Título: Caring.
Fandom: Generation Kill.
Pareja: Brad/Nate.
Notas: para
carreteraymanta. Espero que te guste, aunque no sea exactamente lo que me pediste :)
Los ojos azules y adolescentes de Nate Fick son placas de hielo cuando se clavan en Encino Man. Acusan, condenan, culpabilizan.
“Con el debido respeto, señor,” su voz es fría, pero bajo las palabras metódicamente pronunciadas hay una vibración de ira contenida “ese plan es una gilipollez”.
“Con el debido respeto, teniente Fick,” replica su superior, imitándole, “si no quiere acabar como el sargento Kocher, le aconsejo que guarde sus opiniones para sí y se limite a seguir las órdenes sin cuestionarlas.”
Nate es un buen marine, nadie puede negar eso. Disciplinado, correcto y con ese punto de humanidad que muchas veces se echa de menos en el ejército. Sus subordinados podrían añadir que es también uno de los mejores oficiales que han tenido nunca, un hombre al que respetan y admiran, alguien como quien les gustaría ser. Y hoy, Nathaniel Fick va a luchar por esa imagen que sus marines tienen de él.
“Lo que propone es un suicidio. Entrar de noche en esa ciudad, sin ningún tipo de apoyo aéreo, con nuestros Humvees, la mayoría de los cuales carecen de puertas y techo, supone una muerte segura. La mayoría de las Mark 19 funciona a ratos o directamente no funciona por la falta de lubricante. No tenemos apenas baterías para las gafas termales. No, me niego a seguir estas órdenes. No voy a poner a mis hombres en peligro por su incompetencia. Señor.”
Nate gira sobre sus talones, dejando a su superior con la palabra en la boca y una expresión indescriptible en la cara manchada de polvo y arena. Se aleja a grandes zancadas, con ese paso de adolescente larguirucho tan característico suyo, el M16 rebotando rítmicamente sobre la correa de metal que sujeta el incómodo traje MOPP.
Una vez que está lo suficientemente lejos de Encino Man, Nate se detiene y traga saliva. El corazón le bombea tan rápido que por un momento cree que le va a explotar. Nota sus latidos pulsando en los tímpanos, como tambores sonando maníacamente en el ritual de sacrificio de un pueblo primitivo. La cabeza le da vueltas y durante unos segundos que se le hacen eternos el suelo, el desierto, se convierte en el cielo. Luego vuelve en sí.
En retrospectiva, se pregunta por qué se ha negado a acatar las órdenes de Encino Man, arriesgándose con ello a una investigación formal, a una queja por escrito e incluso a ser relevado de sus funciones como teniente. De acuerdo, el plan de su superior era arriesgado, incluso loco, pero debería haber expuesto sus quejas a Ferrando en lugar de negarse directamente.
Tal vez el loco sea él.
Lo único que sabe es que el mero pensamiento de que algo pudiera pasarle a sus hombres (no, se corrige. No a sus hombres en general, sino a uno muy en particular, cierto sargento de rasgos nórdicos al que no apodarían ‘the Iceman’ si vieran lo que hace las noches que no hay luna en la trinchera de Nate) es insoportable.
Nate da media vuelta y se dirige hacia el Humvee de Colbert, el primero de la columna, como siempre. Probablemente se gane algo bueno cuando le diga que le acaba de salvar, a él y a sus compañeros, de una muerte segura.