Hola familia!
Un pequeño extra para estos tiempos de pandemia y cuarentena que espero que os guste.
Un par de apuntes.
- Por motivos de necesidad para el fic, nuestros queridos vecinos van a moverse de una casa a la otra. Digamos que hacen la cuarentena (casi) juntos, así que no los judguéis muy duramente.
- Como todos los extra de esta historia, no siguen la línea temporal de la historia principal. Estos van mucho más adelantados pero nos van a dar pistas de cositas que pueden pasar a lo largo de la historia.
- El contenido de este extra contiene algo de sexo homosexual así que permanecerá abierto un par de horas y luego volverá a ser friends only (puedes pedir acceso y te lo doy enseguida!)
Y nada más. Espero que lo disfrutéis y que todo vaya genial por vuestras casa. Ánimo que ya queda un día menos.
El sonido en la puerta consigue que tanto Bambi como Agoney levanten la cabeza de lo que están haciendo y se miren fijamente. Los dos saben perfectamente quién está llamado. La perrita se levanta del sofá en el que está tumbada y da un par de vueltitas sobre sus patas para volver a tumbarse dándole la espalda a su dueño.
- ¿Sabes que es muy probable que venga buscándote a ti, verdad?
Bambi emite un pequeño gruñido y esconde su hocico entre los cojines que adornan el sofá. Agoney se ha quedado solo en este enfrentamiento. Vuelve a oír el timbre y golpea su cabeza contra el teclado del ordenador donde estaba escribiendo un artículo sobre los colores de la nueva temporada. Cómo si a alguien le importase que está primavera se va a llevar el amarillo y el morado. ¡No podemos salir de casa! Lo único importante es saber combinar toda esa ropa que tienes destinada a estar tirado en el sofá durante más de ocho horas.
- ¡Agoney! ¡Sé que estás en casa! ¡No puedes salir! ¡Ábreme!
Un resignado Agoney se levanta de su silla y se acerca a la puerta, ahogando un suspiro.
- Tienes que quedarte en tu casa, Raoul. Cuarentena en tu casa.
- Solo quiero sacar un ratito a Bambi. Porfa. Ábreme.
Agoney se asoma a la mirilla de la puerta y lo que ve al otro lado le corta la respiración. ¿Es normal que alguien esté tan guapo todo el día encerrado en casa?
Abre la puerta y le recibe la sonrisa traviesa de su vecino.
- Pero muchacho, ¿cuántos chándales diferentes tienes?
- Muchos. ¿Puedo sacar a Bambi a dar un paseo? ¿Puedo, porfa?
- No, Raoul. La has sacado ya antes de comer. Ahora es momento de echar la siesta. Bambi duerme en el sofá y no quiere saber nada de salir. Yo tengo que trabajar y tú seguro que tienes algo que hacer.
- Me aburro mucho, Agoooooooooo.
- Eres como un niño pequeño. Siéntate en el sofá y ponte algo en la tele. Déjame trabajar y no molestes a Bambi.
Raoul, milagrosamente, hace lo que le dice Agoney y coge el mando para ponerse algo en la tele mientras el moreno termina ese artículo que tiene que escribir. Puede que haya pasado una hora cuando nota que Raoul ya no está tan quieto.
- ¿Qué haces?
- Tengo calor, Agoney. Me quito la chaqueta.
- ¿Es necesario que te quites la camiseta también?
- Buff. Es que no quiero sudarla, ¿sabes? Me la regaló Álvaro para mi cumple.
- Ya.
- ¿Te importa si me descalzo?
Agoney niega con la cabeza y vuelve a su ordenador. No puede evitar seguir los movimientos de su vecino por el rabillo del ojo.
- Sé lo que pretendes y no va a funcionar.
- No pretendo nada, Ago. Sólo tengo calor. Tienes la calefacción muy alta.
- Está apagada.
- ¿Ah, sí? Pues no sé, seré yo. Igual tengo fiebre. ¿Me miras la temperatura, Agoney?
- ¿Te han servido alguna vez esas frases sacadas de pelis porno?
- Siempre.
- Joder, Raoul…
Agoney no podía ya ni concentrarse. Tenía el cuerpo de su vecino estirado en el sofá. El muy capullo no paraba de acariciarse y él se estaba volviendo loco. Lo más seguro en esta ocasión era guardar lo que llevaba escrito, por si acaso. Aunque él no iba a rendirse a los deseos de Raoul. A este juego podían jugar los dos.
Agoney sigue escribiendo, un par de anotaciones, unas cuantas correcciones, repasa las fotos que tiene que utilizar para el artículo y casi lo tiene terminado cuando oye un gemido más fuerte que los anteriores.
- Raoul, para ya. No te voy a hacer caso.
- Jo, Agoney. Pues salgo de paseo con Bambi.
- No.
La perrita parece entender la discusión de los dos humanos porque ladra secamente al rubio y desaparece en la habitación del moreno.
»Concéntrate en la película y no me distraigas que tengo que entregar esto en menos de dos horas. Y ni se te ocurra tocarte en mi sofá. Te lo prohibo.
- Jo, Agoney.
El canario se podía imaginar sin problema el puchero del rubio, que estaría demasiado rojo, despeinado y con los brazos cruzados apoyado contra el respaldo del sofá. Evitaba mirarlo porque, aunque se quería hacer el duro, en el fondo, sabía que era muy débil cuando el que se ponía en medio era su vecino.
Solo puede concentrarse unos segundo cuando siente que alguien tira de su silla de ruedas para atrás.
- Raoul…
Pero el rubio no contesta. Se ha quitado los pantalones y, solo con sus calzoncillos, se sienta encima de Agoney. Le mira a los ojos durante los segundos que tarda en llevar sus manos a su cabeza y acariciar los rizos del moreno. Este no puede evitar cerrar los ojos e inclinar su cabeza, totalmente rendido a las caricias del otro chico.
»Es en serio, tengo que terminar el artículo…
Sus palabras se escapan entre jadeos bajos que se escapan de su boca al sentir las manos del otro chico acariciar su cuello y su espalda, hasta donde consiguen alcanzar sus manos.
- Has terminado hace rato. Te he estado vigilando. Se te da fatal fingir que no te pongo cachondo…
Y ahora son los labios del rubio los que acarician el cuello de Agoney que se agarra con fuerza al borde del escritorio, haciendo que los dos cuerpos queden encajados entre la silla y la mesa.
- Vamos, tócame.
- No estamos respetando las distancias de seguridad…
- No. No lo hacemos. ¿Crees que nos vendrán a multar? ¿Nos pondrán esposas?
- Dios, Raoul… Tienes unos fetiches muy raros.
La carcajada que escapa de la boca del rubio rebota contra su cuello y se cree morir durante unos segundos.
- Pues esto de aquí - Raoul mueve sus caderas hacia delante, haciendo chocar las dos erecciones - me dice que a ti la idea también te parece interesante.
Agoney gime grave, agarrando ahora sí, al chico por las caderas y haciendo chocar sus bocas. Se besan con ganas, como si no lo hubiesen hecho desde hace mucho tiempo. Aunque lo repitan bastante a menudo. Y Agoney no puede evitar perderse en el sabor de Raoul, es sus labios gorditos que le muerden con fuerza y provocan el dolor más placentero que ha sentido en mucho tiempo.
Son las manos de Raoul las que se encarga de deshacerse del jersey y la camiseta del moreno, provocando que toda su piel se erize ante el contraste con la nueva temperatura de la sala. Pronto sus manos son sustituidas por sus labios que se encargan de chupar toda la piel que puede alcanzar.
»Sabes tan bien… Te comería entero.
Raoul alza la cara y acaricia el abdomen del moreno que respira acelerado sobre el respaldo de la silla. Sube sus manos y acaricia sus cejas, sus pestañas, su barba. Se lo come con los ojos, como quisiera hacer con su boca, señala todas esas partes que se muere por probar.
- ¿Aguantará la silla?
- ¿Eh?
La risa vibrante del rubio se pierde entre las paredes del salón.
- Despierta, cariño. - La caricia en el rostro es todo lo que necesita Agoney para volver a la tierra. - ¿Crees que aguantará la silla?
- No podemos hacerlo aquí.
- Oh, ya te digo yo a ti que sí. Vamos a follar aquí mismo, Agoney. Reza para que aguante la silla.
Las protestas del moreno mueren en la boca del otro chico que se encarga de comerse su boca mientras su manos aventureras tiran de sus pantalones de pijama que ceden a los tirones y acaban en el suelo junto a la camiseta y las prendas del rubio.
- Que vayas en plan comando me va a tener cachondo todos los días, que lo sepas Ago.
- Deja de decir esas cosas que me da vergüenza.
Esconde su cara en el cuello del rubio, donde se dedica a dejar pequeños besos que calientan aún más la piel del rubio. Es Raoul el que vuelve a coger la cara del moreno y juntar sus labios mientras su cadera no para de frotarse contra el cuerpo de su vecino.
»Para, para.
- Vamos, Ago, seguro que puedes aguantar más.
Raoul se incorpora para poder quitarse los calzoncillos y se vuelve a sentar sobre el regazo de Agoney. Agarra la erección del canario y la acaricia suavemente, arriba y abajo, haciendo presión en la vena que se marca en su lateral, no llega hasta arriba nunca, evita lo que sabe que Agoney está a punto de pedirle. Siente las uñas del moreno clavarse en sus nalgas, que empujan más sus cuerpos hasta hacer imposible que corra el aire entre los dos.
- Raoul, por favor…
- ¿Qué quieres Ago?
- Los dos. Las dos juntas, por favor.
- ¿Así te gusta?
- Sí...
- Eres tan putamente erótico...
La mano de Raoul intenta acoplar las dos erecciones juntas, abarcarlas y poder masturbarlas juntas pero no alcanza, su mano es muy pequeña, así que coge la mano derecha de Agoney y la acerca hasta la suya y ahora son las dos juntas las que marcan el ritmo, las dos manos masturban sin parar, juntas.
»Así, Ago, así…
Solo necesitan un par de movimientos más rápidos para correrse los dos entre gemidos y jadeos que llenan el silencio de la tarde en el piso de Agoney. La frente de Raoul acaba en el hombro del moreno donde deja un pequeño beso.
Tras unos minutos es la risa de Raoul la que los devuelve al ahora.
- ¿De qué te ríes?
- Me estaba acordando de la primera vez que follamos. Fue un puto desastre.
- ¿En serio te tienes que acordar de eso ahora?
- Es que, tío, no sé cómo pudimos corrernos. Nunca había vivido una situación tan surrealista.
- Para ya, por favor. Me muero de la vergüenza.
- ¿Por qué? Ahora hemos mejorado mucho. La práctica ayuda mucho en estos casos. Y es una anécdota que te voy a recordar siempre.
Raoul se levantó de su regazo, recogió los pañuelos que habían usado para limpiarse y fue, desnudo y sin ningún complejo, hacia el baño del moreno.
Agoney seguía sentado en la silla, viendo desaparecer al rubio por el pasillo y pensando en lo mucho que le gustaba el sonido de la palabra “siempre” con la voz de Raoul. Si cuando lo conoció, le hubiesen dicho que iban a acabar así, no se lo habría creído.
- ¡Agoney! ¿Vienes o qué? ¡Qué me muero de frío!
Sonrió mientras se levantaba para ir al baño. La cuarentena no se le iba a hacer larga si tenía que soportar la hiperactividad de su vecino.
😃💕😏