualquier comportamiento extraño que tenga, con quién se comunica, cuales son sos costumbres. Puede estar tendiéndonos una trampa.
- ¿Y si no quiere que me quede? Acabo de conocerla.
- John, tu eres el experto en mujeres. Sabrás manejar la situación. Ahora ve tu primero y yo saldré después. Regresa con ella y tráela aquí. Traten de descansar. Yo estaré vigilando.
Sherlock se dirigió a la puerta y escuchó con atención. No había ruido de pasos. Abrió lentamente la puerta y observó a todos lados. Luego le hizo una seña a John, el cual salió primero y entró en su propio camarote. Unos minutos después salió Sherlock.
Cuando entró en el suyo, vio a John despertando suavemente a Mary.
- Debes regresar, te acompañaré. No hay peligro por el momento. Sherlock estará vigilando y yo me quedaré contigo.
Una adormilada Mary se dirigió tambaleante a la puerta, apoyada en el brazo de John, que le guiñó el ojo a Sherlock al salir.
No se veía a nadie por el estrello pasillo. John guió la mano de Mary para que pudiera colocar la tarjeta magnética que abría la puerta, ya que Mary estaba más dormida que despierta. La guió hasta su cama y la ayudó a tenderse. Mary suspiró se frotó los ojos para despejarse.
- ¿Donde vas a dormir, John?
- Aquí. John señaló un cómodo sofá que estaba cerca de la ventana, de cara al océano absolutamente oscuro por el que cruzaban- no te preocupes, se ve cómodo. Dormí en lugares peores en la guerra.
- Si estás muy incómodo, ven a la cama. Es lo bastante grande y los dos somos adultos. No va a pasar nada que no queramos. - Le sonrió seductoramente, a pesar de su rostro adormilado. John sonríó a su vez.
- Me encantaría, Mary, pero fue un día muy difícil para todos, y será mejor que descansemos.
- Está bien. Pero abre el balcón, quiero oír el ruido del océano, me ayudará a dormir.
John abrió la puerta de vidrio y salió al balcón. No había viento y el suave susurro del océano invadió la habitación en penumbras. Y llegó otro sonido, mezclado con el del agua. Las suaves y melancólicas notas de un violín, magistralmente interpretado, que venía de un balcón próximo. John sonrió, y se tendió en el sofá, que era realmente cómodo. Pocos minutos después, ambos dormían, arrullados por el océano y el violín.

La noche pasó sin novedad. A la mañana siguiente, después de pasar por su camarote para darse una ducha y cambiarse, John pasó a buscar a Mary para ir al comedor a desayunar. Según el itinerario que les entregaron al subir a bordo, éste sería un día de navegación en alta mar, mientras el barco se dirigía a Islandia. La primera escala no sería hasta el día siguiente por la tarde. Esto obligaba a los pasajeros a interactuar unos con otros y a divertirse usando las instalaciones del barco.
Cuando llegaron al comedor, vieron que Sherlock ya estaba ocupando una mesa para cuatro, y charlaba despreocupadamente con una pareja de cincuentones y el hombre que se mostró tan sociable la noche anterior. Los saludó discretamente con la cabeza, mientras ellos se dirigían a una mesa junto a la ventana. Era un hermoso día, el océano se veía sereno y brillaba al sol. Algunas nubes surcaban el cielo y parecían acumularse hacia el oeste.
Mary estaba de excelente humor, tras una buena noche de descanso. John se sentía feliz también. El desayuno fue muy agradable. Mary propuso ir a la piscina interior a nadar, ya que a pesar de ser verano, estaban muy al norte, y la temperatura demasiado fría volvía poco atractiva la piscina exterior. En el escaso tiempo que tenía en su actividad diaria, se hacía una hora diaria para ir a nadar y hacer ejercicio para mantenerse en forma y liberar tensiones, y no quería dejar de hacerlo en esa semana.
John le respondió que con gusto la acompañaría. Luego de desayunar fueron a sus respectivos camarotes para cambiarse. John le envió un mensaje a Sherlock, informándole de donde iban a estar, y no recibió respuesta. La señal volvía a ser muy débil y John se temía que cuando estuvieran a medio camino hacia Islandia, no habría señal en absoluto. Esta idea lo alarmó ligeramente. Las cosas podían complicarse si se veían separados y sin comunicación.
Se dirigieron juntos a la piscina climatizada de la cubierta dos. Había muy pocos pasajeros, lo que no era extraño siendo aún temprano en la mañana, y la oferta de diversión del crucero era tan amplia que excepto en las horas de las comidas, o en el salón de baile, rara vez se veía una gran concentración de personas en el mismo lugar.
La gran piscina de agua clara invitaba a nadar, y Mary se zambulló enseguida, después de dejar su bata en una silla plástica. John la imitó. La temperatura del agua era perfecta, y nadaron juntos a lo largo de la piscina. John advirtió que Mary nadaba muy bien, como una profesional, y pronto lo dejó atrás. John le preguntó si solía competir y riendo, Mary explicó que lo hacía cuando estaba en secundaria, pero en cuanto empezó su carrera profesional ya no tuvo tiempo.
- Tu no acostumbras nadar, por lo que veo. No estás en buena forma.
- No, hace tiempo que no lo hago. No voy mucho a la playa y como tu, no tengo tiempo de ir regularmente a una piscina- . Se habría dejado matar antes que confesarle a Mary que nunca superó la fobia que le inspiraban las piscinas públicas desde que Moriarty lo cubrió de explosivos como trampa para Sherlock junto a una piscina Ni su terapeuta pudo ayudarlo con eso. Si no fuera por Mary y su deber de protegerla, no habría entrado al agua.
- Juguemos una carrera. El primero que llegue al otro lado paga el champán de la cena.
- Tendría que pagar el que pierde, es lo que se acostumbra- dijo John, o me voy a dejar ganar.
- Quiero invitarte yo, doctor Watson. Preparados, uno, dos, ya!!!
Mary comenzó a bracear rápidamente, adelantando a John, que se esforzaba heroicamente en seguirla. Estaba por llegar al otro lado cuando comenzó a gritar.
- ¡John, tengo un calambre! Auxilio!
Por un momento John pensó que Mary estaba jugando, que quería hacerse la doncella en apuros para ser rescatada heroicamente, pero enseguida notó el pánico en la voz de Mary.
- ¡Socorro!, no puedo nadar, algo me pasa - el grito se convirtió en un jadeo ahogado. El miedo invadió a John, dejándolo paralizado. La piscina, los explosivos, Moriarty. Un nuevo grito desesperado de Mary lo hizo reaccionar, y nadó tan rápido como pudo. Cuando llegó a su lado, Mary se había hundido y parecía inconsciente. Recurriendo a todas sus fuerzas, John se sumergió y la sacó a flote, luchando para sacarla de la piscina. Alguien se acercó nadando velozmente y la sacó del agua, sin apenas esfuerzo. Luego ayudó a John a salir, el cual se arrodilló junto a Mary y comenzó a practicar la reanimación. Mary reaccionó enseguida, tosiendo y escupiendo agua. John la sostuvo en sus brazos, incorporándola, hasta que su respiración se hizo más regular, pero seguía temblando.
- John, no me puedo mover. No sé que me pasa- sollozó Mary.
El hombre que los ayudó se acercó a ella y le examinó los ojos, los labios, brazos y piernas. En ese momento John se fijó en él por primera vez, y su mirada encontró unos fríos ojos grises de forma extraña, ojos que él conocía muy bien.
- Veo que hiciste un excelente trabajo como guardaespaldas, John. Afortunadamente tus conocimientos médicos sí fueron útiles.
- Sherlock, lo lamento. No sé que pasó, ella nada como profesional.
- Alguien le administró un relajante muscular muy fuerte, y probablemente un sedante. Sólo pudo ser en el desayuno, y ante tu propia cara. Yo sé exactamente quién fue el camarero que les sirvió, lo interrogaré. Ahora llevemos a Mary a su camarote, que descanse y se recupere. Probablemente la droga tarde unas horas en dejar de actuar.
Sherlock se envolvió en su bata y ayudó a Mary a ponerse la suya, mientras John la sostenía, porque Mary apenas se mantenía de pie, apoyada en sus piernas temblorosas.
Los demás bañistas se acercaron a ver que ocurría, y John les dijo que todo estaba bien, que la señorita sufrió un calambre, que era médico y la atendería en su camarote.
Llegaron sin incidentes al camarote de Mary y nuevamente John la tendió en la cama y la examinó detenidamente. Mary cerró los ojos, como si le costara mantenerlos abiertos. A los pocos minutos, dormía profundamente.
- Tienes razón. Fue un sedante con un relajante muscular de mucha potencia, pero inofensivo para alguien que no esté en el agua ni conduciendo un vehículo. Sus efectos pasarán en un par de horas- luego se dirigió a Sherlock y bajó la voz.
- Pudo haber muerto, y sería mi culpa. Me paralicé. Fue la maldita piscina. Creí verlo de nuevo, Sherlock, a él y los explosivos. Y lo que pasó después. Un instante más y Mary moría.
- Está bien, John, lo comprendo. Quédate con ella, buscaré al camarero.
Sherlock salió del camarote de Mary y se llevó la mano distraídamente al bolsillo. John alcanzó a ver la culata de un revólver. Que mala suerte, pensó John, verse metidos en esta situación cuando sólo quería unas vacaciones. Pero había visto en Sherlock esa expresión que tenía cuando estaba trabajando, la emoción de la cacería. Había visto al guerrero en el campo de batalla, como le explicó Mycroft en su primer encuentro. Y supo que era eso, más que nada en el mundo, lo que Sherlock necesitaba para volver a ser él mismo. Sonrió para sí. Sherlock Holmes y el doctor Watson estaban de vuelta.
Mary despertó dos horas más tarde, sintiéndose mucho mejor. Aun llevaba su traje de baño, y cuando lo notó, decidió darse una ducha, que terminó por despejar su mente de los últimos efectos de la droga. Salió de la ducha vestida, peinada y arreglada. John le tomó el pulso y le examinó los ojos.
- ¿Que recuerdas, Mary?
- Estábamos jugando carreras en la piscina. Iba a ganarte y me dio una especie de calambre, no me podía mover. Me hubiera ahogado si no estabas ahí. Salvaste mi vida.
- Alguien colocó una droga en tu desayuno. Sherlock fue a investigar. Reconociste a alguien en el comedor esta mañana?
- A algunos los vi anoche en la cena.
- Sí, eso es esperable. Recuerdas a alguien de antes de embarcar? ¿Alguna de las personas que te siguió en Londres?
- No estoy segura, sólo empecé a fijarme en la gente cuando me di cuenta que no podían ser coincidencias. Hablando de cena, estoy muerta de hambre. ¿Que hora es?
- Trece y treinta. No es raro que tengas hambre, desayunamos temprano. Deben estar sirviendo el almuerzo ya. ¿Te sientes lo bastante bien como para ir al comedor o les pido que te sirvan aquí?
- Estoy bien. No quiero quedarme aquí a esperar que me ataquen otra vez.
Salieron y se dirigieron al comedor principal. John ofreció el brazo a Mary y ella se apoyó ligeramente en él. Todavía estaba un poco pálida.
La mayoría de las mesas estaban ocupadas cuando llegaron al comedor. Sherlock no se veía por ninguna parte.
Ocuparon una mesa que quedaba en el lado opuesto del comedor, John recordaba lo que dijo Sherlock del camarero y no quería que los atendiera el mismo que en el desayuno, el cual no estaba a la vista, aunque John no estaba muy seguro. Había estado demasiado pendiente de Mary para fijarse en él.
Almorzaron tranquilamente y no hablaron mucho. John sugirió que pidieran lo mismo o algo que les gustara a los dos y cambiaran los platos después. Lo mismo hicieron con las copas. Mary le agradeció el caballeroso gesto.
En un momento, John escuchó el tono de mensajes de su móvil, y lo miró con disimulo.
“Bien pensado, pero no intentará el mismo truco dos veces”. SH. Sonrió y se lo mostró a Mary.
Alguien se acercó a la mesa y saludó alegremente. - ¡Mary! ¿Que haces aquí?
- ¡Hola Osvald! Estoy de vacaciones. ¿Y tú?
- Lo mismo. ¡Qué sorpresa encontrarte!.
John carraspeó con impaciencia. El hombre tenía unos sesenta años, vestía muy elegantemente con un traje azul y corbata a juego sobre camisa rosa. Tenía abundante cabello gris muy bien peinado y unos ojos azules luminosos y expresivos.
- John, este es Osvald, un cliente. Osvald, este es John. Lo conocí a bordo y nos hicimos muy buenos amigos.
- Comprendo - Osvald miró a John con ojos penetrantes y John sintió un escalofrío, sin poder explicarse la causa.
- ¿Como está tu familia? - había cierto tono en la voz de Mary que revelaba nerviosismo y su sonrisa se veía falsa.
- Están muy bien, por primera vez en mucho tiempo nos podemos tomar vacaciones juntos. Estaban en la piscina, pero ya están en camino - los ojos de Osvald se volvieron a mirar a Mary, y a John le pareció que la comía con los ojos. Daba la impresión de que ambos querían hablar sin testigos.
John empezó a sentirse incómodo y decidió dar una excusa para alejarse un momento y que pudieran hablar. Lo asombraba la tensión que percibía en el ambiente. Se levantó murmurando que iba al baño. Se dirigió al baño de hombres que quedaba en el pasillo de acceso del comedor. Estaba lavándose la cara cuando su móvil sonó de nuevo. “No confíes en él. No lo dejes solo con Mary” SH.
Rápidamente salió del baño y casi corrió hasta la mesa que compartía con Mary. John sintió el pánico que apretaba su garganta cuando vio que no había nadie en ella. Ni Mary ni el tal Osvald. Miró alrededor por si se había equivocado de mesa, pero no cabían dudas, ahí estaban los platos que habían pedido, casi sin tocarlos. Quiso creer que quizás Mary estaba en el baño también, pero de su silla colgaba el bolso donde siempre llevaba la computadora portátil y que John reconoció sin dudar. Mary no se separaba nunca de su portátil, y menos ahora que se sabía perseguida. Tomó el bolso y lo encontró muy liviano. Lo abrió con dedos temblorosos y comprobó que la pequeña laptop de Mary no estaba.
Se dirigió al camarero que los atendió momentos antes y le preguntó por la señorita que lo acompañaba y que estaba en la mesa ocho, junto a la ventana. El sorprendido camarero dijo que la vio salir con el caballero con el que hablaba momentos antes.
John salió corriendo del comedor, y vio a Sherlock, que le hizo una seña para que lo siguiera. Este tenía un corte sangrante en una mano, que apretaba con un pañuelo atado que se veía empapado en sangre.
- Vamos John, los alcanzaremos. Sé a dónde van.
Corrieron por los pasillos. Sherlock tomó a John del brazo y lo fue guiando, casi remolcándolo por momentos. Sherlock parecía conocer el barco a la perfección, recorría los pasillos y subía y bajaba escaleras con tanta seguridad como si estuviera recorriendo los pasadizos y callejones de Londres, que no tenían secretos para él.
Finalmente llegaron a la cubierta seis, a un largo pasillo con numerosas puertas con números. Sherlock se detuvo y le hizo una seña a John para que guardara silencio.
-Ya sé quien es y porqué persigue a Mary. Uno de estos camarotes es el suyo. Ocupó dos, uno para su familia y el otro, para sus propios fines. Tenía la pantalla perfecta, por eso me hizo dudar.
John no entendía nada - ¿Quién es y que quiere de Mary?
- Te lo explicaré después. Lo importante es encontrar a Mary y su computadora. Su camarote es el 317. Es interno, sin ventanas, lo que es una ventaja, porque tiene una sola entrada.
- ¿Como entraremos?
- No lo haremos, el saldrá. Es un viejo truco que utilicé con éxito muchas veces. Necesito que hagas sonar la alarma contra incendios, al tiempo que yo me encargo de hacer humo en el pasillo. Grita con todas tus fuerzas y trae al personal del barco que encuentres en esta cubierta. Yo esperaré aquí y le saltaré encima. Con suerte todo terminará rápido y Mary estará a salvo. ¿Estás listo?
John asintió. Estaba un poco sin aliento, pero resuelto a todo. No podía perdonarse haber sido tan estúpido de dejar a Mary sola con un desconocido, aunque fueran sólo cinco minutos. Se alejó por el pasillo, mientras Sherlock manipulaba algo que no pudo ver, pero sí vio la columna de humo negruzco que surgió, al tiempo que Sherlock dejaba escapar un gemido de dolor.
Presionó el botón rojo de la alarma, mientras gritaba ¡“fuego”!, con toda la potencia de que fue capaz. El miedo que sentía por Mary ayudó a que sus gritos sonaran más reales. A los pocos minutos oyó gritos y pasos apresurados que se acercaban y corrió de nuevo junto a Sherlock. Este aguardaba pegado a la pared, con el revólver en mano, a que se abriera la puerta 317 y le hizo señas de que se situara al otro lado de la puerta del camarote. Se escuchó un grito de mujer y John apretó los dientes. Si algo le pasaba a Mary, no se lo perdonaría jamás. Aguardó pegado a la pared, casi sin respirar, atento a la dirección en que pudiera salir el secuestrador. Pasaron unos segundos, los gritos y pasos aumentaron en volumen, a medida que el humo del pasillo se hacía más espeso. De repente la puerta se abrió silenciosamente y Mary salió, seguida por el elegante hombre del traje azul, que le sujetaba lso brazos por la espalda y parecía apretar un revólver contra ella. Se dirigió en dirección opuesta al humo, hacia donde lo esperaba Sherlock. Mary soltó un grito y el hombre le gritó que se callara. Sherlock se lanzó sobre el hombre, derribándolo junto con Mary. Ella se retorció y se deslizó a un lado, mientras Sherlock y el tal Osvald luchaban por el arma. John se precipitó sobre el hombre, saltando sobre su espalda y golpeándolo con fuerza en la nuca. El hombre se desplomó, inconsciente.
Sherlock se levantó, sujetándose la mano herida y John corrió hacia Mary, ayudándola a ponerse en pie y verificando que no estuviera herida. Mary estaba bien, pero asustada, y se apoyó en John, cerrando los ojos. John la envolvió en sus brazos, meciéndola suavemente. -Ya pasó, todo está bien, le dijo con dulzura.
- Y tu, ¿estás bien?- preguntó a Sherlock por sobre el desordenado pelo rubio de Mary.
- Sí. El supuesto camarero me atacó con un cuchillo de cocina muy afilado. Hoy en día los espías tienen habilidades muy diversas. Será mejor que quitemos a este hombre del pasillo porque esto se llenará de gente en breve. Ayúdame, John, no tengo mucha fuerza en esta mano.
Entre los dos entraron a Osvald al camarote, precedidos por Mary y cerraron la puerta. El humo ya se estaba disipando, pero la alarma continuaba sonando.
Una vez dentro, Sherlock sacó un par de esposas de su bolsillo y esposó al hombre con las manos por detrás. Seguidamente le sacó la corbata y le ató los pies con ella.
- ¿Se puede saber quién es?
- Se llama Phillip Steele. Y también Howard Reynolds. Y Michael Norris, y últimamente Osvald Peterson. Es un espía que hace años robó secretos tecnológicos de estado. Estaba interesando en venderlos y contrató el estudio de Mary, especialista en transacciones internacionales. En otras palabras, quería vender nuestros secretos a otras potencias interesadas, cuyos espías se enteraron del prestigioso estudio encargado de la transacción. Los atentados contra Mary no tenían más finalidad que la de distraerla para quitarla de en medio y apoderarse de los documentos en negociación. Lo que no sé, señorita Morstan, es si usted sabía o no de que se negociaba en la transacción, por lo que me veré obligado a arrestarla de igual forma.
- No lo sabía, pero cuando empezó todo esto, lo sospeché. Cometí el error de creerme Perry Mason, y a la vez deseaba hacer un servicio a mi país. Pero como expliqué antes, señor Holmes, no soy abogada criminal y caí en todas las trampas que me tendieron. Osvald decidió que vendería su producto en otra ocasión, y retiró su caso. Yo tenia copias de todo, como con todos los clientes, en mi caja fuerte. Ahí empezaron los atentados, no tengo dudas ahora de que deseaban recuperar todas las copias. Este crucero era mi oportunidad de alejarme un tiempo y decidir que haría a continuación. Creí que estaría a salvo. Cuando vi a Osvald, mi ex-cliente, me asusté de verdad. Nadie creería en una coincidencia. Sospecho que iba a aprovechar el crucero para contactar a sus compradores directamente, una vez que me quitara de en medio. Mi error fue no informar antes al gobierno, en cuanto advertí de lo que se trataba, lo admito. No tengo más culpa que esa.
- Eso lo decidirán los jueces. De momento está bajo arresto civil.
- ¿Porqué no nos contaste la verdad desde un principio, Mary?
- No tenía pruebas y no sabía si podía confiar en ustedes. Lo lamento, John.
- Este crucero tiene al menos dos agentes más, de países distintos, además de nuestro Osvald. Y además soy el cuarto agente involuntario. Voy a matar a Mycroft- susurró, pero John lo escuchó.
- ¿Mycroft?
- Por supuesto. Sabía de los agentes y del cliente de Mary, pero no podía intervenir directamente. El gobierno debe quedar al margen de este tipo de asuntos, oficialmente hablando. Y por supuesto, el hermano menor hace su trabajo sucio. Apostaría lo que quieras a que fue su idea que tu paciente nos regalase los pasajes para este crucero.
- Sherlock, ¿como averiguaste todo esto?
- Me di cuenta esta mañana que el camarero que los sirvió en el desayuno se movía con demasiada torpeza. Recordé que anoche lo vi entrar a la cocina con una jarra llena, justo después que ustedes se fueran. No volvió a salir, aún cuando todas las mesas estaban llenas. Ya sabes que yo registro muchos hechos, aunque de momento ignore su utilidad. Cuando Mary sufrió el accidente y me di cuenta que había sido drogada, supe que el camarero tenía algo que ver, y lo busqué. Traté de interrogarlo, peleamos y me atacó. Es bueno con el cuchillo, tanto como yo esquivando, pero me descuidé un instante y me cortó. Después lo capturé, aún está en nuestro camarote, bien atado. No me dijo nada, pero no fue necesario. Sabes que tengo memoria eidética. Reconocí su rostro, a pesar dell bigote falso, de unos expedientes que me pasó Mycroft en uno de sus encargos. Puedo ver los rasgos esenciales a través de los disfraces. Se llama Boris Warner, y es uno de los que está detrás de los documentos, para robarlos o destruirlos. Tiene varios antecedentes, aunque nunca se le pudo probar nada. Por supuesto, nadie me contrató para hacerlo.
- ¿Quién ese el tercero?
- No lo sé por el momento, sólo que es un hombre que pesa más de 100 kilos, ya que ninguno de estos dos alcanza ese peso. Podría ser cualquiera. Lo que importa ahora es que vamos a hacer con estos dos. No los podemos tener atados en los camarotes todo el viaje. Y aquí estamos en aguas internacionales, no podría intervenir ni siquiera mi hermano. Lo mejor será hablar con el comisario de a bordo y ver si tienen algún lugar apropiado para encerrarlos. De momento los acusaremos de robo y ataques a una pasajera. Servirá hasta que lleguemos a Reykjavik, donde me comunicaré con mi hermano en nuestra embajada.
- Antes de que hagas nada más, te curaré esa herida. Está sangrando mucho, y creo que el corte es profundo. Voy a buscar un botiquín de primeros auxilios.
- No es nada, John, estaré bien.
- No vas a enseñarme mi trabajo, Sherlock, yo no te enseño a ti el tuyo. Déjame ver esa herida.
- Está bien, dejaré que me cures, pero no aquí. Colocaremos el cartel de no molestar en la puerta, y nadie intentará entrar hasta que hable con el capitán y el comisario de a bordo.
- Vi un botiquín en el extremo de esta cubierta. No me llevará mucho tiempo. Llamarás mucho la atención con la mano chorreando sangre.
Sherlock se sentó en la cama y suspiró - está bien, John, como quieras.
Apenas John se fue, Sherlock dejó escapar un leve gemido. La mano le dolía y había perdido mucha sangre. Odiaba admitir que no estaba en condiciones de combatir, y que estuvo a punto de ser asesinado por el segundo espía si John no lo dejaba fuera de combate en ese preciso momento.
John regresó a los pocos minutos, con un botiquín de primeros auxilios y le examinó la mano, apartando con suavidad el pañuelo que envolvía malamente la herida. La desinfectó y le dio un par de puntos, luego se la vendó en forma correcta. Finalmente le hizo tomar un calmante, y un antibiótico. - Vas a estar bien, sólo debemos cuidar que no se infecte.
- Gracias John. No sé que haría sin ti. Ahora voy a hablar con el capitán. Tu lleva a Mary a su camarote; no es prudente estar mucho tiempo aquí. No sabemos quién más está implicado en ésto.
Una media hora más tarde, luego de abrirse paso entre la burocracia del barco, Sherlock explicaba la historia al capitán y al comisario, y luego los llevó con los prisioneros, que fueron trasladados a la cubierta inferior, a lo más parecido a una celda que había en el barco: un camarote interior, austeramente amueblado, con puerta blindada y varios cierres de seguridad. Estaba diseñado para transportar objetos valiosos, dinero o joyas de los pasajeros que quisieran hacerlo, pero en ese momento se hallaba desocupado.
John y Mary fueron hacia el camarote de ella, la que insistió en darse una ducha porque se sentía sucia. Estuvo tanto rato bajo el agua que John oía correr, que éste se acercó a la puerta del baño a preguntarle si se encontraba bien; en ese momento la oyó sollozar y no preguntó nada. Se limitó a esperar y a abrazarla cuando salió, confortándola.
Una hora después regresó Sherlock, se veía cansado y pálido.
- No podemos hacer más hasta mañana, John. Me voy a dormir un rato, pasé la noche despierto, investigando. La señorita Morstan no tiene a dónde ir, porque estamos en alta mar, no es necesario que la vigiles todo el tiempo, puedes descansar si lo deseas.
Con un sonoro bostezo, Sherlock salió y se dirigió a su camarote. John sonrió a sus espaldas. Con todo su genio, había cosas que Sherlock no entendería jamás.
Pasó una tarde encantadora con Mary, que al revés que Sherlock, prefería no dormir para no tener pesadillas, y se divirtieron mucho con todo lo que ofrecía el crucero, evitando la piscina esta vez. Fueron al casino, al salón de baile, a un encantador salón de té, y a la cubierta de juegos.
A la noche regresaron y Mary le pidió que pasara la noche con ella, que tenía miedo de quedarse sola. Esta vez John aceptó el ofrecimiento de Mary de dormir en la cama, porque ella parecía necesitar su compañía. Lo que siguió fue inevitable, y les hizo bien a los dos. Mary se durmió profundamente, en los brazos de John, con una sonrisa en la cara y poco después John también dormía.
A las tres de la mañana, John despertó sobresaltado, al oír un ruido fuera de lo normal, un ruido atroz, lastimero, que sonó claramente en el pasillo: el ruido de un arco de violín siendo raspado brutalmente contra las cuerdas. John saltó de la cama y tras hacerle un gesto de silencio a Mary, que se despertó también, salió al pasillo con su revólver y se precipitó al camarote que compartía con Sherlock, del cual conservaba la tarjeta magnética que le posibilitó la entrada en segundos. Sherlock estaba sobre la alfombra, y aplastándolo contra ella, había un hombre corpulento, vestido de uniforme, que le pisaba la mano herida con un enorme pie y con sus manos grandes y fuertes trataba de estrangularlo. Sherlock se defendía con el arco del violín, tratando de golpear al hombre en el rostro, pero parecía una batalla perdida, sus movimientos eran lentos y desesperados y parecía que estaba luchando por respirar. John supo que no había ni un segundo que perder, o Sherlock moriría. Apuntó con su revólver y disparó sin dudar un instante. El hombre de uniforme se desplomó en el suelo, sobre Sherlock, que lo empujó para escapar. John corrió en su ayuda, apartando al falso marinero de encima de su amigo, y dejándolo en el suelo, tendido de espaldas.
Sherlock permaneció inmóvil unos momentos, tratando de recuperar el aliento. John se asustó al verlo tan pálido y agotado mientras lo ayudaba a ponerse de pie. La herida de la mano se había vuelto a abrir y sangraba.
- ¿Que pasó?- preguntó John mientras conducía a Sherlock hacia la cama.
- Quedaba uno- dijo Sherlock en un jadeo, mientras miraba al hombre caído.- ¿Está vivo?
La pregunta era inútil. En el lugar donde estaba el corazón se veía el orificio de salida de la bala. John se inclinó sobre él, y le tomó el pulso, aunque mirando la herida supo que era inútil La bala atravesó el corazón y murió en el acto. John levantó los ojos y su mirada se cruzó con la de Sherlock.
- Será mejor que llamemos al capitán - dijo Sherlock. Contactaré a Mycroft también, esto se complicó. No le va a hacer ninguna gracia.
- Si es cierta tu teoría de que él nos metió en esto, lo tiene merecido. Y tu, ¿estás bien? Te ves horrible. Tendré que vendarte de nuevo.
- Estaré bien, John. Tenemos cosas más urgentes de qué ocuparnos. Llama al número de emergencias desde ahí - señaló un teléfono que se comunicaba con el centro de mandos del barco. Seguidamente se recostó en la cama y suspiró. John llamó a emergencias y luego se acercó a él y le revisó la herida. Los puntos estaban bien, le cambió el vendaje usando su propio maletín de primeros auxilios que siempre llevaba consigo en los viajes. Sherlock se dejó curar, sin protestar esta vez.
Minutos después, llegaba un oficial, seguido del capitán del barco, llamado Charles Harris.
Sherlock le contó su versión, sin salirse de la verdad, pero sin revelarle que el atacante era un espía que pretendía robar documentos sobre artefactos de alta tecnología. El capitán pareció convencido que todo se debía a los intentos de asesinato de Mary Morstan, una joven abogada heredera de una gran fortuna, por parte de los parientes no reconocidos del tío millonario de la joven, que querían sacarla de en medio para apoderarse de su herencia. El doctor Watson y él mismo eran los guardaespaldas que escoltaban a la joven en su viaje para que se aseguraran que llegaba a salvo. Sherlock era muy bueno contando historias, y el incidente de Mary en la piscina ya era conocido por todo el barco, lo que contribuyó a hacerla más creíble.
El cuerpo del supuesto marinero se dejó en custodia del capitán, y sería repatriado al llegar a Reikjavik, donde contactarían con la embajada de su país de procedencia, una vez que fuera identificado.
El resto de la noche transcurrió tranquilamente. Después de sostener una charla telefónica con su hermano, que no fue fácil por lo que pudo ver John en su expresión, Sherlock durmió profundamente y también Mary, pero John estuvo de guardia, yendo de un camarote a otro, vigilando el sueño de los dos.
A la mañana siguiente llegaron a la capital de Islandia. Sherlock no quiso perder el tiempo desayunando y apenas pudieron, desembarcaron los tres. El bote los llevó al puerto, y de ahí no fue difícil conseguir un taxi hasta la embajada británica. La ciudad parecía pintoresca y hermosa, y John y Mary lamentaron no tener tiempo para recorrerla tranquilamente. Sherlock no decía nada y apenas miraba el paisaje.
En la embajada británica los recibieron enseguida, y los hicieron pasar a un lujoso despacho, que por lo que Sherlock dedujo era el del mismo embajador, teoría que fue corroborada enseguida cuando un hombre vestido impecablemente, que aparentaba unos cincuenta años, muy bien llevados, se presentó a sí mismo como sir Stuart Gill, embajador británico en Islandia. Inmediatamente después, una familiar figura entró en el despacho.
- No te esperaba tan pronto, hermano mayor- dijo con frialdad Sherlock
- Ni yo esperaba que te metieras en líos tan rápido, hermanito - contestó Mycroft, aún más frío - hola John.
- Hola Mycroft - John se esforzó en poner una expresión neutra.
- No iba a esperar a que llamaras para entrar en acción, sabiendo cual sería la próxima escala del crucero - dijo Mycroft en dirección a Sherlock - espero que hayas disfrutado el viaje.
- Resultó muy entretenido. Te agradezco que hayas programado tanta diversión para mí.
- Sherlock, eres el mejor para la tarea y lo sabes. No podíamos involucrarnos directamente en el asunto.
- ¿Porqué no me lo pediste? No sería la primera vez que me contratas para ayudarte a limpiar tu basura.
- No supimos quién llevaba el caso del espía que robó los documentos hasta hace una semana. Ignorábamos quienes estaban detrás de la mercadería esta vez. Que la señorita Morstan, sabiamente aconsejada por su terapeuta, decidiera tomar el mismo crucero en que trabaja el paciente del doctor Watson, fue una afortunada coincidencia. Nos permitía llevar la acción a aguas internacionales, y crear versiones alternativas de lo que pasó. Contratarte requería medidas burocráticas poco aconsejables en este caso.
Mycroft se volvió a Mary.
- Lamento que tuviera que pasar por momentos tan desagradables, señorita Morstan, pero realizó un gran servicio a su país. Será debidamente recompensada.
- Bien, Mycroft, los individuos en cuestión están en custodia del capitán del barco, incluyendo al cadáver. Son todos tuyos. Señorita Morstan, le aconsejo que entregue los documentos de ese cliente a mi hermano. Y tu, hermanito, quiero que te asegures de que nadie volverá a molestarla.
- Podemos garantizar su seguridad, no tiene nada que temer. Gracias Sherlock, hiciste un gran trabajo - de pronto se fijó en la mano vendada de Sherlock y su tono frío se tornó en otro de gran preocupación - ¡estás herido! ¿Quien te hizo eso? Me aseguraré de que lo pague.
- Él quedó en peor estado. John curó mi herida, estaré bien - Sherlock sonó ligeramente fastidiado, como siempre que Mycroft lo trataba como si aún fuera un niño - podemos seguir con el viaje? Reikjavik promete ser interesante.
- Yo me encargaré de todo de aquí en adelante. Pueden disfrutar el resto del crucero y confío en que no tengan más inconvenientes. Haré que los lleven a pasear por la ciudad.
- Gracias Mycroft, pero podemos seguir solos. Buenos días - Sherlock y John se dirigieron a la puerta, seguidos por Mary, que los miraba con asombro.
Se dirigieron al centro de la ciudad, sin apuro esta vez, parando cada vez que querían y tomando fotos como auténticos turistas, mientras Sherlock les explicaba todo, aunque sin revelar nada sobre la verdadera profesión de Mycroft; para Mary, “empleado del gobierno” era suficiente.
- Así que Mycroft nos usó para rastrear a los espías, neutralizarlos, y recuperar los documentos que robó el cliente de Mary - resumió John - no sé porqué me sorprendo. En nuestra primera entrevista, me leyó el informe de mi terapeuta. No quiero saber como llegó a su poder.
- Dijo que nadie va a intentar matarme otra vez. Será un alivio. Ahora sí voy a disfrutar mis vacaciones - Mary tomó a John del brazo - ¿está de acuerdo, doctor Watson?
Como respuesta, John sonrió y apretó el brazo de Mary. Por un largo instante, sus ojos se encontraron y el resto del mundo desapareció para los dos.
- Nadie intentará matarla por esa razón - añadió Sherlock - no significa que esté a salvo para siempre. Le recomiendo que elija con más cuidado a sus clientes de ahora en adelante, o contrate a alguien que los investigue antes de aceptarlos.
John y Mary se echaron a reír - aceptaré su consejo, señor Holmes. Será mi detective consultor para clientes problemáticos.
Todavia riendo, los tres entraron en una pintoresca cafetería a desayunar.

Fin

fandom: sherlock bbc, personaje: sherlock holmes, *amigo invisble2013, work: fanfiction, pareja: john/mary

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