-Por ahí -se encoge de hombros-. Buscando a Barney, básicamente. Quería saber si había decidido si comprar ese Kahlo del que hablamos.
-¿Y dónde está su chica? -pregunta Ted. Barney tardó aproximadamente dos semanas desde que Robin se mudó hasta que se echó una nueva novia. Siempre le han gustado las chicas jóvenes, pero ahora que Barney sobrevuela los cincuenta la imagen es más grotesca que nunca.
-No ha traído a nadie, ¿no lo has visto? Creo que han roto -dice Lily.
La banda ha empezado a tocar algo que suena a los años 20 y algunas parejas se han animado a bailar en el espacio entre el interior y la terraza, casi en el umbral, como si quisiesen esconderse un poco en la penumbra pero no lo suficiente como para que los del interior no les vean.
-¿En serio? -Ahora que Lily está junto a Marshall Ted nota lo borracho que está, apoyándose contra ella y hablándole al lateral de su cara con ojos desenfocados-. Eso es rrraro.
-No es raro, cariño. Sabes que está deprimido.
-Qué va a estar deprimido. Está de celebración -bufa Ted.
-Por favor, Ted -susurra Lily, mirando su copa.
-Lily, si tú quieres consentirle… Ah, sabes qué te digo, da lo mismo -Ted se termina de golpe su champán y deja la copa junto a la de Marshall, sobre el arbusto, entendiendo en ese momento lo perfecto que es dejarla ahí-. Tengo que ir al baño.
Lily le intenta decir dónde puede encontrar los servicios pero Ted agita una mano en el aire, sin escuchar, convencido de que podrá encontrar uno de los veintisiete baños que sospecha hay en la mansión.
Entra al salón, donde el sonido de la banda llega lejano y suave, más como un hilo musical de ascensor que como música en vivo, y esquiva a un grupo de hombres rotundos para atrapar la manga traslúcida de una camarera con cierta torpeza.
-Perdón, um. ¿El baño?
La chica le mira y sonríe despacio y Ted se pregunta si le daría su número si se lo pidiese. Luego para el pensamiento en seco. Está seguro de que esta chica no puede ser mucho mayor que Helen, por Dios.
-Como todos los baños. Entras por la segunda puerta a la izquierda del Auerbach y luego avanzas por el pasillo hasta pasar seis habitaciones. En la séptima puerta se abre otro pasillo, y de ahí ya, al fondo a la derecha.
-Ja, por supuesto, muchas gracias.
Ted ya se ha olvidado de las indicaciones cuando encuentra el Auerbach y la puerta correspondiente, pero no quiere volver a preguntarle a la chica y quedar como un idiota. También sospecha que la casa se la habrá comido a estas alturas. Suspira y se adentra en el pasillo, que es tan blanco como el salón sólo que tiene el suelo cubierto por una moqueta roja y espesa. Se balancea un poco sobre sus pies para comprobar lo mullida que es. La opulencia extrema de la casa le hace sentir raro, pequeño e inadecuado pero también algo solo, aunque sabe que si da la vuelta se encontrará con un número incontable de personas bebiendo pequeños tragos de sus copas.
Camina en línea recta durante un par de minutos y elige una puerta al azar, con tan buena suerte que se abre en otro pasillo de puertas cerradas e idénticas, como la planta anodina de un hotel. Frunce el ceño.
-No me extraña que desaparezca la gente -murmura, y sigue caminando por el nuevo pasillo, abriendo puertas a su paso. Al principio lo hace con cuidado por si hubiese alguien dentro, pero después de abrir cinco habitaciones y encontrarse sólo muebles cubiertos con sábanas empieza a hacerlo sin ningún miramiento. Saca el móvil de su bolsillo trasero y le manda un mensaje de texto a Marshall.
Creo que la casa me ha comido. :’(
La respuesta de Marshall no tarda en vibrarle en la mano, aunque la cobertura en el interior parpadea y desaparece a ratos.
no t rindas ted stamos contigo. L&M xxxxxxxxoxoxoxo
Ted suelta una risa. El sonido de la fiesta queda lejano y acolchado por las paredes, como si los oídos de la casa estuviesen taponados, suspendidos en mitad de un cambio de presión. Ted decide seguir abriendo puertas porque golpearlas contra la pared le hace sentir que la situación es un poco menos irreal.
Está tarareando la canción de la invitación, repitiendo nananá like we’re gonna die young en bucle cuando abre una habitación y se encuentra luz dentro. Es una especie de estudio, cubierto de estanterías, con un escritorio de madera pulida en el centro. Ted se asoma.
-Así que eras tú el que estaba intentando destrozarme la casa.
Barney está ahí, naturalmente, sentado sobre una alfombra afgana con las piernas en uve y una copa de whisky entre las manos.
-Ah. ¿Qué?
-Las puertas -dice, y hace un brindis en su dirección antes de beber-. Ya me había parecido que no te había gustado mucho la mansión.
-Um. Lo siento. Estaba buscando el baño.
-Ya casi lo habías encontrado, dos puertas más y voilà.
Ted suspira.
-En realidad estaba escapando de la fiesta. Y de Lily -Barney está iluminado sólo por la lámpara verde del escritorio, y la luz es tan tenue que Ted no puede leerle la expresión. Las sombras en el estudio parecen profundas, antinaturales-. ¿Qué haces aquí?
-Escapar de la fiesta. Y de Lily.
Ted fuerza una risa. Hace meses que no ve a Barney y hace años que las cosas no son como solían ser entre ellos. No sería tan malo, claro, si no hubiese roto con Robin. Todos tienen una vida mucho más complicada ahora que hace veinte años, y Ted está dispuesto a aceptar que sus amigos ya no le quieren de la misma manera, que todos tienen su vida y sus hijos y sus trabajos, aunque él siga siendo un soltero en Nueva York que dibuja edificios. Ted ya no sabe cómo hablar con Barney, y si es sincero tampoco tiene ganas de intentarlo.
-Bueno, entonces te dejo.
-O podrías. Quedarte -dice Barney, rápido. Está mirando al suelo y no a él, acariciando la alfombra como si fuese un animal-. No lo parece, pero esta alfombra es la hostia de cómoda.
Ted de verdad, de verdad que no quiere quedarse. De hecho, quiere hacer de todo menos entrar en esa habitación oscura y extraña, incluido el perderse en las entrañas laberínticas de la mansión, aunque eso signifique condenarse a sí mismo a vagar sus pasillos eternamente. Pero en lugar de eso da un par de pasos y entra.
-¿Qué es esta habitación? -pregunta cuando Barney no dice nada.
-Es el despacho de Robin -dice, y Ted siente el corazón galoparle en el pecho. Robin. Su nombre en la boca de Barney suena casi como un conjuro. Barney se incorpora con dificultad y apoya la cadera contra la mesa-. No pensaba que fueses a venir a la fiesta, la verdad.
Ted sopesa si ser sincero pero en lugar de eso mira a su alrededor. Repara en los recortes de periódico pegados en las paredes, desordenados, como sustituyendo la colección pictórica de Barney en el resto de la casa.
-El despacho de Robin.
-Sí. Compramos la casa antes de que se fuese a Marruecos.
-Al Sáhara.
-Eso.
Ted aprieta la mandíbula. No sabía que hubiesen comprado la casa juntos. Desde su observatorio en Nueva York parecía otra chiquillada de Barney, multiplicada por cien, azuzada por la crisis de los cincuenta. Una terapia de sustitución de esposa bastante cara.
-A ella le parecía una ridiculez de casa -dice Barney, sonriendo hacia su bebida-. La idea de un hombre humilde de lo que significa tener éxito -Barney coge la botella de whisky y deja caer el líquido marrón en su copa circular. Su pelo todavía es antinaturalmente dorado, y Ted está seguro de que se lo tiñe-. Tenía razón, como siempre -bebe y se lame el labio inferior-. Siento no poder ofrecerte algo para beber, no esperaba tener compañía y no me he traído más copas.
Podemos compartir si quieres.
-Sabes que es culpa tuya que Robin se fuese -espeta Ted. Barney le mira fijamente y el ángulo con la lámpara hace más evidente las arrugas alrededor de los ojos.
Luego el momento pasa, sonríe y bebe un poco más. A Ted le gustaría explotarle la copa en la cara.
-Sí.
-¿Sí? ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? -exclama Ted.
-¿Qué quieres que te diga, Ted? -Barney deja la copa sobre el escritorio como si le costase trabajo soltarla-. ¿Quieres que te pida perdón? ¿Es eso lo que has venido a buscar en realidad, una disculpa? “Perdón, Ted. Sé que querías follarte a mi mujer y ahora te queda un poco lejos, lo cual dificulta el tem…
Ted le corta a la mitad de la palabra porque está frente a él en dos pasos largos antes de que pueda pensarlo mejor. Enrosca las solapas de su chaqueta entre sus puños y le sacude contra la mesa. La botella de whisky se balancea violentamente.
-Cállate, no sabes lo que dices -gruñe, los dientes tan apretados que las palabras salen de su boca de puro milagro. Barney le está mirando con las cejas enarcadas, ni una sombra de miedo en sus ojos.
-Dime, Ted, dónde me he equivocado.
Ted respira con fuerza por la nariz. Siente que le arde el estómago, que podría hacer un agujero en el espacio-tiempo con las ganas de pegar a Barney, y aun así algo hace que relaje sus dedos uno por uno. Deja salir todo el aire de sus pulmones y coge la botella de whisky con demasiada brusquedad. Barney se ríe a su lado, apoyando una pierna sobre el escritorio y alisándose las arrugas en su traje. Es un traje normal. Definitivamente no el mejor que tiene.
-Eres un gilipollas -murmura Ted.
-Ya lo sé. Pero no niegues que querías follarte a mi mujer.
-Eres un gilipollas -repite. Es inútil negarlo. Aun así, corrige-: Exmujer.
-Todavía no hemos firmado el divorcio, así que.
-Hm -Ted mira a su alrededor. Han dejado de lado la copa en favor de pasarse la botella de whisky entre ellos, sin mirarse, rozándose los dedos de vez en cuando-. Comprasteis esta mansión entre los dos. Sabe que Barney ya le ha dicho que sí, y por qué iba a mentirle, pero ese detalle cambia absolutamente todo, puede sentir la realidad reajustándose a su alrededor, aunque no sabe por qué.
-Hace cinco años.
-Ya -dice Ted. Se pregunta si ya lo sabía, si quizás alguien se lo dijo en algún momento, pero hace cinco años su mujer dejó de ser su mujer y su vida dejó de ser la vida que siempre había pensado que sería, y eso es lo único que recuerda.
-¿Quieres salir? Esta habitación -Barney señala a su alrededor con la botella y no dice nada más. Ted asiente, cogido por sorpresa. De alguna manera se había convencido que la casa se lo había comido de verdad. Hay una puerta de cristal ahumado en una esquina del estudio, y cuando salen el aire es más fragrante de lo que lo era en la terraza. Ted supone que el jardín es enorme, un millón de flores polinizando el aire, aunque sólo puede ver un par de metros, hasta donde iluminan las luces de la casa. Está seguro de que las ventanas bajo las que están caminando pertenecen a las mismas habitaciones que estaba abriendo hace unos pocos minutos, que estaban oscuras y abandonadas, pero aun así hay una luz inexplicable iluminando el camino.
-¿Estamos yendo a algún sitio?
-No -dice, por encima del hombro, y le lanza la botella de whisky. Ted la atrapa al vuelo y algo de alcohol le moja la mano.
Parece que después de todo sí que estaban yendo a algún sitio. El camino termina en un patio pequeño y recluido, escondido entre arbustos florales con un par de mesas y de bancos de metal. Una de las cuatro fuentes que rodean la casa está ahí: una construcción demasiado alta que parece a punto de colapsarse sobre sí misma, recubierta de querubines que la oscuridad vuelve diabólicos. Ted frunce el ceño.
-No sé si sabes el miedo que da esta puta casa -dice, porque alguien tenía que hacerlo.
Barney le sonríe y se sienta en uno de los bancos, mira hacia el cielo. El aire es caliente y pegajoso.
-¿Te has dado cuenta de que nosotros nos hacemos viejos, pero las chicas siempre son jóvenes?
La pregunta sale absolutamente de la nada, y pilla a Ted tan de sorpresa que se olvida durante un segundo de que todavía quiere partirle la cara a Barney. Se deja a su lado.
-Eso es biológicamente imposible.
-Quiero decir. Siempre hay este grupo, estas chicas, que nunca envejecen. Las chicas no son las mismas, claro, sólo los espacios que tienen que ocupar.
Ted mira a Barney como si le hubiese crecido otra cabeza.
-Estoy demasiado borracho para estar seguro pero creo que eso que acabas de decir es súper sexista. Barney se ríe y bebe un trago largo del whisky. Ted se da cuenta de que se les está acabando, y siente que le palpita la cabeza, brevemente, como si la resaca que seguro va a tener estuviese llamando a sus metafóricas puertas.
Ted se mira las manos. El olor a flores es tan intenso en el patio que se le nubla la cabeza.
-Has roto con esa chica. Es. ¿Estás bien?
-Ah, sí. Melissa.
-Melissa.
-Ha habido muchas Melissas, ¿no te parece? A eso me refiero.
Ted piensa en la ridícula fiesta y en la ridícula casa y en la vida ridícula que Barney ha llevado siempre, y en cómo se había imaginado que seguiría exactamente igual hasta el día de su muerte. De la misma manera que pensaba que toda su vida estaba dirigiéndole hasta los brazos de la madre de sus hijos, y que una vez alcanzada esa meta todo el trabajo estaría hecho. Se da cuenta de que, en su mente, los últimos cinco años no forman parte de su historia, como si sólo hubiesen sido la secuela de una película que se cancela en preproducción.
-Tío -suspira-. Qué coño nos ha pasado.
-Te diría algo profundo como “la vida” -dice Barney-, pero preferiría hablar mal de Lily y Marshall.
-Esos cabrones-asiente Ted.
-He oído que Marvin está cateando.
Ted sonríe hacia Barney, y se da cuenta de que Barney está haciendo lo mismo. Siente algo así como una tregua forjándose entre ellos, tenue, cimentada sobre la envidia hacia la felicidad de sus mejores amigos y un sentimiento compartido de fracaso vital. En ese momento Ted está seguro de que hay algo extraño en el aire. El corazón le salta en el pecho cuando se le ocurre que quizás Barney haya diseminado algún tipo de droga inhalable, porque todavía le dura la sonrisa cuando Barney hace lo impensable, y se inclina hacia él, y le besa.
Ted parpadea.
-Qué -Barney le besa de nuevo, y su cerebro sólo registra que tiene los labios húmedos. Por el whisky, seguramente-. Barney -dice, pero Barney vuelve a besarle. Ted intenta hablar un par de veces más: Barney y qué y pero y Barney y BarneyBarney. Barney le sujeta los bordes de la cara para poder presionarse contra su boca con más fuerza, arrancándole las palabras con la lengua antes de que pueda pronunciarlas.
Ted está seguro de que nunca le han besado así. Mejor, claro, un millón de veces, y peor. Pero nunca así, absurdo y delirante, a la sombra de una casa antropófaga, colocado por el whisky y ese polen mágico. Que sea Barney el que lo está haciendo, Barney, es casi lo de menos, aunque sea uno de sus mejores amigos-sólo-que-ya-no y, técnicamente, aun el marido de la mujer con la que lleva fantaseando toda su vida.
Barney le empuja sobre el banco de metal con su cuerpo y Ted cede, se deja hacer a pesar de que esta situación sólo le provoca risa. El banco es incómodo, apenas suficientemente grande para los dos, pero Barney le toca el cuello con insistencia, el estómago, el espacio entre las piernas. Ted no la tiene dura y siente que debería pedirle perdón, aunque a Barney parece no importarle y sólo frota con insistencia, arriba y abajo y arriba y abajo a través de los pantalones de traje que insistió en que se pusiese.
-Ted -dice Barney, repentinamente sorprendido, y Ted se da cuenta de que su cuerpo y su mente van a ritmos diferentes y que Barney le está sujetando la polla dura con la mano. Se queda parado. No hay luz en el patio y no tiene sentido que pueda ver los ojos de Barney tan bien, tan claros.
-Qué pasa -jadea Ted. Barney parpadea.
-Nada. Quítate los pantalones -ordena.
-Qué. Dón. Có. ¿Ahora?
-Podemos ir a dar una vuelta más alrededor de la casa, si quieres. Sí. Ahora. Quiero tocarte la polla.
Ted frunce el ceño pero se desabrocha los pantalones, sorprendido por la reacción que le provoca las palabras de Barney, su sangre concentrándose entre sus piernas con un rugido. Barney se los baja hasta las rodillas, impaciente. Sigue besándole y Ted puede sentir el calor de su cara irradiarle las mejillas. Cuando Barney le toca la polla, como prometió, Ted se siente joven e inexperto, una especie de cliché salido de una canción de Madonna, y está a nada de pedirle que pare. Pero luego Barney se baja sus propios pantalones y hay una fricción nueva, desconocida, resbaladiza por el sudor y la humedad de sus pollas que hace que a Ted se le licue en cincuenta por ciento del cuerpo y se le olviden todas las ganas de parar.
-Ah, joder -gime, tira del pelo de Barney, le lame el interior de la boca. Puede sentir el recuerdo de ese momento cristalizándose en ese preciso instante, listo para ser revisitado una y otra y otra vez en el futuro. Ted embiste hacia arriba y nunca ha tenido tantas de ganas de correrse.
-Eso.
Siguen frotándose durante una cantidad de tiempo desconocida, besándose como si quisiesen hacerse daño, apartando prendas del camino sólo cuando les molestan. En algún momento se dan la vuelta, se empujan y Barney acaba debajo de Ted. Tiene la camisa levantada hasta la barbilla, y la perfección de sus abdominales hace que Ted le odie un poco, pensando en los michelines que no puede sacudirse de encima, no importa lo mucho que vaya al gimnasio. Luego se siente culpable, como si el pensamiento violase algún principio de su tregua tácita, y le besa encima del ombligo.
-Ted. Ah. Quiero que me folles.
Ted se atraganta, los labios todavía pegados a la piel de su estómago.
-¿C-cómo?
-Que me folles. Tengo condones, la vaselina está en el bolsillo de mi chaqueta -Barney no le deja pensárselo, y cuando Ted decide que sí, que vale, que valesí, ya lleva un rato con dos dedos dentro del culo de Barney. Barney insiste en que no es su primera vez y en que deje de perder el tiempo, pero Ted ya no sabe lo que es verdad o no, sobre lo que dice Barney y sobre nada, en general, así que se toma su tiempo, los dedos cubiertos de demasiado lubricante. Barney es impaciente, embiste contra su mano mientras se sujeta al banco y el calor de su cuerpo es tan intenso en el interior que Ted piensa que se quemará si alguna vez llega a follarle.
-¿No tienes calor, Barney? ¿No tienes calor? -pregunta Ted, algo estúpidamente, y Barney sólo gime en respuesta. Le espalda de Barney está rígida por la tensión, y Ted le levanta la chaqueta, la camisa, piensa que puede sentir el sudor evaporarse de su piel y tocarle los labios antes de que llegue a besarle un omóplato-. Yo tengo mucho calor.
Barney gime otra vez, sólo que más profundo, más largo, y los espasmos de su culo le indican que se está corriendo, aunque se ha tocado sólo un par de veces entre las piernas. Ted le sujeta entre sus brazos para evitar que se caiga, y hay algo vulnerable en la laxitud repentina de sus músculos. Ted le besa el lateral del cuello y Barney está gimiendo dentro del hueco de su codo cuando por fin le empieza a follar, despacio despacio rápido y vuelta a empezar hasta que empuja su orgasmo dentro del cuerpo de Barney, que se deja hacer, jadeando todo el rato, diciendo que sí y sí y sí, que sí.
Después de eso caen el uno sobre el otro, satisfechos y sorprendidos, mirándose como si ambos estuviesen experimentando la misma sensación de extrañeza cósmica. Se arrastran hacia la casa, casi sin hablar, las camisas mal metidas dentro de los pantalones. Ted puede sentir la resaca presionando desde detrás de los ojos, y por la manera en la que Barney se está frotando la sien supone que él está igual. Barney les guía por los pasillos de la casa, que parecen menos laberínticos que hace unas horas, y aparta un tacón rojo abandonado con el pie para abrir una puerta. La habitación tiene una cama enorme sobre la que desploman al unísono, sin quitarse la ropa, tocándose aquí y allí, y están dormidos en menos de un minuto.
Ted se despierta con la vibración de su móvil. Hay una luz azulada dentro de la habitación, y el reloj digital de la mesita le indica que son las 8:42. Parpadea para despejar el sueño de su retina y tiene que leer el mensaje tres veces antes de que las palabras sean del todo nítidas. Es Lily.
¡Ted! Anoche volvimos al hotel porque pensábamos que te habías ido, pero hoy nos han dicho que no has venido por aquí. Marshall está a punto de mandar una patrulla de rescate especializada en casas atropófagas
Y dos segundo después:
¿Estás bien?
-Qué haces -gruñe Barney, la cara escondida en la almohada. Ted carraspea.
-Ah, son Lily y Marshall. Están preocupados por los hábitos alimenticios de tu mansión.
Barney rueda sobre la cama hasta que le está mirando, y Ted sopesa si tocarle la parte de su pecho que queda al descubierto, la que está entre sus clavículas y parece más suave que las demás. Al final decide hacerlo y Barney sonríe. Parece que va a decir algo importante, pero en lugar de eso dice:
-Joder, qué hambre tengo, ¿quieres ir a desayunar?
Deciden ir a por hamburguesas, naturalmente, porque no hay mejor terapia para la resaca. Barney conduce y Ted lleva una camisa que huele a él. Declinó su ofrecimiento de darse una ducha, alegando algo acerca de su pelo y la Absoluta Necesidad de usar su gomina especial. La verdad es que le gusta llevar el olor de Barney encima, como esa camisa, aunque el pensamiento todavía le resulta extraño y hace que se le calienten las mejillas. El coche está llegando al portón negro de la casa cuando se da cuenta de que todavía no ha contestado a Lily.
¿Estás bien?
Ted relee el mensaje una y otra vez, y mira hacia atrás, hacia la figura omnipresente de la casa. Bajo la luz de la mañana parece más triste que amenazadora, una mansión sólo llena de habitaciones vacías. Parte de Barney siempre va a estar atrapada dentro, sospecha, y no cree que eso se pueda arreglar. El presente no es un recipiente en el que guardar los errores del pasado hasta que se corrijan, es sólo una sucesión de días que pueden rellenarse de nuevos errores, ignorarse completamente en favor de recordar, o vivir, sin más. Mira hacia Barney, que se da cuenta y aparta la mirada de la carretera para sonreírle, algo tentativo.
-¿Qué pasa?
Ted estudia la pantalla de su móvil. A Barney le dice “dime la verdad: tú te tiñes el pelo”, lo cual le ofende profundamente, como era de esperar. A Lily le contesta “he encontrado a Barney”, y siente como si estuviese desafiando al universo cuando escribe, sin dudar: “Estamos bien.”
WOW! Thank you so much for going to such effort and writing my beautiful beautiful OTP. I'm so sorry that I couldn't understand a lot of it... But I appreciate it so much. And I adored what I did understand, so thank you so much.
Do you have an AO3 account, by the way? Because if you don't, you should get one, and post this. I'm sure the fandom would love access to this.
Hahah, awww, thank you! I'm sorry I used your prompt like this, the idea just wouldn't leave alone once I saw it and, well, I'm sorry you couldn't even read it properly. Thank you for the inspiration, though, and the kind words :) I do have an AO3 account (under the same name) and I'll post it there later! <3
-Te diría algo profundo como “la vida” -dice Barney-, pero preferiría hablar mal de Lily y Marshall.
-Esos cabrones-asiente Ted.
-He oído que Marvin está cateando.
He leído este fragmento de diálogo unas cinco veces seguidas porque no podía ser más perfecto, de verdad. Estoy alucinada con que hayas cambiado tanto, tantísimo el tono con el que estoy habituada a vivir estos personajes y que hayas conseguido que sean ellos, los mismos exactamente que he visto hacer y decir tonterías durante más de un lustro. Y cuando digo alucinada quiero decir maravillada, en éxtasis, nada sorprendida, porque por supuesto tu mente prodigiosa era la única capaz de operar una hazaña así!
No he visto ni un sólo capítulo de la octava temporada pero ya sé que Barney y Robin han vuelto, y que Ted está a punto de conocer a la madre, etc, y Ted ha tenido novias fantásticas, y bueno, lo de Barney y Robin hubo ocasiones en que era para tirarse de los pelos, otp anyway y demás. Aún así, siempre pensaré que Barney nunca querrá más a nadie de lo que quiere a Ted, y viceversa, porque son los dos igual de petardos e igual de egoístas y escurridizos y nadie les aguantará mejor de lo que ellos se aguantan. No sé, NO SÉ, si tu intención con este fic era expresar eso porque nunca hemos hablado de esta pareja, pero omg, yo me lo voy a tomar así exactamente. No es que se estuvieran esperando, no es que negaran sus sentimientos, es que la vida les trajo otras cosas que también fueron buenas y malas, de agradecer todas. Pero cuando todo acabó, ellos seguían allí. Y tenían sentido <3
Gracias por esta historia, de verdad, m'has dejao muerta de amor por siempre jamás. Although with you, that's a given <3
Muchas gracias por leer :D Estaba súper convencida de que nadie iba a estar interesado porque wtf haha. Me alegra muchísisisimo que los reconozcas un poco ahí, porque como tú dices he cambiado mucho el tono y estoy segura de que están un poco OoC, pero what can you do! Se me metió en la cabeza que tenía que ser así y así ha sido. You're the sweeteeeeeest <3333
¡Ay! La verdad es que tengo muchos pensamientos sobre la serie que supongo se han colado ahí dentro. A mí me encantaba MUCHO el Robin/Barney porque básicamente Robin es mi personaje favorito, pero es que (sin spoilear) esta temporada m'ha matao el amor haha. Creo que pegaban mucho más cuando supuestamente no estaban preparados para estar juntos, so en mi mente eso lo traduzco como que nunca van a estar preparados para estar juntos.
En cuanto a Robin y Ted, esa es otra cosa que pienso que está súper mal hecha, porque nos venden la idea de Ted/La Madre que Parió a Sus Hijos durante años y años en los que sólo vemos cómo está obsesionado con Robin. Si fuese una serie más compleja emocionalmente estaría bien, pero tal y como estamos es súper molesto haha. Y Barney y Ted... como he dicho nunca he pensado en ellos como pareja, pero tienes razón en que los considero muy similares en el fondo. Creo que Ted es menos overtly cabrón que Barney, pero ambos tienen ese punto de egoísmo y de inmadurez que no se pueden sacudir de encima. Lo cual hace que me gusten más, claro :D Y no tenía ninguna intención específica con el fic, pero me alegra un montón que eso haya sido lo que tú has sacado porque es una interpretación maravillosa <3
Tu comentario me ha dejado muerta de amor por siempre jamás, así que miiiiil gracias a tiiiiiiiiiiiiii my dear girl <3
<3333333333 ¡muchas gracias! :D Yo no shippeo a Ted y a Barney de forma activa, y aunque puedo ver por qué puede ser interesante no sé si la he cagado big time en este fic haha me alegra que a ti te haya gustado algo, al menos :)
Y dude, ya lo sé, menuda puntería tengo .___. pobrecilla!
Tiene la camisa levantada hasta la barbilla, y la perfección de sus abdominales hace que Ted le odie un poco, pensando en los michelines que no puede sacudirse de encima, no importa lo mucho que vaya al gimnasio. Luego se siente culpable, como si el pensamiento violase algún principio de su tregua tácita, y le besa encima del ombligo.
Perfecto, esto es tan perfecto que tengo ganas de llorar. Por favor cásate conmigo y dejame contarle a nuestros hijos cómo conocí a su madre.
-Por ahí -se encoge de hombros-. Buscando a Barney, básicamente. Quería saber si había decidido si comprar ese Kahlo del que hablamos.
-¿Y dónde está su chica? -pregunta Ted. Barney tardó aproximadamente dos semanas desde que Robin se mudó hasta que se echó una nueva novia. Siempre le han gustado las chicas jóvenes, pero ahora que Barney sobrevuela los cincuenta la imagen es más grotesca que nunca.
-No ha traído a nadie, ¿no lo has visto? Creo que han roto -dice Lily.
La banda ha empezado a tocar algo que suena a los años 20 y algunas parejas se han animado a bailar en el espacio entre el interior y la terraza, casi en el umbral, como si quisiesen esconderse un poco en la penumbra pero no lo suficiente como para que los del interior no les vean.
-¿En serio? -Ahora que Lily está junto a Marshall Ted nota lo borracho que está, apoyándose contra ella y hablándole al lateral de su cara con ojos desenfocados-. Eso es rrraro.
-No es raro, cariño. Sabes que está deprimido.
-Qué va a estar deprimido. Está de celebración -bufa Ted.
-Por favor, Ted -susurra Lily, mirando su copa.
-Lily, si tú quieres consentirle… Ah, sabes qué te digo, da lo mismo -Ted se termina de golpe su champán y deja la copa junto a la de Marshall, sobre el arbusto, entendiendo en ese momento lo perfecto que es dejarla ahí-. Tengo que ir al baño.
Lily le intenta decir dónde puede encontrar los servicios pero Ted agita una mano en el aire, sin escuchar, convencido de que podrá encontrar uno de los veintisiete baños que sospecha hay en la mansión.
Entra al salón, donde el sonido de la banda llega lejano y suave, más como un hilo musical de ascensor que como música en vivo, y esquiva a un grupo de hombres rotundos para atrapar la manga traslúcida de una camarera con cierta torpeza.
-Perdón, um. ¿El baño?
La chica le mira y sonríe despacio y Ted se pregunta si le daría su número si se lo pidiese. Luego para el pensamiento en seco. Está seguro de que esta chica no puede ser mucho mayor que Helen, por Dios.
-Como todos los baños. Entras por la segunda puerta a la izquierda del Auerbach y luego avanzas por el pasillo hasta pasar seis habitaciones. En la séptima puerta se abre otro pasillo, y de ahí ya, al fondo a la derecha.
-Ja, por supuesto, muchas gracias.
Ted ya se ha olvidado de las indicaciones cuando encuentra el Auerbach y la puerta correspondiente, pero no quiere volver a preguntarle a la chica y quedar como un idiota. También sospecha que la casa se la habrá comido a estas alturas. Suspira y se adentra en el pasillo, que es tan blanco como el salón sólo que tiene el suelo cubierto por una moqueta roja y espesa. Se balancea un poco sobre sus pies para comprobar lo mullida que es. La opulencia extrema de la casa le hace sentir raro, pequeño e inadecuado pero también algo solo, aunque sabe que si da la vuelta se encontrará con un número incontable de personas bebiendo pequeños tragos de sus copas.
Camina en línea recta durante un par de minutos y elige una puerta al azar, con tan buena suerte que se abre en otro pasillo de puertas cerradas e idénticas, como la planta anodina de un hotel. Frunce el ceño.
-No me extraña que desaparezca la gente -murmura, y sigue caminando por el nuevo pasillo, abriendo puertas a su paso. Al principio lo hace con cuidado por si hubiese alguien dentro, pero después de abrir cinco habitaciones y encontrarse sólo muebles cubiertos con sábanas empieza a hacerlo sin ningún miramiento. Saca el móvil de su bolsillo trasero y le manda un mensaje de texto a Marshall.
Creo que la casa me ha comido. :’(
La respuesta de Marshall no tarda en vibrarle en la mano, aunque la cobertura en el interior parpadea y desaparece a ratos.
no t rindas ted stamos contigo. L&M xxxxxxxxoxoxoxo
Ted suelta una risa. El sonido de la fiesta queda lejano y acolchado por las paredes, como si los oídos de la casa estuviesen taponados, suspendidos en mitad de un cambio de presión. Ted decide seguir abriendo puertas porque golpearlas contra la pared le hace sentir que la situación es un poco menos irreal.
Reply
Está tarareando la canción de la invitación, repitiendo nananá like we’re gonna die young en bucle cuando abre una habitación y se encuentra luz dentro. Es una especie de estudio, cubierto de estanterías, con un escritorio de madera pulida en el centro. Ted se asoma.
-Así que eras tú el que estaba intentando destrozarme la casa.
Barney está ahí, naturalmente, sentado sobre una alfombra afgana con las piernas en uve y una copa de whisky entre las manos.
-Ah. ¿Qué?
-Las puertas -dice, y hace un brindis en su dirección antes de beber-. Ya me había parecido que no te había gustado mucho la mansión.
-Um. Lo siento. Estaba buscando el baño.
-Ya casi lo habías encontrado, dos puertas más y voilà.
Ted suspira.
-En realidad estaba escapando de la fiesta. Y de Lily -Barney está iluminado sólo por la lámpara verde del escritorio, y la luz es tan tenue que Ted no puede leerle la expresión. Las sombras en el estudio parecen profundas, antinaturales-. ¿Qué haces aquí?
-Escapar de la fiesta. Y de Lily.
Ted fuerza una risa. Hace meses que no ve a Barney y hace años que las cosas no son como solían ser entre ellos. No sería tan malo, claro, si no hubiese roto con Robin. Todos tienen una vida mucho más complicada ahora que hace veinte años, y Ted está dispuesto a aceptar que sus amigos ya no le quieren de la misma manera, que todos tienen su vida y sus hijos y sus trabajos, aunque él siga siendo un soltero en Nueva York que dibuja edificios. Ted ya no sabe cómo hablar con Barney, y si es sincero tampoco tiene ganas de intentarlo.
-Bueno, entonces te dejo.
-O podrías. Quedarte -dice Barney, rápido. Está mirando al suelo y no a él, acariciando la alfombra como si fuese un animal-. No lo parece, pero esta alfombra es la hostia de cómoda.
Ted de verdad, de verdad que no quiere quedarse. De hecho, quiere hacer de todo menos entrar en esa habitación oscura y extraña, incluido el perderse en las entrañas laberínticas de la mansión, aunque eso signifique condenarse a sí mismo a vagar sus pasillos eternamente. Pero en lugar de eso da un par de pasos y entra.
-¿Qué es esta habitación? -pregunta cuando Barney no dice nada.
-Es el despacho de Robin -dice, y Ted siente el corazón galoparle en el pecho. Robin. Su nombre en la boca de Barney suena casi como un conjuro. Barney se incorpora con dificultad y apoya la cadera contra la mesa-. No pensaba que fueses a venir a la fiesta, la verdad.
Ted sopesa si ser sincero pero en lugar de eso mira a su alrededor. Repara en los recortes de periódico pegados en las paredes, desordenados, como sustituyendo la colección pictórica de Barney en el resto de la casa.
-El despacho de Robin.
-Sí. Compramos la casa antes de que se fuese a Marruecos.
-Al Sáhara.
-Eso.
Ted aprieta la mandíbula. No sabía que hubiesen comprado la casa juntos. Desde su observatorio en Nueva York parecía otra chiquillada de Barney, multiplicada por cien, azuzada por la crisis de los cincuenta. Una terapia de sustitución de esposa bastante cara.
-A ella le parecía una ridiculez de casa -dice Barney, sonriendo hacia su bebida-. La idea de un hombre humilde de lo que significa tener éxito -Barney coge la botella de whisky y deja caer el líquido marrón en su copa circular. Su pelo todavía es antinaturalmente dorado, y Ted está seguro de que se lo tiñe-. Tenía razón, como siempre -bebe y se lame el labio inferior-. Siento no poder ofrecerte algo para beber, no esperaba tener compañía y no me he traído más copas.
Podemos compartir si quieres.
-Sabes que es culpa tuya que Robin se fuese -espeta Ted. Barney le mira fijamente y el ángulo con la lámpara hace más evidente las arrugas alrededor de los ojos.
Luego el momento pasa, sonríe y bebe un poco más. A Ted le gustaría explotarle la copa en la cara.
-Sí.
-¿Sí? ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? -exclama Ted.
-¿Qué quieres que te diga, Ted? -Barney deja la copa sobre el escritorio como si le costase trabajo soltarla-. ¿Quieres que te pida perdón? ¿Es eso lo que has venido a buscar en realidad, una disculpa? “Perdón, Ted. Sé que querías follarte a mi mujer y ahora te queda un poco lejos, lo cual dificulta el tem…
Reply
Ted le corta a la mitad de la palabra porque está frente a él en dos pasos largos antes de que pueda pensarlo mejor. Enrosca las solapas de su chaqueta entre sus puños y le sacude contra la mesa. La botella de whisky se balancea violentamente.
-Cállate, no sabes lo que dices -gruñe, los dientes tan apretados que las palabras salen de su boca de puro milagro. Barney le está mirando con las cejas enarcadas, ni una sombra de miedo en sus ojos.
-Dime, Ted, dónde me he equivocado.
Ted respira con fuerza por la nariz. Siente que le arde el estómago, que podría hacer un agujero en el espacio-tiempo con las ganas de pegar a Barney, y aun así algo hace que relaje sus dedos uno por uno. Deja salir todo el aire de sus pulmones y coge la botella de whisky con demasiada brusquedad. Barney se ríe a su lado, apoyando una pierna sobre el escritorio y alisándose las arrugas en su traje. Es un traje normal. Definitivamente no el mejor que tiene.
-Eres un gilipollas -murmura Ted.
-Ya lo sé. Pero no niegues que querías follarte a mi mujer.
-Eres un gilipollas -repite. Es inútil negarlo. Aun así, corrige-: Exmujer.
-Todavía no hemos firmado el divorcio, así que.
-Hm -Ted mira a su alrededor. Han dejado de lado la copa en favor de pasarse la botella de whisky entre ellos, sin mirarse, rozándose los dedos de vez en cuando-. Comprasteis esta mansión entre los dos.
Sabe que Barney ya le ha dicho que sí, y por qué iba a mentirle, pero ese detalle cambia absolutamente todo, puede sentir la realidad reajustándose a su alrededor, aunque no sabe por qué.
-Hace cinco años.
-Ya -dice Ted. Se pregunta si ya lo sabía, si quizás alguien se lo dijo en algún momento, pero hace cinco años su mujer dejó de ser su mujer y su vida dejó de ser la vida que siempre había pensado que sería, y eso es lo único que recuerda.
-¿Quieres salir? Esta habitación -Barney señala a su alrededor con la botella y no dice nada más. Ted asiente, cogido por sorpresa. De alguna manera se había convencido que la casa se lo había comido de verdad.
Hay una puerta de cristal ahumado en una esquina del estudio, y cuando salen el aire es más fragrante de lo que lo era en la terraza. Ted supone que el jardín es enorme, un millón de flores polinizando el aire, aunque sólo puede ver un par de metros, hasta donde iluminan las luces de la casa. Está seguro de que las ventanas bajo las que están caminando pertenecen a las mismas habitaciones que estaba abriendo hace unos pocos minutos, que estaban oscuras y abandonadas, pero aun así hay una luz inexplicable iluminando el camino.
-¿Estamos yendo a algún sitio?
-No -dice, por encima del hombro, y le lanza la botella de whisky. Ted la atrapa al vuelo y algo de alcohol le moja la mano.
Parece que después de todo sí que estaban yendo a algún sitio. El camino termina en un patio pequeño y recluido, escondido entre arbustos florales con un par de mesas y de bancos de metal. Una de las cuatro fuentes que rodean la casa está ahí: una construcción demasiado alta que parece a punto de colapsarse sobre sí misma, recubierta de querubines que la oscuridad vuelve diabólicos. Ted frunce el ceño.
-No sé si sabes el miedo que da esta puta casa -dice, porque alguien tenía que hacerlo.
Barney le sonríe y se sienta en uno de los bancos, mira hacia el cielo. El aire es caliente y pegajoso.
-¿Te has dado cuenta de que nosotros nos hacemos viejos, pero las chicas siempre son jóvenes?
La pregunta sale absolutamente de la nada, y pilla a Ted tan de sorpresa que se olvida durante un segundo de que todavía quiere partirle la cara a Barney. Se deja a su lado.
-Eso es biológicamente imposible.
-Quiero decir. Siempre hay este grupo, estas chicas, que nunca envejecen. Las chicas no son las mismas, claro, sólo los espacios que tienen que ocupar.
Ted mira a Barney como si le hubiese crecido otra cabeza.
-Estoy demasiado borracho para estar seguro pero creo que eso que acabas de decir es súper sexista.
Barney se ríe y bebe un trago largo del whisky. Ted se da cuenta de que se les está acabando, y siente que le palpita la cabeza, brevemente, como si la resaca que seguro va a tener estuviese llamando a sus metafóricas puertas.
-Seguramente.
Reply
Ted se mira las manos. El olor a flores es tan intenso en el patio que se le nubla la cabeza.
-Has roto con esa chica. Es. ¿Estás bien?
-Ah, sí. Melissa.
-Melissa.
-Ha habido muchas Melissas, ¿no te parece? A eso me refiero.
Ted piensa en la ridícula fiesta y en la ridícula casa y en la vida ridícula que Barney ha llevado siempre, y en cómo se había imaginado que seguiría exactamente igual hasta el día de su muerte. De la misma manera que pensaba que toda su vida estaba dirigiéndole hasta los brazos de la madre de sus hijos, y que una vez alcanzada esa meta todo el trabajo estaría hecho. Se da cuenta de que, en su mente, los últimos cinco años no forman parte de su historia, como si sólo hubiesen sido la secuela de una película que se cancela en preproducción.
-Tío -suspira-. Qué coño nos ha pasado.
-Te diría algo profundo como “la vida” -dice Barney-, pero preferiría hablar mal de Lily y Marshall.
-Esos cabrones-asiente Ted.
-He oído que Marvin está cateando.
Ted sonríe hacia Barney, y se da cuenta de que Barney está haciendo lo mismo. Siente algo así como una tregua forjándose entre ellos, tenue, cimentada sobre la envidia hacia la felicidad de sus mejores amigos y un sentimiento compartido de fracaso vital. En ese momento Ted está seguro de que hay algo extraño en el aire. El corazón le salta en el pecho cuando se le ocurre que quizás Barney haya diseminado algún tipo de droga inhalable, porque todavía le dura la sonrisa cuando Barney hace lo impensable, y se inclina hacia él, y le besa.
Ted parpadea.
-Qué -Barney le besa de nuevo, y su cerebro sólo registra que tiene los labios húmedos. Por el whisky, seguramente-. Barney -dice, pero Barney vuelve a besarle. Ted intenta hablar un par de veces más: Barney y qué y pero y Barney y BarneyBarney. Barney le sujeta los bordes de la cara para poder presionarse contra su boca con más fuerza, arrancándole las palabras con la lengua antes de que pueda pronunciarlas.
Ted está seguro de que nunca le han besado así. Mejor, claro, un millón de veces, y peor. Pero nunca así, absurdo y delirante, a la sombra de una casa antropófaga, colocado por el whisky y ese polen mágico. Que sea Barney el que lo está haciendo, Barney, es casi lo de menos, aunque sea uno de sus mejores amigos-sólo-que-ya-no y, técnicamente, aun el marido de la mujer con la que lleva fantaseando toda su vida.
Barney le empuja sobre el banco de metal con su cuerpo y Ted cede, se deja hacer a pesar de que esta situación sólo le provoca risa. El banco es incómodo, apenas suficientemente grande para los dos, pero Barney le toca el cuello con insistencia, el estómago, el espacio entre las piernas. Ted no la tiene dura y siente que debería pedirle perdón, aunque a Barney parece no importarle y sólo frota con insistencia, arriba y abajo y arriba y abajo a través de los pantalones de traje que insistió en que se pusiese.
-Ted -dice Barney, repentinamente sorprendido, y Ted se da cuenta de que su cuerpo y su mente van a ritmos diferentes y que Barney le está sujetando la polla dura con la mano. Se queda parado. No hay luz en el patio y no tiene sentido que pueda ver los ojos de Barney tan bien, tan claros.
-Qué pasa -jadea Ted. Barney parpadea.
-Nada. Quítate los pantalones -ordena.
-Qué. Dón. Có. ¿Ahora?
-Podemos ir a dar una vuelta más alrededor de la casa, si quieres. Sí. Ahora. Quiero tocarte la polla.
Ted frunce el ceño pero se desabrocha los pantalones, sorprendido por la reacción que le provoca las palabras de Barney, su sangre concentrándose entre sus piernas con un rugido. Barney se los baja hasta las rodillas, impaciente. Sigue besándole y Ted puede sentir el calor de su cara irradiarle las mejillas. Cuando Barney le toca la polla, como prometió, Ted se siente joven e inexperto, una especie de cliché salido de una canción de Madonna, y está a nada de pedirle que pare. Pero luego Barney se baja sus propios pantalones y hay una fricción nueva, desconocida, resbaladiza por el sudor y la humedad de sus pollas que hace que a Ted se le licue en cincuenta por ciento del cuerpo y se le olviden todas las ganas de parar.
Reply
-Ah, joder -gime, tira del pelo de Barney, le lame el interior de la boca. Puede sentir el recuerdo de ese momento cristalizándose en ese preciso instante, listo para ser revisitado una y otra y otra vez en el futuro. Ted embiste hacia arriba y nunca ha tenido tantas de ganas de correrse.
-Eso.
Siguen frotándose durante una cantidad de tiempo desconocida, besándose como si quisiesen hacerse daño, apartando prendas del camino sólo cuando les molestan. En algún momento se dan la vuelta, se empujan y Barney acaba debajo de Ted. Tiene la camisa levantada hasta la barbilla, y la perfección de sus abdominales hace que Ted le odie un poco, pensando en los michelines que no puede sacudirse de encima, no importa lo mucho que vaya al gimnasio. Luego se siente culpable, como si el pensamiento violase algún principio de su tregua tácita, y le besa encima del ombligo.
-Ted. Ah. Quiero que me folles.
Ted se atraganta, los labios todavía pegados a la piel de su estómago.
-¿C-cómo?
-Que me folles. Tengo condones, la vaselina está en el bolsillo de mi chaqueta -Barney no le deja pensárselo, y cuando Ted decide que sí, que vale, que valesí, ya lleva un rato con dos dedos dentro del culo de Barney. Barney insiste en que no es su primera vez y en que deje de perder el tiempo, pero Ted ya no sabe lo que es verdad o no, sobre lo que dice Barney y sobre nada, en general, así que se toma su tiempo, los dedos cubiertos de demasiado lubricante. Barney es impaciente, embiste contra su mano mientras se sujeta al banco y el calor de su cuerpo es tan intenso en el interior que Ted piensa que se quemará si alguna vez llega a follarle.
-¿No tienes calor, Barney? ¿No tienes calor? -pregunta Ted, algo estúpidamente, y Barney sólo gime en respuesta. Le espalda de Barney está rígida por la tensión, y Ted le levanta la chaqueta, la camisa, piensa que puede sentir el sudor evaporarse de su piel y tocarle los labios antes de que llegue a besarle un omóplato-. Yo tengo mucho calor.
Barney gime otra vez, sólo que más profundo, más largo, y los espasmos de su culo le indican que se está corriendo, aunque se ha tocado sólo un par de veces entre las piernas. Ted le sujeta entre sus brazos para evitar que se caiga, y hay algo vulnerable en la laxitud repentina de sus músculos. Ted le besa el lateral del cuello y Barney está gimiendo dentro del hueco de su codo cuando por fin le empieza a follar, despacio despacio rápido y vuelta a empezar hasta que empuja su orgasmo dentro del cuerpo de Barney, que se deja hacer, jadeando todo el rato, diciendo que sí y sí y sí, que sí.
Después de eso caen el uno sobre el otro, satisfechos y sorprendidos, mirándose como si ambos estuviesen experimentando la misma sensación de extrañeza cósmica. Se arrastran hacia la casa, casi sin hablar, las camisas mal metidas dentro de los pantalones. Ted puede sentir la resaca presionando desde detrás de los ojos, y por la manera en la que Barney se está frotando la sien supone que él está igual. Barney les guía por los pasillos de la casa, que parecen menos laberínticos que hace unas horas, y aparta un tacón rojo abandonado con el pie para abrir una puerta. La habitación tiene una cama enorme sobre la que desploman al unísono, sin quitarse la ropa, tocándose aquí y allí, y están dormidos en menos de un minuto.
Ted se despierta con la vibración de su móvil. Hay una luz azulada dentro de la habitación, y el reloj digital de la mesita le indica que son las 8:42. Parpadea para despejar el sueño de su retina y tiene que leer el mensaje tres veces antes de que las palabras sean del todo nítidas. Es Lily.
¡Ted! Anoche volvimos al hotel porque pensábamos que te habías ido, pero hoy nos han dicho que no has venido por aquí. Marshall está a punto de mandar una patrulla de rescate especializada en casas atropófagas
Y dos segundo después:
¿Estás bien?
-Qué haces -gruñe Barney, la cara escondida en la almohada. Ted carraspea.
-Ah, son Lily y Marshall. Están preocupados por los hábitos alimenticios de tu mansión.
Reply
Barney rueda sobre la cama hasta que le está mirando, y Ted sopesa si tocarle la parte de su pecho que queda al descubierto, la que está entre sus clavículas y parece más suave que las demás. Al final decide hacerlo y Barney sonríe. Parece que va a decir algo importante, pero en lugar de eso dice:
-Joder, qué hambre tengo, ¿quieres ir a desayunar?
Deciden ir a por hamburguesas, naturalmente, porque no hay mejor terapia para la resaca. Barney conduce y Ted lleva una camisa que huele a él. Declinó su ofrecimiento de darse una ducha, alegando algo acerca de su pelo y la Absoluta Necesidad de usar su gomina especial. La verdad es que le gusta llevar el olor de Barney encima, como esa camisa, aunque el pensamiento todavía le resulta extraño y hace que se le calienten las mejillas. El coche está llegando al portón negro de la casa cuando se da cuenta de que todavía no ha contestado a Lily.
¿Estás bien?
Ted relee el mensaje una y otra vez, y mira hacia atrás, hacia la figura omnipresente de la casa. Bajo la luz de la mañana parece más triste que amenazadora, una mansión sólo llena de habitaciones vacías. Parte de Barney siempre va a estar atrapada dentro, sospecha, y no cree que eso se pueda arreglar. El presente no es un recipiente en el que guardar los errores del pasado hasta que se corrijan, es sólo una sucesión de días que pueden rellenarse de nuevos errores, ignorarse completamente en favor de recordar, o vivir, sin más. Mira hacia Barney, que se da cuenta y aparta la mirada de la carretera para sonreírle, algo tentativo.
-¿Qué pasa?
Ted estudia la pantalla de su móvil. A Barney le dice “dime la verdad: tú te tiñes el pelo”, lo cual le ofende profundamente, como era de esperar. A Lily le contesta “he encontrado a Barney”, y siente como si estuviese desafiando al universo cuando escribe, sin dudar: “Estamos bien.”
Reply
Do you have an AO3 account, by the way? Because if you don't, you should get one, and post this. I'm sure the fandom would love access to this.
Reply
Reply
Yay!
Reply
-Tío -suspira-. Qué coño nos ha pasado.
-Te diría algo profundo como “la vida” -dice Barney-, pero preferiría hablar mal de Lily y Marshall.
-Esos cabrones-asiente Ted.
-He oído que Marvin está cateando.
He leído este fragmento de diálogo unas cinco veces seguidas porque no podía ser más perfecto, de verdad. Estoy alucinada con que hayas cambiado tanto, tantísimo el tono con el que estoy habituada a vivir estos personajes y que hayas conseguido que sean ellos, los mismos exactamente que he visto hacer y decir tonterías durante más de un lustro. Y cuando digo alucinada quiero decir maravillada, en éxtasis, nada sorprendida, porque por supuesto tu mente prodigiosa era la única capaz de operar una hazaña así!
No he visto ni un sólo capítulo de la octava temporada pero ya sé que Barney y Robin han vuelto, y que Ted está a punto de conocer a la madre, etc, y Ted ha tenido novias fantásticas, y bueno, lo de Barney y Robin hubo ocasiones en que era para tirarse de los pelos, otp anyway y demás. Aún así, siempre pensaré que Barney nunca querrá más a nadie de lo que quiere a Ted, y viceversa, porque son los dos igual de petardos e igual de egoístas y escurridizos y nadie les aguantará mejor de lo que ellos se aguantan. No sé, NO SÉ, si tu intención con este fic era expresar eso porque nunca hemos hablado de esta pareja, pero omg, yo me lo voy a tomar así exactamente. No es que se estuvieran esperando, no es que negaran sus sentimientos, es que la vida les trajo otras cosas que también fueron buenas y malas, de agradecer todas. Pero cuando todo acabó, ellos seguían allí. Y tenían sentido <3
Gracias por esta historia, de verdad, m'has dejao muerta de amor por siempre jamás. Although with you, that's a given <3
Reply
Muchas gracias por leer :D Estaba súper convencida de que nadie iba a estar interesado porque wtf haha. Me alegra muchísisisimo que los reconozcas un poco ahí, porque como tú dices he cambiado mucho el tono y estoy segura de que están un poco OoC, pero what can you do! Se me metió en la cabeza que tenía que ser así y así ha sido. You're the sweeteeeeeest <3333
¡Ay! La verdad es que tengo muchos pensamientos sobre la serie que supongo se han colado ahí dentro. A mí me encantaba MUCHO el Robin/Barney porque básicamente Robin es mi personaje favorito, pero es que (sin spoilear) esta temporada m'ha matao el amor haha. Creo que pegaban mucho más cuando supuestamente no estaban preparados para estar juntos, so en mi mente eso lo traduzco como que nunca van a estar preparados para estar juntos.
En cuanto a Robin y Ted, esa es otra cosa que pienso que está súper mal hecha, porque nos venden la idea de Ted/La Madre que Parió a Sus Hijos durante años y años en los que sólo vemos cómo está obsesionado con Robin. Si fuese una serie más compleja emocionalmente estaría bien, pero tal y como estamos es súper molesto haha. Y Barney y Ted... como he dicho nunca he pensado en ellos como pareja, pero tienes razón en que los considero muy similares en el fondo. Creo que Ted es menos overtly cabrón que Barney, pero ambos tienen ese punto de egoísmo y de inmadurez que no se pueden sacudir de encima. Lo cual hace que me gusten más, claro :D Y no tenía ninguna intención específica con el fic, pero me alegra un montón que eso haya sido lo que tú has sacado porque es una interpretación maravillosa <3
Tu comentario me ha dejado muerta de amor por siempre jamás, así que miiiiil gracias a tiiiiiiiiiiiiii my dear girl <3
Reply
Me ha gustado un montón, y bien podría ser Barney la madre y que se dejasen de tonterías.
Por cierto, MUY fan de que hayas escrito una historia kilométrica en español para la única chica americana que pide aquí :PPP
Reply
Y dude, ya lo sé, menuda puntería tengo .___. pobrecilla!
Reply
Perfecto, esto es tan perfecto que tengo ganas de llorar. Por favor cásate conmigo y dejame contarle a nuestros hijos cómo conocí a su madre.
Reply
Reply
Leave a comment