Título: Promesa
Fandom: Prince of Tennis
Personajes: Tezuka, Miyuki, los titulares del Seigaku
Calificación: TP
Palabras: 1517
Notas: Situado tras la victoria en semifinales del Seigaku, y antes de la batalla del yakiniku. Espero que estén IC, porque escribir a Tezuka siempre me ha dado algo de miedo... ^^
Resumen: Tezuka pasa un momento de apuro en el vestuario.
PROMESA
El silencio en el vestuario pesaba como una losa. No debería haber sido así, ya que habían ganado al Shitenhouji y ya estaban en la final. Y aunque el hecho de enfrentarse de nuevo al Rikkaidai, más fuerte y agresivo que antes por lo que habían escuchado de su partido contra el Nagoya Seitoku, podría influir en el estado de ánimo, sabía que no era el motivo principal por el que no se escuchaba el habitual murmullo de satisfacción o las exclamaciones de los componentes más ruidosos de su equipo.
De lo que no estaba seguro era de quién sería el primero en hablar. Quizá Echizen, que no pasaba una oportunidad de poner en evidencia a alguien cuando era posible, o Kikumaru, a quien le podía la curiosidad más que cualquier otra cosa. Inui era más dado a escuchar que a preguntar directamente, sobre todo en aquel tipo de asuntos...
-¿”Ladronzuelo”?
La mano con la que acababa de coger los calcetines de la bolsa de deporte se detuvo a medio camino. Debía haber previsto que el ataque vendría de Fuji. Con su omnipresente sonrisa y una expresión divertida pintada en el rostro se había sentado en el banco junto a él mientras se secaba el pelo. Apoyó el pie descalzo en el borde de madera sintiendo las miradas de los otros siete jugadores, que habían parado de cambiarse, posarse en ellos. Por un momento pensó en ignorar la cuestión, pero sabía que Syuusuke insistiría, que Eiji se le uniría y que los demás no se moverían hasta oír la historia.
-Fue un malentendido.
Fuji levantó una ceja y él se entretuvo más de la cuenta en apretar los cordones de las deportivas.
-Ya...
-Vi una raqueta y unas pelotas sobre un banco y cuando la cogí y di un par de golpes, apareció desde lo alto de un árbol y me llamó “ladrón de raquetas”.
Oyó un murmullo de satisfacción salir de la garganta de Inui, y supo que estaba deseando sacar el cuaderno que siempre lo acompañaba de su bolsa, pero probablemente se abstendría para no perder detalle.
-Pero tú no le robarías a una niña... Eres como... como un profesor - ante las palabras de Kikumaru, Tezuka arrugó levemente el ceño -. ¿Por qué sigue llamándote así?
-Lo principal es... - prosiguió Fuji, fijando sus ojos en él, que estaba terminando de ordenar el contenido de la bolsa para cerrarla - … que parecía tener cierta confianza contigo... Además, Chitose dijo algo de un campeonato...
Así que además de buenos reflejos y una mente brillante, Syuusuke también tenía un oído muy fino...
-Sólo sufría un caso de yips y le di algunos consejos.
-¿Ves, Eiji? - intervino entonces Ooishi mientras sacaba la camisa del uniforme de la bolsa -. Te dije que seguramente la había ayudado de alguna forma. Aunque parezca tan serio, Tezuka es muy considerado con todo el mundo, incluidos los niños.
-¡Entonces seguro que es como una hermanita pequeña! - exclamó Kikumaru - ¿verdad, Fuji?
-Ummm, quién sabe...
El capitán se levantó, cogiendo la bolsa de deporte, y se encaminó a la puerta, dando por terminada toda conversación o especulación sobre Chitose Miyuki. Incluso para alguien como él la paciencia tenía un límite, y los titulares de tercero la estaban agotando muy deprisa.
-Os espero fuera - dijo mientras abría, notando ocho pares de ojos clavados en su espalda, estudiando hasta sus más ligeros movimientos.
Sin embargo, el último comentario que oyó, procedente de Echizen, hizo que diera un portazo más fuerte de lo que pretendía.
-No sabía que al capitán le gustaban tan jovencitas.
Volvía a oírse ajetreo en el vestuario, y Tezuka suspiró cansado, ajustándose la bolsa antes de emprender el camino hacia el exterior. Pero cuando su mirada se posó en la chiquilla que lo esperaba a unos metros de distancia, echada en la pared, sonriendo al verlo, no dio ni un solo paso.
-¡Hola! - lo saludó Miyuki sacándose el chupa-chups de la boca.
Tezuka asintió levemente mientras la niña daba unos pasos hacia delante. Iba vestida como siempre, con bermudas y una camiseta sin mangas, y el pelo recogido, esta vez en una sola coleta de caballo, que colgaba por la abertura trasera de la gorra, a juego con la cual llevaba un bolso de tela colgado en bandolera.
-Buen partido, aunque hayas derrotado a mi hermano.
No sabía exactamente cómo actuar ante aquellas palabras. Darle las gracias parecía lo más lógico, aunque dado el genio que sabía que tenía, era capaz de estar diciéndolo como un reproche, así que contestó con las palabras más corteses que se le ocurrieron en aquel momento.
-Ha sido un partido muy difícil, Chitose es un excelente jugador.
Miyuki sonrió orgullosa.
-Por supuesto. Y la próxima vez serás tú el que pierda, porque ahora está mucho más emocionado de lo que lo he visto nunca.
Tezuka emitió un murmullo neutro, y la niña volvió a meterse la golosina en la boca.
-Esto... - dio un paso adelante, indicándole que por su parte no tenía nada más que decir.
-Te marchaste sin decir nada - comenzó ella mientras abría su bolso -, desde luego no eres nada educado con las chicas.
Sus palabras le hicieron detenerse de nuevo y mirarla con curiosidad, levantando una ceja, cuando ella alzó la cabeza hacia él.
-Quería enseñarte esto - dijo tendiéndole la medalla de oro que había conseguido en el torneo de su club de tenis.
La pieza, con los motivos en relieve de dos raquetas y los kanji de victoria rodeados por una corona de laurel, centelleó bajo las luces de corredor, balanceándose de la cinta blanca con franjas rojas a los lados, y Tezuka no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios cuando, por un momento, aquello le pareció un augurio de la final que se disputaría en tres días en aquel mismo estadio.
-Ese ha sido el primer paso - Miyuki lo miró con interés y él cruzó los brazos sobre el pecho -. Ahora ya sabes qué viene. Continua practicando sin parar, aprendiendo todo lo que puedas de ti misma y de los demás.
-¡Dalo por hecho! ¡Pienso seguir ganando! Además, voy a convencer a mi hermano de que me lleve de vez en cuando a los entrenamientos de su equipo.
Tezuka asintió y luego se fijó en la expresión de satisfacción de la niña.
-Felicidades.
Miyuki rió en un gorjeo limpio y alegre y volvió a guardar su tesoro con cuidado.
-Gracias - sus mejillas enrojecieron y se entretuvo más de lo preciso para atar la correa que cerraba el bolso de tela -. Ya no tengo miedo... - carraspeó y levantó la cabeza frunciendo el ceño -. ¡No estoy diciendo que te lo deba a ti! Pero antes muerta que agradecerle algo a esos idiotas del Shishigaku.
Tezuka ladeó levemente la cabeza, claramente divertido por los repentinos cambios de actitud de Miyuki, a los que había tenido tiempo de habituarse en Kyushuu durante los días que ella lo había estado “entrenando”. También él tenía que agradecerle que hubiera sido tan valiente al enfrentarse sola a un equipo de chicos mucho más mayores que ella, haciéndolo reaccionar y salir del bloqueo en el que se había sumido , aunque no pensaba admitir en voz alta el que también era uno de los episodios más vergonzosos de su vida, al haber dejado que una niña pequeña diera la cara por él.
Una puerta se abrió en uno de los pasillos laterales, y una voz con un fuerte acento de Kyushuu se oyó retumbar en el estrecho corredor.
-¡Miyuki! ¿Estás ahí?
La niña se volvió un momento, con claros signos de fastidio en sus facciones y suspiró ruidosamente.
-¡Qué escandaloso! - lo miró y sonrió abiertamente -. Si quieres que te perdone lo de mi hermano y el dejarme plantada, tendrás que jugar un partido conmigo cuando volvamos a vernos. Para entonces habré ganado más como ésta y seré mucho más fuerte.
-¡Miyuki! ¿Dónde se habrá metido esta niña?
A la voz de Senri se unieron algunas más del Shitenhouji, y ella dio un paso hacia adelante, enlazando su meñique con el de él. El capitán del Seigaku abrió los ojos sorprendido.
-¡Ya lo sabes! ¡Es una promesa!
Echó a correr y dobló la esquina que conducía al pasillo donde la esperaban. Pudo escucharla discutir con Chitose, y poco después las voces fueron lentamente haciéndose más débiles hasta que se hizo el silencio.
Contempló por unos segundos el pasillo por donde había desaparecido su pequeña “entrenadora” y después fijó su atención en su mano, antes de oír un ligero roce, y volverse a mirar de reojo la puerta tras él. En un rápido movimiento, la abrió y uno tras otro, los titulares del Seigaku cayeron como naipes unos encima de otros. Mientras se levantaban torpemente, tratando de justificarse, Tezuka se frotó la sien notando un incipiente dolor de cabeza, y la tentación de mandarlos correr hasta el colegio en aquel mismo instante. A veces, lidiar con aquel equipo era demasiado hasta para él.
FIN