(no subject)

Jul 12, 2007 20:27

A veces me pregunto si las cosas no me emocionan, si me emocionan de forma diferente, o si cedo a la presión de cómo deberían emocionarme haciéndolo finalmente de forma artificial. Nunca me gustó ir a la playa. Bueno, matizando, me gustaba ir cuando estaba en el colegio porque iba con todos los compañeros de clase y jugaba a ser mayor y bonita metida en un bikini de dos piezas. Pero, de ahí en adelante, dejó de gustarme la arena pringosa, el sol asfixiante, el agua helada, la desnudez repentina, el tiempo muerto y el sudor. Ir a la playa es lo mejor que existe, rezan. Pero no para mí.

Me gustan las noches en las que corre el aire y puedo estar tumbada en un césped sin que nadie me moleste. Suelen molestarme demasiadas cosas. Y personas.

Soy una tiquismiquis insoportable.

Cuando voy de viaje suelo mostrarme lo exaltada que se espera de mí. Si algo ha de ser muy bonito, lo será a mis ojos. Pero yo no me creo a mí misma. Me gusta observar las cosas en silencio, darles vueltas con los ojos, olerlas y, si me apuras, tocarlas y sentirlas. Sí, aunque sea una catedral. Cuando voy con alguien pierdo el tiempo en demostrar verbalmente lo mucho que me gusta todo.

Vivo envuelta en un mundo silencioso desestructurado por la fuerza de mi propia palabra.
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