Una historia más (Capítulo III)

Nov 02, 2008 01:20

- Te agradezco que te hayas quedado tanto tiempo, Eomer. Sé que estás impaciente por volver a casa y empezar a poner las cosas en orden también en Rohan, pero significa mucho para mí tener a mis amigos a mi lado. Por lo menos estos primeros días.

- Puedes creerme. Te entiendo. Pero te aseguro que si tengo que asistir a una sola fiesta más probablemente encuentre algo urgente que hacer cerca de las fronteras de Harad.

- Y yo estaré encantado de acompañarte-, respondió Aragorn con una mueca de disgusto.

A pesar de que se suponía que deberíamos estar cumpliendo con las obligaciones que imponía nuestro rango y mezclándonos con los invitados que abarrotaban el salón de baile, ni el nuevo rey de Gondor ni yo teníamos demasiadas ganas de hacerlo. Después de un rato deambulando por la sala sin demasiados ánimos, habíamos acabado refugiándonos entre dos columnas, en un rincón fuera de la vista de espectadores indeseados. Tomándonos un respiro, había dicho Aragorn. Escondiéndonos vilmente, había pensado yo, pero no tenía intención de quejarme.

De alguna parte el rey había hecho traer un par de pintas de cerveza y los dos nos aplicamos a la tarea de vaciarlas en un cómodo silencio. Aragorn parecía perdido en sus pensamientos. Yo repasaba mentalmente una enorme pila de informes que un mensajero había traído desde Edoras aquella misma mañana.

Las noticias no eran demasiado buenas. El recuento de pueblos incendiados, cosechas destruidas y manadas dispersas aún no había terminado y ya resultaba abrumador. Eso sin contar con el gran número de refugiados a los que habría que encontrar acomodo. Por suerte, estábamos en primavera.

Y luego estaba la parte que más me preocupaba. Lo dejaban caer en un par de párrafos al final, como si no tuviera mayor importancia, y sin embargo al leerlo yo había sentido el suelo moviéndose bajo mis pies. Los ancianos señores de la Marca, los que eran demasiado mayores para acudir a la guerra en auxilio de Gondor, que dirigían el país desde El Sagrario mientras Eowyn y yo permanecíamos en Minas Tirith sugerían, con toda delicadeza eso sí, que dado que mi tío y mi primo habían muerto y que mi hermana no tardaría en casarse con el Senescal de Gondor y no volvería a la Marca y que a pesar de que la guerra había terminado la situación seguía siendo algo inestable, sería conveniente que empezase a plantearme la necesidad de un matrimonio y un heredero. No querían meterme prisa, eso nunca, pero por si acaso estaban trabajando en una lista de candidatas adecuadas. ¡Candidatas adecuadas! Se me escapó un gruñido que hizo que Aragorn se volviese a mirarme.

- ¿Algún problema? - preguntó con una media sonrisa-. Yo preferiría estar fumándome una pipa en el Poney Pisador, pero tampoco es una fiesta tan mala.

- Nada que no pueda solucionar.

Aunque de momento no tenía idea de cómo. Sabía perfectamente qué nombres aparecerían en aquella lista y no tenía nada en su contra, pero no me imaginaba casado con ninguna de ellas. Para ser sincero no me imaginaba casado con ninguna de las mujeres que conocía. Salvo tal vez… Me encontré pensando en unos ojos grises que cambiaban continuamente de color, en una carita pequeña y sonriente  enmarcada por un caos de rizos oscuros.

La primera mujer que me había hecho reír en mucho tiempo. Una mujer que no iba a estar en aquella lista de “candidatas adecuadas”, ya que desde mi llegada a Gondor todos y cada uno de los nobles del país se habían ocupado de hacer desfilar ante mí a sus hijas, hermanas y parientes solteras en general, y mi pequeña no estaba entre ellas. Por eso había evitado decirle mi nombre, porque no deseaba que mi rango estropease el lazo de confianza que empezaba a formarse entre nosotros, aunque eso significase que yo tampoco conocía el suyo. Fruncí el ceño. Si ella decidía no aparecer la tarde siguiente no tendría forma de volver a encontrarla.

- ¿Seguro que no pasa nada? Se supone que esto es una fiesta, Eomer. No puedes ir por ahí gruñendo y frunciendo el ceño. Acabarás asustando a la gente.-. Ahora Aragorn empezaba a parecer realmente preocupado.

- Seguro.- suspiré y me obligué a hacer que mi cabeza volviera a la fiesta-. Es sólo que tengo mucho en que pensar.

- Pues este no es el mejor momento, amigo mío-, dijo dándome una palmada en un hombro-. Vamos, te vendrá bien salir ahí y divertirte un poco-. Me dirigió una sonrisa maliciosa y abrió camino hacia el salón. Estoy seguro de que todavía puedo encontrar a uno o dos padres que aún no hayan tenido la oportunidad de presentarte a sus hijas.

- Eso suena apetecible, sí,- respondí con sarcasmo-. Estás consiguiendo que me entren ganas de volver a…

El sonido de una carcajada procedente de algún punto del salón hizo que me detuviera en seco. Ignoré al nuevo rey de Gondor, que me miraba entre preocupado y divertido, y aproveché la ventaja que me proporcionaba mi altura para buscar entre la multitud hasta encontrar el origen de aquella risa. No fue fácil, había demasiada gente en aquel salón, pero finalmente la localicé cerca de una de las entradas.

- ¿Sabes quién es?- pregunté sin volverme.

- ¿Quién?- preguntó Aragorn pegándose a mi hombro para ver a quién estaba mirando-. ¿La morena del vestido gris?

- Sí,- la gente a su alrededor me impedía distinguir con quién estaba hablando, pero definitivamente era ella-. ¿La conoces?

- No, pero no debería ser muy difícil conseguir que nos la presenten-. Al parecer, al montaraz le costaba contener la risa.

Al fondo del salón ella volvía a reír, haciendo que más de una cabeza se volviera a mirarla.

- Entonces vamos,- dije sintiéndome irracionalmente molesto con la persona que había provocado sus carcajadas.

Ignoré a todos los que intentaban detenerme educadamente para entablar conversación y crucé el salón a toda prisa con el rey de Gondor pegado a mis talones. Estaba a sólo unos metros de ella cuando el último grupo que nos separaba se dispersó dejándome ver por fin quién se encontraba a su lado. El instinto posesivo que se había apoderado de mí desapareció de golpe al distinguir la figura familiar de mi hermana Eowyn, acompañada de Faramir, el joven senescal de Gondor que no tardaría en convertirse en mi cuñado.

- Eres un hombre afortunado, amigo mío,- susurró Aragorn junto a mi oído antes de adelantarse para saludarlos-. ¡Faramir! Me alegro de verte. Llevo un buen rato buscándote.

- Nada urgente, espero-, Faramir inclinó levemente la cabeza en un gesto de respeto hacia su recién encontrado rey.

- No, esta no es una noche para el trabajo, pero me he enterado de tu boda y pensé que se imponía felicitarte por tu buen criterio,- el montaraz incluyó a mi hermana en su sonrisa-. Por no hablar del buen gusto de la dama.

Me mantuve al margen mientras los tres intercambiaban cumplidos, esperando a que Eowyn o Faramir recordasen presentarnos a su compañera y aproveché para observarla disimuladamente. Si por la tarde, con un sencillo vestido azul sin adornos, me había parecido bonita, ahora resplandecía. Llevaba un vestido de un pálido gris perla con el escote, los puños, la cintura y el ruedo decorados con un intrincado bordado negro. No era una combinación usual, especialmente en una mujer de su edad, pero le sentaba bien.

Al lado de Eowyn parecía pequeña, casi una niña, pero la forma en que la tela ceñía su cuerpo dejaba perfectamente claro que se trataba de una mujer. Recordé cómo aquellas curvas se habían apretado contra mi cuerpo tan solo unas horas antes y ardí en deseos de cogerla de la mano y arrastrarla a algún lugar donde pudiésemos estar a solas.

Parecía tranquila, esperando serenamente a que Eowyn o Faramir recordasen su presencia, pero sus ojos me decían otra cosa. Se habían oscurecido hasta un punto en que su color empezaba a recordar al de las nubes antes de una tormenta y su mirada se volvía hacia mí con tanta frecuencia como lo mía hacia ella.

Arriesgué una sonrisa cómplice que me devolvió sin dudar justo en el momento en que Eowyn se volvía hacia nosotros. La sorpresa de mi hermana fue apenas perceptible y la disimuló antes de que nadie más pudiera darse cuenta.

- Me temo que estamos siendo descorteses, Lothiriel,- dijo acercándose a ella. Algo era algo, por lo menos ahora sabía cómo se llamaba-. Permite que te presente a su majestad, el rey Elessar de Gondor y a mi hermano, el rey Eomer de Rohan.

- Mi prima Lothiriel,- presentó Faramir acercándose también a ella-, es la hija menor de Imrahil de Dol Amroth.

- Señores,- se inclinó en una profunda reverencia y, cuando se levantó de nuevo, el destello de confusión que había asomado a sus ojos cuando había oído a Eowyn pronunciar mi nombre había desaparecido por completo-. Es un honor.

- El honor es nuestro. Me alegro de conocerte por fin. Si no recuerdo mal, tu padre me dijo  que pensaba mandar a buscarte cuando todavía estábamos en Cair Andros. ¿Por qué no te he visto hasta ahora?

Dejé que Aragorn llevase la iniciativa de la conversación. Después de todo, estaba preguntando lo que yo quería saber.

- Porque mi primita nunca hace lo que le dicen ni cuando se lo piden-. Faramir le pasó un brazo por la cintura y la atrajo hacia él en un gesto que hablaba claramente del cariño que se tenían-. Llegó hace sólo unos días.

- No lo hice a posta. Hubo motivos que me obligaron a retrasar el viaje,- nos sonrió, casi excusándose, y luego hizo una mueca a Faramir-. Y deja que te recuerde que cada vez que me meto en líos tú, o Boromir o Amrothos tenéis algo que ver.

- Cierto. Casi siempre. Alguien tiene que ocuparse de protegerte. Protegerte las espaldas, ya sabes.

Lothiriel enarcó una ceja en un gesto de incredulidad tan exagerado que hizo que Eowyn estallase en carcajadas, aunque lo cierto es que a mí me costaba imaginar a mi futuro cuñado como un chiquillo travieso.

- Entonces os habéis perdido todos los festejos,- dije mientras los músicos empezaban a interpretar una nueva pieza.

- Mucho me temo que sí,- aunque tuve la impresión de que no lo sentía en absoluto-. Al menos he llegado a tiempo para esta última fiesta.

- En ese caso trataremos de que la aprovechéis lo más posible. ¿Bailaréis conmigo?

Durante un momento tuve la impresión de que iba a decir que no, pero finalmente aceptó con una sonrisa la mano que yo le tendía.

- Será un placer.

Me pregunté si se sentiría tan tranquila como parecía si supiera que, al margen de las contadas ocasiones en las que mi hermana había conseguido arrastrarme a la pista, aquella era la primera vez que bailaba desde mi llegada a Minas Tirith. Sin duda aquello iba a generar comentarios y, también sin duda, iba a obligarme a mantener más de una conversación en privado. La primera con Faramir, a juzgar por la forma en que me miraba mientras me alejaba con su prima. Por suerte, no era algo que me preocupase. La hija de Imrahil de Dol Amroth entraba claramente en la lista de las que se podrían considerar “candidatas aceptables”. De hecho era el único miembro que estaba dispuesto a considerar, y no iba a desaprovechar una oportunidad como aquella.

- Cuéntame,- dije mientras ocupábamos nuestro lugar entre los que bailaban-, ¿qué fue lo que te retrasó?

- Los hombres de Umbar no han aceptado bien perder la mayor parte de su flota a manos del rey, me temo,- explicó empezando a deslizarse suavemente a mi lado-, y Dol Amroth les queda mucho más cerca que Minas Tirith. No han dejado de mandar grupos de saqueadores y de atacar nuestros barcos desde entonces, incluso después de que la guerra acabase. Dado que mi padre y mis hermanos no estaban, no me parecía bien marcharme mientras la situación no estuviera completamente tranquila.

- ¿Entonces ahora todo está bajo control? -Las figuras del baile nos separaron y tuve que esperar para escuchar su respuesta.

- Eso creo. Mi hermano Elthir está allí, tratando de que todo vuelva a la normalidad. Majestad.

Añadió el título en el último momento, como si no estuviera del todo segura de si debía utilizarlo o no.

- Con Éomer será suficiente,- bajé la voz y esperé a que estuviésemos prudencialmente alejados del resto de los bailarines-. Ninguno de mis amigos me llama majestad.

- Pero nosotros no somos amigos,- se me hizo un nudo en el estómago al escucharla, pero ella se encargó de deshacerlo con una rápida sonrisa-. No hace ni cinco minutos que nos conocemos. No sería apropiado.

- Muy bien. Majestad entonces. Pero sólo cuando haya gente cerca.

- ¿Y ahora no hay gente cerca?

- No lo suficientemente cerca como para escucharnos,- la pieza, sin embargo, estaba a punto de finalizar y no nos quedaba mucho tiempo-. ¿Quieres salir a tomar el aire?

- Me vendría bien respirar aire fresco,- dijo mientras sonaban las últimas notas-. Es decir, si sabes cómo hacerlo sin que la mitad del salón nos acompañe.

Fruncí el ceño al ver la cantidad de gente que todavía nos observaba sin el menor disimulo. Si abandonábamos juntos el salón sin duda tendríamos compañía.

- ¿Conoces ese patio pequeño que está detrás del salón del trono? - asintió con la cabeza mientras empezaba a guiarla de nuevo hacia Eowyn y Faramir-. ¿Podrás escaparte en cinco minutos?

- Que sean quince,- respondió tras pensárselo un momento-. Puede que me lleve un rato despistar a Faramir.

- No te preocupes, te esperaré si te retrasas.

Eowyn, Faramir y Aragorn seguían en el mismo sitio en el que los habíamos dejado. Mi hermana y el rey parecían enfrascados en su conversación, pero mi futuro cuñado me miraba ligeramente ceñudo.

- Gracias por vuestro tiempo. Espero que volvamos a vernos antes de que vuelva a Rohan.

Se inclinó en una elegante reverencia que tenía tan poco que ver con la chiquilla que había llevado a la grupa de mi caballo tan sólo unas horas antes que me costó no quedarme mirándola con curiosidad. Me volví para besar a mi hermana en la mejilla y me despedí de Aragorn y su senescal con un gesto.

- Si me disculpáis, he visto a alguien con quien necesito hablar lo antes posible.

Hice caso omiso de Aragorn, que parecía a punto de estallar en carcajadas, y de Faramir, que parecía ligeramente molesto con la idea de que yo volviese a ver a su prima. Definitivamente iba a tener que hablar con él. Después de todo yo no había puesto la más mínima pega a su compromiso con mi hermana.

- ¿Eomer?

Caminaba tan absorto en lo que debía decirle a Faramir en cuanto volviera a cruzarme con él, que sin darme cuenta me di de bruces con una figura familiar.

- Legolas. Lo siento. No miraba por donde iba.

- No te preocupes,- dijo alzado una mano en un gesto conciliador-. Sólo quería preguntarte si has visto a Aragorn. No hay forma de encontrar a nadie en medio de esta multitud.

- La última vez que lo vi estaba por allí,- indiqué volviéndome para señalarle la dirección correcta-. Cerca de las puertas. Estaba con Eowyn y Faramir, no creo que se haya marchado todavía.

- Gracias,- asintió mirando hacia el lugar que le había indicado-. ¿Te vas ya?

- Tengo que hablar con alguien un momento y luego me marcho-. Entre la gente que nos rodeaba alcancé a distinguir a lord Malthenor, que avanzaba hacia nosotros seguido a poca distancia por su preciosa y aburridísima hija. Maldije para mis adentros. Pensaba que ya había conseguido convencerle de que no estaba interesado en su hija como posible reina de Rohan. Probablemente mi baile con Lothiriel había vuelto a darle esperanzas-. Disculpa, pero creo que será mejor que me vaya.

Desaparecí entre la multitud sin dar tiempo a Legolas a decir nada más y me dirigí directamente hacia el salón del trono. Todavía faltaba un rato para que Lothiriel apareciera, pero el ambiente estaba tan cargado en la sala de baile que agradecí poder esperarla respirando aire fresco.

El patio en el que la había citado era realmente un pequeño jardín oculto en la gran masa de piedra blanca del palacio. Se llegaba a él a través de una pequeña puerta que se abría justo detrás del trono. Era un lugar poco frecuentado. Salvo a Aragorn, a alguno de los miembros de la comunidad y algún sirviente ocasional, no me había cruzado allí con ninguna otra persona.

A medida que pasaban los minutos sin que Lothiriel apareciese empecé a preguntarme si tal vez había elegido un lugar demasiado apartado. Descarté la idea. Sin duda como hija de Imrahil y sobrina de Denethor ella conocía el palacio bastante mejor que yo. Me obligué a relajarme mientras paseaba por el patio, observando la belleza que me rodeaba hasta que el sonido de unos pasos ligeros sobre el mármol del pasillo de acceso me alertó de su llegada.

- Pensaba que tardarías más en llegar,- saludé con una sonrisa-. ¿Cómo lo has hecho?

- Legolas,- se limitó a decir mientras se acercaba.

- ¿Legolas? - pregunté observando cómo la luz de la luna arrancaba brillos nacarados de sus hombros desnudos.

- Insistió en que bailara con él y cuando terminamos le dije que había visto a una amiga y quería hablar con ella. Con Faramir nunca habría colado, pero Legolas… Bueno, no hacía ni diez minutos que me conocía.

Se detuvo a sólo unos metros de mí y me miró con una timidez que no esperaba. Cubrí en silencio la distancia que nos separaba, la cogí de la mano y la guié hacia un banco al fondo del patio.

- ¿Entonces te has aprovechado de la buena fe del elfo?- el tono escandalizado que usé le arrancó una sonrisa.

- ¿Preferirías que no hubiese venido?

- Preferiría que no parecieras preocupada. ¿Qué ha pasado? ¿Es Legolas? ¿Faramir? ¿Tengo que darle una paliza a alguien?

- No, no creo que haga falta recurrir a la violencia. Es sólo que…- rió un momento antes de ponerse seria de nuevo. Esperé en silencio a que se decidiera a contarme lo que le preocupaba-. Acabo de darme cuenta de que es bastante probable que la mitad de las mujeres de Minas Tirith hayan estado acosándote desde que llegaste.

- Más bien han sido sus padres, madres, hermanos y parientes en general. Pero sí, podría decirse que me han acosado.

Esperaba a ver cuál era su línea de pensamiento, pero me resultaba difícil creer que estuviera preocupada por aquello cuando, por lo menos para mí, resultaba evidente que ella no había sabido quién era yo hasta que Eowyn se lo había dicho.

- Eso suponía, sí. Y no me gustaría que pensases…

La interrumpí poniendo mi dedo índice sobre sus labios.

- Me alegro de que saques el tema, pequeña, porque yo también quería hablar sobre lo que sucedió esta tarde-. Dejé que mi dedo se deslizase hasta la comisura de sus labios y la llevé de nuevo hacia el centro, disfrutando de su tacto cálido y suave-. No me gustaría que pensases que soy uno de esos jinetes del norte que tratan de seducir a todas las chicas guapas que se ponen a su alcance.

- ¿No lo eres?- preguntó en un susurro.

- Si vuelves al salón y preguntas,- cerré la mano alrededor de su barbilla y le alcé la cara haciendo que me mirase a los ajos-, te dirán que desde que he llegado a la ciudad he huido de las jóvenes casaderas como si se tratase de una horda de uruk-hai rabiosos.

- Entonces ¿por qué has hecho hoy una excepción?

- ¿Por qué la has hecho tú?- deslicé la mano por su mejilla hasta enredar los dedos entre sus rizos.- Puede que me equivoque, pero no creo que le hayas permitido a nadie lo que a mí esta tarde.

Incluso a la luz de la luna resultaba evidente que se había ruborizado. No pude contenerme más y la atraje hasta pegar mis labios a los suyos. Los rocé con suavidad, una dos, tres veces, provocándola hasta que empezó a devolverme el beso.

Aproveché el momento para colocar una mano en la cintura y acercarla más. En un solo movimiento la levanté para sentarla sobre mis rodillas y pegarla a mi pecho. Un gemido casi inaudible escapó de sus labios cuando los rocé con la punta de la lengua. Contra todos mis instintos, que me empujaban a apoderarme completamente de su boca, me contuve hasta que sus brazos se enlazaron detrás de mi cuello y sus labios se abrieron contra los míos. Su lengua asomó tímidamente arrancándome un gemido y haciendo que casi perdiese el control. La sentí vacilar entre mis brazos, pero la duda duró tan solo un instante antes de que se lanzase a corresponderme, compensando su inexperiencia con un innegable entusiasmo. Perdí la noción del tiempo hasta que ella finalizó el beso, apartándose sólo unos milímetros.

- Tengo que volver o me echarán de menos.

- Sólo un momento más.

Al final me llevó más de un momento obligarme a dejarla ir, aunque debo decir en mi descargo que ella tampoco parecía tener mucha prisa. La acompañé hasta la entrada del patio y observé como se alejaba por un camino distinto al que yo había utilizado.

Esperé hasta verla desaparecer y luego salí del palacio, camino de los aposentos que Aragorn me había asignado en una pequeña casa cercana. Me quedaban sólo dos días antes de volver a Rohan y llevar a Lothiriel conmigo cuando lo hiciese parecía una tarea imposible, pero nunca nadie ha dicho de mí que rehuyo un desafío.

autor: sally daer, claim: Éomer/Lothíriel

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