BUENO, BUENO... AQUÍ DA INICIO LA SECCIÓN DE FANFICS QUE HE QUERIDO HACER DESDE HACE MUCHO. PLANEABA INICIARLA CON OTRO FIC, PERO MI MENTE DIJO "NUU, PON PRIMERO EL QUE ESCRIBISTE DE ALFRED Y ARTHUR DE HETALIA" Y LO DIJE "OK"... QUE FÁCIL ME CONVENCISTE MENTE. QUERÍA SUBIRLO A FANFICTION.NET PERO NO HE HECHO MI CUENTA, TAL VEZ ALGUN DÍA LO VERAN EN ESE WEBSITE, OBVIAMENTE SUBIDO POR MI.
*Pareja:USA x UK
*Advertencias:Comedia, yaoi, lemmonade, drama...
*Resumen: America está enamorado de Inglaterra, sin embargo este ultimo no parece querer reconocer lo que su antigua colonia siente hacía él así como así...
CAPITULO I
El joven se encontraba cautivo en el silencio de su habitación, toda la noche se la pasó pensando en los sentimientos que últimamente habían despertado en él. Jamás en la vida un intenso calor le había devorado el cuerpo como ahora, ¿Qué debía pensar acerca de ello? Su corazón se sobresaltaba cada vez que en su mente se dibujaba la figura de Arthur Kirkland.
-Arthur -suspiró cubriéndose el rostro con sus manos.
Caminó hasta su cama y se tiró a sus anchas para intentar dormir un poco, todos los intentos para evitar pensar en ese hico parecían en vano, nada lo sacaba de su mente.
-¿Qué demonios me está pasando? -preguntó desesperado.
Probablemente él no quería aceptarlo, dicha fascinación formaba parte de un sentimiento que no había sido relevante en su corazón hasta ahora. Es absurdo hacerse preguntas cuando la respuesta es tan obvia y la conseguimos con tan sólo “estirar la mano”, sin dudad Alfred F. Jones conocía esto perfectamente.
Dos noches atrás había compartido la mesa con su hermano en una cena bastante peculiar, digo esto porque Arthur preparó la cena personalmente, como siempre su sazón no era el mejor. Alfred evitaba toda clase de gestos hacia la comida de Arthur no por educación más bien no quería que lo retara.
-Sabe… bien -mintió tratando de pasar cada bocado si saborear.
-¡Qué bien que te guste! -Exclamó Arthur -lo prepare especialmente para ti.
-Muchas gracias, eres bastante generoso -dijo Alfred, quien tenía ganas de llorar.
-Lo que sea para mi hermano -sonrió Arthur.
El americano se quedo hipnotizado mientras contemplaba la sonrisa del muchacho frente a él, Arthur le parecía simplemente… ¿hermoso?
-¿Ocurre algo? -preguntó Arthur al sentir el peso de aquellos azulejos sobre él.
-No… no es nada.
El silencio se adueñó del lugar, Arthur miraba de reojo a Alfred quien parecía más nervioso, su mano temblaba mientras llevaba la cuchara hasta su boca, el inglés estaba seguro de que lago incomodaba al chico.
-Oye -musitó el americano - ¿me quieres a pesar de que ya no soy un niño?
-¿Eh? ¿A qué viene semejante pregunta? Por supuesto que te quiero, eres lo que más quiero -respondió el de ojos verdes -después de todo eres mi hermano.
La sonrisa que adornaba la cara del americano se borró rápidamente al escuchar esas palabras, toda la noche lo había estado llamando “hermano”, ¿hasta cuándo dejaría de hacerlo?
-Sí, tu hermano… porque somos hermanos nos queremos -rió Alfred intentando disimular su desilusión.
Desde ese momento le había quedado muy claro cuál era su papel en el corazón de Arthur Kirkland.
Meses después Inglaterra regresó a norte América para reencontrarse con su colonia, desde la ventanilla del carruaje podía ver la mansión en donde su hermano lo esperaba, no imaginaba que en ese momento Alfred ocultaba las cosas que sin duda molestarían al inglés.
Alfred subió a su recamara para ponerse el incomodo traje que Arthur le había regalado hace tiempo, la sorpresa fue tal cuando se dio cuenta de que había vuelto a crecer, el traje le quedaba demasiado pequeño.
-¿Y ahora qué hago? -Se preguntó desesperado -algo de esto tiene que quedarme -dijo sacando todas sus ropas del armario.
Al final nada le entró, no le quedo de otra más que dejarse la ropa que ya traía puesta, estaba seguro de que si le explicaba el problema a Arthur lo entendería a pesar de que a este no le agradaba verlo vestido así.
-¡Hola! ¡Alfred! -Entró Arthur en la mansión -¡volví como te lo prometí!
-¡Hola, Arthur! -saludo América caminando hacia el mayor.
Los dos quedaron boquiabiertos al quedar frente a frente, la diferencia de estatura entre los dos era muy notoria. Al ver al americano Arthur puso una cara de espanto que sólo pudo confundir más al otro.
-Tú… realmente creces rápido -fue todo lo que el oji-verde pudo decir.
Esa misma tarde discutieron el problema de la ropa, Arthur no podía creer que Alfred hubiera crecido tanto, no hacía mucho que le había regalado ropa.
-Creo que la próxima vez te traeré ropa en vez de libros -suspiro Arthur.
-No es necesario, además yo me la paso creciendo, no vale la pena que tú…
-Si lo vale, no puedo permitir que te vistas así, ya te lo he dicho.
Alfred bajó la cabeza, a Arthur le llamó la atención la reacción de su hermano, últimamente Alfred había cambado mucho, siempre le veía distante y absorto.
-Alfred, ¿puedo saber qué te pasa? -preguntó Arthur haciendo a un lado la camisa que revisaba.
-Nada, no me pasa nada.
-Estas mintiendo, te conozco lo suficiente para saber que algo me ocultas.
Arthur se sentó al lado del menor, este volteo la cara ver la del ojiverde llena de preocupación, luego bajó la cabeza al sentir como el rubor cubría sus mejillas.
-Ah, ya sé lo que te ocurre -dijo Arthur con tono de burla -te has enamorado.
-¡No digas estupideces! -reclamó el chico mucho más sonrojado.
-No tiene de que avergonzarte, a tu edad eso es muy normal -dijo el inglés riendo -pero bueno. Dime ¿Quién es la afortunada?
-¡Ya te dije que no es eso!
Alfred salió de la casa azotando puertas, Arthur se quedó inerte en la habitación que ya empezaba a oscurecerse, la reacción del joven lo dejó perplejo, sin palabras y muy confundido, sin duda no se imaginaba que el afortunado era él.
Continuará…
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ANGEL.18~