Puede que tarde un poco. Capítulo 5 de 5.

Aug 19, 2013 20:00

Título: Puede que tarde un poco
Resumen: Lejos de Konoha y con un puñado de personas a las que proteger, a Naruto y Sakura solo les queda esperar que Sasuke no se transforme en uno de los monstruos. Sakura narra. Naruto/Sasuke.


Toyonemura. ¿Días? A quién le importa.

Me siento como si no hubiera pegado ojo desde hace más de treinta horas, que es exactamente lo que ha pasado. Ha sido una noche horrible y un día extraño, irreal, que al rememorarlo parece proveniente de los recuerdos de otra persona, como si no pudieran pertenecer a mi mundo tantos colores desvaídos.

Pero anoche dejé de escribir en un momento desafortunado. Empezaré por ahí.

Escuchamos algo, y yo casi dejé caer el lápiz. Había algo en la planta baja. Primero fue un crujido, el sonido de las tablas que debían servir de barricada en caso de que fallara la puerta cayendo, algo arrastrándose por el suelo de madera. Después, gemidos.

Naruto apoyó las manos sobre la mesa, como si necesitara sujetarse a algo sólido.

-No pueden haber entrado. Aseguramos la puerta, y tenemos trampas...

-Si son los suficientes alguno las atravesará -dijo Sasuke.

Recordé que había leído en los papeles de Kakashi acerca de las medidas que tomamos antes de ocupar el edificio, incluido nuestro trabajo en la planta baja, y sentí una punzada de resentimiento injusto hacia él por no haber comentado nada si consideraba que debían ser reforzadas. En realidad, también nosotros habíamos sabido que, si una horda de esos seres atacaba, no los podríamos contener. Simplemente habíamos asumido que no dejaríamos que tal cosa ocurriera.

-Ha sido Kakashi-comprendí-. Lo dejamos en la linde del bosque, y debe de haberlos llamado. Y después...

-Olieron la comida -continuó Naruto, en voz baja.

-Deberíamos marcharnos y prender fuego al edificio-intervino Sasuke.

Lo miré horrorizada. Tendría que haberle hecho caso.

-Este es nuestro hogar. Tardaríamos días en acondicionar otro refugio, y la mayoría de las casas de por aquí son demasiado pequeñas para acogernos a todos. No podríamos proteger más de...

-Entonces desalojad a los civiles, por si acaso-me interrumpió, poniéndose en pie-. Yo me ocuparé de lo de abajo.

-No vas a ir tú solo -dijo Naruto, levantándose también de su silla y cruzándose de brazos.

Sasuke resopló.

-No, tienes razón. Será mejor si vamos los tres. Si tenemos suerte y nos matan a todos, seguro que las personas de arriba podrán defenderse solas.

Naruto lo miró con furia, después hizo un sello con las manos y creó media docena de Kage Bushin que casi volaron escaleras arriba.

-Sakura, ve con ellos -dijo Naruto agachando la cabeza, sin mirarme.

-¡De ninguna manera!

-Pero tú...

-¿Pero yo, qué? -me aproximé a él.

Naruto se encogió de hombros.

-Lo que dijo Sasuke. Alguien... alguien real debe subir a protegerlos.

-Puedes hacerlo tú.

-Dejad de perder el tiempo -escuchamos a Sasuke, y nos apresuramos a acudir a su lado, junto a las escaleras. Al fijarme en sus ojos casi retrocedí. No estoy acostumbrada a contemplar el sharingan sin que esté dirigido contra nosotros-. ¿Vais a venir o no?

Naruto y yo nos miramos, asentimos al unísono y seguí a Sasuke, Naruto detrás de mí, escaleras abajo.

La planta baja, un enorme espacio abierto, nos esperaba fría y oscura, con un olor a podrido que nos golpeó de pronto en la cara. No dejaba lugar a dudas; estaban ahí, y nosotros respirábamos su mismo aire, el aire que exhalaban de sus gargantas putrefactas e inútiles y luego entraba en nosotros, un aire nauseabundo que no podía herirnos pero prometía tantas cosas. Sentí algo cálido a mi lado, una mano sujetando mi codo, y me di cuenta de que me había inclinado, presa de la arcadas. Sacudí la cabeza e intenté recuperarme, y la mano me soltó. Un instante después se encendió la luz.

Había nueve de ellos y los restos de lo que debía haber sido un décimo todavía burbujeando en el suelo. Al menos algunas de nuestras trampas habían resultado efectivas. Uno estaba atrapado bajo lo que quedaba de los tablones que habíamos usado para bloquear la entrada. Los demás debían de haberle pasado por encima. Otro estaba congelado hasta la cintura, dando zarpazos pero sin poder andar. Un tercero colgaba del techo, frenético, incapaz de comprender que se debía a la cuerda que rodeaba su cintura. Los otros seis estaban libres, e iban a por nosotros.

Uno de los seres estaba apenas a unos pasos. Había sido una mujer. Sasuke me empujó bruscamente hacia atrás, y un segundo después una cabeza rodaba por el suelo. Uno menos. Naruto estaba al otro lado de la habitación, enfrentándose a otros dos. Habíamos tenido semanas para acostumbrarnos a un enemigo cuya sangre no nos podía alcanzar, pero nunca nos habíamos enfrentado a tantos en un espacio cerrado. Tomé aire y lancé una ristra de kunais hacia ellos. Uno cayó y volvió a levantarse, pero al de las piernas congeladas le acerté en la frente. No le mataría definitivamente, pero por el momento le haría callar.

Otro se me abalanzó con los brazos extendidos, intentando agarrarme la cabeza. Me agaché y golpeé su abdomen con fuerza, haciéndole retroceder varios metros. El ser rugió y cargó contra mí, pero lo esquivé y corté sus talones de un tajo. Las piernas le fallaron y se derrumbó. Fue fácil a partir de eso. Después de terminar con él me detuve a recuperar el aliento y eché un vistazo a mi alrededor.

Solo quedaban un par de seres en pie, y cuatro kage bushin se dirigían hacia ellos, sendos rasengan preparado. Naruto, unos metros delante de mí, observaba. Solía deshacerse así de ellos; le gustaba hacerlos explotar.

Pero nunca habíamos estado tan cerca cuando habían explotado. Abrí la boca para gritar, al mismo tiempo que Sasuke saltaba sobre él.

Entonces el mundo estalló en tonos anaranjados, y los monstruos se callaron para siempre. Al menos hasta la próxima.

Había echado de menos el silencio. Me gustaba el repentino silencio. El olor, sin embargo, me hacía añorar el aroma a carne descompuesta de antes. El nuevo lo había superado. Algo húmedo y pegajoso se deslizaba por mi brazo. Tripas, o algo peor. Lo retiré con la punta de los dedos, asqueada y a la vez aliviada por no haber olvidado los guantes.

La espalda de Sasuke estaba cubierta de trocitos de lo mismo. Los dos estaban en el suelo, Sasuke tendido encima del otro, cubriendo el rostro de Naruto con el cuerpo. Por encima de las rodillas, lo único que se veía de Naruto eran sus brazos, primero rodeando la cintura de Sasuke, a continuación dando unas tímidas palmadas en su espalda, después golpeándole, ansioso. Parecía estar ahogándose. Sasuke tardó en moverse. Como yo, debía estar pensando que se lo merecía.

Decidí rematar a los seres que quedaban, capturados en las trampas que tendimos para ellos. La katana de Sasuke yacía cerca de los chicos, olvidada. La recogí y examiné la ensangrentada hoja, después la volví a depositar en el suelo. Yo también prefería mis propias armas.

-¿Estás loco? -oí por fin jadear a Naruto. Sasuke aprovechó para sentarse sobre su estómago e inmovilizar sus brazos.

- ¿Me preguntas si yo estoy loco? Es un milagro que no hayas derribado el edificio sobre nosotros, imbécil. Estabas demasiado cerca de ellos. ¿Y si la sangre te hubiera salpicado en los ojos o en la boca? ¿En qué estabas pensando?

Naruto tardó en contestar lo mismo que yo en rebanar el cuello del ser parcialmente congelado, y sonó igual de brutal.

-En ti.

-Estás mal de la cabeza.

-Probablemente. Pero estaba seguro de que no dejarías que me pasara nada.

El que colgaba del techo seguía ileso. Hice descender la cuerda desde la que se columpiaba, lo suficiente para que me bastara con extender el brazo.

-No estaba pensando. Si lo hubiera hecho, si me hubiera parado a reflexionar me hubiera quedado quieto y hubiera dejado que te suicidaras como...

-No. Me has salvado, y eso es porque te importo. Porque te importamos, ¿verdad? -me había detenido a observarlos, pero aparté la mirada. No me gustaba escuchar a Naruto suplicar-. No te puedes ir si te importamos.

El de la puerta estaba muerto, el cráneo destruido. Sentí una confusa punzada de desilusión.

A mis espaldas, la voz de Sasuke sonó extraña, distorsionada.

-¿Por qué crees que me fui la primera vez?

-Ayer, cuando te dije que me había rendido-respondió Naruto tras una pausa, haciéndome sentir aún más como una intrusa-, estaba mintiendo.

Escuché un leve forcejeo, susurros, algo parecido a un suspiro. Atravesé por donde tendría que haber estado la puerta.

Fuera, el aire limpio de la noche era agradablemente cálido. No había más seres en las inmediaciones, así que me senté en el suelo. Sasuke se quedaría, pensé, al menos por un tiempo, aunque él todavía no lo supiera. Quizás era cierto que le importábamos, a su manera retorcida. Tenía que ser él el que me había consolado justo antes de iluminar los horrores de la planta baja; Naruto había estado lejos, buscando el interruptor.

Quería subir y lavarme, y limpiar todo lo que había ocurrido en el último día. Bueno, casi todo. Hasta la boca me sabía mal. Aunque sabía que estaba sola, automáticamente miré a mi alrededor antes de escupir en el suelo. Era oscuro. Asustada, me llevé la mano a la boca. Mi saliva parecía normal a la débil luz de las farolas, pero carraspeé y escupí otra vez. Algo oscuro, otra vez. No me habían herido durante la pelea; solo una cosa había salpicado sangre, y solo podía haber sido en un momento . Se me nublaron los ojos.

Seguía mareada cuando Sasuke vino a buscarme.

-Naruto ha ido a informar a los civiles. Vamos a sacar los cuerpos y quemarlos -me dijo, la cabeza alta.

No pude responder. Tras unos segundos hizo un esfuerzo para mirarme.

-¿Estás bien? -preguntó. Sentí una oleada de angustia al pensar que lo sabía. Entonces desvió incómodo la vista hacia otro lado, y comprendí a lo que se refería.

Tomé una decisión.

-Claro-dije, firme. Él no había entrado en pánico cuando creía que estaba infectado. Bueno, había terminado besando a Naruto, pero el resto del tiempo había conservado la calma. Y podía ser otra falsa alarma.

Naruto no tardó en bajar, y con ayuda de sus kage bushin llevamos los restos a un centenar de metros de distancia. Después dejamos a las copias limpiando la planta baja y, por turnos, fuimos subiendo a lavarnos mientras los otros dos reparaban la puerta e instalaban nuevas trampas. Prenderíamos la hoguera al amanecer; no queríamos que el fuego llamara la atención más de lo imprescindible.

Hicimos tiempo hasta que el cielo empezó a clarear y nos pusimos manos a la obra.

Cuando regresamos al refugio Akiko esperaba en nuestra sala, a solas. Al parecer, en cuanto pasó el peligro de la planta baja los civiles habían empezado a empaquetar sus cosas, y planeaban partir cuanto antes. Nosotros no estábamos invitados a acompañarlos.

Dijo que el mundo había cambiado. Dijo que ya no tenían que depender de los ninjas para regir sus vidas. Que probablemente lo de anoche ocurrió por nuestra culpa. Que estarían más tranquilos sin nosotros.

Todo eso es posible, pero morirán solos.

Lo discutimos abajo. Sasuke quería que los dejásemos marchar. Naruto quería ir con ellos y protegerlos, aun en contra de su voluntad. Yo pensé en qué situación resultaría más difícil a Sasuke abandonar a Naruto otra vez.

Con dos votos a favor, seguiremos (seguirán) por nuestra cuenta.

El resto del día fue un trajín de paquetes arriba y abajo mientras nosotros los contemplábamos desde nuestra sala, impotentes. Nos ofrecimos a ayudarles a bajar el equipaje, a buscar provisiones en las casas más alejadas, pero se negaron. Al mediodía compartimos una tensa comida de despedida con ellos, y cuando pude me llevé a Midori a un aparte y le entregué la mayoría de mis armas. No quería aceptarlas, pero le expliqué lo que ocurría, me abrazó y las cogió. Luego se marcharon.

Naruto, Sasuke y yo subimos a la azotea. Los seguimos con la vista hasta que desaparecieron, y nos sentamos a planear nuestro viaje del día siguiente.

-Konoha será un lugar seguro. Tsunade no dejaría que muriera nadie. Tendría que rellenar un montón de papeleo -dijo Naruto.

Los dos ocupábamos sendas sillas enfrente de Sasuke, sentado de perfil sobre la cornisa. Yo ansiaba echarme una chaqueta sobre los hombros, pero la tarde era soleada y les hubiera hecho sospechar.

-Nadie te recriminará que te fueras-seguía Naruto-. Convenceré a Tsunade y a quien haga falta. No me molesta tener que insistir.

-No me digas -respondió Sasuke, serio.

-Pues sí -Naruto sonrió. A mi pesar reprimí una risita-. Y esta vez funcionará. Encontraremos la manera de cambiar las cosas.

-Es posible.

-¿Has pensado en algo? -Naruto se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas.

Sasuke lo miró inclinando la cabeza hacia un lado.

-Supongo que hay una manera de hacer que el sistema cambie-dijo. Naruto asintió, alentador-. Podría convertirme en Hokage.

-¿Qué? ¡No te atreverás!

Ha sido una bonita tarde. Descubrimos en la cocina una botella y algo de fruta que, a pesar de que los civiles la dejaran atrás, no se había echado a perder, y brindamos por todo y por nada en especial. Cuando Sasuke me devolvió mi vaso después de rellenarlo nuestras manos se tocaron y por un instante pareció a punto de derramar el sake. Estuvo vigilándome el resto de la velada, y cuando empecé a tiritar se marchó unos minutos y regresó con una manta. Al verlo Naruto frunció el ceño y se acercó a decirle algo al oído, pero fuera lo que fuese lo que el otro respondiera le hizo sonreír.

-Me voy a dormir -acabó anunciando Sasuke en voz alta, dirigiendo antes de bajar una explícita mirada hacia atrás.

Naruto se recostó en la silla, las manos cruzadas tras la nuca, la vista en el cielo.

-Eso quiere decir algo, ¿verdad? ¿Debería interpretar que me está esperando?

Habíamos pasado tantas horas juntos hablando de Sasuke, muchas más en silencio, pensando en él sin mencionarlo. Parecía apropiado que terminara así.

-Está esperando - le aseguré en voz baja.

-Pero prometí que lo traería de vuelta para ti - dijo Naruto, taciturno de repente.

-Tonto-contesté, falta de palabras.

Él se puso en pie, se inclinó sobre mi asiento y rozó sus labios con los míos. Después se apartó y sonrió, tan dulce. Quizás siempre he estado equivocada. Debería haberle elegido a él hace años, cuando aún estaba a tiempo.

-¿No te molesta quedarte aquí sola?

-Vete. Estarás aquí otra vez dentro de cinco minutos, de todas formas-bromeé.

-¿Cinco minutos? Ten un poco más de fe en mí. Tardaré por lo menos diez.

Poco más tarde bajé un segundo a coger estos papeles y tenían la puerta cerrada. Han pasado horas desde que me puse a escribir y no lo he vuelto a ver.

Había una nota entre las dos últimas hojas que había dejado escritas. No había visto su letra desde hacía años, pero sabía que era de Sasuke.

"No dejes que sepa cómo ha sido". Por supuesto que no lo haré. Al leerlo respiré aliviada. Cuando despierten y yo no esté, Sasuke explicará a Naruto que vio cómo uno de los seres me hería, y él no me buscará ni pensará en la explosión.

Me llevaré a Kakashi. No pueden llegar hasta Konoha cargando con uno de ellos, mucho menos con... mucho menos con dos. Si Kakashi me ataca antes de transformarme únicamente acelerará lo inevitable.

También me llevaré estas hojas y las esconderé en el bosque, donde no las puedan encontrar. Si no doy con un lugar seguro las quemaré. Puede que esa se convierta en mi primera opción.

Si alguno de vosotros dos lee esto es evidente que fracasé. Si es así, os pido perdón. Por todo.

Lo hice lo mejor que pude.

FIN

Nota: Pasé medio verano leyendo sobre expediciones polares (muy apropiado para combatir el calor) y quería hacer algo, salvando las distancias, inspirado en el estilo de los diarios que solían llevar los exploradores. Solo que en vez de frío, con zombies. A medio camino me di cuenta de que tenía que terminar así. El título del fic hace referencia a las últimas palabras que, de vuelta del polo sur, dirigió a sus compañeros el capitán Oates, ya muy enfermo, justo antes de abandonar la tienda en la que se cobijaban y desaparecer en el hielo, dando así al resto una oportunidad de regresar con vida.

"Voy a salir un momento. Puede que tarde un poco".

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