El Juego - IV El juego ganador (Parte 2)

Aug 31, 2012 23:46

Fandom: Sherlock BBC
Título: El Juego (4/6)
Capítulo: IV - El juego ganador
Personajes: Irene Adler, Greg Lestrade, Sherlock Holmes, John Watson, Stanley Hopkins (adaptación al universo de la BBC del personaje de los cuentos de Sir Arthur Conan Doyle), Violet Norton (OC).
Parejas: Greg/Irene, con elementos Sherlock/Irene y Violet/Irene referido.
Advertencias: ninguna. spoilers 2x03 lo más.
Notas: continuación de “ Extraños en la noche” (Greg/Irene). Toma elementos de “ El regreso” (Gen-Lestrade!centric) y de “ La muerte les sienta bien” (Sherlock/Irene). Dedicado a aglaiacallia porque sin ella nunca lo hubiera escrito. Gracias a aradira por el precioso banner :D

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Cuando la puerta del cuarto de Sherlock se abrió, Irene sonrió para sí. Por la manera en que él prendió la luz y la miró estuvo segura de que sabía ya de su presencia y no le extrañaba nada encontrarla acostada de medio lado en su cama, con un codo apoyado en el colchón para sostener su cabeza con la mano mientras veía hacia la entrada del cuarto. Al menos no se había puesto ropa de él, llevaba la suya propia.

-¿Qué era? -Preguntó ella con naturalidad.

Sherlock cerró la puerta, poniendo el seguro con una lentitud y seguridad muy propia de su metódico accionar. Perfecto, ella también creía que aquella conversación debía ser privada.

-¿Qué cosa? -Preguntó él con indiferencia, quitándose la bufanda.

-Las marcas en la piel -aclaró ella con marcado interés. Le encantaba escucharlo resolver pequeños misterios y estaba segura, dado que se había dirigido a la habitación y no se había quedado trabajando en otro lado de la casa, de que había resuelto ya el misterio.

-Un cordón de oración -replicó él con hastío. Parecía que el caso le había resultado aburrido, después de todo-. Tenía cuentas de madera en los nudos.

Irene arqueó ambas cejas.

-Religión. Eso explica que no conociera las marcas -declaró con certeza. Una sonrisa traviesa se formó en sus labios-. Tal vez debería informarme, eran marcas interesantes.

-Se usa para rezar -le aclaró Sherlock dejando su abrigo en el perchero.

Oh, llevaba la camisa púrpura. Irene sonrió de medio lado.

-Puedo usarlo para hacer rogar -replicó ella entrecerrando los ojos. Iba a extrañar estos intercambios durante su nuevo retiro. Sherlock la miró calculadoramente, sin acercarse a la cama. Ella decidió abordar el tema de su visita de una vez-. Fue una buena táctica para darme el teléfono de Greg, pero pude haberlo tomado en cualquier momento.

-Ya no te quedan momentos, cosa que pareces dispuesta a ignorar -la corrigió Sherlock de inmediato con tono brusco.

Irene contuvo la sonrisa. Estaba preocupado de que no saliera a tiempo de Londres. Sherlock no dejaba de ser un encanto sin pretender serlo.

-De acuerdo. Me diste el teléfono de Greg pero no me dejaste conseguir el número de Mycroft que era lo que necesitaba -recapituló ella-. Por cierto, ¿cuándo lo borraste?

Una breve sonrisa triunfadora se esbozó en los labios de Sherlock.

-Antes de ir a verte con John, cuando Lestrade vino a preguntarme por ti. Le pedí su teléfono prestado.

Magistral. Irene sabía que la admiración brillaba en sus ojos, y no pretendió esconderla. No le habría gustado tanto jugar con Sherlock si él no fuera capaz de movimientos como aquel.

-Esperabas que recibiera ese mensaje antes.

La sonrisa de triunfo de Sherlock se diluyó en fastidio.

-No tendrías que haberte tomado tanto tiempo con Lestrade.

-Oh, cariño, se te da tan mal compartir… -comentó ella con tono condescendiente, obteniendo una mirada fulminante-. Debiste prevenirme de que era un hombre tan interesante.

-Te dije que lo dejaras fuera de esto -le recordó Sherlock- y te dije que tuvieras cuidado.

De acuerdo, eso era cierto. Aunque no se refería a que ella fuera a entretenerse mucho con Greg sino al daño que podría haberle causado. Pero ella no le había hecho ningún daño. Al contrario.

-Borré la nota que dejaste en su teléfono -le informó sin replicar-. Pero deberás devolverle el número de tu hermano. Podría necesitarlo.

Sherlock hizo una mueca de disgusto.

-No lo ha necesitado nunca.

Irene sonrió de medio lado.

-Te disgusta que hablen de ti -concluyó con certeza-. Bueno, no se lo des. ¿Pero por qué no puedo tenerlo yo?

Sherlock se acercó entonces a la cama. Despacio, metódico. Se sentó al lado de ella. Ella se incorporó, de manera que ambos se miraron de frente, ella sentada en la cama y él en el borde. Irene sonrió. Estaban en los mismos lados de la cama que aquella vez antes de su regreso oficial a la vida. Oh, los detalles domésticos, pensó con ironía.

-No dejaste a Mycroft tener acceso directo a ti, y él hizo otro tanto no dándote su número privado.

Irene arqueó ambas cejas y su voz sonó francamente incrédula.

-¿Estás protegiendo los intereses de tu hermano? No lo creo.

Sherlock entrecerró los ojos.

-¿Qué pensabas enviarle a Mycroft para asegurarte de que te salvara sin que le digas nada?

Irene le sostuvo la mirada, retadora.

-No necesito que me salve. Sólo espero que el gobierno me haga el favor de deshacerse de un peligro bastante molesto que me sigue.

Sherlock arqueó una ceja.

-¿A cambio de qué?

Ella lo evaluó un momento. Realmente no tenía otra salida. Sin embargo, no cedería tan fácil.

-Dejaste un mensaje con Violet -comentó ella. Notó el escepticismo en los ojos de Sherlock, por lo que añadió-. No, ella no distinguió el verdadero mensaje, solo me dio el de Mycroft. Pero yo lo entendí: estás dispuesto a ayudar.

Sherlock se mantuvo impasible pero su voz de endureció.

-Estoy dispuesto a participar -la corrigió de inmediato.

Irene por su parte sonrió.

-Eres tan celoso… No deberías -comentó en tono de broma-. Soy chica de un solo Holmes. Pero tengo que tratar algunos negocios con tu hermano.

Sherlock no se inmutó por su tono ni sus comentarios.

-Dame lo que ibas a enviarle, yo se lo enviaré.

Irene arqueó ambas cejas.

-Quieres controlar mis intercambios con Mycroft -concluyó. No estaba segura de considerar aquello una derrota. Si Sherlock seguía adelante con eso, implicaba que estarían en contacto tiempo completo. Tener su atención tiempo completo asegurada. Su voz se tiñó de ironía sin cubrir del todo que la idea no le disgustaba tanto como hubiera pensado-. Quién hubiera dicho que eres un controlador.

Sherlock desvió la mirada, le fastidiaba que ella no se centrara en el punto.

-Es mi única oferta.

Ella lo miró con seriedad.

-¿Qué pasa si el atraso de pasar el mensaje a través de alguien más me cuesta un tiempo que no tengo?

-Aprenderás a no quedarte sin tiempo -respondió él con irritación.

-Estás tan preocupado que voy a empezar a pensar que te importo -replicó ella con una sonrisita burlona al tiempo que sacaba su teléfono y tecleaba para enviarle un archivo.

Escuchó su gemido salir del bolsillo de Sherlock y sonrió. Nunca había cambiado el tono asignado para ella, ni siquiera cuando le había dado su nuevo número tras su regreso. Él no se inmutó mientras abría el mensaje recibido. Notó como sus ojos buscaban una respuesta con rapidez sin encontrarla.

-Está incompleto -comentó finalmente.

Ella asintió.

-Así es. No te preocupes, tu hermano sabe a qué pertenece este código. Si quiere la otra parte, tendrá que asegurarse de que mi vida no siga amenazada por este grupo que ha identificado.

Sherlock apartó la mirada del teléfono para verla a ella nuevamente.

-¿Dónde está el resto del código?

Irene sonrió con la certeza de quien sabe que tiene una carta ganadora en la mano.

-En el lugar más seguro que conozco.

El detective tardó solo unos segundos en concluirlo.

-Tu cabeza -señaló, al tiempo que levantaba la mirada ligeramente hacia su frente. Irene asintió-. Mycroft podría mandar a torturarte para conseguirlo.

Irene se encogió de hombros.

-Eso es si puede encontrarme. Me iré mañana temprano. Tendrá que asegurarse de encontrar a este grupo antes que ellos me encuentren a mí. O perder su tiempo encontrándome a mí. Tengo suficientes mitades de códigos en mi cabeza para bridarle, pero ninguno completo.

-Tienes resguardadas las otras mitades -añadió Sherlock, lanzando una mirada hacia el teléfono de ella, como si quisiera examinarlo-. ¿Cierto?

Irene cerró la mano alrededor de su teléfono con fuerza.

-Aprendí de mis errores. No están todas en el mismo lugar. Tampoco están protegidas bajo una única clave.

Sherlock le creía. Bien. Era totalmente cierto. O casi.

-¿Dónde conseguiste toda esa información durante tu retiro?

Irene lo miró con complicidad.

-Hay dos maneras de hacerse rico: construyendo un imperio, o destruyéndolo. La primera vez conseguí información abriéndome paso en el mundo. Esta vez, aproveché tu destrucción del imperio de Moriarty. Pensé que lo sabías.

Claro que lo sabía. Durante el tiempo que ambos estaban convenientemente muertos, Sherlock sabía que ella se beneficiaba con que él investigara sus siguientes pasos a través de sus equipos. Ella nunca lo había negado. Sólo que él había creído que ella buscaba dinero. Pero Irene sabía que había cosas más valiosas. Como la información.

Sherlock tecleó con rapidez en su teléfono, aunque no parecía enteramente complacido.

-Eso es, dile todo esto a Mycroft -le apresuró ella-. Sabrá que hacer.

El detective le lanzó una mirada irritada.

-No trabajo para ti -le recordó. Dejó el teléfono a un lado al terminar-. ¿Qué pasó con Lestrade?

Irene se encogió de hombros al tiempo que volvía a acostarse en la cama, esta vez sobre su espalda. Resuelto el tema de su seguridad, sería buena idea descansar antes del viaje.

-Le dije algunas cosas que necesitaba escuchar.

Sherlock apoyó una mano en la cama para acomodarse de manera que pudiera verla a la cara mientras hablaba.

-¿Qué cosas?

-Creo que lo sabes -declaró ella entrecerrando los ojos-. Al menos sé que no le puedes tener mayor aprecio a su esposa del que yo le tengo.

Sherlock elevó la mirada un momento, evidentemente la mención de la señora Lestrade no la agradaba.

-Pierdes tu tiempo. Siempre regresa con ella.

Irene extendió la mano para acariciar el brazo que Sherlock tenía apoyado en la cama.

-Tal vez te faltan los argumentos correctos para hacerlo reaccionar.

Sherlock bajó la mirada hacia su mano, pero no retiró el brazo.

-¿Crees que tú los encontraste?

-Tendremos que esperar y ver -replicó ella. La verdad no estaba segura de si su intervención resultaría de la mejor manera. Dependía de cómo quisiera asumir Greg lo que le había dicho-. Eso espero.

Sherlock entrecerró los ojos y la miró con una expresión ligeramente burlona.

-¿Qué estoy escuchando? -Preguntó con ironía- ¿Sentimiento?

Ella cerró la mano alrededor de su muñeca y se giró para mirarlo de medio lado, dispuesta a ignorar eso último.

-¿Te quedas a dormir?

Sherlock arqueó una ceja.

-Es mi cama -le recordó.

Irene sonrió complacida, acomodándose mejor en la almohada.

-Lo sé, es mi favorita.

El detective la miró con reprobación pero no se retiró. Ella contuvo la sonrisa de triunfo para no espantarlo. Lo sentía por Violet, pero prefería pasar su última noche en Londres durmiendo en la cama de Sherlock Holmes que en una apasionada despedida con ella.

Sin embargo, sus pensamientos se desviaron hacia Greg también, preguntándose cómo reaccionaría finalmente a todo lo que le había dicho. Atacar la relación de un dominado y su dominatrix podía ser un arma de doble filo.

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Cuando John se levantó esa mañana escuchó la ducha funcionando. Al parecer Sherlock se estaba alistando temprano. La noche anterior se había encerrado en su cuarto después de su discusión y no había salido más. Lo escuchó regresar tarde. De hecho, le parecía haberlo escuchado un par de veces, pero no podía estar seguro. Sin embargo, sabía que no se había quedado trabajando. El caso debía estar resuelto. ¿Qué podría motivarlo a alistarse temprano entonces?

No se quedó a esperar respuesta y bajó por el pan para su desayuno. Le gustaba comer pan fresco. Al regresar encontró el saloncito del apartamento vacío todavía. Se dirigió a la cocina para desayunar. Aún no había terminado de decidir cómo trataría a Sherlock ese día. Si era sincero, seguía molesto de que le hubiera ocultado su interacción con Irene o como se llamara eso durante los tres años de ausencia en que lo había hecho creer que estaba muerto. Sin embargo, le habría sido difícil poner en palabras qué era lo que más le molestaba: el engaño, el silencio, el hecho de que confiara en ella en sus momentos de más necesidad en lugar de en él que le había sido siempre leal….

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó abrirse la puerta del cuarto de Sherlock. Se giró para verlo aparecer en la sala. Traía un semblante serio, parecía muy concentrado en algo. Iba a preguntarle qué sucedía cuando escuchó pasos de alguien más.

Unos pasos que a su pesar, conocía bien.

-Buenos días, doctor -saludó Irene Adler con una sonrisa segura que contrastaba con el rostro serio de Sherlock. Se acercó hasta él, tomando asiento en la silla frente a él y quitándole el bollo de pan al que acababa de poner mantequilla-. Creo que le debía un desayuno.

Sherlock miró su reloj y luego desvió la mirada hacia ella con una expresión incrédula. John por su parte los veía alternativamente. Acababan de salir juntos de la habitación. Ni siquiera se había alterado por el robo de su panecillo. Estaba muy ocupado tratando de procesar la información y tardó un momento en darse cuenta de que tenía la boca abierta aun. Sherlock parecía recién salido de la ducha, pero ya listo. Irene llevaba la camisa púrpura que su amigo había usado el día anterior.

-¿Qué hace aquí? -Preguntó John con más brusquedad de la que la educación habría considerado apropiada. Sin embargo, no la miró a ella buscando una explicación, sino que su mirada buscó la de Sherlock, quien extrañamente parecía estar buscando una taza en el mueble, como si fuera a preparar té.

Irene arqueó ambas cejas y se giró a mirar a Sherlock también.

-¿Qué le hiciste? No estaba tan arisco la última vez que estuve aquí. - Se giró a mirarlo a él de nuevo e hizo una expresión de disculpa fingida-. Oh, no lo tome a mal, pero me parece que el problema no es conmigo esta vez.

John respiró profundo. No se sentía preparado para una nueva ronda entre esos dos.

-¿Qué haces aquí? -Preguntó nuevamente, pero con un tono más educado y formal.

-Vine a despedirme -señaló ella después de hacer una bolita de pan entre sus dedos y comérsela-. Me voy por un tiempo.

-Ya deberías haberte ido -dijo Sherlock en un tono altamente recriminador.

Irene se giró hacia él, con esa sonrisa complacida de quien está segura de lo que hace y lo disfruta.

-¿Realmente pensará que soy tan obvia como para estar aquí? No lo creo-replicó en tono de habérselo dicho ya antes, como si estuvieran continuando una discusión que hubieran tenido en el cuarto. El pensamiento le causó a John un escalofrío. ¿Qué tipo de convivencia habían tenido cuando ambos estaban presuntamente muertos? - Me voy a llevar tu camisa. No traje equipaje.

-No está lavada -le recordó él.

-Tal vez a mí también me gusta tu olor -comentó Irene con esa expresión pícara que tenía cuando abría ligeramente más los ojos, conocedora de algo más. Por supuesto, había notado el robo de su perfume y lo había tomado como un halago-. No te preocupes, sabes que siempre te devuelvo la ropa.

No iban a distraerlo de esa forma.

-¡¿Me van a explicar lo que sucede?! -Preguntó John finalmente levantándose de la silla, perdiendo un poco la paciencia. Si con Sherlock su nivel de tolerancia a la incomprensión se había elevado, cuando se juntaba con Irene su nivel de tolerancia disminuía a niveles insospechados.

Irene lo miró ligeramente sorprendida, pero la odiosa expresión de suficiencia tan común en ella continuaba allí. Sherlock se acercó, sin alterarse.

-Debe huir, de nuevo. Pero ha decidido gastar todo su tiempo para ello en un plan que considera perfectamente planificado.

La mujer se terminó el pan sin alterarse ni levantarse de la silla.

-Lo está -afirmó-. Ahora que decidiste formar parte, solo tuve que hacer unos cuantos ajustes.

John los miró alternativamente.

-¿De quién huyes? ¿Asesinos de nuevo? -Su voz adquirió un tono ligeramente escéptico.

-De nuevo -repitió ella, aunque sus ojos brillaron traviesos, captando su escepticismo-. Pero esta vez nuestro querido Sherlock se ha encargado de facilitar que Mycroft se encargue de deshacerse de mis perseguidores.

El detective consultor la miró con severidad.

-Aún no ha contestado.

-Lo hará -le aseguró Irene.

En ese momento el teléfono de Sherlock sonó. John lo vio revisar el identificador, fruncir el ceño y salir de la cocina. Centró entonces su mirada en la mujer, quien había asentido ante la llamada como si la hubiera estado esperando. Luego, ella también se centró en él.

Sus ojos brillaron con picardía.

-No se preocupe, John -comentó Irene-. Si hubiera sucedido algo entre nosotros en ese cuarto, usted no hubiera tenido una noche particularmente silenciosa. Créame.

Lo último que quería era demostrar algún tipo de debilidad frente a Irene Adler, pero le entró un ataque nervioso de tos ante sus palabras, el cual ella toleró con una sonrisa cortés que no terminaba de esconder su satisfacción por el efecto de sus palabras.

-No me preocupa eso -replicó finalmente-. Me preocupa en qué lo involucraste ahora.

Irene adoptó una expresión ofendida.

-Yo no lo involucré en nada. Él se involucró.

John tenía que admitir que ambas cosas le parecían probables. Incluso creía que debía ser una poco de las dos.

-¿Qué tan peligroso es? -Preguntó lanzando una mirada hacia la puerta, pero Sherlock no había regresado.

-¿Para él? Nada.

-Los que te persiguen podrían intentar encontrarte a través de él -sugirió John.

Irene sonrió y se inclinó hacia él con toda la expresión de quien va a hacer una confidencia.

-No creo que nadie, y quiero decir, nadie -repitió con énfasis- sepa qué tan cercanos somos realmente.

John le sostuvo la mirada. Le gustaría creer que realmente aquello no traería complicaciones para Sherlock pero lo dudaba. Sin embargo, no tenía manera de sacarle más información a la mujer.

-¿Volverás? -Preguntó tras unos momentos. Ella asintió.

-Eso espero. ¿Me extrañará, John?

La pregunta estaba cargada de coquetería y burla a partes iguales. Sin embargo, no esperó una respuesta.

-Es mi tiempo de hacer preguntas, doctor -declaró tornándose seria-. ¿Se considera un amigo del inspector Lestrade?

John frunció el ceño. Había querido abordar el tema de Lestrade pero todo iba muy rápido y estaba preocupado por Sherlock también.

-Sí -replicó de inmediato.

-Bien -declaró Irene, y parecía sincera. ¿Pero cómo saberlo con ella?- Necesitará uno.

Aquello no le gustó para nada. Escuchó los pasos de Sherlock acercarse.

-¿Por qué? -Preguntó, el tono de su voz volvió a alterarse-. ¿Qué le hiciste?

Irene no replicó. Se giró para ver entrar a Sherlock, quien le devolvió la mirada con gravedad.

-Violet está en custodia -informó el detective-. Los hombres de Mycroft la confundieron contigo y le echaron mano hace una hora. La usaste de señuelo.

La mujer sonrió ampliamente, satisfecha. John lo pensó un momento. No eran tan parecidas, pero la altura y peso eran similares.

-Bien -declaró Irene levantándose al fin de la silla-. Estará más segura en manos del gobierno que en manos de mis enemigos. Mycroft será capaz de darse cuenta muy pronto de que Violet no sabe nada importante.

Se sacudió las manos y lanzó una mirada en circular, como si quisiera acordarse bien del apartamento de Baker Street durante su ausencia.

-No me extrañen demasiado -pidió con una chispa de orgullo egocentrista en la mirada. Luego posó su mirada en John-. Hasta luego, doctor.

Sin esperar respuesta, se giró hacia Sherlock, puso una mano en su pecho y se impulsó en las puntas de los pies para besarlo en la mejilla. El detective se quedó inmóvil ante el gesto.

-Sabrás de mí -le dijo la mujer en tono casual, aunque John creyó notar algo de formalidad en sus palabras. ¿Pretendía tranquilizarlo, prometerle que iba a sobrevivir aquella vez también?

John no estaba seguro de querer conocer las posibles consecuencias para su compañero si la mujer desaparecía indefinidamente.

Sherlock no dijo nada, ni él tampoco, pero Irene no parecía esperarlo. Se dirigió a la puerta del apartamento y salió cerrando la puerta tras sí.

El doctor se quedó entonces con la sensación de que todo había transcurrido demasiado rápido y había olvidado hacer las preguntas correctas. Irene se había marchado de nuevo, y como siempre, él no terminaba de enterarse de nada.

No pudo evitar lanzar una mirada irritada a Sherlock al pensar en ello. Para su sorpresa, el detective lo miró de vuelta.

-Supongo que quieres explicaciones -comentó.

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Sherlock había señalado con la mano hacia la sala y se había dirigido a ella. El doctor lo había seguido, tardando solo un momento en reponerse de su sorpresa.

Ahora el detective se encontraba sentado en uno de los sillones, había juntado las puntas de los dedos y apoyado la barbilla en ellos, como solía hacer cuando iba a meditar algo. John se había sentado al frente. Todavía se sentía molesto, así que lo había mirado con fijeza, esperando.

-¿Y bien? -Preguntó tras un momento.

Sherlock lo miró a los ojos. Parecía haber meditado cómo daría esa respuesta.

-Cuando regresé de mis tres años de ausencia, aún creías que la mujer estaba muerta.

John arqueó una ceja. Creía que le iba a hablar de lo que sucedía en ese momento, no de la discusión del día anterior. Sin embargo, no perdería la oportunidad de abordar el tema. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus piernas.

-¿Por eso no me dijiste que habías trabajado con ella? -Sherlock asintió y John frunció el ceño-. ¿Por qué no me lo dijiste cuando supe que estaba viva?

-Todo lo referido a la mujer te altera -declaró Sherlock como si fuera obvio, con cierto toque de fastidio en la voz.

Así que finalmente iba a resultar culpa suya que no le hubiera contado nada sobre Irene. ¿Por qué no le extrañaba?

Sherlock debió notar que no estaba conforme con su respuesta, pero continuó sin volver al tema.

-Utilicé su asistencia en algunas ocasiones, igual que su equipo indetectable, imposible de rastrear -hablaba mecánicamente, pero John podía notar que no le era fácil dar explicaciones de sus actos. No estaba acostumbrado a ello ni se creía en el deber de hacerlo nunca. Sintió como el enfado empezaba a disipársele un poco. Notó que la voz de Sherlock se volvía un poco más grave por un momento-. Era la única persona a quien no habría engañado la puesta en escena de la muerte. Lo ha hecho suficientes veces para reconocer un engaño. Resultaba un recurso importante que además era necesario vigilar.

John le devolvió la mirada. Los ojos de Sherlock se mantenían impasibles. Aunque nunca se lo diría, a veces le causaba pesar pensar en la manera que lo racionalizaba absolutamente todo. Había estado solo, Irene era la única persona con quien no tenía que fingir que era alguien más, el único vínculo de su pasado que no creía que estaba muerto y a quien no tenía que proteger. ¿No eran esas suficientes razones para buscarla a pesar de lo poco confiable que podía resultar? Sí, se había pasado la noche pensando en por qué su amigo había acudido a Irene y por qué se lo había ocultado.

Aparentemente, podía entender todo eso mejor que el mismo Sherlock. Si lo pensaba con cuidado, lo que realmente le molestaba era que su compañero hubiera encontrado necesario ocultárselo. Aunque quizá solamente no le gustaba hablar de sus años de muerte en general. Casi nunca lo hacía.

O tal vez, ciertamente, él se volvía demasiado irascible y desconfiado cuando el tema de Irene salía a colación. Hacía tiempo que creía haberse hecho a la idea de que Irene Adler iba a seguir formando parte de sus vidas de alguna forma. Pero parecía que no era así.

Respiró profundo.

-De acuerdo, ¿qué sucede ahora?

Sherlock esperó un momento antes de empezar a explicarle algunas cosas. En resumen, ahora Sherlock sería el enlace entre Mycroft e Irene, mientras la mujer intercambiaba información importante para el gobierno a cambio de que el gobierno hiciera el trabajo sucio de deshacerse de uno de sus grupos enemigos.

John miró a su compañero con incredulidad.

-La dejaste ir sabiendo que tiene información importante para el gobierno.

El detective le restó importancia al asunto con un gesto de desdén.

-Tener medio código no quiere decir que no pudiera enterarme del todo de qué era. Después de todo, toda esa información la consiguió cuando yo deshice la red de Moriarty. Si el servicio de inteligencia hubiera seguido su red lo hubiera tenido antes que ella.

Oh. John volvió a recostarse en el sillón y lo miró dividido entre la reprobación y la incredulidad.

-Te estás vengando de que no pudieran deshacerse de Moriarty y te tocara a ti hacerlo -declaró-. Por eso ayudas a Irene a bailarlos y hacerlos ayudarla por información.

Sherlock repitió el gesto de desdén y se levantó a buscar su violín.

-Participar, no ayudar.

John no replicó, sabedor de que su amigo nunca aceptaría en voz alta lo mucho que se preocupaba por la mujer. Pero hacía bastante tiempo que había asumido que para Sherlock la seguridad de Irene era también muy importante. Después de todo, si Irene seguía viva, era por él. La mujer lo sabía y usaba eso, lo cual solía resultarle de maravilla.

Si aquello era un juego, John no estaba seguro de quién ganaba, pero según lo que veía, ninguno quedaba perdiendo.

-Espera -lo detuvo cuando alzó el arco del violín, asaltado por una duda-. ¿Qué quería de Greg?

El rostro de Sherlock se ensombreció un poco.

-El número de Mycroft.

John parpadeó confuso. Bien pensado, muy pocas personas tenían el número de Mycroft Holmes. Pero Greg no era el único.

-¿Sólo quería eso?

El arco del violín se deslizó lastimero sobre las cuerdas.

-Eso parece… -contestó Sherlock con un tono de precaución que a John le sonó claramente a un “no”.

Siguiente entrega: Juego al descubierto

personaje: sherlock holmes, personaje: stanley hopkins, fandom: sherlock holmes bbc, personaje: lestrade, personaje: irene adler, personaje: john watson, shipper: irene/lestrade

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