Fandom: Band of Brothers/Harry Potter
Título: Tras las líneas enemigas
Personajes: Winters/Narcissa (mención de Bellatrix, Lucius, Regulus... y dos personajes más :P).
Advertencias: AU para ambos fandoms. Incoherencias varias. Todos muggles. Ubicado de alguna forma bizarra en la segunda guerra mundial.
Notas: última viñeta de la mini-triología Tras las líneas enemigas. Inspirada en Damian Lewis y Helen McCrory (aunque mi imagen mental de Narcisa incluso al escribir esto sea muy distinta a la de ella).
Primera parte Segunda parte ----------------
III
Escuchar a Lucius y Bellatrix torturar al prisionero no era agradable cuando sabía que luego le tocaría curarlo. Aunque el prisionero no gritaba abiertamente, podía escuchar gemidos y resoplidos de dolor que, unidos al paso de los minutos, le indicaban cuánto trabajo la esperaría. Era el segundo día que pasaban por aquello y el hombre todavía no soltaba nada. No estaban más cerca de saber su nombre que antes.
A ella tampoco le había dicho mayor cosa, excepto un educado “gracias” cuando había terminado la curación el día anterior, acompañado de una de sus largas miradas. A veces esperaba que le preguntara que hacía una mujer como ella en ese lugar, o algo por el estilo, como solían decir las personas al verla. Una chica tan guapa y delicada no pertenecía a un campo de batalla, eso solían creer.
Bueno, ella se preguntaba qué clase de soldado sería él. No parecía el tipo de hombre autoritario que podía dirigir un grupo, pero tenía una fortaleza de hierro que no podía ser de los debiluchos de inteligencia que mandaban a otros a pelear por ellos. Pero había algo en su porte y su manera de actuar que la hacían descartar la idea de que fuera un simple soldado. Sus compañeros no habían querido discutir al respecto, convencidos de que al quebrar su resistencia el hombre les daría las respuestas por sí mismo.
Por esa razón -sólo por esa- Narcisa se había pasado pensando en su prisionero toda la noche.
Ya estaba lista con los materiales para realizar la curación cuando Bellatrix y Lucius se dieron por vencidos y salieron de la celda. El segundo le lanzó una mirada suspicaz pero ella le sonrió con aire de resignación y se libró de algún comentario o pregunta a los que no quería contestar.
Ambos saldrían a hacer su ronda y Regulus se quedaría a vigilar dentro, como el día anterior. Se pusieron en marcha a penas regresó el menor de los hermanos Black, puntual como un reloj.
Repitieron el proceso para entrar en la celda del día anterior, aunque en esta ocasión Narcisa encontró al prisionero ya recostado boca abajo. Empezó a trabajar en silencio, incapaz de encontrar una manera de empezar conversación que le permitiera sonsacarle información.
-Tiene manos hábiles - comentó él cuando llevaba avanzada la curación del día.
Ella se miró sus propios dedos, largos y blancos, entrenados para usar armas pero también para labores muchas más delicadas.
-Y usted resiste mucho dolor - replicó ella con lo que esperaba funcionara como otro cumplido.
-Algunas cosas vienen con el trabajo - respondió él en voz baja al tiempo que levantaba el cuello.
De repente su expresión se tornó alerta. Se incorporó con un gemido ignorando la protesta de ella, le hizo una seña para guardar silencio y escuchó con atención. Narcisa se regañó mentalmente un segundo después al comprobar que había obedecido a su seña, como si él no fuera un prisionero.
-¡Cissy, contenlo!
En su silencio, el grito de Regulus salir a toda prisa del cuartel le resonó, pero no supo reaccionar. En ese momento el prisionero miró a los ojos con intensidad y ella supo que algo grave sucedía. Algo muy grave.
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Había sido un éxito de operación. Toda la inteligencia que le había bridado ese chico Black había resultado verdadera y útil. Estaba seguro de que el joven había recibido algún tipo de formación militar o al menos se había criado en un ambiente propicio para tener una mente despierta que le permitiera reconocer los detalles que eran de interés para una operación como aquella.
Nixon había escrito una carta de recomendación al chico, quien junto a otra prima suya también desertora, querían ayudar a los aliados. El joven, además de dar datos muy importantes había ido con ellos a la operación con el objetivo de brindar cualquier otra información que resultara útil en el momento. Había terminado enzarzado en una pelea con su prima mayor, pero todo había terminado bien.
El prisionero rescatado estaba algo mallugado y tenía heridas de alguna gravedad, pero para su suerte, habían tratado de ablandarlo con una chica joven, la menor de las primas si Nixon no se equivocaba, quien se había dedicado a curarlo. Sanaría pronto, su amigo no permitiría que algo como aquello lo limitara en su labor. Estaba convencido de que no tendrían que buscarle un sustituto. Por algo había logrado que se aprobara esa misión de rescate: nadie podía sustituir a Richard Winters.
Tras hidratarlo y revisar sus heridas, Winters se había empeñado en caminar por propio pie, aunque aquello implicara apoyarse en las cosas para avanzar. Había preguntado por todos los hombres de su compañía, y luego, para sorpresa de algunos, había pedido ver a los prisioneros.
Tenían el grupo de soldados enemigos que habían capturado encerrados en su propio cuartel secreto. Winters ignoró a los que se habían dedicado a torturarlo y buscó a la chica menor. La encontró en la celda donde la habían dejado después de sacarlo a él de allí. Por alguna razón que Nixon no terminaba de entender, su amigo, en las condiciones que estaba, había podido quitar el cuchillo a la chica y mantenerla allí mientras llegaban hasta el cuartel y lo liberaban.
Su amigo le hizo una seña de que lo esperara en el pasillo y lo vio acercarse a la celda. Se paró justo al lado de los barrotes, a un centímetro de apoyarse contra ellos. Pudo ver como la prisionera le sostenía la mirada unos momentos.
Winters se giró después y habló con voz calmada pero firme, como siempre que daba una orden.
-Manténgame informado sobre el campo de prisioneros al que la llevan.
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Los guardias del campo de prisioneros no le hicieron ningún problema para pasar. A esas alturas de la guerra, todos lo conocían. Aunque técnicamente hablando, la guerra estaba prácticamente finiquitada. Aquellos días como prisionero habían quedado enterrados en el olvido, excepto por dos detalles: el agradecimiento a su mejor amigo y el recuerdo de ella.
Esperaría su juicio, como la mayoría de ellos. Hacer constar que había curado la espalda herida de un soldado prisionero durante dos días no aminoraría su pena, pero era una chica joven, tal vez hubiera algo de clemencia.
Avanzó hacia su celda escuchando el eco de sus pasos. Sonaban como un golpeteo constante que supuso que podría molestarla. Sin embargo, al llegar ante su celda se detuvo y la miró. Ella hizo otro tanto, no expresó ninguna emoción al verlo, pero él pudo ver la sorpresa en sus ojos.
No se dijeron nada mientras él apoyaba un brazo contra los barrotes por encima de su cabeza y apoyaba la frente en este, mirándola directamente a los ojos. Ella le sostuvo la mirada, ahora cargada de miedos, de sufrimiento y de derrota.
-¿Va a decirme ahora que me equivoqué de bando? - Preguntó ella finalmente incómoda. - ¿Debí ser una traidora como mi primo y mi hermana? ¿O me va a preguntar al fin qué hacía una chica como yo en la guerra?
Winters negó suavemente con la cabeza. Era extraño como, a pesar de su semblante serio, su mirada desprendía calidez.
-Era una buena soldado.
Ella desvió la mirada y suspiró.
-No tan buena , usted escapó y yo soy prisionera- dijo en voz tan baja que al inicio dudó que él la hubiera escuchado.
Lo miró de reojo para comprobarlo, y para su sorpresa, se encontró con que de su manera críptica, sonreía. La respuesta a su comentario, sin embargo, la hizo sonreír de la misma forma al escucharlo.
-Por suerte para ambos.
Volvió a corresponder su mirada entonces, pero la tensión había desparecido y en su lugar, estaba la complicidad de tres días muy particulares de lo que había sido la guerra. Esa sensación se quedó con ambos cuando el americano, con toda paciencia, se sentó frente a su celda y Narcisa tuvo la impresión de que no había ido hasta allí para observarla.
Al menos, no solamente para eso.