Fandom: The Hunger Games
Personajes: Peeta/Katniss
Rating: T
Advertencias: Angst, H/C.
Notas: Para
akelos_cry, en respuesta a su prompt "Perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti.". La que pide perdón soy yo por si no es lo que esperabas. No he podido evitar meter un ligero toque de Haymitch/Katniss no correspondido.
En las horas muertas, vacías, inconexas, descalza sobre las baldosas de piedra, encerrada en los muros asfixiantes de aquella profunda garganta, le busca. Observa su rostro una vez y otra, la luz del proyector se refleja, arroja un aura mortecina sobre la habitación.
A veces cree ver un resquicio de su antigua cordura. A veces sueña, inerte, despierta, con horas bajo la cascada. Con largas horas en aquel tren angosto. Cuando el abrazo era el único consuelo. Si lo intenta, Katniss cree ver en sus ojos dilatados y pavorosos el brillo inocente del chico del pan. Durante noches eternas, tras días de estrategia, puede percibir, como suaves interferencias, mensajes ocultos en su forma de mover las manos, en el velo feroz que tiñe su rostro de agitación y mentira, tan ensayada, tan obligada, tan temida. Parece como una verdad que ella no puede creer.
Haymitch suele encontrarla y taparla con una manta. Pero siempre se va.
Esta noche es especial. Mañana será el día. Haymitch se queda junto a ella. Escuchando atentamente a Peeta, que invade las paredes. Buscando una pista de su sosiego interior. Él la cree de verdad, cuando ella le señala una inflexión en la voz. Una disonancia en un discurso cansado y perfecto.
-Descansa. Le hemos encontrado.
Como un obediente soldado, ella relaja los hombros rígidos, le mira durante una fracción de segundo.
-¿Tú crees que algún día le encontraré? -murmullo quebrado, asustada como una cría.
Luego camina despacio, el suave sonido del botón del proyector, oscuridad, silencio en la terrible garganta. Quizá, si hurga en su interior...
Haymitch no lo sabe. La guía, el roce fantasmal de una mano en su pequeña cintura, a ciegas por el laberinto. La empuja y ella se cae, suave y lenta como una pluma, sobre el colchón, le deja colocarla, con los ojos puestos en la bóveda pétrea que se alza sobre su cabeza. Se pierde la caricia que le cierra los párpados, se pierde el cosquilleo del aire sobre sus labios cuando él, a un milímetro, intenso, animal, vivo, susurra.
Pero también se pierde sus palabras, porque las cosas que se pierden no siempre se pueden encontrar y si no las pierde, quizá el mundo no la deje encontrar tantas cosas. Ella solo quiere encontrar al Peeta escondido.
Ecos resuenan. Algunas humedades le gotean en la cara. En la distancia, tal vez solo en sus oídos, suenan sirenas a medianoche.