Fandom: NCIS
Título: La bicicleta
Personajes: Paloma, Alejandro, Pedro Hernández, OCs de la familia Reynosa.
Advertencias: basado en el universo de "Se llamaba Paloma". Pre-fic. La cita del final es de Herman Melville.
Notas: inspirado por el reto twitter. Pero no va de ciclismo, sino de fútbol.
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Sentarse a leer al aire libre era una de sus actividades favoritas. Mientras que su hermano trataba de pasar todo el tiempo posible de las vacaciones jugando con los chicos de Reynosa, Paloma encontraba pocas cosas tan atrayentes como pasar la tarde a la sombra de un árbol a los alrededores de casa con un buen libro en sus manos. Por supuesto, no dudaba en dejarlo de lado para marchar a cabalgar con su padre o a la librería del centro con su madre, pero una tarde calurosa como aquella, su mejor opción estaba entre las páginas de algún clásico.
El señor de la librería había tratado de venderle la edición para niños de ese mismo libro la semana pasada. Su madre, siempre elegancia y cortesía, le había indicado muy amablemente que su hija leía sólo versiones íntegras. Ella ni siquiera había alzado a ver el dichoso libro, pero había memorizado el nombre y había llegado a buscarlo a la biblioteca de casa.
Moby Dick.
Tal vez sería más fácil concentrarse en su lectura si Alejandro no hubiera decidido jugar allí bola con Rafael y Pancho Reynosa, quienes habían llegado acompañando a su padre, el socio de negocios de su padre. Vicente Reynosa estaba reunido en casa con Pedro Hernández, para fastidio de Paloma, quien había esperado salir esa tarde con él. Había estado fuera un mes.
Por supuesto, era imposible leer cuando, sin previo aviso, una bola te arrebataba el libro de las manos.
-¡Paloma! - Rafael, el mayor de los Reynosa, corrió hacia ella preocupado, llamándola. Pudo ver a lo lejos a Pancho desternillarse de risa mientras su hermano la miraba asustado. - ¿Estás bien?
La niña juntó su libro, no le había pasado nada, por suerte. Lo recogió y le lanzó una mirada molesta al chico. Sería menor que él por varios años, pero siempre lo encaraba de igual a igual.
-Sí, y mi libro también - respondió de mal modo.
Rafael, sin embargo, nunca se dejaba intimidar por sus enfados. Se acercó para ver el libro y alzó ambas cejas.
-¿Moby Dick? ¿No es un libro algo complejo para una niña?
Dicha niña lo acribilló con la mirada.
-Sé leer.
-Leer es más que saber qué letras pone en una página - le recordó Rafael.
-Sí, y los buenos modales más que decir “por favor” y “gracias” - su réplica iba cargada de un tonito venenoso poco común en alguien de su edad.
Rafael juntó la bola y bajó la mirada, avergonzado.
-Tienes razón, fue grosero de mi parte. Lo siento.
-¡Hey! ¡Rafa! - Pancho gritó a su hermano con fastidio - ¿Juegas o nos das la bola?
El mayor de los Reynosa rodó los ojos, pero no se giró. La miró a ella una vez más y añadió con una media sonrisa.
-Cuando lo termines, búscame para comentarlo, si quieres.
-¡Rafa! - Alejandro se unió a los llamados de su amigo al ver que su hermana no había asesinado a nadie por la agresión a su libro - ¡Vamos! No la invites, no va a querer jugar.
Pancho empezó a reír de nuevo con fuerza.
-Sí claro, ¡las niñas no juegan fútbol!
Rafael le dirigió otra mirada de disculpa a Paloma, quien se había levantado, sujetando el libro cerrado entre sus manos. Se dirigió hacia Pancho con los ojos brillantes de enojo.
-¿Eso crees?
Antes que la situación pasara a mayores, una voz adulta interrumpió la escena.
-Vaya, vaya, ¿qué sucede aquí?
Paloma sonrió satisfecha al sentir la gran mano de su padre sobre su hombro derecho, abrazándola por la espalda. Su tono era afable, pero la niña sabía que siempre estaría de su parte.
-Pancho dice que las niñas no podemos jugar al fútbol.
Su padre se giró hacia Rafael y le pidió la bola. La tomó con aire pensativo y se dirigió a Pancho.
-¿Eso crees? - Dio una vuelta al balón en la mano y lo dejó caer a sus pies - Hay una diferencia entre jugar bola y jugar fútbol, y me temo que ninguno de ustedes juega mucho fútbol todavía.
Hizo un par de movimientos del balón con los pies y se giró hacia la casa. Hasta ese momento Paloma notó que Vicente Reynosa estaba allí también.
-¡Tienes razón, mi amigo! - lo apoyó el hombre acercándose. - ¿Les ensañamos?
Los niños dieron campo cuando ambos hombres empezaron a jugar con el balón. Hacer toques, series, quitarse el balón… Parecían divertirse. Luego empezaron a jugar a marcarse.
A Paloma le encantaba cuando su padre dejaba el despacho, o los viajes, y se relajaba con ellos.
Los dejó a todos con la boca abierta cuando hizo un extraño movimiento. Pasó el pie por encima de la bola sin tocarla, y luego con el pie contrario le dio en la dirección opuesta a la que había dado la impresión de dirigirse. Alejandro directamente lo aplaudió, mientras Pancho lo contemplaba muerto de envidia. Rafael le pidió cortésmente que les explicara de nuevo cómo lo hacía.
Paloma puso mucha atención a la explicación, y tuvo la sensación de que su padre la miraba especialmente a ella mientras la hacía.
No sabía si al final del día habría entendido bien de qué iba Moby Dick, pero la explicación del movimiento, que su padre llamó “la bicicleta”, le quedó grabado a fuego.
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-Préstame tu bola.
Alejandro la miró sorprendido.
-¿Mi bola?
-Vamos, no tengo toda la tarde - repitió ella con impaciencia.
Si su madre la escuchaba la regañaría por no decir por favor, pero el trato con su hermano siempre era distinto a con los demás. El pequeño la buscó, pero no se la entregó de inmediato. Al contrario, la miró receloso.
-¿Qué vas a hacer?
Paloma resopló.
-Eso es cosa mía.
-Es mi bola -le recordó su medio hermano. De repente su rostro se iluminó como si hubiera entendido algo y se acercó a ella con resolución - Voy contigo.
La niña rodó los ojos.
-No.
-Sí - rebatió él. - ¡Yo quiero hacer la bicicleta también!
Una expresión de fastidio se formó en el rostro de Paloma al encontrarse descubierta en su propósito. Tomó a Alejandro del hombro y lo sacó con brusquedad del cuarto.
-De acuerdo, pero como le digas a Pancho que la estamos practicando, te jalo las orejas.
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El siguiente fin de semana los encontró en la misma situación. Paloma continuaba con su libro cuando los tres chicos llegaron a jugar cerca de ella. Rafael la saludó con una sonrisa, que ella simuló no haber visto, continuando su lectura.
Sin embargo, no pudo leer mucho rato más. Un certero bolazo la alcanzó antes de que pasara de capítulo.
-¡Pancho, no hagas eso! - la voz furiosa de Rafael se levantó en el jardín al tiempo que se acercaba a ella. Sin pensarlo, Paloma levantó la mano para que la ayudara a pararse. Se amarró el pelo con una cola que llevaba en la muñeca y tomó la bola.
-¿Quieres jugar, Pancho? -preguntó con un peligroso tono de voz. - Juguemos.
Alejandro le sonrió y ella rodó los ojos. Su hermanillo era tan impresionable. Pancho se rió, pero al ver que Rafael también se apuntaba a jugar con ella, se sumó al grupo.
No imaginó que momentos después, Paloma lo habría burlado con una bicicleta toscamente ejecutada, pero efectiva. Rodeó a Pancho quien se giró a mirarla sin creerlo. Tampoco esperaba el bolazo que recibió en el bajo vientre, haciéndolo caer.
Alejandro vitoreó, lo que le valió un coscorrón por parte de su hermana cuando llegó a su lado. Sin embargo más que molesta parecía complacida, aunque sus mejillas sonrojadas podían ser más por el ejercicio.
Rafael fue a levantar a su hermano, quien estaba bien, exceptuando porque le habían sacado el aire. No quiso ir a tomar agua a la casa. El mayor de los Reynosa le dirigió a Paloma una mirada reprobatoria, pero ella no le puso atención. El aplauso que sonó desde la casa se llevó toda su atención. Al girarse, se encontró con su padre mirándola con orgullo antes de volver a adentrarse en la casa, donde Vicente seguía esperándolo.
Sí, era su chica, la que siempre se daba su lugar y no dejaba que nadie tratara de ser más listo que ella. Paloma siempre procuraría que estuviera orgulloso de ella.
Sonrió y se soltó el pelo, dando por terminado su trabajo con el balón. Volvió a la sombra del árbol a recoger su libro sin añadir nada a la mirada de superioridad que le dirigió al menor de los Reynosa.
-Vamos - dijo Rafael a los otros dos chicos, y la niña distinguió, a pesar de la seriedad de su rostro, una leve nota de diversión en su voz. - Mejor jugar en otro lado, no sea que distraigamos de nuevo a Paloma de su lectura y decida humillarnos a todos.
Alejandro recogió la bola y corrió hacia otro lado del jardín, seguido de un apurado Pancho que quería salir de allí. Rafael miró a la niña y recitó en voz baja:
-“Y las lanchas se precipitaron al ataque; pero Moby Dick, enloquecida por los hierros recientes del día anterior, que le corroían, parecía poseída por todos los ángeles infernales.”
Paloma frunció el ceño ligeramente.
-¿Me estás llamando ballena?
Rafael rió y corrió hacia atrás, sin dejar de verla, como si no quisiera darle la espalda.
-Estoy diciendo que le temo a tu furia…
La niña sonrió a pesar de todo, y finalmente el chico le dio la espalda y se alejó a jugar con los otros.