So Happy, I Could Die - Saga/Shou

Mar 21, 2012 22:12

Title: So Happy, I Could Die
Pairing: Saga/Shou
Rating: NC-17
Disclaimer: Not mine.



Yo pensaba que sería una noche muy insulsa.

No había bebido nada nuevo, ni había encontrado a nadie conocido; tampoco me había acercado a la cabina del disc jockey para pedir ninguna de mis canciones favoritas. Por no prestarle atención al reloj de casa, salí antes y sin darme cuenta, llegué temprano al club. Las pistas apenas se estaban llenando, la gente todavía estaba sobria y la música era tranquila.

Sentado en la barra, empecé a mentalizarme negativamente sin siquiera notarlo. Me reprochaba la distracción, la falta de interés (¿por qué había viajado hasta allí si, claramente, no tenía ganas de disfrutarlo?), y la pereza. La joven detrás del mostrador, que en ese instante descorchaba unas botellas, me miró sonriente, reconociéndome.

- Estás adelantado hoy -comentó a modo de saludo, mostrando a través de la sonrisa los dientes perlados. No necesitaba alzar demasiado la voz, la música todavía sonaba relativamente despacio.

- Accidentalmente -concedí yo-. Me distraje y no me di cuenta de que estaba saliendo antes...

- Ah, eres una de esas personas -contestó ella, riendo-. Bueno, quizá encuentres algo diferente hoy que viniste antes.

Dicho eso, hizo una leve reverencia y se volvió hacia sus clientes. Me quedé sopesando sus palabras, algo ansioso. Quería que sucediera algo impensado. Quería que la música alzara un poco el tempo, para poder absorberla e impregnarme de su energía.

De a poco, el deseo de divertirme empezó a echar chispas suaves en mi interior.

Para pasar el tiempo, me acerqué al baño de hombres. Era un lugar muy extraño y a la vez me agradaba, porque no parecía para nada lo que en realidad era. Sobre los lavatorios había un enorme espejo, que rozaba el techo y estaba enmarcado con flores labradas en bronce. El lugar era espacioso, tal vez demasiado, y para aprovecharlo, habían puesto enormes sillones en varios rincones y uno redondo en el medio. El área de las letrinas estaba en otro salón aparte, y se accedía a ella atravesando una puerta grande de madera que estaba siempre cerrada. De esta manera, no resultaba desagradable sentarse a esperar turno o simplemente, estirar un poco las piernas a resguardo de la música estruendosa. Según tenía entendido, el tocador de damas tenía una estructura parecida.

En esas trivialidades pensaba mientras me miraba en el enorme espejo, de la cadera hacia arriba. Tenía puestos mis pantalones preferidos, de brillante cuero negro; una camisa, también negra, de seda translúcida; chaqueta a juego con el pantalón y zapatos blancos. La ropa se encontraba bien, pero lo que me inquietaba era el maquillaje. Había intentado algo nuevo aquella vez, queriendo resaltar los ojos con juego de sombras oscuras, y no estaba seguro de haber logrado el efecto.

Mirándome por última vez, le resté importancia. A simple vista era pasable y además, afuera se escuchaba un retumbar de música electrónica notablemente más alegre. La fiesta daba comienzo, y no quería perderme algo que no había visto antes: el principio.

En ese breve lapso de tiempo, el lugar se había llenado considerablemente, tanto que me costó trabajo llegar al sitio que había abandonado en la barra. La chica que me había saludado no se veía por ningún lado, seguramente demasiado atareada para estarse quieta en una sola parte.

Todo estaba oscurecido ahora, la masa humana moviéndose al ritmo de la melodía que sonaba, y a medida que pasaba el tiempo, comenzó a entrarme un poco de calor.

Decidí moverme a un lugar donde pudiera ver mejor la pista y opté por un sillón apartado en un pasillo, desde donde todo parecía aún más sumido en sombras.

Al acomodarme allí, me di cuenta. No estaba esperando algo. Era más bien...

La música cambió. Nunca había escuchado esa canción antes, pero descubrí enseguida que me agradaba más de la cuenta. Me relajé en el sillón y me desabroché un botón de la camisa. El aire me agobiaba...

Y entonces lo vi.

... and in the silence of the night

Through all the tears

and all the lies

I touch myself and it's alright...

Se movía en perfecta sintonía con la cautivante melodía, y aquella voz femenina, tan etérea, parecía cantar con el mero propósito de hacerle bailar a él.

Era alto, más alto que yo posiblemente. Bailaba solo, con los ojos cerrados, pero no parecía solitario. Se veía simplemente embelesado, como en trance.

Era tan perfecto, que enseguida lo tuve en claro: Lo que había estado esperando, más bien, a quien había estado esperando, era a él.

Just give in

Don't give up, baby

Open up your heart and your mind to me

Las largas piernas estaban enfundadas en raso negro, que brillaba cautivante bajo las luces tenues, y evidenciaba sin pudor alguno las hermosas curvas que lo conformaban. Su blusa también era negra y brillante, pero estaba escondida bajo la ajustada chaqueta blanca que llevaba puesta. Su pelo, rubio y perfectamente moldeado, apenas se movía mientras él se mecía de lado a otro. De vez en cuando, se acariciaba a sí mismo, sensual, inconscientemente.

No podía apartar los ojos de él. A su alrededor, nadie parecía notar que una hermosa criatura danzaba sola, despacio. Pero lo sentí mejor así. No quería que nadie más lo mirara. No quería que otros bailaran con él. Ni que lo tocaran. Quería que siguiera bailando para mí, únicamente...

Sin darme cuenta, dejé que mis manos se deslizaran despacio, sobre mi vientre, sobre mis muslos...

Happy in the club with a bottle of red wine

Stars in our eyes ‘cause we're having a good time

So happy, I could die

Mientras me tocaba, con los ojos entrecerrados y los labios apenas separados, él bailaba. La canción llegaba a su fin, y parecía que el mundo también lo hacía: sentía que estaba entrando a su fantasía, a su ensueño. ¿Sería aquello como una droga? La música, el calor que sentía, y su perfecta imagen combinados parecían saturar mi consciencia.

Seguí acariciándome pero no era suficiente, no podía llegar a ningún sitio a menos que fuese el roce de su piel lo que me condujera allí. Cuando volví a mirarlo, estaba quieto.

Me miraba, con los brazos inmóviles a los lados.

Rápidamente, me incorporé y escondí las manos como si hubiese sido atrapado cometiendo un crimen. Normalmente, no me apenaba por mis acciones. Pero la forma en que me miraba era paralizante.

Entonces empezó a acercarse, a paso seguro, con expresión ilegible.

I am as vain as I allow

I do my hair, I gloss my eyes, I touch myself all through the night

And when something falls out of place

I take my time, I put it back

I touch myself till I'm alright

Sin perder un segundo, se sentó en mi regazo, con una pierna a cada lado y una angelical sonrisa en el rostro. Podía sentirme más que acalorado, anonadado. No lograba articular palabra.

Él lo hizo por mí.

- No puedo bailar si me miras de esa forma...

No era un reproche. Sus prominentes labios estaban a meros centímetros de mi rostro, y el aroma que exhalaba era dulce y alcohólico. Deseable, adictivo.

Me miró a los ojos fijamente y tuve que echar la cabeza hacia atrás. Esa mirada era como una puñalada.

- Mi nombre es Shou...

Y, apretando su cuerpo contra el mío hasta el límite, mordió mis labios para besarme desenfrenadamente. Permanecimos unidos, con los alientos mezclados, una milésima de segundo en que mi corazón pareció desbocarse. Como si algo hubiera estado sujetándolo.

Ahora se liberaba.

Dejé que mis manos se movieran sin culpa alguna, explorando y memorizando cada meseta, cada llanura, cada risco de hueso prominente que se destacaba bajo la piel. Él olía a mar, a sol, a lluvia. Y me tocaba con ternura.

Cuando dejó de besarme y me miró a los ojos, yo no sabía donde estaba.

...

Si llegamos vestidos al baño fue de pura casualidad.

Los tipos nos miraban, boquiabiertos, y también algunas mujeres. Oí risas mientras él lamía mi lóbulo y yo respiraba entrecortadamente en el ángulo de su cuello. Pero nos importó poco.

Una vez encerrados en un cubículo, volvimos a desvanecernos de la realidad.

Su nariz perfecta, sus ojos enormes y brillantes, su boca sonrosada, su pelo impecable, y todo aquello cuanto penetraba en mis pupilas era demasiado. Me miraba mientras sus dedos jugueteaban con la bragueta del pantalón, y me sonreía, pero a veces esa sonrisa flaqueaba, interceptada por una expresión de deseo intenso. Al menos lo intentaba, intentaba sonreírme.

Yo no sabía qué cara estaba poniendo.

Pasé demasiado tiempo mordiendo su cuello. Era demasiado suave, olía demasiado bien, y los gemidos leves que emitía cuando me topaba con algún sector particularmente sensible me sacaban de quicio. Mis manos estaban en su cintura y en su perfecto trasero; las de él, metidas en el frente de mi pantalón. Cada tanto, yo también debía exhalar un suspiro. Las caricias que me proporcionaba me estreñían el vientre, y estaba tan duro que le costaba trabajo mover los dedos en el reducido espacio que proporcionaba el cuero.

Tracé un caminillo de besos desde su cuello hasta su boca de nuevo y esta vez lo besé despacio. Sus manos cesaron el movimiento y fueron a apoyarse sobre mis hombros. Inclinó la cabeza y respondió con la misma ternura.

La conexión que establecimos en ese momento sólo dio pie a lo intenso, a lo inevitable.

Necesitaba penetrarlo urgentemente. Necesitaba oírlo gritar, sentirlo temblar y perder el aliento.

Mientras continuaba acariciando su lengua con la mía y mordiéndolo de tanto en tanto, con sumo cuidado lo fui desvistiendo, sin mirar, sólo guiado por el vago recuerdo de sus ropas. Su respirar se había tornado un imperceptible ronroneo, mezclado con el chasquido de nuestras bocas trabadas. Abrí los ojos sólo cuando sentí su desnudez. Lo miré. Él buscaba mis labios de nuevo, pero yo...

Yo mismo liberé mi erección y apreté mi cuerpo contra el suyo. Gimió encantadoramente. Ahora, el perfecto pelo rubio se le adhería a los contornos del rostro con una ínfima capa de sudor. Y me decía, susurrando: ¿cuál es tu nombre? ¿cuál es tu nombre?

Pero yo no le respondía mientras lo tocaba. Cuando alcé sus piernas y las aferró a mi cintura, ni siquiera yo sabía cómo me llamaba. Mucho menos cuando me sentí envuelto en su calor.

Lo único que sabía era que estaba loco por él, por su cuerpo, y por ese instante.

Las embestidas hacían que su espalda desnuda se deslizara unos centímetros sobre el panel pintado del cubículo para luego volver a descender. No nos besamos entonces, porque él mantenía el rostro volteado, con los ojos cerrados y los labios apenas entreabiertos - excepto cuando alcanzaba con mi erección su punto dulce y gritaba. Yo también lo hacía, inmediatamente después. Sus manos se resbalaban, trataba de aferrarse y no podía, estaba demasiado frenético, transpiraba, gritaba, se le interrumpía la respiración. Pero nuestra posición no se deshacía. Estábamos perfectamente unidos y no podía desarmarse esa armonía.

Apoyé mi frente sobre su mejilla y continué respirándolo.

Be your best friend, yeah, I love you forever

Up in the clouds, we're both higher than ever

Él acabó primero, empalándose demasiado profundo y completando su éxtasis de forma brusca pero deliciosa; la forma en que se mordió el labio inferior lo delataba. Yo acabé besándolo, sintiéndolo a él dentro de mí al tiempo en que él se llenaba de mí, inesperadamente.

Pero lo cierto es que ambos acabamos enredados, destruidos, a la vez sonrientes y totalmente impactados. Por un largo rato permanecimos sentados, él sobre mí, besándonos como si fuéramos una pareja de largos años de amor y experiencias. Yo dejaba que nuestros labios se tocaran apenas, por largo rato, y escuchaba su sangre latir en todos sus rincones. Él me acariciaba la mejilla, el cuello, la nuca.

A ninguno de los dos le preocupó volver a ponerse la ropa, o siquiera hacer caso omiso a los murmullos del otro lado de la puerta.

Yo pensaba que sería una noche insulsa, pero ahora su aroma y su calor llenaban mis sentidos con una dulzura más que embriagante.

So happy I could die

so happy i could die

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