(c) Bueno, hace poco empezó la segunda temporada de Hawaii Five-0, así que me ha dado por subir la primera parte de un fic que tenía por ahí.
Título: Hawaii y sal.
Fandom: Hawaii Five-0.
Personajes: Steve McGarrett/Danny Williams. (Los demás también aparecen, pero menos).
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Warnings: Slash Steve/Danny.
Resumen: Todo empieza con una confusión, y con todo me refiero a los líos mentales de Danny Williams y su desconcertante interés por Steve.
Primera parte
Danny mordisqueaba el bolígrafo mirando los papeles de un caso que Kono le había pasado. Traficantes y mucho dinero, lo típico. Sus ojos fingían leer las palabras y observar detenidamente las fotografías del archivo, pero lo cierto es que no estaba para nada concentrado, seguramente por culpa del calor, el insoportable calor. La camisa azul se le pegaba a la piel y la corbata le molestaba más que nunca así que se la quitó y la lanzó al sofá. En ese momento Steve entraba en el edificio con Chin al lado, aunque éste último desapareció por un pasillo.
Danny se escurrió en el asiento como un niño que quiere pasar desapercibido el día de su cumpleaños, cuando empieza a agobiarle el papel de protagonista, ha abierto todos los regalos y está cansado de tanto saltar en la piscina de bolas. Pero se rió un poco de sí mismo al intentar que Steve no reparara en él puesto que su compañero tenía cierta habilidad innata para captar todos los detalles, tenía habilidades innatas para muchas cosas, el muy cabrón. Danny clavó sus ojos azules en las hojas del archivo y la mirada de un hombre latino con tatuajes en el cuello le correspondió.
-Hey, ¿y tu corbata?
-Me la he quitado. Calor -explicó Danny sin dejar de mirar la carpeta del caso fingiendo interés, aunque en realidad no le importaba lo más mínimo y eso le preocupaba.
Es decir, él era muy profesional, mucho, ¡llevaba camisa y corbata en Hawaii, por Dios! Siempre se involucraba todo lo posible en los casos, hasta muy de vez en cuando había sacrificado días libres con Grace para atrapar a los malos de turno, que se reproducían como malditas esporas; pero durante los últimos cuatro días estaba despistado, desconcertado, se sentía gilipollas e inútil. Y todo por culpa de Steve.
Todo empezó una noche extremadamente calurosa en un chiringuito en la playa. Acababan de cerrar un caso, los malos estaban en prisión y los ciudadanos de Hawaii más a salvo que antes, disfrutando en sus casas de un laulau. Habían ido todos: Steve, Chin, Kono y él, y encima encontraron a Kamekona allí.
La noche estaba bastante animada. Muy animada, en realidad. La gente bailaba con collares de flores en el cuello, se ponían a rodar por la arena o a perseguirse unos a otros por la orilla del mar con las copas con sombreritos de colores en las manos. Chin y Kono hablaban entre risas con otras personas que quizá conocían y Steve había desaparecido momentáneamente de su campo de visión. Danny estaba sentado en un taburete disfrutando de su cóctel azucarado, aunque sintiéndose un poco fuera de lugar, como siempre. Hawaii era simplemente diferente.
Steve apareció a su lado con una cerveza en la mano y le dio una palmadita en la espalda (una palmada un poco dolorosa a decir verdad, es un secreto a voces que el comandante McGarrett no tiene tacto, se rumorea que tampoco sentimientos).
-¿No bailas? -le preguntó.
Danny sonrió ladeando la cabeza.
-No. No es lo mío. ¿Y tú? No será por parejas… A esas señoritas les gustas.
Un par de chicas, las dos con vestidos rojos de diferentes tonos, los miraban coquetamente, especialmente a Steve, que en aquella ocasión había optado por una camiseta de tirantes que dejaba apreciar completamente su musculatura y algún tatuaje. Danny llevaba una camisa blanca, como casi siempre, simplemente se sentía más cómodo así.
-Tampoco.
-¿Sabes bailar? -le preguntó Danny con una sonrisa-. Porque… francamente, me parecería raro que tú no supieses bailar. Tú, que sabes manejar un helicóptero, un barco, una moto de montaña, un coche en un barco… Sería, ya sabes, algo decepcionante -bromeó.
Steve sonrió y bebió un trago de su cerveza.
-Sé bailar -aseguró.
-Oh, ya. Claro. ¿Y por qué no lo haces?
-No me apetece.
Danny asintió con el cabeza, incrédulo. En aquel momento a cualquier persona le hubiera encantado bailar, aunque no supiera. Había antorchas en todas partes para crear ambiente, un equipo de música estupendo y chicas guapas. Bailar podía convertirse en una simple excusa para rodear a alguna con los brazos.
-Entonces tengo una teoría -comentó Danny.
-¿Una teoría?
-Sí, de por qué no bailas.
-Me gustaría oírla, en serio -Steve parecía divertido.
-Según tú sabes bailar pero no quieres, ni siquiera con alguna de esas -Danny miró discretamente a las chicas- preciosas chicas. Así que, allá va: es obvio que no quieres mostrar en público que tienes sangre en las venas. Ya sabes, que no eres un robot diseñado para matar.
Danny se sorprendió al oírse en voz alta, en su cabeza su teoría no sonaba tan absurda, ni siquiera por su condición de broma. Steve amplió su sonrisa.
-Siempre estás tenso. Nunca te relajas -añadió para sonar más serio.
-Sí que me relajo.
-Patear culos y romper narices no cuenta.
Kono se acercó a ellos con una sonrisa. Ella también llevaba un collar de flores de colores, en realidad llevaba dos.
-Akela me ha regalado entradas para ir a un pub, ¿venís?
Danny no tenía ni idea de quién era Akela aunque supuso que era la chica de piernas interminables que estaba hablando con Chin. Se le hacía raro estar de fiesta, es decir, desde que llegó a Hawaii nunca había vivido nada parecido. En alguna ocasión habían salido a tomar un par de cervezas y charlar, pero nada de discotecas o pubs con luces de neón. Lesorprendió un poco que a Kono le gustaran esas cosas aunque era algo totalmente lógico y natural, era joven y guapa. Supuso que era por su cara inocente y su impecable modo de trabajar, y porque, en el fondo, tampoco sabía muchas cosas de ella.
Se mordió el labio inferior y negó con la cabeza. Al día siguiente quería ver a Grace, tenía un regalo para ella, lo había comprado en un mercadillo en la playa -era una pulsera- y no le parecía lo más adecuado verla con ojeras y cara de resaca total.
-Yo no voy.
-¿Seguro? -Kono le mostró las entradas de forma automática.
-No, de verdad. Tengo que ir a casa.
-¿Steve?
-No, le acompañaré.
Danny se giró para mirar a Steve con el ceño fruncido.
-Por mí no te cortes, quiero decir…
-No, no hay problema. Pasarlo bien.
Kono les sonrió y volvió con su primo trotando felizmente.
-No hace falta que me acompañes, quiero decir, ya soy mayorcito para volver a casa solo -dijo sonriendo débilmente.
-¿De verdad? -Steve arqueó las cejas y luego se encogió de hombros-. No me cuesta nada acercarte.
-¿Tú también te vas ya a casa? ¿En serio? ¿No te quedas para un último baile?
Los dos se dirigieron al paseo marítimo para montarse en la camioneta de Steve. No era muy tarde pero el cielo ya estaba totalmente a oscuras y el olor a sal lo impregnaba todo.
-Gracias por llevarme, no tienes por qué.
-Das las gracias muchas veces al día, ¿no te cansas? -le dijo Steve poniendo el vehículo en marcha.
-Oh, discúlpame por ser una persona educada. Olvidaba que tú das las gracias con gruñidos.
Se pasaron todo el trayecto del viaje discutiendo sobre tonterías. Ambos tenían una capacidad asombrosa para mantener conversaciones estúpidas durante largos periodos de tiempo, en cambio cuando el tema de conversación era importante las palabras sobraban, se entendían con las mínimas. Steve aparcó cerca de la puerta de la casa de Danny y los dos bajaron de la camioneta.
-¿Me vas a acompañar al portal? -Danny enarcó las cejas-. ¿Me darás un beso de buenas noches también?
Steve rodó los ojos y se apoyó en la camioneta. A veces a su compañero le resultaba una persona incomprensible. Para Danny, Kono y Chin reflejabanlo que sentían en sus rostros, en sus movimientos, en sus maneras de actuar, en cambio Steve parecía un ser distante y frío al que costaba acercarse y entender.
El móvil de Danny sonó en su bolsillo y lo cogió. Era Rachel, que le advertía que mañana no podría ver a Grace porque quería llevarla a no sé qué lugar divertido y súper guay lejos de él. Danny sabía que Rachel quería presentarle a Grace a su nuevo novio gilipollas cuanto antes y no le hacía ninguna gracia, y menos cuando él ya tenía planes con su hija. Discutieron durante más de diez minutos hasta que finalmente Danny cedió, cabreado e impotente. Colgó el teléfono y maldijo por lo bajo, y sólo entonces se percató de que Steve lo miraba.
-¿Problemas?
-Rachel -rumió-. Quiere presentarle su polvo a Grace.
Danny cerró fuertemente los ojos y la boca y negó con la cabeza.
-Lo siento, eso ha sido… grosero -Se pasó una mano por el pelo y se encogió de hombros.
Steve, que estaba apoyado en el capó, se incorporó y fue hacia Danny, aunque no hizo nada.
-Supongo que eso es un intento de consolarme -comentó Danny sonriendo un poco-. Tío, se te dan fatal esas cosas. Tienes que practicar.
-Si hay algo que pueda hacer…
-Ohm. Eso está mejor. Pero no, no hay nada. Gracias de todos modos.
Danny se dirigió a su casa mientras Steve abría la puerta de la camioneta para meterse dentro de nuevo, aunque se quedó quieto un segundo y llamó a Danny, éste se giró.
-Mañana pasaré a recogerte. A las doce -Danny frunció el ceño y fue a replicar. No es que no agradeciera el detalle de su compañero, de hecho le estaba hasta sorprendiendo tanta muestra de amabilidad y consideración, pero lo que menos le apetecía era pasar el día siguiente con él, más que nada porque sus planes solían tener que ver con motos acuáticas y cuadriláteros de boxeo y… bueno, con cosas arriesgadas y peligrosas, mortalmente hablando. Danny abrió la boca para decirle que mejor no, pero Steve se le adelantó-. Cállate, Danno.
Nunca debió ir con él porque ese fue el principio de sus líos mentales.
A la mañana siguiente, a las doce, allí estaba Steve, esperándole. Danny había tenido la esperanza de que se olvidara del asunto, pero se trataba de una esperanza vana, claro. Steve lo llevó a su casa y le invitó a desayunar a pesar de que ya era un poco tarde -galletas y medio vaso de leche, no había más-. Casi no hablaron. Francamente, a Danny le parecía raro que le hubiera llevado a su casa, nunca le había invitado formalmente, en plan amigos y eso, y ahora de repente estaba allí, en la mesa, tomando galletas rancias que comía por hacer algo.
Tenía una teoría -era detective, siempre tenía teorías en mente- que trataba de lo siguiente. Danny pensaba que Steve estaba haciendo todo eso para apoyarle en un momento difícil, para demostrarle que era su amigo y que no estaba solo en un lugar extraño, era lo más lógico, seguro que Kono o Chin también le hubiesen apoyado, pero Steve no era como Kono, por ejemplo, por eso le extrañaba verle intentando ser afectivo. Tenía pensando decirle cuando saliera de la ducha -sólo a Steve se le ocurría darse una ducha con un invitado en casa- que no se molestara, que no era necesario que de repente actuase como su niñera. Y que gracias.
Dejó la galleta que se estaba comiendo en la mesa y decidió cotillear superficialmente empezando por el piso superior, claro. La puerta del dormitorio de Steve estaba entreabierta y por alguna razón a Danny le pareció el lugar más interesante de todos, sus piernas decidieron entrar por él.
Era un cuarto sobrio, con pocas cosas. Abrió su armario con la sincera intención de encontrar alguna camisa -al fin y al cabo él tenía camisetas en su cuarto, seguro que Steve también tenía trapos sucios en el suyo- pero lo que vio le llamó la atención todavía más. De un cajón asomaba un trozo de papel de color rojo. Abrió el cajón y sacó una revista, y lo primero que vio fue una polla.
Danny tiró la revista como si quemara, miró a ambos lados y se tranquilizó al oír el agua de la ducha. Cogió la revista de nuevo y observó la portada con una mezcla de horror, sorpresa e incredulidad. Un tío muy musculoso mostraba sus encantos a la cámara con una sonrisa lasciva. El póster que había en el interior no era mucho más discreto: dos chicos montándoselo encima de una lavadora con caras de: «el mundo se va a acabar mañana y lo estamos aprovechando».
-Vale. Suficiente.
Danny enterró la revista en el cajón y salió de allí dispuesto a irse a su casa pero en ese momento salió Steve con una toalla envuelta en las caderas y el pecho desnudo y mojado.
-¿Te vas?
-¿Eh?
Steve achinó los ojos.
-A casa. Rachel me ha llamado. Cambio de planes.
-¿Estás bien?
-Sí, sí. Muy bien. Gracias por la leche.
«Mierda, mierda, mierda». Danny cerró la puerta principal tras de sí y suspiró.
-Me sigue pareciendo raro verte sin corbata.
-Si te causa un trauma me la pongo -Danny se mordió el labio, no podía evitar estar un poco borde, aunque Steve no le dijo nada.
-Qué va. Me gusta -Danny se removió en la silla y sus pensamientos se dispararon, su mente imaginó a Steve ojeando la revista porno y de repente se sintió incómodo y deseó no haberse quitado la corbata. Últimamente todos sus pensamientos tenían que ver con su compañero y con lo que había descubierto en su casa-. ¿Qué tienes?
-Ezera es nuestro hombre. Hay un testigo que lo vio salir de la tienda sobre las doce, ¿y a qué no adivinas qué llevaba consigo?
-Una magnum con empuñadura de marfil.
-Exacto.
Danny se levantó de la silla y los dos salieron del despacho dispuestos a pillar al traficante y asesino.
Chin llevó al traficante al coche con las manos esposadas mientras Danny y Steve lo miraban. A Danny cada vez le dolía más la lengua de tanto mordérsela. Se cruzó de brazos y se relamió los labios.
-Oye, Steve. Me estaba preguntando… ¿Qué tal con Catherine?
Steve lo miró enarcando una ceja con una leve sonrisa.
-Bien. Como siempre. ¿A qué viene eso?
-Es muy guapa.
-Sí, lo es.
-Tiene un pelo precioso…
-Danno.
-Vale. A ver. El otro día, en tu casa… Bueno, yo estaba disfrutando de tu generoso desayuno cuando vi que la puerta de tu habitación estaba abierta y entonces pues… entré.
-Entraste en mi habitación -No era una pregunta, era una afirmación en un tono imponente que requería una explicación.
-Sí. Y abrí tu armario para ver si tenías camisas. Sé que suena ridículo pero…
-Sigue.
-No sé si tienes camisas o no, pero encontré otra cosa.
Steve se pasó una mano por el pelo y Danny supo al instante que sabía de lo que le estaba hablando. Se removió en su sitio e intentó hacerse oír por encima del bullicio policial y los bufidos de su compañero.
-Lo siento, ¿vale? Siento haber hurgado en tus cosas. Perdón.
-¿Perdón? Encima que me… Te llevo a mi casa para ayudarte, ya sabes, para que no te deprimas por lo de Grace y no pases el día libre solo. Te hago el desayuno…
-¡El desayuno eran galletas en caja! ¿Acaso eres tú el fabricante?
-¡No tenías derecho a cotillear mi habitación!
-¡Sí, eso ya lo sé, y lo siento de veras, ahora explícame por qué había una revista de porno gay en tu armario, por favor! -concluyó Danny gesticulando con las manos.
Steve frunció el ceño y puso los brazos en jarras.
-¿Una revista gay?
-No te hagas el sorprendido, ¿vale? Tú sólo… ¿eres gay?
Steve sonrió abiertamente y luego no pudo contener una carcajada. Danno frunció el ceño y se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua.
-¿Y ahora de qué te ríes?
-Esa revista es de mi hermana.
-¿De tu hermana? -Danny lo miró sin comprender-. ¿A tu hermana le va el porno gay?
-La compró para deshacerse de un tío que no dejaba de mirarla en una tienda. O eso me dijo. Al parecer las revistas porno asustan mucho.
-Tu hermana es un poco… rara.
Esta vez fue Danny quien se pasó una mano por el pelo y luego por la boca.
-¿Y qué hacía en el cajón de tu armario?
-Mi hermana también es muy divertida.
Danny se sintió estúpidamente aliviado, aunque la solución al "misterio" no fuera excelentemente esclarecedora, al menos las piezas sí lo eran: su hermana rara + tío baboso = revista gay. Fin de la historia. A Danny le bastaba.
-¿En serio pensabas que era gay y por eso te habías asustado, Danny?
-Vete a la mierda -Danny evitó su mirada y luego recordó algo que le hizo juntar las cejas hasta convertirlas en una-. Un momento. Si tú no tenías ni idea de lo de la revista, ¿de qué creías que estábamos hablando?
Steve sonrió abiertamente y le dio una palmada en la espalda que pronto le dio escozor. Fue a reunirse con Chin mientras Danny le seguía con la mirada, el ceño fruncido, la boca entreabierta y el dedo índice acusador. Cada vez tenía mayor certeza de que Steve era un enigma que jamás podría descifrar y una flor de curiosidad hacia él se expandió desde el centro de su pecho hasta las puntas de sus dedos. Danny continuó con los ojos clavados en Steve, que hablaba con Chin adoptando su pose profesional, hasta que sin querer su mirada se resbaló por su espalda fibrosa hasta su culo. Estaba mirando el culo de McGarrett.
Danny sacudió la cabeza, frunció los labios y se metió las manos en los bolsillos. Y a punto estuvo de volver a mirar.