Tercer Capitulo CAPITULO Cuarto
MODELO anATÓMICO
La mansión Malfoy era un autentico palacio de tres pisos. Todas las veces que iba allí no podía dejar de sentirse deslumbrado por tanto lujo, tanto mármol, tanta elegancia en el trazo simple de los muebles y jarrones caros. Pensó que uno de esos jarrones podría sostenerle de por vida y eso le asustó un poco, si tuviese la infeliz suerte de romper uno de ellos sería la puta del Sr. Malfoy para toda la eternidad, o por lo menos hasta pagarle el valor del jarrón en actos.
El suelo era claro y las ventanas grandes lo que dejaba la casa bastante luminosa.
Lucius bajaba las escaleras elegantemente desnudo.
-Harry!- le saludó haciendo un pequeño gesto para que se acercase antes de propinarle un beso en los labios rojos y suaves como pétalos de rosa.
Todo el chico tenía una suavidad de pétalo de rosa y un olor de lo más excitante.
-Espero que hayas venido prevenido porque hoy va a ser una noche inolvidable…
-Bueno yo…
-Mmm… ¿por qué no bajamos al sótano?- le empujó con unos golpecitos en el hombro, conduciéndole hacía las escaleras laterales, derechos a su espacio “personal”.
-Oh!- Harry no pudo contener una sonora exclamación de horror. Él sótano de la mansión era un amplio lugar lleno de los más variados juguetes y artilugios sexuales.
-Bienvenido mi pequeño esclavo…- le besó de nuevo al tiempo que le tiraba de él para hacerle pasar más adentro. Justo en el medio de la cueva del lobo…
-¿Para que sirve todo esto?
-Qué inocente eres, eso es lo que más me gusta de ti… También me gusta esa carita que pones cuando pretendes hacerme creer que no te excita que te lo meta por detrás…- Harry se ruborizó. La mano de Malfoy se metió por debajo de su jersey azul buscando sus pezones para pellizcarlos.- Te enseñaré para que sirven algunos objetos… no todos, no tenemos tanto tiempo.
Una vez más Lucius buscó la boca de su mascota e introdujo sin pedir permiso su lengua en la pequeña cavidad. Las manos de Harry se sujetaron a los hombros del mayor para no perder el equilibrio, pues el rubio le obligaba a retroceder en sus pasos hacía una mesa de madera y le incitaba a acostarse sobre ella.
Los cabellos de Lucius cubrían su rostro como una cortina dorada. Olían muy bien, como él.
Su espalda apoyada contra la dura madera inmovilizado.
-Cuando veo un joven tan tierno y sexy como tu solo me apetece torturarlo…- dijo apretándole el mentón y volviendo más rudas sus caricias.- Hoy vas a tener que compensarme por el precio que te voy a pagar…
-¿Qué quiere decir?
-Desnúdate y acuéstate sobre la mesa, voy a elegir mis juguetitos…
El cuerpo de Harry tembló de miedo, por primera vez desde que estaba en la compañía del hombre. Hacía ya bastante tiempo desde el que era consciente de lo mucho que a Lucius le excitaban esos juegos masoquistas del siervo y el amo. Le gustaba especialmente que le lamiese las botas de cuero que se masturbase para él atado a la pata de una silla o tan solo que gritase “amo” cuando estaban juntos. La historia de los juguetitos le sorprendió ahora un poco.
Suspiró y asedió a obedecer al rubio, después de todo necesitaría ese dinero.
Sus músculos se tensaron al toque frío de un consolador sobre su vientre.
-¿Te gusta el cuero Harry?- preguntó el mayor.
-De… depende, no quiero que me haga cosas raras…
-¿De que clase de cosas raras hablas?- murmuró levantando una ceja. De pronto el miedo del chico le abrió la curiosidad. ¡Qué morbo verle temblar!
- No quiero que me asfixie o esas cosas….
-Jajaja, tranquilo!- Respiró un poco más aliviado pero aun así la mente pervertida de Lucius le asustaba un poco.- A mi lo que me gusta es oírte gritar de placer, ver tu sonrojada cara de vergüenza, el ondulado movimiento de tu cuerpo cuando estás excitado…
La noche estaba muy tranquila. Personas paseaban por las calles mirando los escaparates luminosos de las tiendas en rebajas. Los jóvenes enamorados cogidos de las manos señalaban al tipo que vendía helados a la esquina e iban a comprarle alguno.
Él solo respiraba un poco de aire, todo el día encerrado, estudiando cuestiones para sus exámenes, preparando clases que de habían agotado la paciencia. Estaba cansado y se detuvo junto a un escaparate con muchas televisiones donde se quedó mirando la programación un rato.
Le parecía tan fuera de lugar que hubiese gente que se pasase horas mirando esa caja… Cuantas mentiras decían en una sesión de publicidad, cuantas ideas equivocadas transmitía ese aparato. Claramente era un medio muy productivo de comunicación, pero también era un arma de destrucción masiva.
Se alejó absorto en sus pensamientos, su camisa negra doblada en los puños dejaban al descubierto la piel de sus brazos y su antigua tatuaje… errores de la juventud, hoy día nunca volvería a tatuarse nada. Las manos en los bolsillos de los pantalones igualmente negros le daban un aire de lo más relajado. Incluso de dio cuenta de que su apariencia en el momento, con el pelo recogido y una suave sonrisa en los labios, era la de un hombre mucho más joven.
¿Por qué sonreía? ¿Por haber vuelto a casa?
Cruzó la calle y se adentró en una de las laterales, más oscura, más estrecha, sin escaparates… tan solo algunas personas solitarias que como él buscaban un poco de tranquilidad para poner sus ideas en orden o tan solo alejar de su mente el bullicio de la ciudad.
En esa poco iluminada calle una figura conocida se cruzó con él pero pareció no verle. Bambaleaba pegado a la pared opuesta y se detenía de vez en cuando como para recuperar el aliento. Harry Potter.
-¿Harry?- Severus se acercó al muchacho extendiendo los brazos lo más rápido que pudo pues el chico parecía querer caerse al suelo en cualquier instante.- ¿Estás bien?
Harry no dijo nada, ni una palabra, solo gimió y jadeó como si fuese a empezar a llorar.
Alguien le había hecho algo, pensó el profesor sintiendo el suave olor a sangre y sexo que el chico desprendía.
-Ven conmigo, ¿puedes caminar?- No obtuvo ninguna respuesta, en ese momento Harry se desmayaba sobre sus brazos.
Levantó el frágil cuerpo entre sus brazos y siguió camino llevándole con él hacía el coche.
Durante el camino en coche que separaba el centro de la ciudad y su casa no pudo dejar de preguntarse que había pasado con el chico.
Recostó el cuerpo del niño sobre su cama y le quitó las gafas contemplando el rostro dormido y sereno.
-¿Qué te ha pasado Harry?- Cuestionó mientras se fijaba en una de las muñecas moradas. La marca de los puños le dejaba claro de que habías estado atado. Le arrancó los zapatos y las mismas marcas eran visibles en los tobillos.
El olor a sangre se intensificó y Snape se dedicó a desnudar al chico, pero antes fue al baño y trajo un paño húmedo y un librillo de agua templada para lavarle.
Con manos suaves le desvistió la camiseta algo pegada al tórax por pequeñas gotas de sangre seca. La piel pálida estaba clavada de marcas moradas…. Le parecían latigazos.
La espalda solo la logró ver de relance pero la impresión que tuvo era que los latigazos se extendían a ella también.
Limpió el tórax y el abdomen con agua hasta llegar al limite del pantalón, allí donde empezaban a verse los pelos oscuros de su vello.
Los dedos del mayor se atrevieran a liberarle la cintura de los pantalones y los calzoncillos dejando al descubierto la zona más intima del muchacho.
Harry protestó en sueños pero Snape no podía dejar de mirarle la intimidad de ojos abiertos como platos. Estaba completamente sucio de sangre y semen.
-Oh dios mío, ¿qué es esto? - Murmuró fijándose mejor en la glande hinchada. Notó claramente el piercing recién hecho. Se atrevió un poco más y le separó las piernas. Con una mano y con cuidado apartó los testículos, con la otra cogió el paño y limpió la profanada entrada de Harry.
Después cambió el agua del librillo y le adicionó desinfectante de heridas con el que pasó a limpiarle toda la zona del piercing y de nuevo el ano.
No sabía qué pensar, Harry se mostraba un chico muy rebelde pero no la clase de chico que le gustaba el dolor, no de esa forma.
Abrió la cama y le acostó entre las sábanas cubriéndole con unas suaves mantas. No tenía a nadie que le cuidase, no se importaría de hacerlo, después de todo ese chico parecía haberse hecho alguien importante para su corazón. Le importaba lo que pensaba de él, su aprobación…
“Ridículo, no necesito la aprobación de un crío de dieciséis años para hacer mi vida!”
Arrastró un sillón hasta quedarse pegado a la cama y se sentó allí empezando a pensar en las cuestiones del prójimo examen.
Leyó atentamente la materia que había dado en la última aula, era importante añadir a sus preguntas de examen: Evolución del modelo atómico. Seguramente saldría una pregunta como…
“Describe el modelo de Ruterford.” O quizás: “Compare los modelos atómicos de Bohr y Thompson.”, “En que es basado el actual modelo atómico, el modelo de Schrödinger?”
Después les pediría a sus alumnos que efectuasen unas operaciones de cálculos de Energía… sus pensamientos fueron interrumpidos por el despertar de Harry.
Snape soltó los libros y las hojas de papel para debruzar se mejor sobre el chico.
-¿Cómo estas?
-¿Dónde estoy? - Dijo muy bajito. Tenía dificultad en hablar además de estar algo afónico.
-En mi casa…
-Tengo sed.- Cerró los ojos de nuevo.
Severus se levantó enseguida derecho a la cochina para traerle un vaso de agua. Se sentó a su lado en la cama para levantarle un poco el tórax y darle de beber.
-Quizás sea mejor que bebas despacio… - apoyó la cabeza del chico contra su pecho. Su pelo era tan suave que no pudo resistir acariciarlo. Estaba mojado y se escapaba entre sus dedos. -¿Quieres comer algo?
-No, tengo que irme a casa!...
-Ni hablar! Estás demasiado débil para cuidarte solo. Tienes que descansar.- Posó el vaso en la mesita.- ¿Te duele algo?
Harry cerró los enormes ojos verdes con expresión sufrida esta vez.
-Sí…- murmuró sonrojado.
-No hace falta que te sonrojes, se que es lo que te duele… ¿Dime quien te hizo eso?
-Nadie, déjeme dormir si tanto desea que me quede!
-Te traeré algo para el dolor…- acarició una vez más el pelo del joven antes de salir a buscar las medicinas.
Cuando volvió Harry se había vuelto a dormir. Snape suspiró.
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