(no subject)

Mar 29, 2009 21:55

Vaya.
Veo que has regresado.
No... Está bien, no te preocupes. Puedes pasar, aunque sinceramente no andaba esperándote. Es por eso la sorpresa. ¿Pero acaso sorprenderse por algo inesperado ha de ser necesariamente un mal presagio?.
Ponte cómodo. Siéntate, si te apetece. Recuerdo cuando era pequeña, solía sentarme siempre en un diminuto cojín deshinchado de diseño árabe que ponía estratégicamente junto al lateral del sofá. De esa manera me sentía casi a ras de suelo apoyando la espalda sobre el lugar alzado en el que se sentaban los demás. Los demás. ¿Comprendes?. Es eso a lo que me refiero. Pues no, no tengo ni idea de a dónde fue a parar ese cojín. De todas maneras ahora suelo sentarme donde todos.
Bueno, cuéntame tú qué tal. Hace tiempo que no se nada de ti. Tampoco lo echaba de menos. Pero lo entiendes, ¿Verdad?. Hay cosas que es mejor dejar a un lado, sin llegar a olvidarlas. Sencillamente guardarlas para que no vayan cogiendo polvo y se desfiguren bajo una costra de dejar-pasar-los-días. Sólo eso.
Sabes, creo que voy a añorar esto. Sí, me contradigo a veces, pero es que hay cosas que valen para unos casos y cosas que no. Creo que eso lo saben las personas que dibujan a grafito. Hay una gama de grises entre el negro de apretar el puño y el blanco de la ausencia. Pues bien, a lo que iba... ese sonido. De cuando el señor de los pasteles se pasea en ese furgón blanco, y pareciera que estoy en el pueblo de nuevo. Supongo que antes no se usaban esos furgones, o bueno, no lo se en realidad. No me imagino a ese señor con una carretilla llena de dulces, y al fin y al cabo hace ya bastante que los coches se usan. Aunque no lo se en realidad. Siempre he pensado en bajar a comprarle algo, cualquier cosa, aunque ni me la comiera. Sencillamente para seguir el ritual. Una vez que lo haces, no puedes olvidarlo. Es como el cojín.
También recuerdo cuando esperaba con mi madre en la carnicería, sentada en esas sillas de plástico que me recordaban a los veladores del puerto. Y siempre me comía camarones, esas pequeñas y rosáceas figuritas de ojos negros que crujían. Como mi cuerpo en las sillas. Y fue en uno de esos momentos en los que le dije a mi madre: Los reyes magos no existen, ¿Verdad?. Ella me lo confirmó. Sí... puede decirse que estaba creciendo, haciéndome mayor, o desmaterializándome. Al fin y al cabo no importa.
¿Te apetece una cerveza?
Tengo cerveza fría en el frigorífico.

¿Tienes frío?
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