Para
nimphetamina Fandom:
Saltimbanco RPG.
Personajes: Monsieur X, Señor Flameante.
Palabras: 595.
Notas: también responde al reto 10 del
primer nivel de
originalidades.
¡Feliz Navidad!
- Monsieur X.
El dueño del circo levantó la mirada de los legajos que invadían su mesa y vio al Señor Flameante, el tragafuegos, esperando pacientemente en el quicio de la puerta.
- ¿Sí? -preguntó distraídamente, volviendo de inmediato a sus papeles.
- Quería hablar con usted, si es que no está demasiado ocupado.
- Por supuesto, por supuesto, mi querido muchacho -Monsieur X apartó las hojas de contabilidad de su vista y las ató con un cordel-. Te escucho.
El Señor Flameante abrió la boca para responder, pero el presentador lo interrumpió antes de que pudiera formular una frase completa.
- ¡Espera! ¡Ya lo tengo! ¡Ya sé por qué estás aquí!
- ... ¿Lo sabe, señor?
- ¡Naturalmente! ¡Se nota a leguas, mi estimado tragafuegos!
- ¿A leguas? No sabía que fuera tan obvio…
- Pero, ¡por favor! Estás hablando con un gran conocedor de la mente y el corazón humanos, con un discípulo en toda regla de Freud, ¡con un psicólogo aficionado, en suma!
Monsieur X lanzó una mirada escrutadora al tragafuegos y con un magnánimo gesto de la mano lo invitó a sentarse frente a él. El Señor Flameante hizo lo que se le mandaba y aguardó en silencio.
- Obviamente, estás aquí para pedir mi bendición.
- ¿Su bendición, señor?
- ¡No te hagas el tonto conmigo, muchacho! Claro que mi bendición. ¿Qué bendición podría ser más importante que la del dueño y señor de le Cirque Itinérante des Merveilles? Ya contesto yo: ¡ninguna!
- Por supuesto, señor, por supuesto, pero no entiendo qué…
- ¡Te he dicho que no te hagas el tonto conmigo! Está claro que quieres casarte con esa trapecista, ¿cómo se llama?, ah, sí, ¡Pluma! Para lo cual necesitas contar con mi bendición.
- ¡¿Casarme?! ¡¿Con Pluma?!
- Comprendo tu horror, muchacho, no creas que no lo hago -Monsieur X le dio unas palmaditas comprensivas en la mano-. Seguramente te ha arrastrado al pozo del matrimonio con la excusa del embarazo, ¿verdad? Sí, claro que sí… ¡Una arpía, como todas! Pero tan encantadora como todas las demás… Te ha robado el corazón, ¡claro que sí! Se te nota en los ojos, esa chispa que brilla en ellos no puede corresponder a otra cosa más que a amor febril, incondicional. ¿Acaso me equivoco? -tronó.
- Pero… ¡señor!
- No te preocupes, haré todo lo que esté en mi mano por evitar esa unión. Ella es menor de edad aún, ¿no? Bien, pues no contaréis con mi bendición hasta que no cumpla los dieciocho. ¿Qué te parece eso, eh? ¡Eso te da un margen de un año para librarte de ella!
- Verá, señor, la cosa es…
- ¡La cosa es que no quieres librarte de ella! ¡Oh, Dios mío! Yo tenía razón. Enamorado, enamorado hasta la médula -el director del circo meneó la cabeza con reprobación-. Lo lamento, mi querido muchacho. Eso es todo lo que puedo ofrecerte. No puedo negaros mi bendición si la chica está embarazada. Sencillamente, no puedo. Así que me temo que pasarás por el aro tarde o temprano. Ah, un alma tan joven, tan libre, capturada para siempre en la santidad del matrimonio… ¡Qué desgracia!
- ¡Monsieur X!
- Dime, muchacho, dime. ¿Quieres un consejo? Huye, huye todo lo lejos que puedas. Aunque nunca es demasiado lejos para una mujer, ¿oyes lo que te digo?
- ¡Pero si el problema no es ése! ¡No tiene nada que ver con Pluma!
- … ¿Ah, no? ¿Y con qué tiene que ver entonces?
- Verá, señor, en realidad… venía a pedir un aumento de sueldo.